Es noticia
Skorzeny 'cara cortada', el nazi protegido por Franco que trabajó para el Mossad israelí
  1. Cultura
deconstrucción de un mito

Skorzeny 'cara cortada', el nazi protegido por Franco que trabajó para el Mossad israelí

Una novela del escritor español José María Blanco Corredoira presenta de nuevo la figura del super soldado alemán. Recordamos su rocambolesca vida

Foto: Otto Skorzeny
Otto Skorzeny

Madrid, 1962. Interior noche. Sentado en una mesa del bar de un hotel, el rostro del antiguo teniente coronel de las SS, Otto Skorzeny, es como un DNI. Dos grandes cicatrices le identifican a distancia: la más prominente cruza desde el pómulo izquierdo hasta la barbilla, la otra surca la comisura de los labios y se desliza bajo el mentón. Están encajadas en un prominente cráneo y un corpachón de 1,90 y unos 90 kilos. Fuma compulsivamente y su voz se eleva con facilidad. Es difícil no fijarse en él y mucho más olvidarle. Le acompaña su mujer, una alemana de mediana edad que responde por Ilse Lüthje.

Una pareja joven se acerca al fornido ex soldado y su mujer hablando alemán. Entablan amistad y comparten mesa. El hombre de la cara cortada advierte casi de inmediato que ambos son agentes encubiertos del Mossad israelí que vienen a matarle: las deudas del Holocausto penden sobre nazis que escaparon de Alemania en 1945. Entonces se produce el giro inesperado, rocambolesco. Los extraños son efectivamente israelíes, pero van desarmados y no pretenden hacerle daño. Es más, lo que quieren es reclutarle para su servicio de espionaje.

La escena parece sacada de la mente de Orson Welles, que también vivía en España donde había rodado la enigmática ‘Mr Arkadin’, (1955), pero pasa por ser esencialmente real. Hay al menos hasta tres variantes distintas sobre el encuentro entre el ex nazi y los agentes israelíes. Un laberinto de versiones que ha salpicado durante años la legendaria biografía de Skorzeny, el nazi protegido en España por Franco desde 1952. Como el Arkadin de Welles, había amasado una fortuna a partir de un pasado turbio, inextricable. La historia de Skorzeny comparte con la caótica película de Orson Welles el contexto de la España franquista, el gusto por el enigma, una enrevesada trama y una resolución abrupta.

El montaje del director

El plan de los servicios secretos israelíes con Skorzeny, era que el nazi les entregara al grupo de ex nazis que trabajaban en el desarrollo de misiles de Egipto del general Gammal Nasser en los años 60. Israel quería eliminarlos, y con ellos el programa de los árabes que podía amenazarles. Se denominó ‘Operación Damocles’. A cambio, Skorzeny pediría que su nombre se eliminara de la lista de nazis más buscados: paz y tranquilidad para sus boyantes negocios en España.

Ahora, una novela, ‘Objetivo Skorzeny’ (La Esfera de los Libros) del escritor español José María Blanco Corredoira repasa de nuevo la figura del super soldado que liberó a Benito Mussolini de su encarcelamiento en el Gran Sasso en 1943, para adentrarse en sus prolíficos años después de la guerra en España. Añade nuevas aristas a la historia del legendario hombre de acción del Tercer Reich que desmienten algunas de las aseveraciones de los últimos años sobre su participación con el Mossad.

De hecho, el asunto de Skorzeny y el Mossad se había olvidado hasta que la información de los israelíes Dani Raviv y Yosi Melman publicada en el diario Haaretz el año pasado reavivó la polémica, aunque tuviera su origen con anterioridad.

Lo había destapado ya en 1989 el mismísimo Isser Harel, director del Mossad en la época en la que sucedieron los hechos. Apareció en una revista israelí, ‘Matara’ y en España, El País lo publicó en su edición del 21 de septiembre de 1989. Fue recogida a partir de entonces en obras como la de 1991 de Ian Black y Benny Morris ‘Israel's Secret Wars: A History of Israel's Intelligence Services’ al que le seguirían el estudio de Michel Bar Zohar ‘Mossad: The Great Operations of Israel's Secret Service’ (2012) y el de Dani Raviv y Yosi Mellman ‘Spies Against Armageddon. Inside Israel's Secret Wars’ (2014).

En una de las versiones de la historia los agentes del Mossad llegan a Madrid camuflados entre el personal de ‘El Cid’, que se rodaba en la capital

El tiempo, sin embargo, diseminó tres versiones distintas. En la primera, los israelíes abordan a Skorzeny en su despacho de la calle Montera en Madrid, que a veces está en el paseo de la Castellana. Una segunda alude a que los agentes llegan a Madrid camuflados entre el personal de la película del productor Samuel Bronston, ‘El Cid’, que se rodaba en la capital. La última y más reciente de Raviv y Melman es la del bar del hotel mientras está en compañía de su esposa Ilse, -la escena que recrea El Confidencial- y que concluye más tarde cuando la pareja de extraños es invitada a su casa, en donde Skorzeny los desenmascara y estos revelan su oferta. Ésta última coincide a grandes rasgos con la que se publicó en 1989, es decir, la versión del jefe del espionaje israelí, Isser Harel.

Habría que añadir una cuarta, la de la viuda de Skorzeny, Ilse Lütje, condesa de Finkenstein -que valida Blanco Corredoira- quien afirmó que fue el mismísimo caza nazis, Simon Wiesenthal, quien apareció en la puerta de su casa madrileña de El Viso para encararse con el antiguo oficial de las SS. Todas parecen tan inverosímiles que podrían ser igual de ciertas.

