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Soldado, desertor, vagabundo: el impactante manual de exilio de Velibor Colic
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Soldado, desertor, vagabundo: el impactante manual de exilio de Velibor Colic

En 1992, ante el horror, desertó de la guerra yugoslava y llegó a Francia como refugiado. Durmiendo en albergues y soñando con ser escritor en francés. Un sueño cumplido a lo grande

Foto: Velibor Colic ()
Velibor Colic ()

Su primer libro, 'Los bosnios', fue un impacto brutal. Escrito en la trinchera bosnia durante la guerra de los Balcanes, Velibor Colic (Bosnia, 1964), que defendía lo que iba quedando de su tierra, narró entre metralla y muertos los desgarros del conflicto. Con nombres y apellidos que ya solo quedan en la memoria de sus familias y en aquel libro. En 1992, ante el horror, desertaría de aquella guerra y se establecería en Francia como refugiado. Durmiendo en albergues, dosificando hasta el extremo la comida y soñando con ser escritor en francés.

Y ahí es cuando comienza la historia de 'Manual de exilio', publicado ahora en nuestro país por el sello Periférica –todo un éxito en Francia– y escrito 21 años después de la deserción. Un libro que habla desde la amargura, pero en esta ocasión con mucha más ternura, luz y optimismo. Es también una historia sobre una Europa, la de los noventa, que ya no existe, como Colic indica en la entrevista que le hacemos a propósito de su visita a España en la que, desde la socarronería –como buen eslavo del sur– también habla de la lengua, la patria y de la catástrofe que en breve puede acaecer en su ya nuevo país, Francia.

Foto: Edward Duncan - 'El buque británico Némesis destruyendo juncos chinos' (841)

PREGUNTA. Escribió ‘Los bosnios’ hace más de veinte años y ‘Manual de exilio’, que es su continuación, ahora. ¿Por qué todo este tiempo? ¿Por qué contar ahora sus sensaciones como exiliado?

RESPUESTA. Cronológicamente, entre un libro y otro pasan seis meses. Nunca pensé que 'Los bosnios' fuera a convertirse en un libro. Simplemente eran notas escritas en la trinchera. Este lo he escrito 21 años después de haber llegado a Francia. Tenía que asumir y digerir el hecho de que no voy a volver nunca a mi país. Las señales de no retorno vinieron de Francia. Aprendí a vivir, el idioma y me di cuenta de que en mi antiguo país no hay nada que ver, no funciona. Y esto tardas en asumirlo, porque siempre piensas que puedes volver si algo no funciona en Francia hasta que llega ese momento en el que preguntas, cuál es mi casa. Y ocurrió que me invitaron a un festival en Sarajevo como escritor y no me gustó el festival así que decidí volver a Francia, que era ya mi casa. Eso fue en 2002.

Este lo he escrito 21 años después de haber llegado a Francia. Tenía que asumir y digerir el hecho de que no voy a volver nunca a mi país

P. ¿Ese fue el momento en que se dio cuenta de que Bosnia no era ya más su país?

R. No hay una fecha concreta. Es un proceso lento, pero en aquel momento me di cuenta de que estaba atrapado y que mi casa era Francia. Sentí simplemente que el momento había llegado. Este libro es una suma del tiempo, del exilio y de las ambiciones literarias que tenía en Francia. Por eso llegó 20 años más tarde.

P. ¿Cómo ha cambiado usted como persona y escritor desde que entró en Francia en 1992 como un desertor de la guerra?

R. Tengo menos pelo (risas). Es complicado. Antes había enfado, tristeza y ahora hay enfado positivo. Estoy menos enfadado. Un escritor no tiene derecho ni a acusar ni a perdonar en nombre de su pueblo. 'Los bosnios' era una suma de tristezas colectivas y 'Manual de exilio' es un enfado individual. Este libro es el estado de ánimo de un superviviente. Cuento una historia que me gusta. La Academia francesa me dio un premio por la difusión de la lengua francesa. Es un premio que existe desde hace setenta años y se lo dan a extranjeros que escriben en francés. Por una vez los inmortales pensaron en los supervivientes, pensé. 'Manual de exilio' es un superviviente que busca la inmortalidad.

P. De hecho se habla mucho en el libro sobre la ambición literaria, sobre el deseo de ser escritor. ¿Qué es para usted ser escritor? ¿Por qué este deseo?

