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Ramón Casas, el retratista burgués de la Barcelona en llamas
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150 aniversario de su nacimiento

Ramón Casas, el retratista burgués de la Barcelona en llamas

Al pintor del Modernismo la etiqueta le queda corta: su trayectoria está a la altura de muchos genios europeos de finales del XIX y principios del XX, cuando las vanguardias le superaron

Foto: 'La carga' - Ramón Casas,
'La carga' - Ramón Casas,

En 2012 se celebró el año Salvador Espriu y era imposible liberarse de su nada sutil repercusión en los medios públicos catalanes, empeñados en repetir día y noche frases del poeta hasta desear que concluyeran los faustos. En este 2016 que va cerrando sus puertas se ha conmemorado el 150 aniversario del nacimiento del pintor Ramón Casas y pese a las ocho muestras presentadas entre Barcelona, Sitges, L’Espluga de Francolí y el Vendrell quien escribe nunca tuvo la sensación que la figura de este hijo de la burguesía local empapara el ambiente, ni mucho menos.

Foto: Picasso Románico

Ello puede deberse a la diversificación de las exposiciones, bien distribuidas en lugares emblemáticos como el Cercle del Liceu, centros estatales como el MNAC o domicilios singulares como la Casa Rocamora, pero también a la significación del artista, capaz de simbolizar como nadie a su clase social en un momento de ascenso mientras se desmarcaba de la misma con actitudes y obras muy conscientes de la necesidad de traspasar fronteras y no quedarse en la placidez del terruño natal.

A veces definir a Casas como el pintor del Modernismo me parece una etiqueta demasiado simplificadora, al acotar demasiado una trayectoria excelsa a la altura de muchos genios europeos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando las vanguardias le superaron mientras, enamorado de la lotera Julia Peraire contra el criterio de su clan, iba diluyéndose su esplendor pasado, casi como si su gloria fuera un lejano eco de otra época ya muy lejana.

Nacer en núcleo privilegiado y tener la determinación de la diferencia le permitió estudiar en París con apenas quince años. Quizá de esa primera visita a la capital francesa surgió su talento heterodoxo que tanto servía para autorretratarse vestido de flamenco como para plasmar las influencias de maestros reconocidos por aquel entonces como Carolus Duran.

Quien desee captar la magnitud de Casas deberá acudir sin falta al Museu Maricel de Sitges, donde se exponen más de ciento setenta obras del pintor y sus alrededores en la exposición La modernidad anhelada, que a lo largo de 2017 viajará a Madrid y Palma de Mallorca. La primera sala del evento refleja esa apuesta por construir una identidad artística de personalidad propia que cuajará con una primera madurez donde es inevitable asociarlo con su compinche Santiago Rusiñol, desde sus viajes en carro por Cataluña hasta su experiencia compartida en el legendario Moulin de la Galette de la ciudad de la luz.

Ejecuciones, huelgas, procesiones

Tras esta experiencia Casas volvió a Barcelona con una intuición que, en cierto sentido, lo equipara a Manet por su aspiración de reflejar la modernidad desde todos sus ámbitos, entre los que se incluía la poética de la multitud para mimetizarse con el trajín de la capital catalana entregada a un crecimiento desmedido y a la esquizofrenia del Modernismo burgués como reivindicación de un Renacimiento y la conflictividad social expresada en la eclosión anarquista. Casas retrata ejecuciones, cargas policiales durante huelgas, procesiones religiosas y con sus lienzos se convierte en el cronista del presente para brindar sus documentos al futuro hasta convertirlos en sinónimo de un tiempo y una época desde una mirada crítica que puede leerse muy bien entrelíneas.

Tras este segundo tramo la exposición de Sitges, localidad marítima en que Rusiñol organizó sus míticas fiestas modernistas, ingresamos en otro destinado a versar la multiplicidad de reclamos que estimulaban la mente del protagonista, fascinado por los ambientes populares y sustraerse a una referencialidad catalana sin más hasta el punto, algo normal durante el fin de siglo, de aficionarse a los toros para inmortalizarlos con ojo más que atento al no centrarse sólo en la corrida y fijarse en lo que rodeaba la fiesta, y lo mismo aplicó con los bailes populares, donde su pincelada rebasaba los límites entre la baja y la alta cultura para crear relatos en que cada personaje o situación cobran entidad propia.

