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'Inocentes', cuando la barbarie del Ejército Rojo llegó a un pequeño convento polaco
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se estrena este viernes

'Inocentes', cuando la barbarie del Ejército Rojo llegó a un pequeño convento polaco

En la Polonia asediada por la Segunda Guerra Mundial, una joven médico debe ayudar a parir a un grupo de monjas violadas por soldados soviéticos

Foto: Fotograma de 'Inocentes'
Fotograma de 'Inocentes'

Es curioso como 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, tras cientos de películas ambientadas entre 1939 y 1945, el público conoce al dedillo los temblores de Hitler, la cojera de Goebbels, la cobardía de Himmler. Hemos paseado por los pasillos de los barracones de Auschwitz en 'Noche y niebla' (Resnais, 1955), hemos reconstruido las calles del Gueto de Varsovia con 'El pianista' (Polanski, 2002) y acompañado al ejército nazi en la caída de Berlín en 'El hundimiento' (Hirschbiegel, 2004). La 'cinegenia' de la cruz gamada. La aplastante supremacía de la iconografía nazi, que sigue tan vigente hoy que son pocas películas -como 'Katyn', de Andrej Wajda- que han mirado hacia el frente del Este y han abordado las atrocidades que cometió el Ejército Rojo cuando el Tercer Reich ya se había replegado y la población civil de muchos de los territorios ocupados respiraban -ingenuamente- aliviados.

Y es hasta la Polonia recién liberada por unos y recién reocupada por otros donde se ha trasladado la directora francesa Anne Fontaine -'Primavera en Normandía' (2014) y 'Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel' (2009), entre otras- para construir 'Inocentes', su última película, proyectada en la pasada Sección Oficial de la 61 edición de la Semana Internacional del Cine de Valladolid (Seminci) y que se estrena hoy en nuestro país. Un relato sobre el poder femenino, los extremos de la fe y las ideologías y la capacidad de reparación basado en un hecho real: la aparición en un convento cercano a Varsovia de un grupo de monjas embarazadas, víctimas de las violaciones de los soldados del ejército soviético.

Tráiler de 'Inocentes'

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en el invierno de 1945, la joven Mathilde Beaulieu (Lou de Laâge) trabaja como médico en la Cruz Roja francesa, cuando un día recibe la visita de una joven monja polaca que le suplica que la acompañe al convento. Allí, Mathilde se encontrará con varias monjas embarazadas a las que tendrá que ayudar a escondidas a dar a luz tras haber sido violadas por soldados del Ejército Rojo. "La historia llegó a mí a través de dos productores franceses que conocieron al sobrino de esta joven doctora, que tenía la idea de hacer una película sobre su tía y guardaba el cuaderno de bitácora que contaba este encuentro", revela Fontaine. "El documento era muy lacónico, con muy pocos detalles, así que a partir de ahí tuvimos que construir el resto de la historia y encontrar una verdad en algo imaginado".

El sobrino de Mathilde tenía la idea de hacer una película sobre su tía y guardaba el cuaderno de bitácora que contaba este encuentro

A Fontaine no le interesaba hacer una película exclusivamente "sobre la destrucción y el infierno", sino dejar una puerta a la "posibilidad de reparación", a la "esperanza", por lo que ha mezclado "la realidad de dos verdades históricas en dos conventos diferentes" a partir del testimonio de la médico francesa. La dramática historia de un colectivo que fue víctima por partida triple: primero por ser polacas, segundo por ser religiosas y, tercero y sobre todo, por ser mujeres. "Después de consagrar su vida a la fe, se encontraron solas frente a la nada".

"Las atrocidades soviéticas han sido un poco soterradas por las aberraciones del nazismo. Incluso en un principio tuve que ir a hacer investigaciones históricas a Polonia para asegurarme de que este caso había ocurrido realmente. Tuve que ir a varios puntos del país y descubrí que hubo muchas situaciones similares. Al final de la guerra, a los soviéticos casi se les animaba a la violación para recompensarlos por los esfuerzos de la guerra. Pero no sólo a ellos, sino también a los alemanes. No he querido hacer anticomunismo a nivel primario, porque obviamente no todos los comunistas eran violadores. Y es que este problema es algo que se ha normalizado totalmente, algo contemporáneo que sigue ocurriendo ahora en los conflictos de África y en los países fundamentalistas: la violación de las mujeres como arma de guerra".

El problema es que se ha normalizado totalmente y es algo contemporáneo que sigue ocurriendo ahora [...]: la violación de las mujeres como arma de guerra

En 'Las inocentes', Fontaine hace converger dos "mundos estancos" a priori muy alejados: el mundo pragmático y liberal de una médico -un papel inhabitual para una mujer de la época- de familia comunista y el aislamiento, la espiritualidad y el conservadurismo de un convento de religiosas polacas. "Éste es el encuentro entre dos mujeres bastante revolucionarias con respecto a la sociedad y a la costumbre", Mathilde por un lado, "que desobedece a la jerarquía militar", y Sor María (Agata Buzek), "que se rebela contra la jerarquía del convento" para pedir ayuda. La directora reivindica que "es una historia sobre la valentía de los personajes, sobre la desobediencia positiva y la capacidad de inventar una tercera vía que no puede existir si sólo se obedece a una situación regulada por el conformismo".