R. La guerra no hizo de mí un escritor. Antes de la guerra ya era escritor. Narro mi búsqueda un poco torpe de querer volver a ser un escritor pero en francés. Quería que me trataran como tal. Para mí ser escritor es venir a Madrid, encontrarme con periodistas… En serio, es poder contar historias. Soy oriental y eso me gusta. Dar un poco de luz y transmitirla en los libros. Un escritor es ante todo alguien muy emotivo. Y yo soy alguien muy motivo y esto me permite contar mis cosas. Mi padre esperó hasta hace poco a que yo tuviera una profesión de verdad. A él le gustaba la idea de escritor pero no para su hijo. No pensaba que fuera una cosa seria.

P. ¿Era más serio para él ser un soldado?

R. No, pero quería que fuera abogado o una cosa de estas.

P. El lenguaje está muy presente en el libro. Y habla de muchos escritores pero muy pocos yugoslavos. Usted ahora escribe y habla en francés. ¿Ha denostado su lengua materna? ¿Tiene algún tipo de confrontación con ella?

R. Nunca olvidas tu lengua materna. El francés es mi lengua como escritor. En Francia hay un gran debate sobre en qué lugar está el escritor extranjero que escribe en francés. En las grandes librerías siempre estoy calificado como Europa del suroeste. Pero mi patria es el idioma. Soy extranjero por mi idioma, por mi acento. Si no digo nada puedo parecer francés, belga, o incluso español. Pero cuando empiezo a hablar ya vuelvo a ser un extranjero. Todas las historias que hay en el libro sobre el idioma y la escritura son por mi ambición literaria. Pero es que si no dices nada siempre habrá alguien que hablará en tu nombre, y eso ya no es democracia. La lengua es como erigirse, te vertebra.

Ahora mismo tengo un pasaporte francés en el que pone refugiado yugoslavo pero, al no existir Yugoslavia, tampoco soy yugoslavo

P. ¿Y hace patria? Por lo que dice el francés es ahora su patria.

R. Sí. Es lo que hay. Oficialmente sigo siendo apátrida. Hay una historia estupenda. Soy el último yugoslavo de la tierra, y por una vez la administración ha caído en su propia trampa. Cuando pides asilo político, lo que te define es el pasaporte que vas a entregar. Es decir, si eres un argentino, te conviertes en un refugiado argentino, si eres bosnio, en un refugiado bosnio etc. Pero yo entregué un pasaporte yugoslavo, y Yugoslavia es un país que ahora no existe. Sin embargo, en mi pasaporte de refugiado sigue poniendo Yugoslavia, así que soy el último yugoslavo de la tierra, pero como no existe el país, soy doblemente apátrida. Ahora mismo tengo un pasaporte francés en el que pone refugiado yugoslavo, lo que significa que no soy francés, pero, al no existir Yugoslavia, tampoco soy yugoslavo.

P. ¿Y aún no se lo han cambiado?

R. Ahora me han dicho que debería hacerme francés porque desde un punto de vista administrativo se supone que ya no hay refugiados europeos en Europa. Me han dicho que es algo totalmente obsoleto. Y es algo que tendré que hacer, aunque me hubiera gustado quedarme con este pasaporte. De todas maneras, soy apátrida, pero mi acento yugoslavo es mi patria.

P. Este libro es también un relato, como refugiado, sobre la Europa de los noventa, sobre países que entonces ni siquiera estaban en la Unión Europea como Hungría, Polonia o la República checa, pero que iba en pos de la unión. ¿Cómo observa ahora esta Europa con respecto a la que usted conoció hace veinte años?

R. Esa Europa de hace veinte años que buscaba unirse ya no existe. Yo vivo en Estrasburgo y ahora al venir a Madrid tuve que pasar por un control de pasaportes. Y recientemente, en un tren de Perpignan a Barcelona también hicieron un control. No sé si es que ha sido una casualidad o es algo sistemático. Por lo tanto, contestando a tu pregunta, están cambiando mucho las cosas.


P. ¿Y qué es para usted esta Europa que se está creando ahora? ¿Cree que puede saltar todo por los aires? Se fue el Reino Unido, se podrían ir Francia, los Países Bajos… Al menos, hay un discurso muy potente en ese sentido.

R. Para mí, que vengo de Yugoslavia y que ahora se ha transformado en siete países, el concepto de frontera es algo tremendo. El tren de Múnich a París sistemáticamente pasa por Estrasburgo y allí se suele retrasar 40 minutos porque es donde sacan a los refugiados para hacerles un control. Es un tren que va a París y de allí a Londres. Y en Estrasburgo, que tiene una estación de tren preciosa, puedes ver a todos estos chicos maniatados y sabes que no es porque son ladrones, sino porque son refugiados.

