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"Almodóvar, Victoria Abril y Antonio Banderas eran asiduos a la ruta del bakalao"
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"Almodóvar, Victoria Abril y Antonio Banderas eran asiduos a la ruta del bakalao"

Tras años de estigmatización, se publica ‘¡Bacalao!’, una historia oral que reivindica el vanguardismo de las discotecas valencianas de los ochenta

Foto: Fiesta en los inicios de la ruta
Fiesta en los inicios de la ruta

España es un país muy musical, pero pocos de los géneros inventados aquí han llegado a tener eco global. Entre ellos, destacan el flamenco, el sonido de Ibiza, el electrolatino creado por Juan Magán y los experimentos sonoros de la llamada ruta del bakalao. Esta última fue la escena musical más denigrada, hasta el punto de cubrirse en las secciones de sucesos en vez de en las de cultura. Hasta ahora solo disponíamos de breve texto sobre el fénomeno: “En éxtasi: drogues, música makina i ball” (2004), ensayo escrito por el periodista Joan M. Oleaque, pero nunca traducido al castellano. Por suerte para los interesados, la editorial Contra encargó a Luis Costa el entretenido e hiperdocumentado ‘¡Bacalao! Música de baile en Valencia 1980-1995’ (Contra, 2016), que cubre con rigor una época oculta de nuestra cultura popular, a lo largo de cuatrocientas páginas de datos, anécdotas y análisis. Tras leerla, no queda duda de que Valencia fue un precedente vanguardista de la escena de las raves (fiestas electrónicas ilegales) y de la escena eléctronica, sonido dominante en todo el planeta en el cambio de siglo.

PREGUNTA. ¿Cuál es la historia que más te sorprendió a lo largo de la investigación? Me gustaría que dieras una de cada mitad en la que has dividido el libro, "Subidón" y “Bajón".

RESPUESTA. Hay unas cuantas y algunas son tronchantes, como las relatadas por Toni “el Gitano” o Nando Dixkontrol. Pero hay una de este último que viene a ser un momento culminante de la etapa de “bajón”: en una de sus visitas a la discoteca A.C.T.V., cuando entró allí “con el subidón de la llauna” y con todo el “chuflazo”, al salir en un momento dado a tomar el aire, se dio cuenta de que la sala estaba al lado de la playa y le entraron ganas de echarse un baño. Cosa que no dudó un segundo en hacer, en pleno invierno, tras lo que siguió la fiesta dentro, empapado, hasta el cierre de la sesión. Al volver a Barcelona tuvieron que ingresarlo en el hospital con una pulmonía.

Y de “subidón”, es tremenda aquella de “el Gitano” donde recuerda el día que simuló un suicidio en directo, colgándose de una soga en medio de una sesión en la discoteca Gigoló, en una especie de homenaje dramático por el suicidio de su admirado Ian . Cogió el micro y dijo, «como soy un incomprendido y vosotros sois unos garrulos, no me queda más remedio que suicidarme como Ian Curtis». Y entonces pincharon algún tema de Joy Division e hicieron el teatro, con la asistencia de su amigo y compañero en cabina, Juanito “el Torpedo”. Ese tipo de acciones se sucedían continuamente en el universo situacionista de Toni Vidal “el Gitano”, en sus largas noches al frente de Chocolate.

P. Uno de los debates del libro es si Chimo Bayo engañó a otras personas al atribuirse un porcentaje excesivo de los derechos de autor de sus éxitos. ¿Cuál es tu conclusión al respecto?

En los duros y grises noventas, muchos chavales de periferia acudirán allí más por evasión que por diversión

R. Sólo he podido conocer la versión de Germán Bou, que reclama la total autoría de varias canciones de Bayo. Pero lo cierto es que es su día hubo un juicio al respecto donde el juez resolvió otorgar los derechos de estas canciones a repartir en tres partes iguales de los royalties derivados de los mismos a Germán Bou, Chimo Bayo y Rafael García, socio de Germán Bou en los estudios Rager. Esta sentencia data del 11 de noviembre de 1999 y a día de hoy Germán Bou todavía sigue recurriéndola.

P. ¿Cree que Chimo Bayo ayudó a difundir el “sonido Valencia” o ayudó a estigmatizarlo?

R: El Sonido de Valencia es una “marca” muy concreta que surge por una broma interna del grupo Megabeat, compuesto por los DJ Fran Lenaers y Gani Manero, compañeros de cabina en esos momentos, primero en A.C.T.V y luego en Coliseo. Ellos incluyeron el reverso del maxi single 'Interfront 2' la leyenda “Sonido de Valencia”. Esta fórmula luego la aprovechó el entonces promotor Vicente Pizcueta para darle nombre a un festival de música con el mismo nombre, ese mismo año, 1991. Con el tiempo, lo de “Sonido de Valencia” quedó como referencia a la producción local de esos primeros noventa, esencialmente a la de Megabeat y sus diversos proyectos paralelos, y de Germán Bou con sus diferentes alias (Boa Club, Espiral…). Lo de Chimo Bayo es un caso aparte y no se identificar con ese sonido, por lo menos según se desprende de los testimonios que yo pude entrevistar. Bayo se considera un proyecto más cercano al entretenimiento y al mainstream que algo vinculado a la cultura de clubs local de ese momento.