Dos mundos muy diferentes, que al final se verán unidos por una crisis de fe. Por un lado, algunas de las religiosas empiezan a cuestionar los designios de Dios al haber permitido las violaciones y, por otro, Mathilde sufre una "crisis ideológica respecto al comunismo", ya que sus creencias chocan "frente a las hermanas que han sufrido la violencia de los soviéticos". "Porque la fe es algo que no pertenece exclusivamente al mundo religioso. Al final es la fe en la vida la que guía a todos los personajes de 'Inocentes'", explica Fontaine.

La francesa aborda, sin una visión moralizante, las diferentes reacciones a la maternidad que experimentan cada una de las religiosas embarazada

La francesa también aborda, sin una visión moralizante, las diferentes reacciones a la maternidad que experimentan cada una de las religiosas embarazadas. "Aunque haya una monja que abandone a su hijo, ella tendrá sus razones, su manera de vivirlo. Y en la película se expresan varios puntos de vista al respecto: que nada te obliga a ser madre, que puedes ser religiosa y ser madre y que también puedes no querer asumir en absoluto esta situación. Lo que ocurre en todas las mujeres, no sólo en las religiosas, para las que evidentemente el debate interno es mucho más violento. Y es un debate que se puede extender a mujeres violadas y a mujeres en general", reflexiona Fontaine.

Ante todo, la realizadora francesa ha evitado "ser maniquea" y "no tratar a los personajes de forma unidimensional". "Por ejemplo el personaje de la Madre Superiora [interpretada por Agata Kulesza, quien consiguió reconocimiento internacional gracias a 'Ida' (2013], tiene actos reprobables. Se podría pensar únicamente que es un monstruo, pero he intentado incluir las razones que le hacen comportarse de esa manera". Porque hay que saber que también hubo casos entonces de "mujeres violadas a las que después mataron y sometieron al escarnio público". "Por soledad toma la decisión incorrecta y en nombre del bien hace el mal, mientras que las violaciones de los soviéticos son puro salvajismo".

En su documentación para la película y en su búsqueda del verismo, Fontaine visitó "varios conventos para ver desde el interior cómo era la vida, la sensibilidad y el ritmo adecuado para dar vida -alejándose de los clichés- a esas personas que han decidido vivir en comunidad de acuerdo con una especie de trascendencia". "Emociona la dimensión espiritual de esas mujeres, su fuerza y su sobriedad".

Visité varios conventos para ver desde el interior cómo era la vida, la sensibilidad y el ritmo adecuado de esas personas que han decidido vivir en comunidad de acuerdo con una especie de trascendencia

También, para transmitir la particular relación de las hermanas con su propio cuerpo, la directora se obligó "a rodar con pudor". "Quería que los partos fueran casi reales, en la manera en la que están retratados, sin casi montaje, sin buscar algo fabricado, ya sea por la luz o por la posición de cámara. Por otro lado, siempre he tenido mucho cuidado con el trabajo pictórico, estilístico, sobre los rostros. Porque el rostro es una gran responsabilidad, sobre todo cuando al ser monjas sólo les ves la cara. Hay muchos primeros planos y necesitas que esos rostros, que son como pantallas, tengan una gran fuerza de interpretación indiscutible. Hubo un estudio previo bastante profundo sobre la pintura -también las pinturas de guerra- y trabajamos la luz con referencias de Georges de La Tour, con una iluminación muy artesanal".

Unos rostros que también han servido de guía a Fontaine para la dirección de actores ya que la película se rodó un 70% en francés y un 30% en polaco, un idioma ajeno a la directora. "Yo ya había rodado en inglés con Naomi Watts en 'Dos madres perfectas' (2013), pero sí que hablo un poco de inglés. En este caso ha sido más complicado, porque Agata Buzek no hablaba casi francés al principio -estudió mucho para el papel-, y la Madre Superiora ni siquiera hablaba un poquito de inglés. Yo no entendía lo que decían, ni lo que ocurría, pero me fijaba en los rostros. En el rodaje sólo éramos tres francesas. Casi todo el equipo era polaco. Y aunque son muy buenos técnicamente, todo fue realmente complicado".

Es curioso como 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, tras cientos de películas ambientadas entre 1939 y 1945, el público conoce al dedillo los temblores de Hitler, la cojera de Goebbels, la cobardía de Himmler. Hemos paseado por los pasillos de los barracones de Auschwitz en 'Noche y niebla' (Resnais, 1955), hemos reconstruido las calles del Gueto de Varsovia con 'El pianista' (Polanski, 2002) y acompañado al ejército nazi en la caída de Berlín en 'El hundimiento' (Hirschbiegel, 2004). La 'cinegenia' de la cruz gamada. La aplastante supremacía de la iconografía nazi, que sigue tan vigente hoy que son pocas películas -como 'Katyn', de Andrej Wajda- que han mirado hacia el frente del Este y han abordado las atrocidades que cometió el Ejército Rojo cuando el Tercer Reich ya se había replegado y la población civil de muchos de los territorios ocupados respiraban -ingenuamente- aliviados.

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