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¿Se pincha la burbuja de Mario Vaquerizo? Batacazo histórico con su nuevo grupo
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¿Se pincha la burbuja de Mario Vaquerizo? Batacazo histórico con su nuevo grupo

El marido de Alaska pincha en taquilla con Ramonsters

Foto: Mario Vaquerizo (EFE)
Mario Vaquerizo (EFE)

Lo tenía todo para ser la noche perfecta. Para empezar, la ubicación: sala But de Madrid, justo al borde de Malasaña, posiblemente el barrio más ramoniano del planeta, incluyendo el Queens y el East Village de Manhattan. No se puede pedir mejor lugar para una banda de tributo a los reyes del punk adolescente. Además era "juernes", jornada perfecta para los noctámbulos de la ciudad, que la tienen ya marcada para la juerga, pero que presenta mucha menos competencia para montar un concierto que los viernes y sábados. El pasado jueves, en realidad, los máximos rivales de Mario Vaquerizo eran Lucky Chops, banda neoyorquina de metales, también adictos a las versiones, que llenaron Joy Eslava. Hablamos de un grupo semidesconocido formado en 2015.

A pesar de tenerlo todo fácil, Ramonsters sufrieron el pinchazo de público más espectacular que yo haya visto en la historia de la sala But. Un cuarentón bien informado lo comentaba junto a la mesa de sonido: "Ayer habían vendido unas treinta entradas, hoy como mucho habrán llegado a sesenta, pon noventa exagerando", confesaba con pena. Ramonsters se estrenó por todo lo alto en Televisión Española, en el marzo de 2015, dentro del programa 'Alaska y Segura'. Desde entonces han salido en La 2, Los 40, La Vanguardia y otros medios masivos, algo fuera del alcance de la inmensa mayoría de grupos debutantes.


Tristeza en la pista

Por supuesto, había más de noventa personas en la sala, gracias a una apretada lista de invitados de al menos seis páginas. Más que ambiente de concierto, aquello parecía un afterwork, con muchos asistentes mirando sus móviles sentados, famosetes yendónse a la quinta canción y otros llegando a los bises para saludar en camerinos. Ramonsters tocaron menos de una hora, pero la sala nunca llegó a calentarse de verdad con su propuesta, más pendiente de los selfies y de los saludos.

Ramonsters sufrieron el pinchazo de público más espectacular que yo haya visto en la historia de la sala But

Foto: Vaquerizo y Alaska firmando autógrafos (EFE)

Por supuesto, la parte de arriba de But ni siquiera se abrió al público. La planta baja parecía un ensayo o una prueba de sonido donde se hubiera invitado a unas decenas de amigos. En favor de Mario Vaquerizo hay que decir que tuvo la profesionalidad de ofrecer el recital a pesar del triste resultado de taquilla. Por lo menos, no estropeó la noche a las pocas personas que habían pagado por comprobar la potencia de su nuevo proyecto, una banda tributo como tantas otras, con la diferencia de que su líder vive en un plató de televisión, ya sea como tertuliano, jurado de talent-shows o lo que surja. "Un dos tres cuatro/haz el tonto todo el rato/tres, dos, uno, cero/los de New York van al cielo", dice una de las traducciones del grupo. Seguramente podría servir también como definición del enfoque vital y artístico de Vaquerizo.


Lo más duro es que no solo naufragó en lo económico, tanto en la taquilla como en el siempre vacío puesto de merchandising. También fue un fracaso artístico, donde se salva una eficiente y contundente banda, que incluye a nombres míticos como Manolo UVI, Rafa de PPM y Enrique Bastante, de Gabinete Caligari. El sonido da la talla, no así la voz de Vaquerizo, más impersonal que la decoración de Ikea. A ratos, piensas que la noche hubiera subido de voltaje y temperatura si aquello hubiese sido un karaoke abierto a los fans.

Enfundado en una camiseta roja con la palabra "Alaska", luciendo espesa peluca de imitación a Joey Ramone, el popular personaje se atrincheró en un registro insípido que ni prendía ni hundía el cancionero ramoniano. ¿Lo mejor de la noche? 'I wanna be sedated', donde el protagonista exige su dosis de 'trankimazines' para soportar la vida moderna. También tiene su punto la adaptación que cambia 'Rockaway Beach' por Benidorm ¿Lo peor? Casi todas demás, traducciones sin chispa ni gracia que solo te contagian ganas de volverte a casa cuanto antes a escuchar a los Ramones de verdad.

Nada que decir

Ver la pista tan vacía era una desolación. Las comparaciones son odiosas, pero sirven para orientarse. La Casa Azul , grupo del productor de Fangoria, llena But dos días seguidos sin despeinarse. También la reventó en enero el grupo punk Gatillazo, que apenas sale en los medios de comunicación, a pesar del tirón popular de su cantante, Evaristo Páramos, ex de La Polla Records. Rebosante estuvo también la última vez que tocaron Chico Trujillo, unos chilenos tirando a desconocidos, que además actuaban un martes.

Ayer habían vendido unas treinta entradas, hoy como mucho habrán llegado a sesenta, pon noventa exagerando

Hablemos claro: Mario Vaquerizo nunca ha aportado nada al pop español. Las Nancys Rubias son un grupo de playback cuyo éxito radica en que Fangoria concibe los conciertos como excursiones familiares donde exigen a los promotores que contraten al grupo del marido de Alaska. Las pinchadas de Vaquerizo son más previsibles que un capítulo de "Walker Texas Ranger". Con Ramonsters, la verdad, parecía que podía remontar, ya que cualquier fiesta popular o festival de verano puede hacer un hueco a un repertorio tan querido y coreado como el de los Ramones, al que este grupo de tributo no aporta nada.

Realmente, ¿por qué es famoso Mario Vaquerizo? Ni sus libros suscitan debate, ni sus canciones arrastran al público, ni sus intervenciones en la tele aportan nada sustancial. El concierto me hizo recordar una frase de Koma, rapero de Scred Connexion, del barrio parisino marginado de Barbè. Podemos traducirla como "el sistema ama a la gente que no tiene nada que decir". La industria cultural necesita "artistas" que no digan absolutamente nada para llenar las infinitas horas de programación de los medios. Si no disponen de personajes así, corren el riesgo de que se les cuele alguien exponiendo o cuestionando algo relevante sobre la vida social del país. Mario Vaquerizo cubre a las mil maravillas esa función de "hablar sin decir nada". Quizá por eso le resulta tan sencillo salir en la tele y tan complicado vender entradas.

Lo tenía todo para ser la noche perfecta. Para empezar, la ubicación: sala But de Madrid, justo al borde de Malasaña, posiblemente el barrio más ramoniano del planeta, incluyendo el Queens y el East Village de Manhattan. No se puede pedir mejor lugar para una banda de tributo a los reyes del punk adolescente. Además era "juernes", jornada perfecta para los noctámbulos de la ciudad, que la tienen ya marcada para la juerga, pero que presenta mucha menos competencia para montar un concierto que los viernes y sábados. El pasado jueves, en realidad, los máximos rivales de Mario Vaquerizo eran Lucky Chops, banda neoyorquina de metales, también adictos a las versiones, que llenaron Joy Eslava. Hablamos de un grupo semidesconocido formado en 2015.

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