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Villa Meona, la disparatada casa con 13 baños que abochornó al felipismo
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25 años de un hito de la arquitectura ostentosa

Villa Meona, la disparatada casa con 13 baños que abochornó al felipismo

Análisis de la trama estética y económica de la mansión de Miguel Boyer e Isabel Preysler que generó un gran escándalo —mezcla de cachondeo e indignación— en plena resaca del 92

Foto: Miguel Boyer y Villa Meona. (Montaje: Carmen Castellón)
Miguel Boyer y Villa Meona. (Montaje: Carmen Castellón)

“La casa de Isabel Preysler y Miguel Boyer, habitación por habitación”. He aquí un titular de portada de la revista ‘¡Hola!’ que parece plano a primera vista, pero que en realidad es una genialidad: no solo capta la magnitud de la cuestión —una casa de 1.370 metros cuadrados que solo ‘¡Hola!’ podría ilustrar: con un extenuante reportaje de 31 páginas donde no quedan inodoro por fotografiar ni alfombra persa por glosar— sino que resume toda una era: los años locos de la ‘beautiful people’ socialista. Bienvenidos a Villa Meona, la casa con una absurda cantidad de cuartos de baño que acabó con la credibilidad cultural del felipismo tras una década de juerga (1982/1992). Villa Meona fue al felipismo lo que la boda de la hija de Aznar en El Escorial fue al aznarismo: el bochorno político de los nuevos ricos por pasarse de frenada.

El reportaje de ‘¡Hola!’ se publicó en otoño de 1992 y provocó un maremoto cultural. Tras años de obras, filtraciones y rumores, España por fin podía ‘entrar’ en el nidito de Isabel Preysler, reina de corazones, y Miguel Boyer, exministro de economía socialista. “Es una casa grande, pero a la vez recogida”, afirmó la publicación, maestra en el arte del eufemismo, e Isabel Preysler asintió: la casa era “un poco grande, sí, pero por comentado que sea, por encima de todo, es muy acogedora”.

placeholder Portada de '¡Hola!'.
Portada de '¡Hola!'.

No se trataba de odiar a Isabel Preysler por tener un cuarto de baño más grande que la casa de cualquiera de ustedes, sino de compadecerla: “Isabel, cuando tus hijos mayores se van a estudiar al extranjero, ¿no te queda la casa un poco vacía?”, le preguntó el periodista de ‘¡Hola!’ a pecho descubierto. Uno lee esto y no le entran ganas de llamar a la lucha de clases por la ostentación, sino de consolar a Preysler por la solitaria enormidad de todo aquello. Un abrazo fuerte pues para Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, actuales ‘sufridores’ de esta villa sin fin.

Villa Meona es un símbolo político, económico y generacional. Un icono costumbrista con tantos significados que a veces nos olvidamos de algo importante: juzgarla primero desde el punto de vista estético, y que el resto de ramificaciones partan de allí.

La casa del terror (mullido)

Un cuarto de siglo después, le pasamos el reportaje de ‘¡Hola!’ a Fernando Castro Flórez, filósofo especialista en estética, crítico de arte y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid para que dicte sentencia. La opinión de Castro Flórez, en seis puntos:

1) "El estilo de la casa pertenece, en mi modesta opinión, al de casoplón de toda la vida. Con cierto toque de vivienda de la monarquía española que, en la restauración borbónica de la así llamada Transición, tiene siempre el tono de sólida, aburrida, rancia y carente de ornamentación en el exterior. Algo recio como si hubiera que aguantar nevadas o lluvias infinitas".

Lo más llamativo de la decoración interior es la sensación de vivir dentro de un oso de peluche

2) "El interior es un prodigioso e incluso asfixiante catálogo de telas y alfombras de tamaño XXL. Aunque pretende transmitir un tono aristocratizante, termina por revelar el ‘horror vacui’. Es algo (accidentalmente) psicodélico; todas esas geometrías enteladoras pueden llegar a producir mareo o a incitar a la concurrencia a arrojar ceniza sobre tanta cursilería".

