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María Guerrero, 'La Brava': actriz, empresaria y abuela (a su pesar) de Fernán-Gómez
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aniversario de su nacimiento

María Guerrero, 'La Brava': actriz, empresaria y abuela (a su pesar) de Fernán-Gómez

Hoy cumpliría 150 años María Guerrero, una de las grandes leyendas de las tablas españolas y una de las primeras mujeres que montó su compañía y gestionó un teatro

Foto: María Guerrero caracterizada en 'Doña María la Brava', de Marquina, en 1909.
María Guerrero caracterizada en 'Doña María la Brava', de Marquina, en 1909.

Actriz, empresaria y mujer hecha a sí misma, pero también autoritaria, intransigente y dominante. María Guerrero despuntó en un mundo de hombres. Ellos copaban las tablas: eran los autores, los emprendedores, los que ponían el dinero y mandaban hasta que apareció ella. María la Brava, como la apodó Mariano de Cavia y fue conocida en el mundillo con tanta admiración como mala baba, es una de las grandes leyendas de nuestras tablas y una de las primeras mujeres que se convirtió en empresaria teatral. Este lunes cumpliría 150 años. En su honor mañana se descubrirá una placa en el teatro que lleva su nombre, sede del Centro Dramático Nacional, y Carmen Menéndez y Andrés Peláez la recordarán en una charla en el Museo del Prado el miércoles.

La hija del tapicero metido a gestor teatral —algo que les provocó un buen número de chanzas en el mundillo— nació el 17 de abril de 1867. Discípula de Teodora Lamadrid, debutó en 1885 en el Teatro de la Comedia con 'Sin familia', de Echegaray, y cinco años después, con solo 23, se convirtió en la primera actriz del Teatro Español. Sobre ese escenario encandiló a Zorrilla en el otoño de 1890. Benito Pérez Galdós recordaba que su doña Inés le valió el beso en la frente del anciano dramartugo y José Francos Rodríguez y Eduardo Marquina comentaron por carta que "se puso a escuchar a doña Inés rendido, ostentando en los ojos la mirada especial de la gratitud, que es, a un tiempo mismo, alegría y sumisión. Aquella doña Inés era la soñada por el poeta".

La actriz de pronto se volvió arrogante, exigente y muy interesada, subordinando las obras y los programas a su propio divismo personal

Pero la leyenda teatral se fue construyendo en los siguientes años. En 1892 era ya la primera actriz del Teatro de la Comedia. Dos años después se hace cargo del Teatro Español gracias a una licencia de explotación del Ayuntamiento de Madrid. Al año inaugura su reforma (entre las novedades se estrenaron las plateas que hoy siguen existiendo) abriéndolo a los clásicos españoles del Siglo de Oro. Crea su propia compañía y se casa con el actor, director y aristócrata Fernando Díaz de Mendoza. Fue el golpe de mano definitivo porque María Guerrero pudo hacer realidad sus ambiciones y codearse con la alta burguersía española. Se convirtió en condesa de Balazote y de Lalaing y marquesa de Fontanar.

Con su marido, compra en 1909 el Teatro de la Princesa, hoy llamado María Guerrero y propiedad del Estado. Lo inauguran el mismo mes de noviembre precisamente con 'Doña María la Brava', una obra que escribió a la pareja expresamente Marquina, y pocos años después el matrimonio se traslada a vivir a los pisos superiores. Así pudieron afrontar los gastos que supuso abrir en Buenos Aires el lujoso Teatro Cervantes en 1921. Siete años después, el 23 de enero y solo nueve días después de su última función ('Doña Diabla', de Fernández Ardavín), fallecía, con honores y rodeada de una comitiva que se contó por miles, de un ataque de uremia.

Moría así "la actriz más completa de la que tenemos información en la historia del teatro español", aseguraba Carmen Menéndez Onrubia, del CSIC, en una conferencia que dio hace años en el Festival de Almagro y que recoge el libro 'Autoras y actrices españolas en la historia del teatro español', coordinado por Luciano García Lorenzo. "Fue un fenómeno sociocultural del que aún se desconocen sus múltiples repercusiones en la evolución de los años críticos que forman la frontera entre el siglo pasado y el actual". Porque la Guerrero y su halo aristocrático apostaron poco a poco por textos más patrióticos y conservadores, con Echegaray como su autor de cabecera, y repudiando sus años naturalistas al lado, por ejemplo, de Galdós.

