Es noticia
"Las señoras del barrio de Salamanca son las herederas de las cleptómanas del XIX"
  1. Cultura
en el libro 'ladronas victorianas'

"Las señoras del barrio de Salamanca son las herederas de las cleptómanas del XIX"

Nacho Moreno Segarra publica un ensayo inclasificable: 'Ladronas victorianas. Cleptomanía y género en el origen de los grandes almacenes'

Foto: Sylvia Pankhurst arrestada durante unas protestas en Trafalgar Square
Sylvia Pankhurst arrestada durante unas protestas en Trafalgar Square

Entre la avalancha de novedades editoriales destaca un libro, tan divertido como potente, que puede dejar a más de un lector en fuera de juego. Hablamos de ‘Ladronas victorianas. Cleptomanía y género en el origen de los grandes almacenes’, publicado por la editorial Antipersona. ¿Robar en el equivalente de El Corte Inglés del siglo XIX puede considerarse un acto político? ¿Son las señoras burguesas esos seres pasivos, planos y predecibles que pinta el estereotipo ancestral? ¿Hay que conformarse con la historia que nos cuentan los hombres blancos occidentales y heterosexuales, encaramados a sus honores universitarios? El crítico cultural Nacho Moreno Segarra, autor de este texto estimulante y desconcertante, responde a nuestras dudas.

PREGUNTA. Después de tu investigación, ¿crees que el robo en grandes almacenes puede ser un acto político?

RESPUESTA. El acto de robar es siempre político, en cuanto que subvierte uno de los pilares de la sociedad burguesa, que es la propiedad privada. Ese acto, protagonizado por señoras burguesas con la instauración de los grandes almacenes, tiene unas connotaciones políticas y de género particulares. Las mujeres burguesas que robaban, la mayoría de ellas situadas lejos de los ideales sufragistas y más cerca del estereotipo del ángel del hogar victoriano, se rebelaban contra un sistema económico y de apariencias, donde el marido les administraba el dinero que debían gastar y al mismo tiempo les exigía que lucieran maravillosamente, mostrando su lejanía del mundo del trabajo.

Esta situación, unida al mundo hedonista de los primeros grandes almacenes, con su arquitectura de prestigio, sus efectos de luces y sus espectáculos, sus avances en vidrieras curvas o espejos mastodónticos, hace que según el esquema de la época muchas mujeres se desorientasen mental y moralmente y acabaran robando. Junto a esta justificación sensualista, había una razón económica: muchas de ellas iban escasas de dinero, veían que eran negocios muy anónimos y se disculpaban diciendo que no sentían ganas de robar en los pequeños comercios. Algunas robaban objetos que a la prensa les parecían tonterías, pero que tenían una gran importancia para ellas porque representaban estatus: un pañuelo de una determinada tela, un lazo, unos guantes… En ese aspecto reside uno de los principales valores políticos: con el robo muchas mujeres burguesas parecían representar la actualización decimonónica de la loca o la maniática pero, en realidad, se rebelaban contra un sistema que las consideraba económicamente infantiles, dependiendo del dinero de sus padres o de sus maridos.

Algunas robaban objetos que a la prensa le parecían tonterías, pero que tenían una gran importancia para ellas porque representaban estatus

P. Explicabas en la presentación que varias editoriales rechazaron el texto por ser "poco contemporáneo". ¿Se puede aplicar al presente?

R. Estaría bien llegar a las señoras del barrio de Salamanca, a las lectoras de las revistas de moda, a las chicas que han socializado gran parte de su juventud en centros comerciales. Ellas son las herederas naturales de las cleptómanas del siglo XIX y merecen también tener su propia historiografía feminista planteaba como una genealogía de la subversión. Es curioso que me haya publicado el libro Antipersona, una editorial independiente, de espíritu anarquista, que fueron las únicas en ver que debajo de este texto "repipi", como ellas mismas lo calificaron, habían potencialidades subversivas. Explico cómo el feminismo ha utilizado las herramientas del capitalismo y al mismo tiempo el capitalismo ha intentado desmontar el feminismo como movimiento colectivo.

