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Una herencia, dos hermanos enfrentados y un rifle. ¿Qué puede salir mal?
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Una herencia, dos hermanos enfrentados y un rifle. ¿Qué puede salir mal?

Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia y Laia Costa protagonizan 'Nieve negra', una película oscura y áspera en torno a los secretos de una familia

Foto: Ricardo Darín en un fotograma de 'Nieve negra'
Ricardo Darín en un fotograma de 'Nieve negra'

“Mucha sangre de Caín/ tiene la gente labriega,/ y en el hogar campesino/ armó la envidia pelea./ […] La codicia de los campos/ ve tras la muerte la herencia;/ no goza de lo que tiene/ por ansia de lo que espera /”. Al pobre Alvargonzález lo acabó tirando Machado al fondo de la Laguna Negra con un hachazo en el cuello y cuatro puñaladas entre el costado y el pecho, mientras los hijos parricidas se hacían los suecos y se frotaban las manos felicitándose por un negocio bien hecho.

Foto: Secun de la Rosa, Mario Casas y Carmen Machi en un fotograma de 'El bar'

Machado pasó de cantarle a los limoneros a rimar la crónica negra de España y avisar de que la mezcla herencia, familia y armas es combustible. Las disputas de lindes son algo tan universal como la Coca Cola y cuando hay dinero de por medio la sangre de los lazos acaba siendo literal. Igual en la montaña soriana que en la Patagonia argentina, que es hasta donde han llevado Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia la tragedia de dos hermanos enfrentados por el testamento de su padre.

Tráiler de 'Nieve negra'

Los dos actores argentinos protagonizan junto a Laia Costa 'Nieve negra', la última película del director Martín Hodara, que compite en la Sección Oficial de la vigésima edición del Festival de Málaga. Si el cóctel machadiano de Alvargonzález acaba en el bosque con bestias al acecho, Hodara se lo pone más difícil a estos dos hermanos protagonistas que se reencuentran tras la muerte de su progenitor en una cabaña familiar perdida de la mano de Dios en lo alto de la montaña patagona. Ya demostró Jack Torrance que vivir en aislamiento no es lo mejor para disfrutar de una buena salud mental y si además añadimos el enquistamiento de un oscuro secreto del pasado, la choza de 'Nieve negra' se convierte inevitablemente en un polvorín.

Dos hermanos se reencuentran tras la muerte de su padre en una cabaña familiar perdida de la mano de Dios

Marcos (Sbaraglia) y su mujer, Laura (Costa), viajan a Argentina para arreglar los papeles de una herencia que les puede convertir en millonarios: al parecer, un grupo de inversores canadienses quieren hacerse con un terreno perteneciente a la familia de Marcos y están dispuestos a desembolsar más de nueve millones de dólares. Calderilla, vamos. El problema es que en el terreno está construida la barraca donde vive Salvador (Darín), el hermano mayor de Marcos, un hombre huraño y malencarado que pasa los días acompañado tan sólo por su escopeta de cazador.

Laura es testigo de la conflictiva relación entre hermanos, que va mucho más allá de la disparidad de opiniones sobre qué hacer con la oferta de los canadienses y que parece retrotraerse hasta la infancia, cuando el hermano pequeño de ambos murió en un aparente accidente de caza. Además, una cuarta hermana, Sabrina (Dolores Fonzi) está internada en un hospital psiquiátrico, traumatizada también por un episodio del pasado. Ríanse ustedes de las reuniones familiares de Thomas Vinterberg: ésta sí que es una familia disfuncional donde las haya.

Hodara: "Es difícil hablar de la película porque podría hacer tantos 'spoilers' de los últimos 25 minutos..."

"En el momento en el que Marcos y Laura cruzan la valla que da a la cabaña, también cruzan el Rubicón: es el punto de no retorno, el que no deberían haber cruzado nunca. Y a partir de ahí...", cuenta Hodara. ¿Qué puede salir mal de la mezcla de herencia, familia y armas de fuego? "Todo", bromea. "Es difícil hablar de la película porque podría hacer tantos 'spoilers' de los últimos 25 minutos..."

Al director argentino le ha costado casi una década volver a la gran pantalla, a pesar de que su anterior película, 'La señal', triunfó en los premios Cóndor de 2008. "Han sido seis, siete años de reescribir el guión, de esperar a tener la plata", reconoce Hodara. "'Nieve negra' sido un proyecto difícil de filmar porque era muy complicado encontrar primero la financiación, luego un lugar con nieve, accesible, un logar lógico para filmar, y por último esperar a que Ricardo y Leonardo tuviesen un momento libre. Los dos están en el proyecto desde el comienzo, así que han sufrido conmigo las depresiones cada vez que se ha suspendido el proyecto y cada vez que se ha vuelto a poner en marcha".

Ricardo me dijo 'Hagámoslo en otro lugar que no sea con nieve. No rompas más las pelotas con lo de la nieve'

Para el más difícil todavía, Hodara decidió rodar la película en medio de la nieve, en lo alto de los Pirineos andorranos. "Un día, hace dos o tres años, me vino Ricardo y me dijo: 'Hagámoslo en otro lugar que no sea con nieve. No rompas más las pelotas con lo de la nieve'. Yo le dije que no, que la nieve era fundamental, y después de filmar y ver el primer corte me dijo: 'Tenías razón de ser cabeza dura'", recuerda Hodara. "La nieve es el elemento visual que une el pasado y el presente. Me parece un desafío filmar algo que uno no conoce tanto tan bien, estar en un elemento no tan cómodo como por ejemplo un departamento en la ciudad. De las dificultades salen buenas cosas cinematográficas". La cabaña de 'Nieve negra' es mucho más modesta que el hotel Overlook, pero la película de Hodara está sembrada de guiños a Kubrick y a 'El resplandor'.

