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Golpe de los coroneles: la noche en que Sofía asistió al fin de su linaje real
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50 años del comienzo de la dictadura griega

Golpe de los coroneles: la noche en que Sofía asistió al fin de su linaje real

La noche en la que la monarquía griega selló su destino, el 21 de abril de 1967, la reina Sofía, entonces princesa, veía una película junto a su hermano Constantino II

Foto: Constantino II de Grecia en 1961 junto a su hermana Sofía y su futuro cuñado Juan Carlos, durante el anuncio del compromiso matrimonial de estos últimos
Constantino II de Grecia en 1961 junto a su hermana Sofía y su futuro cuñado Juan Carlos, durante el anuncio del compromiso matrimonial de estos últimos

Ocurrió hace medio siglo. La noche en la que la monarquía griega selló su destino, el 21 de abril de 1967, la reina Sofía, entonces princesa, veía una película con su hermano, el rey de Grecia, en el palacio de Tatoi, a 27 km de Atenas. La velada se alargó hasta la una de la madrugada, cuando Sofía se despidió camino de otro palacio, Psychico donde se alojaba con su madre, la reina Federica. A las tres, unos oficiales del ejército irrumpieron en el palacio y despertaron a Sofía, Federica y a la infanta Irene. La confusión se apoderó de la princesa, que no entendía que los militares hubieran acudido “para protegerles”, según les explicaron.

Sofía y su madre quisieron hablar en ese momento con ‘Tino’, pero no pudieron: el rey Constantino II estaba en Tatoi donde haría frente a los oficiales responsables del golpe: dos coroneles: Papadopoulos y Makarezos y el brigadier Pattakos, que habían desplegado los tanques en las calles de Atenas y Tesalónica. Las comunicaciones estaban interrumpidas: no había línea telefónica y en la radio sólo se escuchaban marchas militares. El rey tenía delante el futuro del pueblo griego y el de la monarquía y ni un sólo aliado de peso.

Foto: Juan Carlos I recibe en 2014 un regalo de manos del presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Kuwait (KCCI), Ali Thunayan Al-Ghanim (EFE)

Para Sofía era el primero de los dos golpes de Estado que viviría en el seno de una casa real. “Al poco rato teníamos junto a la casa unos tanques que, en lugar de mirar hacia el agresor de fuera, apuntaban hacia nuestra residencia” según relataría en ‘La Reina’ (Pilar Urbano, P&J, 1995). Sofía había viajado días antes para celebrar el cumpleaños de su madre y le acompañaban, además, las infantas Elena y Cristina. El príncipe Juan Carlos ya había regresado a España.

EEUU esperaba otro golpe

Esa misma madrugada también quebraron el sueño del embajador de EEUU en Grecia, Philip Talbot. El sobrino de la mujer del primer ministro, Kanellopoulos estaba en su puerta. Unos soldados acababan de llevarse al político en mitad de la noche. Lo mismo ocurriría con Georgios Papandreou el líder de la izquierda, al que todas las encuestas le daban una victoria segura en las elecciones que debían celebrarse en pocas semanas.

El Primer ministro ha sido arrestado por la fuerza por elementos militares y tanques en la Plaza de la Constitución

El embajador se apresuró a telegrafiar a Washington, tal y como relataría un oficial de la embajada Robert Keeley, en ‘The Colonel’s coup and the American Embassy’. Con las prisas, el mensaje redactado a las 3:27 decía: “El Primer ministro ha sido arrestado por la fuerza por elementos militares y tanques en la Plaza de la Constitución”. Cuando lo leyó el director de la sección de Grecia, no entendió nada: ¿Qué hacía el primer ministro a las tres de la mañana en la plaza de la Constitución? ¿Por qué le rodeaban unos tanques?

El error, corregido poco después, denotaba, sin embargo, el estado de confusión total. Especialmente porque las noticias en sí, no eran una sorpresa, aunque sí incongruentes. El director de la CIA, Richard Helms esperaba un posible golpe de Estado, pero no el que les estaban relatando apresuradamente desde Atenas, sino uno perpetrado por los generales, con Grigorios Spandidakis, jefe del ejército a la cabeza, y en nombre del rey.

Las piezas no encajaban: unos advenedizos con rango de coronel se habían hecho con el país en cuestión de horas. Constantino también estaba en shock. Los ‘cachorros’ tal y como se denominaron, habían arrinconado a los ‘viejos’, les habían levantado las fajas y les tenían a punta de pistola. Habían actuado al margen de sus superiores y sin la autoridad del rey.

Constantino II: evitar un baño de sangre

Según avanzó la madrugada en Tatoi, Constantino estaba ya en compañía de su general de confianza Spandidakis, que se prestó a negociar con los golpistas. Por la mañana, ante la incapacidad de contrarrestar con sus generales la asonada, aceptó firmar el cambio de gobierno con el argumento de evitar un baño de sangre entre sus partidarios del ejército y los rebeldes y ganar tiempo.