Un adolescente Picasso fue el autor de algunos de los menús de la cervecería donde se intuía la modernidad de los parroquianos

La cuarta sección esta dedicada a la pulsión bohemia de Casas, sintetizada en Els Quatre Gats, local que pese a estar abierto sólo seis años, entre 1897 y 1903, refleja con estrépito el espíritu de su grupo. La Casa Martí de Josep Puig i Cadafalch acogió las andanzas de una serie irrepetible de artistas empeñados en recrear en Barcelona Le Chat Noir de París y europeizar el ambiente de la ciudad. Entre esos muros ahora repletos de turistas engañados, pues el interior del local se rehizo a finales de los años setenta de la pasada centuria, estalló una pequeña revolución cultural con exposiciones temporales, tertulias desenfrenadas, encuentros entre consolidados, representaciones de sombras chinas, teatros de marionetas y encuentros entre la generación que iba consolidándose con la venidera encabezada por un adolescente inquieto llamado Pablo Ruiz Picasso, autor de algunos de los menús de la cervecería donde se intuía la modernidad de los parroquianos con el famoso tándem ciclista de Pere Romeu, su propietario, con el inevitable Casas, quien a veces se cansaba de tanto bullicio, caminaba por el portal de l’Àngel y recalaba en plaça Catalunya para dar con un ambiente más aristocrático en la Maison Dorée, uno de los restaurantes in de aquella Barcelona dual, como ahora, como siempre.


El quinto y último apartado de la muestra versa precisamente sobre su faceta más burguesa, en la que sobresale al ser inimitable en los retratos de su clase social. Sus mujeres, que ahora sin que algunos lo sepan atiborran las redes sociales, son una prueba de jerarquía detectable en gestos, atuendos y miradas, aunque asimismo pueden albergar tanto el sopor del confort como la alegría eufórica de ese instante histórico tan notable en sus carteles para infinitud de marcas comerciales, actividad que compaginó con su maestría en elaborar retratos a carboncillo de toda la flor y nata que visitaba su centro de operaciones, de Miguel de Unamuno a Joan Maragall, de Pau Casals a Benito Pérez Galdós.

Si de Sitges saltamos a Barcelona tenemos dos opciones más de conocer a esta figura tan ninguneada hasta 2016. Lo comprobarán si rebuscan entre las fuentes bibliográficas y comprueben con estupor que es imposible adquirir una biografía en condiciones de semejante portento, algo intolerable que se ha remediado sólo en parte con los catálogos del alud de muestras.

La penúltima barcelonesa es la de la Galería Gothsland, que insiste desde el título en la mirada moderna del autor. 'La cochera' es el lienzo estrella del conjunto, que con más de cuarenta obras, alguna de ellas inéditas, recorre todas las facetas de Casas entre su abanico femenino entre carteles, chulas y manolas, la retratística y el gusto por el viaje rural y urbano por París, Tamarit y Cadaqués.

La última es algo más que una compilación de cuadros. Desde hace unos años el proyecto Casas Singulares permite visitar el interior de domicilios antes inaccesibles para el público, entre ellas la Casa Rocamora, un palacete isabelino de la calle Ballester en el que residió desde 1935 el mecenas y coleccionista Manuel Rocamora, quien alejado de las convenciones mantuvo una prolija amistad con Ramón Casas basada en una admiración mutua. El visitante que elija acercarse al barrio del Putxet, encontrará, además de un jardín maravilloso y unas habitaciones que quitan el hipo, retratos de ambas familias ubicados en un marco excepcional que propicia comprender el marco en que vivieron ambos iconoclastas.

El protagonista del artículo tuvo durante más de un decenio su residencia en la Casa Casas de passeig de Gràcia, justo al lado de la Pedrera, donde solía reunirse con Santiago Rusiñol. Hasta hace bien poco sus habitaciones estaban ocupadas por la emblemática Vinçon, desplazada por una marca de ropa que ha iluminado más las estancias. Si lo desean este puede ser el último punto del viaje, un paseo entre ropa relegada a un segundo plano por la belleza de chimeneas, escaleras y otros aderezos que contemplaron el proceso creativo de un pintor con el que no basta una conmemoración de 365 días.

Ramón Casas: la modernitat anhelada podría visitarse en el Palau Maricel de Sitges hasta el 19 de febrero de 2017. Se trasladará al CaixaForum de Madrid del 11 de marzo al 11 de junio 2017 y al CaixaForum de Palma de Mallorca del 5 de julio al 22 de octubre de 2017.

Ramón Casas: La mirada moderna permanecerá en la Galería Gothsland del carrer Consell de Cent 331 de Barcelona hasta el 5 de enero de 2017.

Ramón Casas en familia permanecerá en la Casa Rocamora del carrer Ballester 12 hasta el 28 de diciembre de 2016. Las visitas son concertadas.

En 2012 se celebró el año Salvador Espriu y era imposible liberarse de su nada sutil repercusión en los medios públicos catalanes, empeñados en repetir día y noche frases del poeta hasta desear que concluyeran los faustos. En este 2016 que va cerrando sus puertas se ha conmemorado el 150 aniversario del nacimiento del pintor Ramón Casas y pese a las ocho muestras presentadas entre Barcelona, Sitges, L’Espluga de Francolí y el Vendrell quien escribe nunca tuvo la sensación que la figura de este hijo de la burguesía local empapara el ambiente, ni mucho menos.

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