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José Ignacio Montoto, muerte de un poeta
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el cordobés ha fallecido en sevilla de un infarto

José Ignacio Montoto, muerte de un poeta

Nos ha dejado José Ignacio Montoto Mariscal, Nacho Montoto, sin haber cumplido los treinta y ocho y a traición, poco después de la noche de Reyes

Foto: José Ignacio Montoto. Instagram
José Ignacio Montoto. Instagram

Nos ha dejado José Ignacio Montoto Mariscal (1979-2017), Nacho Montoto, sin haber cumplido los treinta y ocho y a traición, poco después de la noche de Reyes y cuando aún lo adscribíamos a la hueste de eso que se conoce como los poetas jóvenes. Nos ha dejado Nacho en pleno salto a su madurez creativa, a punto de entregarnos lo mejor de sí, apenas tres años más tarde de la conquista del Premio Andalucía Joven de Poesía y para colmo con un hijo huérfano, él, que a su vez había sido huérfano de madre.

Nacho Montoto era un andaluz de amplio espectro, un cordobés criado en Cádiz y residente en Sevilla, descendiente de una estirpe de periodistas andaluces, los Montoto, un entusiasta de la actualidad política, poética y aún futbolística, y por eso sus colaboraciones en Diario Córdoba, sus reseñas y críticas en Cuadernos del Sur y su defensa del perfecto maridaje entre literatura y fútbol: “La pesca perfecta. / Llamemos gol a ese pez”.

Como director de Cosmopoética se mostró generoso y atento a la pluralidad, impidió que el festival se convirtiera en el feudo de unas poéticas

Parecía difícil no tropezarse con él en las grandes citas de la agenda cordobesa de la última década cuanto menos, pues en su labor de gestor cultural se le vio en todos los berenjenales, repartió tanto juego como su admirado Cholo Simeone en sus años de canchero e incentivó a tantos poetas aún más jóvenes, que uno pierde la cuenta de las antologías en las que participara y de las que dirigiera. Futbolero irredento, atlético hasta la médula, estaba comprometido con la tesis de que la esencia del balompié no era la épica sino la lírica. Gustaba del fútbol de alta escuela y se desempeñó siempre de mediocentro en la poesía andaluza, hasta que, partido a partido, luego de tantos esfuerzos en favor de la creación propia y ajena, la ciudad puso en sus manos la dirección de su gran fiesta anual de la poesía: 'Cosmopoética, poetas del Mundo en Córdoba'. También en estas responsabilidades se mostró generoso y atento a la pluralidad, impidió que el festival se convirtiera en el feudo de unas poéticas en detrimento de otras y, como anfitrión impecable, se multiplicó para propiciar al menos un momento de complicidad con todos y cada uno de sus invitados.

Su poesía, elegante y seductora como él, gustosa de la sentencia breve y el guiño, aún mezclaba en sus inicios poemas confesionales y autorreferenciales con otros en los que se enfrentaba a las grandes preguntas con la humildad de quien comienza a asomarse a los abismos, como en 'Mi memoria es un tobogán / Espacios insostenibles' (Cangrejo Pistolero Ediciones, 2008): “Los ojos: diamantes. / Mentira: sermón en la montaña. / Mis ojos: túneles de viento. / Las bocas: agujeros negros”. Pero ya en 2013 había experimentado un salto cualitativo con 'Tras la luz' (La Garúa), organizado a partir de los fenómenos físicos de la refracción, la propagación, la interferencia y la reflexión, en un golpe de mano por el que su poética ganaba altura al adoptar la mesura del haiku, aunque no su medida: “El rincón oscuro al que nos castiga la muerte / Es una boca de granito que se cierra / ante nosotros”.

En 'La cuerda rota' la búsqueda del verso bien destilado se alejaba de las formas breves precedentes en un tour de force sobre la identidad

A éste le siguió el poemario que le valdría el Andalucía Joven de Poesía, 'La cuerda rota' (Renacimiento, 2014), para mí su mayor logro y la confirmación de aquel nuevo y próspero rumbo poético. Allí la búsqueda del verso bien destilado se alejaba de las formas breves de su obra precedente y se congraciaba con el versículo, en un tour de force sobre la identidad (“Rasgar el azogue del espejo para convertirlo en simple cristal / Transparente. El miedo a reconocerse”) en que Nacho adoptaba un rotundo yo femenino, perfectamente verosímil, homenaje a la mujer, acto de justicia en tono bíblico y simbolista: “Nuestra femineidad nos delata. / Un racimo de mujeres griegas esculpió poemas en las rocas, eran las ninfas de la orografía. / Una noche en París es un mes en cualquier otra ciudad. / La bandera de la Revolución fue cosida con una aguja sin ojo, frisaba su tela al aire porque sabía que su origen nos correspondía”.

Y, finalmente -qué difícil me resulta escribir esta fórmula-, el largo poema 'Estamos todos. Aquí no hay nadie' (Renacimiento / Los cuatro vientos, 2015), aún más depurado que sus anteriores trabajos, aunque probablemente no constituirá su canto de cisne, porque son varios los amigos que me han dado noticia de un poemario inédito sobre el que ya nunca tendremos ocasión de debatir, pues Nacho solía compartir sus libros conmigo y con otros colegas antes de darlos a la imprenta. Sin embargo la cuerda se rompió la noche del 8 de enero, en pleno ascenso. Nos arrebató al amigo, al poeta que era y al que iba a llegar a ser, todo en un sólo golpe de mano. La mayor ironía es que unas horas antes se había despedido de nosotros con este aforismo publicado en su instagram: “Estamos vivos porque nos duele el corazón".

Que la tierra te sea leve, ya para siempre joven.

Nos ha dejado José Ignacio Montoto Mariscal (1979-2017), Nacho Montoto, sin haber cumplido los treinta y ocho y a traición, poco después de la noche de Reyes y cuando aún lo adscribíamos a la hueste de eso que se conoce como los poetas jóvenes. Nos ha dejado Nacho en pleno salto a su madurez creativa, a punto de entregarnos lo mejor de sí, apenas tres años más tarde de la conquista del Premio Andalucía Joven de Poesía y para colmo con un hijo huérfano, él, que a su vez había sido huérfano de madre.

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