Cazar nazis, la obsesión de Israel

Sin embargo, todo cambió en 1960, cuando se produjo el incidente que pondría el peligro los refugios de los antiguos nazis: un equipo del Mossad había identificado y secuestrado ilegalmente en Argentina al ex teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, uno de los hombres clave del Holocausto. Después de un mediático juicio, Eichmann fue ahorcado en 1962, el mismo en el que los israelíes contactaron con Skorzeny.

El servicio secreto del Estado de Israel había declarado la caza contra los antiguos responsables del Tercer Reich y se pasaría toda la década obsesionado por acabar con ellos. El caso Skorzeny era más obvio, ya que a diferencia de Eichmman, de quien era amigo y con quien había mantenido contacto en Argentina, como cita la historiadora Bettina Stangneth en ‘Eichmann before Jerusalem’ (Bodley Head, Londres, 2014) estaba aún menos escondido.

Blanco Corredoira reniega en ‘Objetivo Skorzeny’ de la versión filtrada por los israelíes, según relata a El Confidencial. En su novela cita una conversación que mantuvo él mismo en California en 1998 con otro ex agente del Mossad, Ricardo Weismann, que desmiente la más difundida en ese momento, según la cual, los mismos agentes que secuestraron a Adolf Eichmann en Argentina como Rafi Eitan, fueran los que abordaron a Skorzeny en su despacho de la calle Montera para proponerle el trato. Correidora aclara que el nombre del agente no es el verdadero, para proteger su identidad.

La novela se basa en gran medida en los papeles del baúl secreto de Otto Skorzeny, que su viuda Ilse Lütje legó al padre de Luis M. Pardo y que el autor consultó antes de que se subastara la colección. Contenía, además de todo el entramado de cuentas y propiedades adquiridas a lo largo de los años, cartas con personalidades del régimen franquista, especialmente relativas a negocios hispano-alemanes con muchas de las empresas germanas que se afincaron en España además de planes y misiones nunca llevados a la práctica que darían para unas cuantas novelas más.

El nazi más reconocible después de Adolf Eichmann nunca se escondió y vivió plácidamente como un playboy entre yates y mansiones

Según Corredoira, la verdadera habilidad de Skorzey fue la del hombre de negocios, no la del espía ya que caben muchas dudas sobre la verosimilitud de algunas de las operaciones que se le atribuyen, como la Operación Damocles de los israelíes en Egipto. Lo que es seguro es que el convencido nazi que ayudó a la fuga de todos los antiguos SS que pudo -según explicó Guy Walters en ‘Hunting Evil’, (Bantam Press, Londres, 2009)-, consiguió hacer valer en España su imagen de gran soldado antes que la de guardaespaldas del mismo Adolf Hitler. Skorzeny no era un militar de carrera de la Wehrmacht, sino un advenedizo austriaco afiliado al partido nazi desde 1933 y que ingresó en las fanáticas unidades de las Waffen SS: el órgano militar del partido.

También, que para ser probablemente el nazi más reconocible después de Adolf Eichmann nunca se escondió y vivió plácidamente como un playboy entre yates y mansiones. Su nombre no desapareció jamás de la lista de Simon Wiesenthal pero nadie fue a buscarle, tal y como habrían prometido los israelíes.

¿Mossad terrorista?

No ocurrió lo mismo con sus antiguos compañeros en Egipto que recibieron cartas bombas, intentos de asesinato y amenazas de secuestro hacia sus familiares. Además, Heinz Krug uno de los científicos se confió precisamente a Skorzeny tras las amenazas del Mossad para que abandonara su proyecto en Egipto, según Raviv y Melman. El antiguo SS recibiría a su camarada a las afueras de Munich con un hoyo ya cavado en el suelo, unos sacos de cal viva y un disparo en la sien. Krug desapareció en septiembre de 1962.

El Mossad, al que se le definió en esa época como “el mejor servicio de inteligencia para actos de terrorismo y el peor para la política” acabó con la participación de los técnicos alemanes que ayudaban al programa de misiles del general Nasser pero escándalo internacional asustó al primer ministro David Ben Gurion, que canceló la Operación Damocles y cesó a Isser Harel, el jefe del Mossad que había traído a Adolf Eichmann a la horca de Jerusalén.

Mientras, Skorzeny continuó en España sin sobresaltos hasta su muerte en 1975 por un cáncer de pulmón. Se había movido por medio mundo con pasaporte español sin ningún incidente. Durante tres décadas Ilse Lüthje, sobrina del ministro de finanzas del Tercer Reich, Hjalmar Schacht, añoró a su marido tanto que se entregó a infinidad de timadores hasta quedar casi en bancarrota mientras arrastraba de un lado a otro el baúl de los secretos del mítico nazi sin querer abrirlo. Quizás el mejor guión habría sido el de la condesa enamorada del súper soldado nazi y su lenta decadencia, del lujo al olvido.

Madrid, 1962. Interior noche. Sentado en una mesa del bar de un hotel, el rostro del antiguo teniente coronel de las SS, Otto Skorzeny, es como un DNI. Dos grandes cicatrices le identifican a distancia: la más prominente cruza desde el pómulo izquierdo hasta la barbilla, la otra surca la comisura de los labios y se desliza bajo el mentón. Están encajadas en un prominente cráneo y un corpachón de 1,90 y unos 90 kilos. Fuma compulsivamente y su voz se eleva con facilidad. Es difícil no fijarse en él y mucho más olvidarle. Le acompaña su mujer, una alemana de mediana edad que responde por Ilse Lüthje.

Holocausto Israel Mosad
El redactor recomienda