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Yo fui una Power Ranger: así me liaba a tortas en el patio del colegio
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estreno el 7 de abril

Yo fui una Power Ranger: así me liaba a tortas en el patio del colegio

En 1993 llegó a Telecinco la serie de los héroes de colores japoneses, todo un icono de los noventa. Este viernes aterriza en los cines una nueva adaptación cinematográfica

Foto: La verdadera power ranger roja en una fiesta del colegio
La verdadera power ranger roja en una fiesta del colegio

Ese día pegué mi primer puñetazo. Y lo hice con todas mis fuerzas, aunque con los ojos cerrados, eso sí. Cuando empezó a sonar la música de fin del recreo, Inma y yo nos volvimos a clase llenas de moratones y con una sonrisa de oreja a oreja. A mí me dolía la boca del estómago porque me había llevado un cabezazo de un tal Luis, que tenía una cabeza como un zepelín y que decía que él era el verdadero power ranger rojo. Y eso era una falacia empíricamente desmontable, porque el power ranger rojo era yo y le iba a patear el culo.

Durante un tiempo quedamos a partirnos la cara como quien coge cita para el dentista. Era 1993, una casi recién estrenada Telecinco había empezado a emitir la versión estadounidense del Super Sentai japonés y la fiebre de los 'Power Rangers' había contagiado al público infantil ansioso de droga catódica. Los alumnos de los primeros cursos de Primaria salíamos del colegio en estampida para apalancarnos delante de la televisión a ver a seis tipos vestidos con licra brillante y de dudoso buen gusto pegar patadas voladoras y lanzar rayos láser a criaturas de poliespán que hoy no pasarían el filtro de ninguna representación escolar de fin de curso. Una fiebre que asoló a toda la generación nacida a mediados y finales de los ochenta, años antes de que toda España sacase la Spice Girl que llevaba dentro y mucho, mucho tiempo antes de que uno de los power ranger rojo de la franquicia -porque ha habido unos cuantos- confesase haber asesinado en la vida real a su compañero de piso con una espada.

La prueba fehaciente de que nos hacemos viejos es que los que entonces forraban sus habitaciones con la versión karateka de Parchís hoy cortan el bacalao en los despachos de Hollywood y dirigen y producen ramalazos de nostalgia noventera. Consecuencia: este viernes se estrena en España 'Power Rangers', una nueva versión cinematográfica, mucho más moderna, mucho más fastuosa -tiene un presupuesto de 100 millones de dólares- y mucho, mucho, mucho menos cutre que la serie original.

Hace 24 años el paladar televisivo del público prepúber era bastantante menos sibarita que el de ahora y la serie original duró tres temporadas a pesar de lo risible -visto con perspectiva- de su factura y sus efectos especiales. El verdadero arte estaba en las manos de los guionistas, que se pasaron tres años reciclando la misma idea durante más de 150 capítulos sin que nadie les despidiese. Día tras día, Rita Repulsa -la doppelgänger maligna de Isabel Preysler- mandaba al monstruo de turno a destruir la tierra. Día tras día, seis adolescentes de instituto californiano -o cinco, dependiendo de la temporada- se enfundaban sus mallas apretadas para acabar con dicho monstruo a base de aspavientos y puñetazos al aire. Repulsa convertía al monstruo en gigante, los Power Rangers se montaban en el Megazord -un 'transformer' gigante, la herencia nipona- y acababan con él, salvando al mundo hasta el día siguiente y volviendo a tiempo para entregar los deberes.

