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Rodrigo García: "Soy como Walt Disney, solo que a la Cenicienta le meto un vibrador"
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dentro del festival de otoño en primeravera

Rodrigo García: "Soy como Walt Disney, solo que a la Cenicienta le meto un vibrador"

El reconocido y controvertido director hispano-argentino visita a Madrid con '4' y asegura que, tras más de 30 años fuera de España, vuelve a partir de enero

Foto: El director Rodrigo García | Foto de Marc Ginot
El director Rodrigo García | Foto de Marc Ginot

Provocador, controvertido y transgresor, Rodrigo García nunca deja indiferente. Su teatro no para de incomodar y golpear al espectador con la imbecilidad de una sociedad vacía, consumista y absurda. El director hispano-argentino, uno de los más respetados y reputados de la escena europea, vuelve a Madrid tras su última y polémica visita cuando su obra 'Arrojad mis cenizas sobre Mickey' fue censurada por utilizar animales. Y ni mucho menos fue la primera vez. 'Accidens. Matar para comer' también tuvo que sufrir la ira de muchos críticos por trazar la acción sobre el cocinado y la comida de un bogavante.

En '4', la obra que presenta ahora en España en los Teatros del Canal (del 1 al 4 de junio) dentro de la programación del Festival de Otoño a Primavera, sigue afilado, poético y descarnado. Gallos con New Balance, niñas convertidas en reinas de belleza, gusanos y plantas carnívoras, partidos artísticos de tenis... El consumismo y una sociedad de banalidades e inercias se pasean sobre las tablas en un texto que exalta nuestros miedos y señala con cierto pesimismo aquello lo que no le gusta al dramaturgo y director. No será esta visita esporádica porque, como asegura a El Confidencial, en enero Rodrigo García volverá a España tras más de tres décadas fuera.

P: En sus primeros textos criticaba el consumismo y el capitalismo y en '4' creo que habla de lo que no le gusta y le molesta. ¿Qué horroriza a Rodrigo García?

R: La idea es que en la obra no se alcance a distinguir claramente qué me molesta y qué no. Lautréamont consideró bello el encuentro entre una máquina de coser y un paraguas. Él nos abrió un camino, pero nosotros seguimos siendo moralistas. A mi edad no me horroriza nada, porque asumo la maldad como una cualidad más del ser humano: la hacer daño al prójimo. Solo una vez pensé que seguir viviendo era absurdo, estaba en el sofá viendo la tele y ponían uno de los tantos documentales sobre el holocausto nazi; creí que si el ser humano había sido capaz de eso y yo era un ser humano, no había vuelta atrás.

P: Drones, niñas convertidas en lolitas reinas de belleza, plantas carnívoras... ¿Vivimos en una sociedad instalada en una felicidad artificial de luces de colores y estímulos banales? ¿Qué papel juega la política en ella? ¿Y nosotros?

R: Creo en la responsabilidad individual, cada vez más. Para mí esta sociedad no está podrida porque sigo encontrando cosas estimulantes: se siguen publicando libros, haciendo películas, hay excelentes compositores y artistas y sitios bellos que visitar, incluso restaurantes donde comer bien por poco dinero y también hay tiempo para el amor y la amistad, y encuentras por ahí personas con tiempo para hablar y con predisposición a escuchar. Si no consigo rodearme de estas cosas positivas, algunas mundanas, otras trascendentales, será mi problema. Soy responsable de que mi vida sea luminosa u oscura.

En España veo un montón de artistas de talento naufragando en un sistema obsoleto que nunca nadie quiso reparar

P: En '4' salen gallos con deportivas. Me podría explicar (puesto que la obra la veremos ahora) qué representan y qué significado tienen en la obra? ¿Ha tenido algún problema por su uso?

R: No se hace arte planificando sus consecuencias, pensando en mensajes. El arte muchas veces es jugar como juegan los niños. Pensé que era una imagen simpática la de un gallo con unas New Balance talla infantil. Luego hay que ser muy tonto para no darse cuenta de que me río de las modas y que flipo con que se fabrique una zapatilla para un niño de 4 años que le va a durar dos meses a 130 euros. También me río del estatus que para unos grupos han adquiridos los animales de compañía y hasta las gallinas. Problemas sí que tuve: por ejemplo, en Alemania no pudimos hacer la obra, no les gustó que los gallos llevasen una marca que no es Adidas.

P: "Otro momento vergonzoso para Madrid. Estoy hasta el culo de vuestra moral", dijo en el papel que entregaron tras la "mutilación" de 'Arrojad mis cenizas sobre Mickey' cuando censuraron un fragmento por utilizar animales vivos. ¿Por qué cree que siempre le persigue esta polémica?

R: Qué mal hablado, lo siento, hoy no diría eso. Tengo la capacidad, buena o mala, de generar tensión con mis obras, tensión entre la pieza y el público. Es un fenómeno raro que se da poco en los teatros. Las obras pueden ser geniales, pero son como un cuadro, algo lejano que no te provoca inquietud ni sensación de inseguridad. Con las mías siempre está latente esa tensión en algún pasaje y no puedo evitarlo. Cada cual hace arte con las herramientas que tiene.