Ahora, 50 años después, los muros y el techo del palacio de Tatoi, el lugar en el que comenzó a escribirse el crucial episodio se cae a pedazos: abandonado, asaltado por curiosos y con signos de vandalismo. Sofía salió del país tres días después. En la prensa española las primeras informaciones, incorrectas, señalaban al general Spandidakis como jefe de la conspiración bajo la autoridad del propio rey Constantino, que habría dirigido un discurso por radio a la población esa misma noche (La Vanguardia, 22/04/1967).

En ABC se podía leer el día 22: "El ejército suspende la Constitución a fin de restablecer la paz y el orden en Grecia"

ABC publicó el día 22: “El ejército impone el orden en Grecia. El Rey Constantino ha suspendido once artículos de la Constitución a raíz del golpe de Estado del Ejército, a fin de restablecer la paz y el orden en Grecia.(…) Las fuerzas armadas prestan su apoyo al Monarca ante el agravamiento de la crisis política que dividía al país”

Lo que relataban era el inexistente golpe que habían barajado en Washington, no el que había sucedido. La realidad se impuso los días siguientes: Constantino no radió ningún mensaje, los golpistas eran los coroneles Papadopoulos y Makarezos y el general de brigada Pattakos.

El corresponsal de La Vanguardia, Cristobal Moya, afinaba el 26, al apuntar que podía tener conexión con un plan distinto, denominado ‘Idea’ obra los generales anticomunistas: la conspiración a la que el Departamento de Estado había dado más credibilidad.

La pasividad de EEUU

La espiral que acabó en la rebelión y la represiva Junta Militar que gobernaría el país hasta 1974, había comenzado en 1965 cuando las tensiones entre Constantino y el presidente Georgios Papandreou acabaron con su dimisión. El rey auspició varios gobiernos que resultarían ser muy inestables. Para entonces, la creciente popularidad de la izquierda en el país desató los viejos miedos de la amenaza comunista.

Sofía incidiría en la nula responsabilidad de su hermano pero éste habría acariciado la idea de un golpe de Estado propio con anterioridad

La reina Sofía, incidiría en su versión de los hechos sobre la nula responsabilidad de su hermano en el golpe de los coroneles, pero éste podía haber acariciado la idea de un golpe de Estado propio con anterioridad.

Según el embajador Talbot, el rey tanteaba en los meses previos a los estadounidenses sobre que partido tomarían en caso de una “solución extraparlamentaria” en Grecia. Constantino ha negado siempre esta versión, mientras que según Talbot entre finales de marzo y principios de abril tuvieron reuniones en las que el rey le sondeó sobre una “desviación de la constitución”, tal y como aparece en sus cartas y telegramas.

La sombra de la CIA

Lo que ocurrió después cogió por sorpresa al Departamento de Estado y a la CIA. No obstante, el oficial de inteligencia en Grecia, John M. Maury, tenía confianza con el coronel Papadopoulos, quien acabaría presidiendo la Junta. Papadopoulos había sido el oficial de enlace entre el servicio de inteligencia de Grecia, el KYP, y la CIA. Además el jefe de la misión de la embajada de EEUU, Norbert Anschuetz, disponía de una fuente, Nick Famirakis, quien le detalló la conspiración de los coroneles. O bien no le dieron credibilidad o no hicieron nada para entorpecerlo.

Una semana después de la rebelión, el embajador Philip Talbot le dijo a John M Maury que el golpe había sido “una violación a la democracia” a lo que éste le respondió “que no se podía violar a una puta”, según recogen Yiannis Roubatis y Karen Wyn en ‘Dirty Work. The CIA in Western Europe’ (Dorset Press, 1978). El oficial de la CIA en Grecia se explicaría diez años después del golpe en un artículo en el Washington Post: “Cuando surgía la cuestión de una posible rebelión militar se creía siempre que serían los generales, para estabilizar el país y restaurar la democracia lo antes posible, no en la de los fanáticos coroneles, que jamás se consideró seriamente”. (The Washington Post, 1 de mayo de 1977)

Oficialmente, EE UU condenó el golpe, pero instó a Constantino a entenderse con la Junta militar para reconducir la situación política. En realidad, estaba solo. Convencido de que los estadounidenses le apoyarían, lanzó su propio contragolpe con el general Spandidakis en diciembre de 1967, pero fracasó sin ninguna ayuda y tuvo que exiliarse en Roma: nunca volvería a reinar. EEUU convivió con la Junta hasta su caída en 1974: Grecia ni siquiera salió de la OTAN.

Ocurrió hace medio siglo. La noche en la que la monarquía griega selló su destino, el 21 de abril de 1967, la reina Sofía, entonces princesa, veía una película con su hermano, el rey de Grecia, en el palacio de Tatoi, a 27 km de Atenas. La velada se alargó hasta la una de la madrugada, cuando Sofía se despidió camino de otro palacio, Psychico donde se alojaba con su madre, la reina Federica. A las tres, unos oficiales del ejército irrumpieron en el palacio y despertaron a Sofía, Federica y a la infanta Irene. La confusión se apoderó de la princesa, que no entendía que los militares hubieran acudido “para protegerles”, según les explicaron.

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