Fueron jornadas intensas de hasta 14 horas en la nieve, con cambios meteorológicos continuos e imprevistos: "amanecía con nubes, a las dos horas había sol y a los 15 minutos nevaba. Era una especie de espada de Damocles sobre nuestras cabezas todo el tiempo". "A pesar de que el entorno es bonito, desde el principio tuvimos el afán de no ser paisajistas. No quería nunca mostrar un paisaje porque sí. Cada paisaje es para contar algo dramático", puntualiza.

La nieve y el frío envuelven a la película en una especie de halo de violencia latente, de aspereza cortante, un sacrificio necesario para conseguir el tono gélido del film. "Cuanto más arriba subíamos costaba más que llegasen los camerinos, el catering. No había siquiera agua, porque se congelaba", revela Laia Costa. "A nivel técnico es mucho más complicado para el equipo y además los espacios de comodidad se reducen. Fue un rodaje muy duro".

Costa: "Cuanto más arriba subíamos más costaba todo. No había siquiera agua, porque se congelaba"

Además, hay que añadirle la presión de medirse con dos pesos pesados de la interpretación como Sbaraglia y Darín y de integrarse en un triángulo -director y actores- reforzado por una sólida amistad de más de dos décadas. "El otro día me preguntaban si no me sentía intimidada por trabajar con los dos mejores actores argentinos. Pero no, porque Laura no es argentina, viene de fuera totalmente, y eso es algo que va en paralelo al personaje, por lo que yo tampoco me tengo que preocupar por parecerme a ellos", explica.

En 'Nieve negra' Costa se ha enfrentado a un personaje que "al principio parece pequeño" pero que "acaba dominando la historia". "Al final quien menos te lo esperas tira del hilo. ¿Por qué siempre tiene que coger más presencia el personaje que sabemos que es el más fuerte? De pronto aquí no se juega a eso, sino a una cosa totalmente diferente. El arco de transformación del personaje va de una punta a otra". "Que te ofrezcan ese tipo de personajes ya desde el guión te empuja a querer rodarlo, porque es una suerte que no se va a tener siempre. Te da la opción de hacer un arco interpretativo muy complicado. Y en el caso de 'Nieve negra', a través de cosas muy sutiles".

Desde que saltase al panorama internacional con 'Victoria' (2015) -película por la que consiguió una nominación a mejor actriz europea en los European Film Awards-, Costa mantiene un ritmo alto de trabajo en el que compagina papeles televisivos ('Carlos, rey emperador') con proyectos internacionales como 'Live itself' -donde coincide con Olivia Wilde, Oscar Isaac y Samuel L. Jackson- o 'Piercing' -junto a Mia Wasikowska-. "'Victoria' ha sido para mí una carta de presentación fuera. Desde entonces tengo más oportunidades de trabajo fuera que aquí", reflexiona la actriz. "Yo me fui a vivir a Estados Unidos por motivos personales, no profesionales. Tenía mucha desconfianza de que pudiera trabajar allí, porque es otro idioma, es otro tipo de industria. Pero he parado de trabajar y no en papeles de la hija de, la hermana de, la novia de... Llevo la película con personajes fuertes, que son como cualquier chica. Me he dado cuenta de que las fronteras se abren, en ese sentido; muchos personajes estaban escritos para una actriz americana, pero haciendo las pruebas de casting se dan cuenta de que no hace falta que sea americana para contar la historia que quieren contar. Y más hoy en día, que Estados Unidos está lleno de gente de todos los lados. Hay opciones de trabajar fuera si trabajas fuerte".

Costa, además, tiene las cosas muy claras a la hora de enfocar su carrera como actriz. "Es verdad que no suele haber papeles femeninos protagonistas". Costa se pone muy seria. "Es un problema que se agrava cuando tienes más de 45 años. Las chicas jóvenes todavía tenemos oportunidades, pero las que son mayores, a no ser que tengan muchísimo nombre -o ya ni eso-, no pueden trabajar". "Y me parece que no nos podemos quedar en la crítica o la simple protesta. Muchas veces pienso que solo se queda en eso, en una crítica, pero está también en nuestra mano decidir no hacer esa entrevista, no estar tres horas en maquillaje, no hacer esa sesión de fotos o no aceptar un papel que no juegue a favor tuyo en ese sentido. Tenemos que pasar a la acción. Podemos intentar cambiarlo desde dentro".

“Mucha sangre de Caín/ tiene la gente labriega,/ y en el hogar campesino/ armó la envidia pelea./ […] La codicia de los campos/ ve tras la muerte la herencia;/ no goza de lo que tiene/ por ansia de lo que espera /”. Al pobre Alvargonzález lo acabó tirando Machado al fondo de la Laguna Negra con un hachazo en el cuello y cuatro puñaladas entre el costado y el pecho, mientras los hijos parricidas se hacían los suecos y se frotaban las manos felicitándose por un negocio bien hecho.

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