3) "Más allá de la rememoración de la sorprendente incontinencia urinaria que hizo famoso a este edificio de porte tan rudo, lo más llamativo de la decoración interior es la sensación de vivir dentro de un oso de peluche. Todo está mullido e incluso afelpado. Walter Benjamin habló de la vivienda decimonónica como aquella que tiene que proteger los objetos en una actitud permanentemente nostálgica. Aquí lo que se revela es la condición ultrapretenciosa del arribista. El PSOE (pretendidamente intelectual: no olvidemos que Boyer era un supuesto gurú de la economía que se tiraba el pisto por haber leído al plúmbeo de Karl Popper) de la tortilla de patatas comenzaba a dejar atrás aquel postureo (un término de hoy) de la pseudo Movida para vestir patéticamente las galas de la 'jet set' que ya era marbellí".

placeholder Interior del reportaje de '¡Hola!'.
Interior del reportaje de '¡Hola!'.

4) "La Preysler introduce, en esa casa de cuadros ordenados en perfecta geometría con la conciencia clara de que son elementos de relleno más que propiciadores de una experiencia estética, un toque de perversidad que podríamos calificar como paraorientalizante. Aún no era una mujer Porcelanosa y ya tenía 'look' de operada. La propia casa adquiere ahora, en este ‘déjà vu’ visual, un sentido de 'interior hotelero' o de clínica de cirugía plástica en un cantón suizo".

placeholder El 'hall' de Villa Meona, en el '¡Hola!'.
El 'hall' de Villa Meona, en el '¡Hola!'.

5) "Un detalle inquietante: en esa casa con tanto evacuatorio no vive nadie. Eso es evidente. Una mano fantasmal ha encendido la chimenea y la familia que posa (con el peligro de la niña encima de la mesa que debe estar atornillada al suelo) da la impresión de que 'pasaba por ahí'. Las camas acaban de llegar de un expositor de muebles de El Corte Inglés. No hay una sola tela usada, los peluches viven en una permanente soledad insonorizada".

placeholder El perro de Villa Meona.
El perro de Villa Meona.

6) "Lo mejor de todo: la casa del perro. Como dijo Bertolt Brecht: tras la fachada de los palacios está la mierda del perro. Llevo unos minutos contemplando al perro y lo puedo decir, con rigor absoluto: no se mueve, ¡está sometido a pre-taxidermia! Esa caseta del perro vigilante-fosilizado nos recuerda una época en que las revistas del corazón propiciaban el voyeurismo admirativo de los que no tenían en casa otra cosa que mantas zamoranas. Todavía no había llegado el empantanamiento del ‘reality show’, aún no veíamos a los famosos como friquis. Faltaban dos décadas para que un señor tan 'intensito' como Vargas Llosa quedara atrapado en las garras de Preysler (la manifestación femenina de Dorian Grey) y hasta el 'boom' literario pasara por el 'lifting' peluchístico".

Una historia de amor

El ‘affair’ surgió siendo Boyer ministro de Economía. Como cuenta Juan Luis Galiacho en ‘Isabel y Miguel’, el ministro presentó a su amante a su círculo de amistades en una fiesta privada en su apartamento del ático del Ministerio de Economía, un 5 de febrero de 1985, coincidiendo con su 46 cumpleaños.

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Este sarao es importante porque entre los 12 invitados se encontraban Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, Manuel de la Concha, síndico presidente de los agentes de Cambio y Bolsa, y Carlos Solchaga, ministro de Industria y futuro ministro de Economía. O el núcleo duro de lo que empezó a llamarse ‘beautiful people’ socialista, cuyo amor a las élites, a la buena vida y a las inversiones bursátiles privilegiadas degeneraría en unos años en uno de los grandes escándalos económicos de corrupción del felipismo: Ibercorp.

Boyer dimitió de ministro de Economía en el verano de 1985, en el contexto de las luchas de poder entre guerristas y neoliberales dentro del Gobierno, y en medio de todo tipo de cuchicheos sobre su azarosa vida sentimental. “No puedo negar que me une una profunda amistad con Miguel Boyer. Pero es absolutamente frívolo y ridículo creer que he tenido que ver con la decisión de Miguel de abandonar el Gobierno”, aseguró Isabel Preysler poco después en otra de sus lucrativas exclusivas en ‘¡Hola!’. En otras palabras: la ‘beautiful people’ había logrado que fuera imposible diferenciar ya entre servicio público, vida sentimental, lujo y negocios privados. ¿Dónde acababa lo público y dónde empezaba la privado cuando las puertas giratorias (económicas y sentimentales) comenzaban a girar sin control? Una pregunta difícil de responder en los años de explosión del neoliberalismo y las ‘celebrities’.

