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Rodrigo García: "'Últimos días en el desierto' es demasiado cristiana para los cinéfilos"
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estrena 'últimos días en el desierto'

Rodrigo García: "'Últimos días en el desierto' es demasiado cristiana para los cinéfilos"

El director colombiano retrata el lado más humano de un Jesucristo encarnado por Ewan McGregor en un film que llega a la cartelera española este viernes

Foto: Ewan McGregor es Jesucristo en 'Últimos días en el desierto', de Rodrigo García
Ewan McGregor es Jesucristo en 'Últimos días en el desierto', de Rodrigo García

No fueron 40 los días y las noches que Rodrigo García se pasó en el desierto, pero casi. Fueron alrededor de 35, en medio de la arena y el polvo de los desfiladeros polvorientos de Anza Borrego, en el desierto del Colorado, siguiendo el periplo de un Jesucristo con el rostro de un Ewan McGregor demacrado, desaliñado y barbudo. El director colombiano estrena en España -con dos años de retraso-, 'Últimos días en el desierto', una película "demasiado de arte y ensayo para los cristianos y demasiado cristiana para el público cinéfilo" y que se centra en uno de los pasajes bíblicos protagonizados por Jesús de Nazaret menos explotados por el séptimo arte.

Foto: Joseph Fiennes y María Botto, junto al Arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en la presentación del filme (EFE)
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De una sobriedad absoluta -apenas aparecen cinco actores- y confiando en la magia de uno de los directores de fotografía más talentosos de Hollywood, el mexicano Emmanuel Lubezki -tres oscars en su haber, ocho nominaciones-, García se centra en la faceta más terrenal de la figura de Jesucristo como pretexto para reflexionar sobre la incomunicación, la debilidad y la complejidad de las relaciones paternofiliales y la influencia y el peso de los padres sobre los hijos. Algo que toca bastante de cerca al cineasta, primogénito de Gabriel García Márquez y al que siempre le ha perseguido la sombra de ser hijo de un premio Nobel. "Muchas veces -ahora cada vez menos porque ya he filmado mucho- en las entrevistas me preguntan si me ha influido mucho mi padre", explica García con cierto hartazgo, "y yo me quedo con ganas de preguntarle al periodista: '¿Y a ti te ha influido mucho el tuyo?'. Es completamente elemental. Un padre famoso te influye tanto como un padre no famoso".

'Últimos días en el desierto' es una película atípica que, a pesar de estar basada en una figura religiosa, es sorprendentemente poco religiosa, valga la redundancia. "Como trata sobre Jesús de Nazaret, está expuesta a prejuicios desde el principio", reconoce García. "Esto no es una obra bíblica", insiste una y otra vez. "Me he limitado a explorar el concepto de las relaciones, ya sea entre Jesús y su padre silencioso [el film comienza con un McGregor implorando una señal, una respuesta divina], entre Jesús y el demonio -que es una especie de hermano rebelde- y entre Jesús y el padre y el hijo de una familia asentada en el desierto".

Como trata sobre Jesús de Nazaret, la película está expuesta a prejuicios desde el principio

Más allá de asentarse sobre los dos pasajes de los evangelios de Mateo y Lucas en los que Jesucristo peregrina durante cuarenta días y cuarenta noches por el desierto, intentando escapar de las tentaciones con las que el diablo intenta tentarle, García retrata los aspectos más prosaicos de un viaje existencial en el que su protagonista muestra las debilidades propias del hombre. "Me concentré en el lado humano de Jesús, no en un discurso religioso, porque tampoco sabría hablar o dramatizar el aspecto divino de una persona. Frente a cualquier propuesta religiosa o espiritual en la que se trabaje con una figura como la de Jesús, el espectador trae consigo tanto bagaje y su propio punto de vista, ya sea cristiano o no cristiano. O ateo o judío o musulmán".

"La búsqueda espiritual es un intento de trascender lo físico. Hay que levantarse, vestirse, lavarse los dientes después de comer, hacer trabajos físicos, parir con dolor… La búsqueda espiritual busca algo más allá de la esclavitud del cuerpo. Y el desierto es una expresión de eso", puntualiza. "Por un lado es muy mágico, te puede hipnotizar, te puede cautivar, pero por otro lado es muy áspero. Tú puedes estar tratando de conectar con lo universal, la belleza y la naturaleza, pero a la vez está lleno de peligros físicos. Yo creo que esa contradicción entre el anhelo y el deseo espiritual y las verdades concretas de la existencia física siempre es interesante".