P. ¿Diría que Valencia fue la zona más avanzada musicalmente en la Europa de los ochenta?

R. Sin duda. En 1980, cuando Carlos Simó toma los mandos de la cabina de Barraca, apuesta claramente por lo que él llama "música blanca", en un momento en el que lo que predomina es la música disco y el italo disco. A partir de aquí, lo que suena en Valencia es punk, post-punk, new wave, synth-pop, guitarreo o psicobilly. Arriesgan y mezclan estilos, crean algo nuevo. Barraca es más pop, mientras que Chocolate es un lugar dominado por lo siniestro y lo oscuro, hogar de los góticos, que adoran la figura de su DJ y programador de conciertos, Toni "el Gitano". Mientras Espiral, con los hermanos Serrano, se sitúa en medio, con un fresco menú musical entre el pop y cosas más experimentales. Estamos hablando de la primera mitad de los años 80. Cuando irrumpe la figura de Fran Lenaers en Spook, la escena da un salto exponencial revolucionando la técnica de pinchar, introduciendo las mezclas largas de músicas de diferentes estilos. Algo que imitarían una década más tarde los celebérrimos 2manydjs. Habrá que esperar hasta 1987, en The Haçienda, con su DJ residente Mike Pickering, para ver algo parecido, pero Valencia ya iba unos pasos por delante y tenía multitud de discotecas y pubs multiplicando el fenómeno.

P. Ibiza siempre se ha visto como un sitio cool, mientras la ruta se vendió en los medios como una escena sórdida. ¿Cree que el motivo de esta distinción es el clasismo?

Los medios cubrieron el fenómeno de la ruta de un modo sesgado y sensacionalista

R. No lo creo. Cuando los medios cubrieron el fenómeno de la ruta lo hicieron de un modo sesgado y sensacionalista, con desconocimiento de sus orígenes y dinámicas. Cuando oyen hablar de “bacalao”, palabra que surge en 1983 en el entorno de los DJs, para hablar de música de importación de calidad para pinchar, se acuña la expresión “ruta del bakalao”, entendiendo que lo de “bacalao” es por las drogas y el desfase en sus discotecas. Sin embargo, cuando llegan al lugar para filmar la historia y emitirla en prime time, aquello ya se les estaba empezando a ir de las manos. El público en ese momento está cambiando, y en los duros y grises noventas, muchos chavales de periferia acudirán allí más por evasión que por diversión. Esto es un hecho que no se puede obviar.

P. ¿Crees que ”la ruta” ya está rehabilitada o más bien en vías de rehabilitación?

R. El clubbing valenciano se recompuso muy pronto. En 1998 cerraba definitivamente sus puertas A.C.T.V, uno de los últimos bastiones de aquella escena, pero a principios de los dos mil se crea una escena completamente nueva, desvinculada ya totalmente de todo aquello, que se desarrolla en nuevos escenarios. Es el caso de Le Club, un nuevo club a manos de Vicente Pizcueta, que simboliza a la perfección los nuevos aires de la modernidad electrónica y discotequera. Y DJs como Fran Campos o Cristian Martí, o productores como Nacho Marco o Lontano, situarán a Valencia de nuevo como uno de los principales focos nacionales en asuntos de electrónica.

P. Entre las entrevistadas solo hay una mujer, que es Ana Curra. ¿Entiende que se critique el desequilibrio de género del libro?

No he conocido a una sola chica que fuera DJ en ese momento en los templos discotequeros valencianos

R. Por supuesto que lo entiendo. Además, lo comparto. Me hubiera encantado contar con más voces femeninas para relatar esta historia, pero la realidad es que hace treinta o treinta y cinco años, en ese entorno en concreto, prácticamente sólo había hombres. No he conocido a una sola chica que fuera DJ en ese momento en los templos discotequeros valencianos, y ya no digamos que fuera propietaria, promotora, disquera o gestora. Este libro fue creciendo con las propias referencias de los testimonios a terceras personas involucradas en esta historia, y a la vista está en el libro. Es realmente sencillo comprobar con la lectura que esto es así. Así las cosas, me congratula enormemente la participación de Ana Curra en el libro, cuyo testimonio, aunque breve, enriquece enormemente la lectura. Afortunadamente, esta situación ha cambiado completamente, y hoy son muchas las mujeres que son parte activa de la escena de clubs nacional, y yo sigo con toda mi atención sus proyectos y logros.

P. En el libro, una declaración de Vicente Pizcueta da a entender que el Sónar tomó el relevo de la ruta, cuando en realidad creo que quien lo tomó fue el movimiento free party (fiesta gratis) español. ¿Cómo se sitúa en este asunto?