Una parte del libro cubre precisamente la extraña relación que tuvo el movimiento sufragista con los grandes almacenes, ya que en los salones de los centros comerciales, como uno de los hábitats de las burguesas, se organizaron manifestaciones, boicots y acciones violentas. Por otro lado, siendo una parte significativa del sufragismo inglés y norteamericano de clase media, los dueños de los grandes almacenes trataron de adular a sus clientas con diseños de escaparates con los colores de las asociaciones sufragistas, vendiendo kits para los grandes desfiles (banderines, sombreros…) o colocando publicidad en los principales periódicos sufragistas.

P. ¿Cómo se resuelven esas paradojas políticas ?

R. La situación se tensó porque la consecución del voto tardó en llegar y la convivencia de los grandes empresarios del comercio con los políticos que impedían este avance social era demasiado evidente. El resultado fue un ataque coordinado contra los comercios con la rotura de unos cuatrocientos escaparates en el centro de Londres, a ritmo un ataque cada diez minutos. ¿Cuál fue la respuesta de los dueños de los grandes establecimientos? Barrer los cristales y callar, ya que las sufragistas eran demasiado buenas clientas como para perderlas. Este es un ejemplo paradigmático sobre el modo en el que se pueden llevar a cabo reivindicaciones sociopolíticas en una sociedad capitalista.

P. ¿Hay algún colectivo o ladrona por la que sientas especial simpatía?

R. En las primeras versiones del texto se trataba de una manera superficial la figura de la dependienta y cuando la editorial decidió publicarlo me di cuenta de que esa era una figura muy potente que había obviado. Obviando el del servicio, el oficio de dependienta era una de las pocas salidas laborales para las mujeres en países como Inglaterra o Estados Unidos, después de que los comercios se plantearan que quizás unos señores con bigote no eran los más aptos para vender lazos y telas. Era, sin lugar a dudas, un oficio con un cierto glamur ya que se podía estar cerca de objetos preciosos, vivir en un entorno urbano en plena ebullición y codearse con mujeres de otras clases sociales en uno de los principales lugares de promiscuidad social femenina de finales del siglo XIX.

En Francia, cuna de este tipo de comercio, sus condiciones laborales eran tan buenas que las dependientas pasaron ser llamadas "las princesas del proletariado", configurando uno de los primeros estereotipos de moderna entre las clases populares. En Inglaterra, en cambio, la situación era bien distinta: muchas de las personas empleadas en los grandes almacenes, pero especialmente las mujeres, vivían hacinadas en apartamentos propiedad de la propia empresa; las jornadas de trabajo eran maratonianas, tipo doce horas diarias; la alimentación provista por la empresa era deficiente y hecha ente constante interrupciones… No fue hasta principios del siglo XX cuando se producen avances laborales entre los dependientes con la instauración de leyes como la de la silla, que obligaba a tener un asiento por cada tres de estos empleados.

Me gustaría que 'Sálvame' tuviera una sección histórica de marujeos donde pudiéramos hablar de grandes ladronas y grandes rebeldes de la historia

P. Pides que la historia tenga mayores dosis de "charla, telenovela, marujeo y cotilleo". ¿De qué modo enriquecería este enfoque nuestros conocimientos?

