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Ennio Morricone, el genio que rechazó a Eastwood y que hizo suplicar a Tarantino
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'en busca de aquel sonido', toda una vida

Ennio Morricone, el genio que rechazó a Eastwood y que hizo suplicar a Tarantino

El músico italiano es uno de los compositores de bandas sonoras más importantes de la historia del cine. Ahora Malpaso publica su biografía en forma de entrevistas

Foto: Ennio Morricone posa en 2013 con motivo de su gira '50 años de música'
Ennio Morricone posa en 2013 con motivo de su gira '50 años de música'

Cuenta Ennio Morricone que todas las mañanas, cuando se levanta a eso de las cuatro de la madrugada, le toca librar un duelo con la pereza. Pero es difícil imaginar que la pereza sea uno de los enemigos a batir de un hombre que a sus 87 años ha compuesto la banda sonora de más de 500 películas y que entre finales de los 60 y principios de los 70 firmó la música de más de una veintena de films, a velocidad de cadena de montaje -llegó incluso a terminar algunas en menos de diez días- pero con la épica de las obras maestras. Hasta 2007 no ganó su primer oscar, honorífico y tardío, a pesar de ser la cabeza pensante -la ejecutora fue Alessandro Alessandroni- del silbido más famoso del cine, con permiso del 'Always look on the bright side of life' de los Monty Python. Fue fiel a Sergio Leone hasta la muerte del director -renunció a trabajar para Clint Eastwood porque sentía que sería una traición al cineasta que lo lanzó a la fama- y se lo sigue siendo a Giuseppe Tornatore, con el que ha colaborado hasta en 11 ocasiones. A Tarantino, que lo idolatra, le costó años de súplicas conseguir que compusiese la partitura de 'Los odiosos ocho'. Como recompensa, un segundo oscar, esta vez a Mejor banda sonora.

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"Jamás habría pensado que me convertiría en un compositor célebre de bandas sonoras para el cine", se sorprende aquel que empezó como trompista en orquestas de revista, sustituyendo a un padre movilizado durante la Segunda Guerra Mundial. De sus 70 años de carrera, de sus amores y desamores con Hollywood, de los directores con los que trabajó, de su mujer María -pilar esencial de su vida-, de su método de trabajo y de su concepción de la composición habla ahora Morricone en 'En busca de aquel sonido. Mi música, mi vida' (Malpaso, 2017), un libro que condensa las conversaciones que, durante más de una década, han mantenido el 'Maestro' -como lo llaman quienes han trabajado con él- y Alessandro de la Rosa, joven compositor, escritor y admirador del romano.

Mordaz y directo, sin pelos en la lengua, Morricone no duda en saciar la curiosidad del melómano, pero también del cinéfilo, con un repaso por su relación con los cineastas que más han marcado su trayectoria. A Leone lo considera "un amigo y un gran director de cine que no ha sido reconocido como tal" hasta después de su muerte. Con él saltó a la fama en 1964 por la banda sonora de 'Por un puñado de dólares', un tema que todavía hoy considera como uno de los peores que ha escrito para la gran pantalla. "Cuando al año siguiente [después del estreno] fui con Leone al Cine Quirinale a ver de nuevo la película, todavía de estreno debido a su gran éxito, a la salida nos miramos a los ojos y, tras unos segundos de silencio, exclamamos casi al unísono: '¡Qué película tan mala!'. Rompimos a reír y os fuimos a casa a reflexionar".

De Pasolini recuerda que, a pesar de que los medios le atribuyesen "sucesos sórdidos" y "verdaderas patrañas" -como la de que secuestró a un empleado de gasolinera-, en realidad era un hombre "trabajador y serio", "una persona de lo más respetuosa y honrada" que "hacía las cosas con la mayor discreción". De Almodóvar, con quien colaboró en 'Átame' (1989), sin embargo no guarda un especial buen recuerdo: "Siempre me decía 'Vale'. Sin sombra de entusiasmo, calor o participación. Para él siempre todo estaba 'bien'. Llegué a tener la impresión de que estaba deprimido. Nada parecía gustarle de verdad".

