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Kaspar Maase: "El modelo de ocio de los nazis pervive en nuestros días"
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el investigador publica 'diversión ilimitada'

Kaspar Maase: "El modelo de ocio de los nazis pervive en nuestros días"

Denuncia que la historiografía oficial ha exagerado artificialmente la singularidad del periodo nazi, cuando más bien pertenece a un proceso histórico continuo

Foto: Hitler posa con miembros del partido nazi en Múnich en 1930.
Hitler posa con miembros del partido nazi en Múnich en 1930.

Estamos ante uno de esos libros que engancha desde las primeras páginas. ’Diversión ilimitada. El auge de la cultura de masas (1850-1970)’, publicado por la editorial Siglo XXI, es una obra inquietante, firmada por Kaspar Maase, erudito alemán que ha estudiado Filología, Historia del Arte, Sociología y Teoría de la Cultura. Su especialidad es la cultura popular. Lo más curioso del texto es el afilado análisis de la relación entre los nazis y la representación cultural del sexo. “La producción y distribución de los textos eróticos y de publicaciones de educación sexual fue reprimida. Pero no tanto por razones morales, sino por motivos de política demográfica y antisemita. Los escasos estudiosos de sexualidad eran judíos”, señala en el libro.

placeholder 'Diversión ilimitada'. (Siglo XXI)
'Diversión ilimitada'. (Siglo XXI)

Maase amplía detalles en su charla con El Confidencial: “La actitud de los nazis hacia el sexo tenía muchas facetas. Había conflictos y contradicciones entre diversas corrientes. El profesor Dagmar Herzog demuestra que la mayoría de autoridades nazis querían que los alemanes -los que no pertenecían a minorías perseguidas- se divirtieran. Eso incluía los placeres de la carne. Se promovía el disfrute con guías para solteros y parejas casadas heterosexuales. Había libros sobre relaciones eróticas satisfactorias, pero se prohibió la pornografía y se establecieron castigos brutales contra los gays”, apunta.

La pervivencia del modelo cultural nazi

Más fundamental todavía, Maase denuncia la historiografía oficial ha exagerado artificialmente la singularidad del periodo nazi, cuando más bien pertenece a un proceso histórico continuo. Las élites hitlerianas no eran monstruos extraordinarios, sino seguidores de una larga tradición totalitaria en Europa. “La mayor parte de las técnicas de propaganda y de la escenificación ilusoria no las inventaron los detentadores del poder de la época nacionalsocialista, sino que se inspiraron en un repertorio ya existente, las concentraron y agrandaron sus efectos” apunta.

Las élites hitlerianas no eran monstruos extraordinarios, sino seguidores de una larga tradición totalitaria en Europa

De hecho, la influencia nazi en la cultura no termina con su derrota en la Segunda Guerra Mundial. “El culto al Movimiento y al Jefe, los mitos de lo romano y lo germano, así como los de la raza, desaparecieron al terminar los breves imperios. Pero la arquitectura de la dominación y la política simbólica, la fascinación por la técnica y el desarrollo de mundos de entretenimiento que sirvieran de distracción de la realidad siguieron prosperando en las décadas siguientes y, en parte, su efecto aumentó claramente”, denuncia ¿Conclusión? “El modelo de ocio popular del nacionalsocialismo recorre todo el siglo y pervive en gran parte en nuestros días”.

Sainetes y comedias a granel

A más de uno le puede sorprender el razonamiento. “En Alemania, ha sido necesario que mueran casi todos los que vivieron el nazismo para que los estudiosos pudiéramos trabajar sin ningún tipo de tabú. No se podía escribir sobre fenómenos que sabíamos que ocurrieron: por ejemplo, que la mayoría de partidarios del régimen ario vivieron vidas seguras, placenteras y satisfactorias. El gobierno de Hitler fomentaba el disfrute de las novedades socioculturales y de entretenimiento. Desde hace pocos años, los historiadores hemos podido señalar que la mayoría de la población alemana, digamos los arios apolíticos, vivían vidas tranquilas y normales. Su consentimiento pasivo de una brutal dictadura tenía como recompensa una vida moderna de placer, consumo y entretenimiento”, lamenta.

La mayoría de partidarios del régimen ario vivieron vidas seguras, placenteras y satisfactorias


El libro demuestra que las narrativas de exaltación patriótica fueron perdiendo importancia a medida que se consolidaban en el poder, para dar paso a contenidos más ligeros. “Retrocedió claramente el peso de las obras con puestas en escena exigentes. Una dramaturgia amena, sin objetivo propagandístico, constituyó en 1937-1938 casi las dos terceras partes del repertorio teatral, lo que superaba en más de tres veces a la temporada 1929-1930”, explica. El nazismo, retratado tantas veces como un régimen estirado y falto de sentido del humor, favoreció las comedias, el sainete y las piezas populares. Los veían como contenidos ideales para quitar hierro a las crecientes tensiones sociopolíticas en Europa. Y también para la carnicería que se preparaban para perpetrar.

¿Nos verán como a los nazis en 2090?

El verdadero salto mortal de ‘Diversión ilimitada’ consiste en decir que nuestros sistemas políticos actuales funcionan de manera similar. “Es de suponer que los historiadores del siglo XXI se preguntarán cómo fue posible que la gente de las metrópolis ricas de 1990 pudieran establecer su “sociedad de las vivencias” en un mundo de genocidios y limpiezas étnicas, en mitad de la explotación, la miseria y la opresión, a pesar de que todos conocían el comercio de armas y las destrucción del medio ambiente, las desiguales relaciones comerciales y la rentable connivencia con regímenes violentos, la exclusión racista y la fabricación de una imagen que convierte a los pobres del mundo en nuestros enemigos”, escribe.

Los historiadores del siglo XXI se preguntarán cómo establecimos "sociedades de vivencias" en un mundo de genocidios y limpiezas étnicas

Le pedimos que amplíe su enfoque, tan radical como inusual: “Hay una importante diferencia entre la situación presente y la de los nazis: nosotros estamos completamente informados sobre las catástrofes y atrocidades en las que nuestros gobiernos y nuestro sistema económico están implicados. No podemos alegar ignorancia, pero mi impresión es que mucha gente procesa esta información deprimente concentrándose en sus vidas privadas y placeres personales, ya que no perciben que exista una manera concreta y tangible de salir del desastre en el que estamos metidos”, concluye. Dicho esto, la incómoda pregunta sigue en pie: ¿nos verán nuestros nietos como nosotros vemos a los nazis?

Estamos ante uno de esos libros que engancha desde las primeras páginas. ’Diversión ilimitada. El auge de la cultura de masas (1850-1970)’, publicado por la editorial Siglo XXI, es una obra inquietante, firmada por Kaspar Maase, erudito alemán que ha estudiado Filología, Historia del Arte, Sociología y Teoría de la Cultura. Su especialidad es la cultura popular. Lo más curioso del texto es el afilado análisis de la relación entre los nazis y la representación cultural del sexo. “La producción y distribución de los textos eróticos y de publicaciones de educación sexual fue reprimida. Pero no tanto por razones morales, sino por motivos de política demográfica y antisemita. Los escasos estudiosos de sexualidad eran judíos”, señala en el libro.

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