"A María Guerrero y a la cultura teatral española con ella, le prejudicaron las "malas compañías". La primera fue la del neorromanticismo recalcitrante de José Echegaray; la segunda, el talante agresivo y pendantón, parece ser que hasta la grosería de su padre, tapicero y decorador, que se metió a empresario teatral suscitando la inquina y las burlas de buena parte de la profesión. (...) La altanería del padre de María Guerrero, la senilidad de Echegaray y el ambiente aristocrático que iba envolviendo a la actriz, convertida poco a poco en el modelo de la elegancia femenina entre la alta burguesía nacional, todo vino a concluir en la segunda mitad de 1894 en la desastrosa ruptura (desastrosa culturalmente) de María Guererro con este ambiente naturalista y su integración inmediata en el lado más conservador, más aristocrático y nacionalista de la alta burguesía", explicaba Menéndez.

Lo cierto es que en los años en los que estuvo como directora del Español, añadía la autora, "debido a la nueva posición de poder adquirida y a cómo la consiguió, la actriz, que había venido siendo obediente y respetuosa con las pretensiones de los dramaturgos, de pronto se volvió arrogante, exigente y muy interesada, subordinando las obras y los programas a su propio divismo personal". Y recoge una carta de Leopoldo Alas Clarín a Galdós, fechada en 1896, en la que arrancaba afeando al 'tapicero' —"si viera usted qué cosas dijo... ¡en Berlín! Llamaba latero a Goethe"— para rematar sobre la actriz: "A mí no me enfadan de veras nunca las injusticias de las personas a quien considero imbéciles, despreciables; pero cuando un ser racional a quien, sin fianza, he dado algo de mi aprecio leal, (y María estaba en ese caso) me hace una... yo lo sé cobrar intereses enormes".

La exitosa actriz, que llegó a estrenar cerca de 150 obras, fue poco a poco demostrando sus hechuras. Frente a la cara exitosa y sofisticada de la diva, la Brava también tuvo lo suyo. Autoritaria e incluso déspota la describen muchos cronistas de la época, aunque el episodio que mejor la retrata es el familiar. María Guerrero era la abuela de Fernando Fernán Gómez, muy a pesar. Y decimos muy a su pesar porque fue ella la responsable de que el actor, director, escritor y académico español no llevara su apellido ni fuera reconocido por su padre.

Fernán-Gómez, como dejó entrever en sus memorias 'El tiempo amarillo' (Capitan Swing) y confirmó tras su muerte su viuda Emma Cohen, era hijo del primogénito de María Guerrero, el también actor Fernando Díaz de Mendoza Guerrero. El joven tuvo un romance con la actriz Carola Fernán-Gómez, miembro de la compañía de su madre, pero cuando conoció su 'affaire' se la quitó del medio y la mandó a una larga gira por Latinoamérica con la compañía de Antonia Plana y Emilio Díaz. Sin embargo, ya estaba embarazada. Fue la feroz abuela la que se negó a que su hijo reconociera a Fernando Fernán-Gómez. Solo cuando falleció, el padre se atrevió a pedir la mano de Carola Fernán-Gómez, pero ya era tarde. También intentó, años después y sin éxito, que el actor se fuera a vivir con él.

"Todo quedó en que la Fernán-Gómez se contrató en la compañía de Antonia Plana-Emilio Díaz y que, además del sueldo que ganaba con su trabajo de actriz, percibía una asignación mensual que le pasaba mi padre. Pero dos o tres años después, a la edad de 23 o 24 años, se echó otro novio, un joven poeta y autor teatral; y mi padre, que no había vuelto a verla, al enterarse lo tomó muy a mal y dejó de enviar la mensualidad", relataba el actor en este libro. Y añadía: "El que mi madre utilizase como nombre artístico Carola Fernán-Gómez no fue ocurrencia de ella, sino de la gran doña María Guerrero, partidaria de que las chicas de su compañía se llamasen María Fernanda Ladrón de Guevara, Irene López Heredia y cosas así. Con el Fernández y el Gómez de mi madre compuso el Fernán-Gómez en recuerdo del odioso comendador de 'Fuenteovejuna". El mismo apellido que él optó por lucir con orgullo y engrandecer aún más... a pesar de su abuela.

Actriz, empresaria y mujer hecha a sí misma, pero también autoritaria, intransigente y dominante. María Guerrero despuntó en un mundo de hombres. Ellos copaban las tablas: eran los autores, los emprendedores, los que ponían el dinero y mandaban hasta que apareció ella. María la Brava, como la apodó Mariano de Cavia y fue conocida en el mundillo con tanta admiración como mala baba, es una de las grandes leyendas de nuestras tablas y una de las primeras mujeres que se convirtió en empresaria teatral. Este lunes cumpliría 150 años. En su honor mañana se descubrirá una placa en el teatro que lleva su nombre, sede del Centro Dramático Nacional, y Carmen Menéndez y Andrés Peláez la recordarán en una charla en el Museo del Prado el miércoles.

Fernando Fernán Gómez
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