Almodóvar "siempre me decía 'Vale'. Sin sombra de entusiasmo, calor o participación. [...] Llegué a tener la impresión de que estaba deprimido"

Las malas lenguas también dicen que a Morricone no le gusta el cine de Tarantino. Él lo niega y seguro que, si eso fuese verdad, al de Tennessee no le quedarían fuerzas para arrancarse el puñal del corazón. Porque el director podría considerarse una versión posmoderna y fetichista de Leone -ambos tan dados a expoliar a Kurosawa-, y por eso sorprenden las reticencias del compositor, que hasta 'Los odiosos ocho' no se decidió a componer un tema original para él. "Tarantino se ha apropiado muchas veces de mi música, situándola en un contexto completamente diferente del que yo había pensado cuando la escribí. Me asustaba su falta de coherencia en la elección musical y en la dirección que debía seguir, porque siempre ha unido piezas muy diferentes entre sí". Pero todo cambió cuando se dio cuenta de las posibilidades que le abría un cineasta tan trasgeneracional como él: sus amigos le rogaron que aceptase, sus hijos le rogaron que aceptase y sus nietos le rogaron que aceptase. "Quizás esta vez le digo que sí, pero como sea un 'western', no hago la película", prometió. Y no faltó a su promesa, porque para el italiano 'Los odiosos ocho' no es una película del Oeste, sino una historia de aventuras, por mucho vaquero que cabalgue.

Si con los 'spaghetti western' -que tanto han influido a Tarantino- desarrolló su faceta popular, picaresca e irónica, con Bertulucci y Lina Wertmüller, conoció la libertad y las posibilidades expresivas del cine de arte y ensayo. ¿Y alguien puede imaginar cómo sería 'La naranja mecánica' sin la 'Música para los funerales de la Reina Mary' de Henry Purcell o el cuarto movimiento de la 'Novena sinfonía' de Beethoven? Porque la primera opción para Kubrick fue Morricone, a quien no le gusta demasiado "hacer simples adaptaciones de piezas ajenas". El miedo de Kubrick a volar y la imposibilidad de Morricone para desplazarse hasta Londres por estar comprometido con '¡Agáchate, maldito' (1971) en Roma torcieron sus planes y al italiano no le quedó más remedio que rechazar el ofrecimiento. "Me quedó la pena no haber trabajado con un director de cine tan grande".

Vivir por y para la música

Cuando recogió su Oscar honorífico, con la voz quebrada, se lo decicó a María, la persona que siempre lo ha apoyado y que ha sacado adelante a la familia mientras sufría sus largas ausencias encerrado en el estudio. Porque Morricone siempre ha tenido entre ceja y ceja la obsesión por la experimentación, la necesidad de investigar, de ser original, de no repetirse y caer en la rutina, alejándose siempre de la ortodoxia y la academia. Y en 'En busca de aquel sonido', una larga conversación entre dos enamorados de la música, el genio regala, de forma muy generosa y exhaustiva -como la de un mentor a su pupilo predilecto- una panorámica de su forma de trabajar -no le interesa la sección rítmica, sino la entrada de los instrumentos y los tratamientos orquestales-, su técnica y hasta los trucos que utilizó en sus composiciones más icónicas.

Para lograr una producción tan grande, aparte de una dedicación estajanovista se necesita un talento especial

Porque para lograr una producción tan grande -recordemos, más de 500 bandas sonoras-, aparte de una dedicación estajanovista se necesita un talento especial. Antes de dar el salto al mundo del cine, cuenta Morricone que trabajó como arreglista de canción ligera. Ya había conseguido llevar a Paul Anka a lo más alto del Festival de San Remo en 1964 con el tema 'Ogni Volta', que vendió tres millones de copias en todo el mundo, cuando le pidieron que compusiese una canción para la artista italiana Mina. La melodía de 'Se telefonando', el tema que la encumbraría, se le ocurrió a Morricone mientras estaba con su mujer "esperando la cola para pagar la factura del gas". Sobre su mesilla, confiesa que siempre hay hojas pautadas y papeles en blanco para transcribir lo que se le ocurre en la duermevela. Queda claro que con Morricone lo difícil sería que las musas no lo pillasen trabajando.

Cuenta Ennio Morricone que todas las mañanas, cuando se levanta a eso de las cuatro de la madrugada, le toca librar un duelo con la pereza. Pero es difícil imaginar que la pereza sea uno de los enemigos a batir de un hombre que a sus 87 años ha compuesto la banda sonora de más de 500 películas y que entre finales de los 60 y principios de los 70 firmó la música de más de una veintena de films, a velocidad de cadena de montaje -llegó incluso a terminar algunas en menos de diez días- pero con la épica de las obras maestras. Hasta 2007 no ganó su primer oscar, honorífico y tardío, a pesar de ser la cabeza pensante -la ejecutora fue Alessandro Alessandroni- del silbido más famoso del cine, con permiso del 'Always look on the bright side of life' de los Monty Python. Fue fiel a Sergio Leone hasta la muerte del director -renunció a trabajar para Clint Eastwood porque sentía que sería una traición al cineasta que lo lanzó a la fama- y se lo sigue siendo a Giuseppe Tornatore, con el que ha colaborado hasta en 11 ocasiones. A Tarantino, que lo idolatra, le costó años de súplicas conseguir que compusiese la partitura de 'Los odiosos ocho'. Como recompensa, un segundo oscar, esta vez a Mejor banda sonora.

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