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Cómo Antonio López 'okupó' un despacho y redescubrió la Gran Vía
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Cómo Antonio López 'okupó' un despacho y redescubrió la Gran Vía

El vuelo perfecto. Eso buscaba Antonio López para su nueva serie sobre la Gran Vía. Lo encontró en el despacho de Gonzalo Jiménez-Blanco, que desde 2007 se ha convertido en su estudio

Foto: Gonzalo Jiménez-Blanco y Antonio López
Gonzalo Jiménez-Blanco y Antonio López

"Una madrugada del verano del año 1974, con la primera luz del día, empecé mi primera pintura sobre la Gran Vía de Madrid. Me situé en la isleta peatonal, en su comienzo en la calle de Alcalá. Para pintar era un lugar pequeño, difícil, rodeado de coches y de gente que pasaba continuamente. Pero desde allí, exactamente desde allí, se veía nacer la Gran Vía. Ligeramente curvada, ligeramente cuesta arriba; enigmática y prodigiosa como la nave de una catedral, avanzaba en su primer tramo hacia el edificio de Telefónica".

Antonio López es la Gran Vía. Es el pintor de la Gran Vía. Al tomellosero le gusta pintar rodeado. Y hablando. No le va la soledad... Porque Antonio López no es solo el pintor parsimonioso, es también el pintor conversador e incluso el pintor 'okupa'. Con su plancha de contrachapado de un centímetro de grosor, su caballete y sus pinceles ocupó durante muchos amaneceres la mediana del primer tramo de la calle hasta que dio por terminada, siete años después, su primera obra sobre la céntrica calle madrileña. No sería la única vez. Desde entonces, tanto a finales de los setenta y principios de los ochenta como ya en este siglo XXI, el pintor ha tomado esquinas, balcones, terrazas e incluso un despacho de abogados para seguir inmortalizando en todos sus tramos y a diferentes horas a esa calle que, como le dijo su amigo Enrique Gran en su primera visita al amanecer, "es real como una enfermedad".

placeholder 'Gran Vía, 1 de agosto, 7:30', Antonio López (Colección del artista)
'Gran Vía, 1 de agosto, 7:30', Antonio López (Colección del artista)

"No consigo saber por qué elegí para pintar un lugar de Madrid tan céntrico, tan ornamentado, con un carácter tan alejado de mis trabajos sobre la ciudad", asegura el pintor. A pesar de sus dudas con este primer cuadro, que terminó en 1981, la Gran Vía se ha convertido en un tema en sí mismo en su obra. Tanto es así que en 2007 localizó una nueva perspectiva. Un ángulo desde el que capturar el vuelo de la calle. Tenía claro que quería comenzar el 1 de agosto y la ventana de un edificio de la calle de Alcalá, 44 desde donde arrancaría la aventura, pero no conocía a nadie allí.

No era la primera vez que buscaba la perspectiva ideal. Lo mismo hizo en 1974 aunque en plena calle o para pintar 'La terraza de Lucio'. "Localicé el lugar y necesitaba entrar. Un amigo que trabajaba en Caja Madrid me dijo que conocía a un abogado que trabajaba en ese edificio. Así llamé a Gonzalo Jiménez-Blanco, le pedí que me recibiera y le dije que quería pintar desde allí. Fue muy generoso", cuenta a El Confidencial sobre esta nueva 'ocupación'.

No consigo saber por qué elegí para pintar un lugar de Madrid tan céntrico, tan ornamentado, con un carácter tan alejado de mis trabajos sobre la ciudad

Jiménez-Blanco le abrió Ashurt y su propio despacho. "Era junio y el calor del verano se notaba en la luz de 'su' Gran Vía. Antonio se quedó extasiado con las vistas de nuestras ventanas. Le parecieron 'un descubrimiento'. Nos contó que quería hacer 'un vuelo', empezando con la primera luz de la mañana en nuestro despacho hasta llegar a la Plaza de España: su idea era hacer seis cuadros en puntos estratégicos a lo largo del recorrido. Después de tomar bastantes fotografías nos dijo que quería venir al despacho de vez en cuando a pintar", recuerda el abogado. Aunque fue tras su sí cuando realmente se dio cuenta de que la relación con López iba a ser larga habida cuenta de su perfeccionismo.

placeholder 'Gran Vía, 1974-1981', Antonio López (Colección privada)
'Gran Vía, 1974-1981', Antonio López (Colección privada)