La ‘beautiful people’ logró que fuera imposible diferenciar entre servicio público, lujo, vida sentimental y negocios privados

A Boyer le duró poco el disgusto de su salida del Gobierno: fue nombrado presidente del Banco Exterior de España. “Se trataba del banco más público de los privados. Pero lo que más le preocupaba era su sueldo, había que mantener el elevado ritmo de vida que le marcaban Isabel Preysler y su ‘troupe”, cuenta Galiacho en su libro. El sueldo anual de Boyer: 20 millones de pesetas si incluimos los extras, además de la pensión mensual de exministro (435.000 pesetas). Pero cuando empezó a ganar dinero de verdad fue tras saltar del todo al sector privado, de la sociedad de inversión Cartera Central al consejo de administración de Fomento de Construcciones y Contratas, a las órdenes, por tanto, de las hermanas Koplowitz y sus (todavía) maridos, los Albertos. Boyer cobraba 100 millones de pesetas como alto cargo del 'holding'.

A todo trapo

La pareja Boyer/Preysler decidió entonces construirse una villa de ensueño en la urbanización madrileña de Puerta de Hierro. “Pasaban a ser vecinos de la ‘crème de la crème’ de las altas finanzas. La expectación de los medios volvió a estar al límite. De nuevo se escucharon fuertes críticas contra el exministro, sugiriéndole que abandonara el PSOE por hacer ostentación de una forma de vida nada acorde con los principios socialistas”, escribe Galiacho.

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La cosa se desmadró a finales de los ochenta, en plenas obras, cuando la revista 'Tribuna', dirigida por Julián Lago, publicó los planos de la casa: 5.045 metros de parcela, 44 habitaciones, 13 cuartos de baño, 15 lavabos, siete bidés y varias casetas de perro con calefacción. ¿El autor de la filtración de los planos previo pago al entorno de los arquitectos? José María Ruiz-Mateos, cuya enloquecida fijación con el Boyer que expropió Rumasa forma parte de los hitos folclóricos de la democracia. El artículo de ‘Tribuna’ fue un éxito, pero el que verdaderamente pasó a la historia no fue Julián Lago, sino Alfonso Ussía, que bautizó la casa como Villa Meona en una irónica columna en 'ABC'.

“Según el proyecto de la casa, esta tendrá 16 cuartos de baño. Ni uno más ni uno menos. Cuatro más cuatro, ocho; ocho más cuatro, 12; 12 más cuatro, 16, o mejor aún, cuatro por cuatro, 16. Si el sencillo matrimonio Boyer necesita 16 cuartos de baño, nada hay que objetar. Un matrimonio nuevo rico de los años cincuenta se construyó una casa en Sitges con cinco comedores, y fueron bastante felices... Cada uno tiene sus manías y a estos les ha dado por los cuartos de baño. Pero esa manía es la que va a caracterizar a la nueva casa. Solo tiene un nombre posible, que al principio puede parecer chocante, pero que, al cabo del tiempo, por hábito y costumbre, sonará normal y hasta posiblemente bello. Esa casa no se puede llamar de otra manera que Villa Meona", escribió Ussía. Y así fue.

placeholder La piscina de Villa Meona en el artículo de '¡Hola!'.
La piscina de Villa Meona en el artículo de '¡Hola!'.

Villa Meona se convirtió, por tanto, en objeto de mofa y befa, en la casa favorita del cachondeo nacional, y al exministro no se le ocurrió otra cosa que comparecer ante la prensa para desmentir (o algo) las informaciones sobre la mansión. Según Boyer, la casa no tenía 16 cuartos de baño, como algunos malintencionados andaban diciendo por ahí, sino “solo 13”. En efecto: la irrisión.