R. Me parece un debate apasionante y clave. Estoy de acuerdo con Pizcueta, que lo que viene a decir en su intervención sobre esto, es que los DJs valencianos de mediados de los noventa, tendrían que haber mirado hacia Ibiza o Cataluña y haber asistido a las primeras ediciones del Sónar, siendo la primera de ellas en 1994. El movimiento al que haces referencia data del año 2000 y se instala en la tradición de las raves europeas clandestinas, que responden a otro concepto muy diferente al del festival catalán, que me parece igualmente válido y con el que también me alineo, por supuesto. Me refiero a las raves. Pero el Sonar busca desde sus inicios convertirse en un foco y un foro de las músicas y artes multimedia avanzadas, y hoy en día es un referente mundial en estos asuntos. Lo que Pizcueta apunta es que, viniendo como se venía en Valencia de la vanguardia cultural, y de haber habido alguna intención de seguir siendo una parte esencial de la misma, estas hubieran sido las vías para conseguirlo. Y es evidente que, lejos de seguirlas, se tomaron otros tortuosos senderos.

'Bombas', Chimo Bayo

P. En la prensa musical se suele distinguir entre el concepto de cultura (el Sónar) y la fiesta (pinchada de polígono). ¿No lo encuentra algo artificial? ¿Por qué la fiesta no puede ser cultura?

R. En efecto, así es, lamentablemente. De hecho, suele ser del underground de donde surgen las propuestas más excitantes y novedosas. En fiestas privadas, clubs marginales o en el entorno de las raves. Circuitos alternativos a los establecidos, donde se arriesga y se experimenta a todos los niveles, desde donde muy lentamente se van integrando en el circuito principal. No debería darse esta diferenciación y este trato desigual. La industria, como suele ser habitual, sigue ajena a este universo, al que sólo se acerca cuando tiene indicios suficientes de que algo vaya a generar beneficios. Y lo mismo sucede con los medios, que deberían estar más atentos a lo que se cuece en páginas como bandcamp o soundcloud, donde los artistas muestran y venden libre y directamente su obra.

P. ¿Por qué no se animó a entrevistar a camareros, porteros, “seguratas” y otra gente corriente en vez de a celebridades y críticos culturales?

R. Hubiera estado bien, y de hecho llegué a contactar a algún portero y hasta alguna go-gó y drag queen de la escena, pero por una cosa o por otra al final no pudieron o no quisieron participar. De todos modos, pienso que con los testimonios que participan, la historia se explica y se entiende perfectamente, y el relato tiene ritmo. El libro está casi en las cuatrocientas páginas, de haber tenido mayor extensión, el ritmo de su lectura igual se hubiera visto mermado. Por otro lado, no fui a buscar conscientemente celebridades, de hecho podría haberlo enfocado desde esa premisa y no fue mi intención. Lógicamente, figura gente conocida, pero no creo que Mark Burgess, de los Chameleons, Hans Diener, de The Essence o Steve Hovington, de B-Movie sean lo que entendemos por celebridades. Ni si quiera la propia Ana Curra se puede decir que lo sea, en el sentido estricto. Si me apuras, el único podría ser, en todo caso, Shaun Ryder, de los Happy Mondays, y aún y así… Es sabido que gente como Antonio Banderas, Victoria Abril o Almodóvar eran asiduos de las discotecas valencianas, pero la verdad es que no me planteé entrevistarlos. Por lo que respecta a los periodistas, todos son valencianos –excepto Fernando Fuentes, que es de la cercana a Valencia, Albacete- y vivieron en primera persona la escena. Por lo que su punto de vista analítico y crítico me resultaba ciertamente útil para armar el relato.

España es un país muy musical, pero pocos de los géneros inventados aquí han llegado a tener eco global. Entre ellos, destacan el flamenco, el sonido de Ibiza, el electrolatino creado por Juan Magán y los experimentos sonoros de la llamada ruta del bakalao. Esta última fue la escena musical más denigrada, hasta el punto de cubrirse en las secciones de sucesos en vez de en las de cultura. Hasta ahora solo disponíamos de breve texto sobre el fénomeno: “En éxtasi: drogues, música makina i ball” (2004), ensayo escrito por el periodista Joan M. Oleaque, pero nunca traducido al castellano. Por suerte para los interesados, la editorial Contra encargó a Luis Costa el entretenido e hiperdocumentado ‘¡Bacalao! Música de baile en Valencia 1980-1995’ (Contra, 2016), que cubre con rigor una época oculta de nuestra cultura popular, a lo largo de cuatrocientas páginas de datos, anécdotas y análisis. Tras leerla, no queda duda de que Valencia fue un precedente vanguardista de la escena de las raves (fiestas electrónicas ilegales) y de la escena eléctronica, sonido dominante en todo el planeta en el cambio de siglo.

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