Me concentré en el lado humano de Jesús, no en un discurso religioso, porque tampoco sabría hablar del aspecto divino de una persona

En los 40 días y 40 noches en las que Jesús venció el hambre, el frío y la soledad, García imagina su encuentro con una familia instalada en el centro del desierto -interpretada por Ciarán Hinds, Ayelet Zurer y Tye Sheridan-, a los que el hijo de Dios ofrece su sabiduría y sus reflexiones y con los que empieza a crear los vínculos de alguien al que le pesa el aislamiento. Y lo curioso aquí es que la característica común a todas las relaciones paternofiliales del film están caracterizadas por un grave problema de incomunicación: padres que no hablan a los hijos, hijos que no comprenden a los padres.

"Se dice que no hay una distancia más grande que la que existe entre dos cabezas y creo que esa es una de las verdades más grandes. Y luego, yo creo que históricamente los hombres tenemos más problemas con la comunicación verbal". En un momento de la película, el padre de la familia le reprocha al hijo que quiera hablar de sus sentimientos: "No tenemos que hablar las cosas, no somos mujeres", le espeta. "Lo dice de una forma despreciativa de esa manera de comunicarse, pero probablemente está equivocado. Probablemente las mujeres -aunque él las acuse de hablar mucho-, comunican más. Y eso está bien. No es frecuente ver que una mujer estalle y mate a quince compañeros de su oficina, ¿no? Y por eso hay muchos hombres que sienten estar 'embotellados' por la incapacidad de hablar con sus hermanos, con sus padres, con sus hijos...."

Sencillez obligada

Hacía más de seis años que García no rodaba un largometraje. Su anterior película, 'Albert Nobbs', costó alrededor de 8 millones de euros y consiguió tres nominaciones a los Oscar en 2012. Sin embargo, el director ha tenido que volver con una producción pequeña, casi minimalista, con un reparto escueto, un trabajo de luz prácticamente natural y apenas intervención en las localizaciones. "Siempre está uno trabajando contra el tiempo y contra la falta de dinero, pero éste es un tipo de película en la que especialmente no hay mucho rango para pasarse de presupuesto: fueron cinco semanas de rodaje, todo muy rápido y sin contratiempos. Escogimos con mucho detalle los lugares y las horas del día en las que filmábamos, pero está hecha con mucha sobriedad, con lo mínimo".

Con 'Últimos días en el desierto', además, se ha alejado completamente de la temática que hasta ahora había marcado su trayectoria. "Sobre todo he hecho muchas películas con personajes femeninos, generalmente contemporáneas, urbanas, no sólo con mucho diálogo, sino con personajes que no dicen directamente lo que quieren o lo que necesitan, así que tenía ganas de hacer una película mucho más sencilla, con pocos diálogos". Como prueba, un guión de tan sólo 62 páginas, de las cuales, unas 15 de diálogo. "Escogí a Ewan precisamente porque es muy buen actor y con su rostro expresa mucha vida interior, muchas emociones: tiene mucha empatía y mucha simpatía por el ser humano. Él personalmente se interesa mucho por la gente. Además tiene un muy buen sentido del humor que aportó al personaje del demonio", explica.

Tenía ganas de hacer una película mucho más sencilla, con pocos diálogos

En la película de García, Dios permanece mudo más allá de la grandiosidad de los paisajes y la belleza de la luz que atraviesa las nubes, capturada con un gusto infinito por la mano de Lubezki. "Lubetzki es un artista mayor, alguien que ha venido de hacer películas con mucho equipo, mucho recurso y mucha parafernalia que, después de trabajar con Terrence Malick, se ha ido aficionando a trabajar más de manera más naturalista y minimalista. No hemos utilizado ni rebotes blancos ni banderas. Sólo un poco de luz en algunas de las noches de hoguera. Es una luz muy especial".

Para hacerse una idea, la película de García se acerca más al cine de Malick que al de Scorsese y, desde luego, que al de Mel Gibson. 'Últimos días en el desierto' es una película áspera, sin grandes alharacas, sin milagros más allá de las ansias de elevación. García pega al suelo el mito y lo convierte en un hombre pequeño y frágil que se acaba encontrando terriblemente solo.

No fueron 40 los días y las noches que Rodrigo García se pasó en el desierto, pero casi. Fueron alrededor de 35, en medio de la arena y el polvo de los desfiladeros polvorientos de Anza Borrego, en el desierto del Colorado, siguiendo el periplo de un Jesucristo con el rostro de un Ewan McGregor demacrado, desaliñado y barbudo. El director colombiano estrena en España -con dos años de retraso-, 'Últimos días en el desierto', una película "demasiado de arte y ensayo para los cristianos y demasiado cristiana para el público cinéfilo" y que se centra en uno de los pasajes bíblicos protagonizados por Jesús de Nazaret menos explotados por el séptimo arte.

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