Según Galiacho, Isabel y Miguel se gastaron 100 millones de pesetas solo en la decoración, y otro dineral al mes en el mantenimiento de la finca, en la que trabajaban cuatro empleadas del hogar (internas), una cocinera, tres doncellas, un chófer, un jardinero y cuatro guardias de seguridad.

El PSOE de la tortilla de patatas comenzaba a dejar atrás aquel postureo de la pseudo-Movida para vestir patéticamente las galas de la 'jet set' que ya era marbellí

La venta de la parcela de la casa, por cierto, desencadenó un espectacular duelo de folclóricas entre Isabel Preysler y Tita Cervera, que pujó por el terreno propiedad de Fernando Fernández Tapias, ‘Fefé’, naviero y actual vicepresidente del Real Madrid.

Preysler se llevó el gato al agua, y Tita respondió agitando su bata de cola con desprecio: Preysler y Boyer eran unos desarrapados a su lado. “El solar era pequeño para nosotros. Yo necesito como mínimo 10.000 metros cuadrados, porque hemos vendido la granja que Heini tenía en Inglaterra, donde llueve a todas horas, y tengo que construir una casa en la que mi marido esté a gusto. Necesitamos una casa más grande”. Villa Meona, 'casoplón' disparatadamente grande para toda España, era un chamizo de medio pelo para la baronesa Thyssen. Todavía hay clases.

Pero el tiro de gracia a la imagen socialista no llegó hasta que se abrieron las puertas de la casa… en el peor momento histórico posible: en plena resaca de los fastos del 92. Pasada la loca primavera (Expo de Sevilla) y el loco verano (Olimpiadas de Barcelona), llegó el otoño del descontento, con la recesión económica y los escándalos de corrupción, que perseguirían al felipismo hasta su derrota electoral en 1996. La crisis económica del 93 empezaba a enseñar la patita y las villas despampanantes ya no eran bien recibidas.

“La mansión de Isabel Preysler se convirtió en el símbolo de la decadencia socialista felipista. El inicio de la caída surgió a raíz de la publicación en la revista ‘¡Hola!’ de un reportaje a todo color y extensión sobre la inauguración oficial de la mansión de Puerta de Hierro. La ampulosidad y ostentación sorprendió a ciudadanos y políticos, que comenzaron entonces una caza de la diva y un manifiesto desprecio al antiguo dirigente socialista”, zanja Galiacho, que recuerda los intentos de la pareja por limpiar su imagen durante las turbulencias de los años noventa: “El exministro llamó a los responsables del diario ‘El País’, su periódico de referencia y donde figuraba como editorialista su íntimo amigo de la infancia Javier Pradera, para que cesara el ataque contra ellos. ‘El País’ cambió radicalmente su estrategia e, incluso, dispuso que uno de sus periodistas estrella, Juan Cruz, hiciera a Isabelita una entrevista limpiadora de cara”.

placeholder Otra de las páginas del reportaje de '¡Hola!'.
Otra de las páginas del reportaje de '¡Hola!'.

Ibercorp y los tres amigos

Nadie pudo evitar, sin embargo, que el fraude financiero de Ibercorp salpicara a la pareja y a la ‘beautiful people’ en 1992, cuando el banco de inversiones fue intervenido, desencadenando la caída de Mariano Rubio. Según publicó 'El Mundo', el gobernador del Banco de España tenía una cuenta secreta con dinero negro (130 millones de pesetas) en una cuenta de Ibercorp. Mariano Rubio y Manuel de la Concha, presidente del banco, fueron detenidos en 1994 acusados de cohecho, apropiación indebida y estafa. El escándalo salpicó a los clientes vip de Ibercorp —Boyer, Preysler o la escritora Carmen Posadas, esposa de Mariano Rubio—, a los que el banco generó golosas plusvalías en bolsa gracias a la información privilegiada. Los clientes fueron exonerados por la Justicia.