R. Una de las cosas que he aprendí haciendo este libro es que nos obligaron a aprender una historia mal hecha en tanto que construida desde el punto de vista de los hombres, blancos, heterosexuales y académicos. Eso, digámoslo alto y claro, es una mala historia. Eso me llevó a plantearme lo siguiente: ¿cómo debería ser una historia que no fuera heteropatriarcal? ¿A qué debía parecerse? Como amante de la cultura popular, la respuesta creo que está, para mí, en los géneros culturales que la sociedad de consumo califica como femeninos: la telenovela, el romance, la comedia romántica, la televisión de cotilleo, la crónica rosa. Me gustaría escribir una historia que fuera crónica rosa feminista, me gustaría que 'Sálvame' tuviera una sección histórica de marujeos donde pudiéramos hablar de grandes ladronas y grandes rebeldes de la historia, porque, no nos engañemos, la historial tal y como nos la han contado desde las instituciones va toda de melodramas masculinos: las guerras, traiciones, las conquistas….

P. Eres uno de los impulsores del primer recorrido LGTB (colectivo de lesbianas, gays, trans, bi..) por el museo Thyssen. ¿Qué reacciones has encontrado en los oyentes?

R. Para el Orgullo Mundial que este año se celebra en Madrid varios museos se han puesto en marcha para actualizar las visiones sobre sus colecciones. El Museo del Prado acaba de anunciar su propio recorrido LGBT y dentro del Museo Thyssen-Bornemisza llevamos un año trabajando en la elaboración de un recorrido junto a María Bastarós. Su proyecto '¿Quién coño es?' está en primera línea en la difusión de la labor de mujeres artistas. Estoy muy empoderado en hacer mala historia desde el punto de vista académico, un tipo de historia que ha atrofiado mi sensibilidad personal, y hasta cierto punto nuestra sensibilidad colectiva a la hora de hablar de los y las silenciadas y que ha coartado las posibilidades emancipadoras de la historia.

Necesitamos una historiografía que tenga claro que nuestro pasado ilumina nuestro presente y viceversa, una historiografía que amplíe sus preguntas y que no sea dogmática. Todo esto ha llevado a las autoras del recorrido a preguntarnos lo siguiente: ¿Podemos utilizar la expresión "gay" o "lesbiana" para referirnos a personas del siglo XV? La historiografía académica tiene millones de razones para desanimarnos a la hora de utilizar esos conceptos, pero yo los reivindico, ya que la historia siempre ha utilizado metáforas, por ejemplo, cuando decimos que "el banquero del siglo XV Jakob Fugger era un capitalista" estamos utilizando el término capitalismo mucho antes de la aparición de Adam Smith o Karl Marx ¿Me quiere usted decir que solamente son válidas las metáforas economicistas?

P. ¿Estás trabajando en algo actualmente?

R. Me he implicado mucho en una app turística pionera titulada 'Madrid, ciudad de las mujeres', que se presentará el próximo 24 de abril. Se podrá descargar gratuitamente y pondrá en relieve la historia de las mujeres de la capital. Junto a la directora del proyecto, Marian López Fernández Cao, queríamos contar historias colectivas, como la leyenda de la primera suicida del Viaducto de Segovia o la historia de la hija de Larra, que inventó la estafa piramidal. Nuestra guía fue una frase de la actriz y cantante Catharine MacKinnon que dice que "el silencio de las silenciadas se llena con el discurso de aquellos que tienen la palabra y el hecho del silencio se olvida". El proyecto está apoyado por la Universidad Complutense, el Ayuntamiento de Madrid y el Ministerio de Cultura.

Entre la avalancha de novedades editoriales destaca un libro, tan divertido como potente, que puede dejar a más de un lector en fuera de juego. Hablamos de ‘Ladronas victorianas. Cleptomanía y género en el origen de los grandes almacenes’, publicado por la editorial Antipersona. ¿Robar en el equivalente de El Corte Inglés del siglo XIX puede considerarse un acto político? ¿Son las señoras burguesas esos seres pasivos, planos y predecibles que pinta el estereotipo ancestral? ¿Hay que conformarse con la historia que nos cuentan los hombres blancos occidentales y heterosexuales, encaramados a sus honores universitarios? El crítico cultural Nacho Moreno Segarra, autor de este texto estimulante y desconcertante, responde a nuestras dudas.

Libros
El redactor recomienda