P: Vuelve a Madrid con esta obra, una ciudad donde en sus últimas visitas ha tenido más de un problema. ¿Se siente bien tratado y querido en Madrid y España?

R: Le juro que si estuviésemos usted y yo haciendo esta entrevista en un café sentados frente a frente yo miraría detrás de mí a ver si la pregunta va dirigida a otro que hay por ahí al fondo. Esa pregunta es para un famoso, no sé, para Almodóvar o para Antonio Banderas o Arrabal … A mí no me conoce ni Dios, no gozo de ninguna popularidad, solo hago obras de teatro que son pequeños cuencos con poesía que entrego a la gente y de los que beben también artistas jóvenes.

P: En Francia es un autor conocido y respetado, clásico, podríamos decir, pero aquí sigue siendo un 'outsider' aún. ¿Por qué cree que ocurre esto?

R: No me detuve a pensar en eso. Yo soy como Simeone: pienso nada más que en el próximo partido.

P: ¿El teatro de Rodrigo García busca provocar, incomodar o conmocionar al espectador?

R: Yo soy como Walt Disney, lo que hago lo hago para que la gente sea feliz. Solo que a la Cenicienta le meto un vibrador por el culo, que no deja de ser algo placentero.

P: ¿Cómo ve el teatro contemporáneo en España?

R: Veo un montón de artistas de talento naufragando en un sistema obsoleto que nunca nadie quiso reparar. Justo ahora estoy trabajando para un museo de Bélgica que me pidió una obra relacionada al cuadro de Géricault, 'La balsa de la Medusa'.

P: En este sentido, usted reaccionó con una carta apoyando el nuevo Centro de Artes Vivas de Matadero dirigido por Feijoo. ¿A qué cree que se debe la polémica que ha suscitado?

R: A que hay gente que aún no entiende bien qué es la democracia. El juego es simple: hay un concurso. Hay unos proyectos. Hay un jurado. Y hay un ganador. Te guste o no, ganó. Y si quieres pedirle explicaciones a alguien, ve a por el jurado que tiene la obligación de defender el proyecto que eligió. Y cuando el mandato acabe, valoras lo que hizo y decides renovarle su contrato o convocar otro concurso público. ¿Es tan difícil de entender? ¿Es que todo debe seguir siendo como antes, nombramientos a dedo según intereses partidistas? No conozco a fondo el proyecto de Feijóo, defiendo un procedimiento democrático.

Soy libre. Y como soy libre, opté por volver a vivir en España a partir de enero próximo

P: ¿Es el teatro español inmobilista y burgués? ¿Tanto como cuando usted se fue hace tres décadas? ¿Es reflejo del sector o de los políticos que mueven la cultura?

R: Más barato (aunque no tan divertido) que comprarse unos billetes de avión: coja el ordenador y empiece a navegar por las webs de todos los teatros de Italia, Alemania, Francia, Suiza, Gran Bretaña, Portugal… encontrará que se programa mayoritariamente clásicos y obras populares de teatro, danza, ópera, música. Negar eso, sería estúpido. Otra cosa es si existe o no un aparato organizado y con una importante partida presupuestaria destinado a apoyar ese otro tipo de expresión escénica que se sale de las normas. Y esa debe ser una acción del Ministerio de Cultura, del Gobierno central, que se contagie a los gobiernos regionales. Cada gobierno regional debería apoyar a sus artistas más osados y experimentales, no solo a sus artistas más conservadores. Al fin de cuentas se trata de trabajadores.

P: "Yo sí que he perdido lo más importante, que es la oportunidad de trabajar en mi país. A los que os sentís expulsados del proyecto del Matadero os diré: a mi sí que se me cerraron las puertas en mi país y bien que habría cambiado tantos años de Avignon, Paris, Berlín, Tokio o Bruselas, por una sala donde en el bar de enfrente sirven callos. Mi reino por un pincho de tortilla (...) Me fui calladito y sin armar jaleo", dice en esa carta. ¿Siente que España sigue sin abrirle las puertas? ¿Por qué? ¿Y qué sería necesario para que volviera?

R: Ese fragmento tiene un contexto y no me parece bien sacarlo de ahí. Es mi carta abierta defendiendo el proceso democrático de nombramiento de un director al frente de una institución cultural, el ya citado Matadero de Madrid. Como dije al inicio de esta entrevista: soy libre. Y como soy libre, opté por volver a vivir en España a partir de enero próximo. Claro que mi mercado laboral está fuera, pero puedo trabajar desde casa y eso para mí no tiene precio.

Provocador, controvertido y transgresor, Rodrigo García nunca deja indiferente. Su teatro no para de incomodar y golpear al espectador con la imbecilidad de una sociedad vacía, consumista y absurda. El director hispano-argentino, uno de los más respetados y reputados de la escena europea, vuelve a Madrid tras su última y polémica visita cuando su obra 'Arrojad mis cenizas sobre Mickey' fue censurada por utilizar animales. Y ni mucho menos fue la primera vez. 'Accidens. Matar para comer' también tuvo que sufrir la ira de muchos críticos por trazar la acción sobre el cocinado y la comida de un bogavante.

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