Rubio, Solchaga y Boyer eran viejos amigos: coincidieron a finales de los años sesenta en el servicio de estudios del Banco de España. Solchaga y Boyer trabajarían luego (1974) en el servicio de estudios del Instituto Nacional de Industria (INI). “Lo que definía al grupo era su común pertenencia a las entrañas del Estado: eran funcionarios que pasaban por encima de uno y otro Gobierno… El trío tenía un aura que les entronaba como técnicos impecables y solo el caso Ibercorp opacó su obra”, escribe Rubén Juste en ‘Ibex 35. Una historia herética del poder en España’.

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Más allá de Ibercorp, Boyer y Solchaga fueron los reyes del ‘business’ durante la década prodigiosa socialista, de las multimillonarias privatizaciones de las grandes empresas públicas (Endesa, Repsol, Argentaria) a la creación del Ibex 35 (1992), índice bursátil de las 35 empresas con más liquidez del país, cuyos consejos de administración fueron copados por miembros de la alta administración del Estado. “El grupo de círculos políticos quedaba liderado, claramente, por la ‘beautiful people’, que abarcaba las empresas públicas pero también las empresas privadas del Ibex”, cuenta Juste en su libro.

Casi un 10% de los consejeros del primer Ibex eran ex altos cargos del PSOE. De los 43 consejeros socialistas, 14 eran hombres de Solchaga —fueron nombrados por el ministro durante sus mandatos en Industria (1982-1985) y Economía (1985-1993)— y cinco eran hombres de Boyer. O Boyer y Solchaga como las grandes “ETT del Ibex 35”.

En este contexto de control, tanto de los grandes presupuestos del Estado como de la banca y la bolsa, “no es raro que surgiera el caso Ibercorp”, según Juste, ya que “jugaban con el viento de cola a favor: el movimiento de capitales, las privatizaciones aceleradas, las salidas a la bolsa, eran ocasiones inmejorables para practicar la máxima 'solchaguiana' del enriquecimiento”, escribe Juste sobre la célebre máxima ochentera del ministro: “España es el país de Europa donde es más fácil hacerse rico”. La euforia financiera era esto.

¿Por qué no podía un ministro hacerse rico? ¿Por qué no podía codearse con la ‘high class’ española? Todas estas preguntas fueron contestadas de forma atropellada por Miguel Boyer

“Ellos tenían que demostrar que no se quedaban atrás y podían igualar a las riquezas tradicionales en España, pues, ¿por qué no podía un ministro hacerse rico? ¿Por qué no podía codearse con la ‘high class’ española? Todas estas preguntas fueron contestadas de forma atropellada por Miguel Boyer, el líder carismático del grupo, que contrastaba con la seriedad del otro líder, Solchaga. Boyer decidió salir del armario y confesarlo públicamente: era un miembro privilegiado de la nueva ‘beautiful people’, un adelantado de esta nueva clase de ricos y, en consecuencia, podía actuar como tal… ¿Para qué esconderse?, debió contestar Boyer a Solchaga cuando este vio la portada del ‘¡Hola!”, zanja Juste.

PD: hay un momento mágico del reportaje de '¡Hola!' en el que el periodista recuerda a Preysler que el jardín está aún sin acabar. "Sí, debido a las restricciones de agua. Pensamos que ante esta situación lo mejor sería esperar un tiempo hasta que se pueda volver a regar", respondió la diva. De las dificultades para armar un discurso pro ahorro de agua en una casa con 13 cuartos de baño,15 lavabos y siete bidés, hablamos otro día...

“La casa de Isabel Preysler y Miguel Boyer, habitación por habitación”. He aquí un titular de portada de la revista ‘¡Hola!’ que parece plano a primera vista, pero que en realidad es una genialidad: no solo capta la magnitud de la cuestión —una casa de 1.370 metros cuadrados que solo ‘¡Hola!’ podría ilustrar: con un extenuante reportaje de 31 páginas donde no quedan inodoro por fotografiar ni alfombra persa por glosar— sino que resume toda una era: los años locos de la ‘beautiful people’ socialista. Bienvenidos a Villa Meona, la casa con una absurda cantidad de cuartos de baño que acabó con la credibilidad cultural del felipismo tras una década de juerga (1982/1992). Villa Meona fue al felipismo lo que la boda de la hija de Aznar en El Escorial fue al aznarismo: el bochorno político de los nuevos ricos por pasarse de frenada.

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