"Desde una de las ventanas de su despacho se veía el comienzo de la Gran Vía desde la altura y el ángulo exacto. Esta primera pintura es la única terminada hasta ahora [de la serie que inició la década pasada]. Después, desde esa misma ventana, he comenzado varios cuadros, siempre sobre ese nacimiento de la Gran Vía, a distintas horas y a distintas escalas", añade López. Y Cristina Calvo, partner del despacho, confirma que hace poco recibó una llamada de López para preguntarle "en un tono muy serio y hasta preocupado" si podía seguir yendo "unos años más" a pintar desde allí. Porque, agrega el pintor, el despacho de este abogado al que asaltó y que se ha convertido en su amigo, es "una prolongación del estudio". En él, apostado junto a la ventana con su termo de té verde, ha terminado 'Gran Vía, 1 de agosto, 7:30' e iniciado otros lienzos. "Allí donde se pinta siempre es tu estudio. Es un engorro pero es precioso poder tener ese contacto con el mundo y las personas", añade.

Esa relación entre López y Jiménez-Blanco se ha materializado en un libro, editado por la Fundación Endesa y el Museo Thyssen, que ayer se presentó en el museo madrileño. 'Conversaciones con Antonio López' recoge cinco charlas que condensan las que ambos han mantenido durante estos casi 10 años y en las que el pintor habla de sus padres, de la guerra, de Tomelloso, de su tío Antonio, sus primeros pasos en Madrid, sus nietos, literatura, arte.... La peculiaridad de estos encuentros es la naturalidad porque, como explica Jiménez-Blanco en este libro con el que, tras conocer su enfermedad neurológica, ha querido compartir esos momentos de intimidad con el artista, "a Antonio López le gusta el contacto humano, la conversación. Le gusta hablar mientras pinta, contar lo que siente, cómo ve evolucionar su cuadro... Cuando no venía con María [su mujer], a veces llamaba a alguien del despacho para que le acompañase mientras pintaba. No le gusta estar solo".

Guillermo Solana, director del Thyssen, destacó ayer "el valor singular" de esta nueva 'gran vía' pintada desde la ventana del despacho de abogados Ashurt. "Es una obra central y un retorno sobre una obra icónica" como es su primera 'gran vía' pero introduciendo "esa nueva perspectiva curvilínea, tan poco familiar para el realismo". María Dolores Jiménez-Blanco, hermana de Gonzalo, profesora y especialista en Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, subrayó por su parte que "la mirada de Antonio es un rayo X que disecciona las historias previas y casi prevé lo que puede pasar. Su pintura tiene que ver con el pasado y el futuro" y Borja Prado, presidente de Endesa, alabó la naturalidad y cercanía de esa relación de amistad que queda patente en este libro.

"Los artistas hablamos demasiado. Debemos callarnos más. Este libro es un descanso por eso, porque entra de forma muy candorosa", añadió López durante la presentación. Aunque lo deja más claro en el texto: "A veces tengo dudas de si es bueno que un pintor hable en público. Los que aceptamos esas propuestas es que algo nos gusta pasar por aquí. Es incómodo, es muy irracional, porque expresar cosas que son tan interiores, que son cambiantes como es el trabajo del arte, de la pintura en ese momento, es un contrasentido. [...] Por otro lado, a mí me parece una maravilla estar con la gente. La pintura es un trabajo en general muy solitario, estamos más solos que la una todo el día allí en una habitación trabajando, y a mí me gusta estar con la gente. Pero a lo que pueda hablar el pintor de pintura no hay que hacerle mucho caso, no miente como el político, pero nos podemos equivocar, podemos deslizarnos por unos espacios que, en fin, nos pueden llevar a error...". Porque aunque Antonio López confiese que los artistas "pintamos lo que no se puede explicar con palabras", las suyas en este libro descubren la cara nada solitaria y más personal del inquilino más artístico de la Gran Vía.

"Una madrugada del verano del año 1974, con la primera luz del día, empecé mi primera pintura sobre la Gran Vía de Madrid. Me situé en la isleta peatonal, en su comienzo en la calle de Alcalá. Para pintar era un lugar pequeño, difícil, rodeado de coches y de gente que pasaba continuamente. Pero desde allí, exactamente desde allí, se veía nacer la Gran Vía. Ligeramente curvada, ligeramente cuesta arriba; enigmática y prodigiosa como la nave de una catedral, avanzaba en su primer tramo hacia el edificio de Telefónica".

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