P. Usted fue refugiado en Europa. ¿Qué siente cuando ahora esta Europa trata así a los refugiados?

R. La forma de tratarlos ha empeorado bastante. No soy un especialista, sólo soy escritor, pero una vez estaba en el tren yendo a París y vi cómo los deportaban. Antes eran clandestinos, pero les dejaban pasar… Ahora la policía los detiene en la frontera. No son ladrones, no trafican, pero los detienen. Se ha degradado bastante, y la relación que tenemos con los refugiados es la que tenemos con el mundo. Si tienes odio, solo vas a ver el odio. Quizá por razones políticas o debido a la crisis, la religión también es un factor… Al menos así lo veo como persona.

El populismo francés tiene varios candidatos: Melenchon, de extrema izquierda, y Le Pen, de extrema derecha. De 10 propuestas, 8 son iguales

P. Francia es un país en el que precisamente está triunfando el discurso anti inmigrantes. Y usted como ex refugiado, ¿cómo observa que pueda ganar el Frente Nacional, que está subiendo mucho en las encuestas gracias a este tipo de discursos?

R. Sí, tiene posibilidades. La serpiente ha cambiado de veneno. Ahora es la hija del fundador. Es el populismo francés. Hay varios candidatos, Melenchon, de la extrema izquierda, y ella, de la extrema derecha, y de diez propuestas, ocho son las mismas. Lo único en lo que se distinguen es en la cuestión de la inmigración y de Europa. Esto es sólo mi opinión, pero tenemos un populismo extremista que tiene muchas posibilidades de ganar en Francia o en Dinamarca. Incluso mi hermano, que vive en Gotemburgo, también cree que este populismo no va a tardar en aparecer en Suecia. Por eso no es ninguna casualidad que las personas que antes votaban al Partido Comunista Francés ahora estén votando a Le Pen. No buscan lo mismo, pero… Así que como ha ganado Donald Trump en EEUU es muy posible que gane Le Pen en Francia. En los sondeos la gente no dice que vota al Frente Nacional, por lo que no reflejan la verdad, pero si ahora Marine Le Pen está en el 30% yo creo que hay que añadir un 10 o 15% más. Con el tema de Fillon, y la izquierda socialista, que está en un estado lamentable y de suicidio, con el hecho de que no existan partidos verdes…, la situación es catastrófica. Ahora hay cinco listas de izquierdas, una de derechas y otra de extrema derecha, y la gente dice que Le Pen no va a ganar nunca porque no va a pasar a segunda vuelta, y si pasa a segunda vuelta no va a ganar porque necesita un determinado porcentaje que no va a tener, pero lo cierto es que tiene muchas posibilidades. Ella es la favorita en la primera vuelta y veremos si se enfrenta a Macron o al disidente socialista o a Benoit Hamon.

P. Y usted, que lleva desde 1992 en Francia, ¿qué cree que ha pasado en este país para llegar a esta situación?

R. De lo más nuevo a lo más antiguo: los atentados, Charlie Hebdo, la crisis, un partido socialista que se aleja del pueblo, una derecha que se endurece y se convierte en más liberal, la distribución de las ayudas sociales, que es algo muy importante en Francia y que crea frustración… Por ejemplo, se piensa: una familia argelina que viene con cinco niños se lo lleva todo y no necesita trabajar, y yo, que soy pobre, me frustra mucho que esta familia argelina me esté robando mis derechos. Luego está Europa, que se convierte en opaca. En Francia se votó ‘no’ al referéndum de la Constitución, pero luego se transformó en un ‘sí’. En este momento en Francia no hay un debate europeo, sino exclusivamente francés. Y hay una visión negativa de Europa, que se concibe solo como un instrumento que da el coñazo al obrero, al agricultor… Todo lo bueno que hay en Europa, en Francia no se comunica, así que si vas sumando todo lo malo, los atentados etc, ¿te extrañas de que el Frente Nacional esté ganando? Es muy evidente.

P. ¿Y a usted cree que le puede afectar?

R. Quizás no al principio, pero nunca sabes después lo que puede pasar. Pero yo sé que no seré de los primeros en caer. Las prioridades ya sabemos dónde están.

Su primer libro, 'Los bosnios', fue un impacto brutal. Escrito en la trinchera bosnia durante la guerra de los Balcanes, Velibor Colic (Bosnia, 1964), que defendía lo que iba quedando de su tierra, narró entre metralla y muertos los desgarros del conflicto. Con nombres y apellidos que ya solo quedan en la memoria de sus familias y en aquel libro. En 1992, ante el horror, desertaría de aquella guerra y se establecería en Francia como refugiado. Durmiendo en albergues, dosificando hasta el extremo la comida y soñando con ser escritor en francés.

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