El pistoletazo de salida en la cultura televisiva de los noventa lo dieron el destape de Jesús Gil en el jacuzzi de 'Las noches de tal y tal'

Como hay pocas cosas más obsesivas que el fanatismo infanto-juvenil, las compañías jugueteras encontraron un filón en un 'merchandising' que iba desde muñecos en miniatura hasta pistolas de rayos láser. Las navidades en las que a Inma y a mí nos regalaron los disfraces del blanco y del rojo, decidimos salir a limpiar las calles de escoria alienígena y reclutar al resto de los miembros hasta completar el sexteto. El pistoletazo de salida en la cultura televisiva de los noventa lo dieron el destape de Jesús Gil en el jacuzzi de 'Las noches de tal y tal' y las mamachicho y la corrección política ni estaba ni se la esperaba, así que a nadie le pareció incorrecto -al contrario, más bien obvio- que el personaje debajo del traje rosa fuera chica, la del traje amarillo fuera china y el de las mallas negras fuese, evidentemente, negro. Unos arquetipos que han enmendado en la nueva versión de 2017, que matiene la diversidad racial pero sin tanmto estereotipo.

El mayor problema que encontramos para completar el sexteto fue que nadie quería ser Billy, el azul. No por temas raciales ni de género, sino porque nadie en su sano juicio, pudiendo ser cualquiera, elegiría al empollón miope. ¿Por qué alguien iba a elegir ser un coñazo? Incluso cuando tocaba 'metamorfosearse' e invocar a los animales prehistóricos robóticos con los que luchaban, Billy daba pereza. ¿Quién prefiere un triceratops antes que un Tiranosaurio Rex o un dientes de sable? ¿Quién iba a elegir a un herbívoro obeso en una lucha a muerte si ni siquiera era seguro ser un herbívoro obeso en el patio del colegio?

De un día para otro los recreos se llenaron de grupos de power rangers que nos pegábamos por la supremacía. Como si fuéramos maras, nos repartíamos las zonas antes de empezar a eso, a repartir. Volvíamos a casa como se vuelve de la guerra y siempre con ganas de más. Yo, que siempre he ido más allá en el desarrollo de mis obsesiones, un día le pedí a mi peluquero que me cortase el pelo como Jason, el power ranger rojo primigenio y verdadero. Después de que el peluquero me hiciera caso lloré. Yo creo que mi madre también. Pero a mis compañeros les debió hacer mucha gracia y yo tuve que ponerme gorro.

De un día para otro los recreos se llenaron de grupos de power rangers que nos pegábamos por la supremacía, como si fuéramos maras

Entre todo el 'merchandising' que se vendió, lo que más me gustaba eran la pistola-tiranosaurio y el cinturón para 'metamorfosearse' de Bandai que le habían regalado a mi primo, que hacían ruido y tenían lucecitas rojas, que para la época era muy sofisticado. En Hollywood también vieron la mina de oro que era la franquicia, así que en 1995 se engancharon a la estela de la 'fiebre ranger' y estrenaron 'Power Rangers: la película', en la que sólo sobrevivieron tres de los actores del elenco original. A partir de entonces se abrió la veda de una míriada de secuelas, precuelas, 'spinoffs' y demás que han mantenido ininterrumpidamente en antena -váyase usted a saber en qué país y en qué canal- a los Power Rangers Turbo o los Power Rangers Samurai o los Power Rangers Ninja Steel y hasta unos Power Rangers espaciales.

Cuando se acabó la fiebre, yo hice como la orquesta del Titanic y no quise darme cuenta hasta que ya no podía pegarme ni con mi sombra. Me dio el tiempo justo a dejarme crecer el pelo y engancharme a la siguiente gran moda noventera, que fue la de las Spice Girls. Cambiamos los Power Rangers por el 'girl power' y seguro que las madres de España respiraron más tranquilas, previendo la disminución -¡por fin!- de la partida del presupuesto casero destinado a comprar rodilleras, mercromina e implantes dentales que las había traído hasta entonces por el camino de la amargura.

Ese día pegué mi primer puñetazo. Y lo hice con todas mis fuerzas, aunque con los ojos cerrados, eso sí. Cuando empezó a sonar la música de fin del recreo, Inma y yo nos volvimos a clase llenas de moratones y con una sonrisa de oreja a oreja. A mí me dolía la boca del estómago porque me había llevado un cabezazo de un tal Luis, que tenía una cabeza como un zepelín y que decía que él era el verdadero power ranger rojo. Y eso era una falacia empíricamente desmontable, porque el power ranger rojo era yo y le iba a patear el culo.

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