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Ajedrez y vanguardias artísticas, la fascinante partida que nunca termina
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exposición en la fundación miró

Ajedrez y vanguardias artísticas, la fascinante partida que nunca termina

Arranca en Barcelona 'Fin de partida', una muestra sobre la apasionante relación entre el juego y movimientos como el surrealismo o el cubismo

Foto: Marcel Duchamp y Man Ray en 'Entr'acte' de René Clair, 1924
Marcel Duchamp y Man Ray en 'Entr'acte' de René Clair, 1924

Marcel Duchamp y Man Ray están concentradísimos, tanto que la seriedad de su rictus los enajena de la realidad. Si es 1924 esto es París y el par de artistas juegan una partida de ajedrez en la azotea de una casa cualquiera, lo normal, observar las piezas, concentrarse y que un manguerazo elimine a los contendientes mientras el tablero flota y la película 'Entr’acte' de René Clair vira hacia una conclusión donde los asistentes del funeral comen el pan de los carros fúnebres y saltan dichosos para acompañar a un muerto.

Foto: Juan Gris - 'Naturaleza muerta frente a ventana abierta'

Las vanguardias, huelga decirlo tras esta introducción, revolucionaron el campo de visión. Cuando una época aterriza y lo hace desde premisas rompedoras, lo normal es reconfigurar la velocidad, medir las premisas, presentarlas a un público reducido, apostar todo al negro y afirmar que otro arte es posible, pero para que esto suceda debe respetarse el pasado, interpretarlo y con sus aprendizajes plantear el futuro. Marcel Duchamp fue tan atípico que, como James Joyce y Enrique Vila-Matas, supo escapar de los focos para privilegiar su arte en la intimidad. En cualquier caso lo mejor es irse, pero es mejor hacerlo si dedicas tu tiempo a una afición y la suya fue el tablero de sesenta y cuatro escaques y treinta y dos piezas.

El coruñés Manuel Segade propuso a la Fundació Miro la muestra 'Fin de partida', una exposición complicada de montar porque su mismo punto de partida genera un torrente de ideas fascinante. El ajedrez es el orden, la matemática y la precisión. Esta trilogía desmentiría el mito de las vanguardias como una revolución transgresora. Una de las grandes desgracias de la historia cultural es la barbaridad de tópicos que siegan la comprensión de su camino. Si el principio del siglo XX realizó un giro copernicano con su legado anterior fue, entre otras cosas, porque lo comprendió y supo darle la vuelta desde la minuciosidad del análisis para avanzar, cruzar la frontera e inventar novedad.

Prejuicios y spoilers

Otro prejuicio de hoy en día es el spoiler. La gente pide no desvelar la trama porque ha olvidado que lo más importante es su avance, no el inicio o la conclusión. Con el ajedrez Duchamp comprendió que la belleza del relato estribaba en los movimientos que lo estructuraban. El resto, mover ficha o matar a la reina, son excusas para desarrollar una estratagema, pensar y asesinar a ese adversario llamado aburrimiento sabiendo que menos es más.

Con el ajedrez Duchamp comprendió que la belleza del relato estribaba en los movimientos. El resto, mover ficha o matar a la reina, son excusas

Por eso en 1910 Duchamp abre una veda al representar a sus ilustres hermanos. Jacques Villon y Raymond Duchamp-Villon, ensimismados a la espera de dar con el jaque mate. El fondo del lienzo es verde de campo e intrascendencia. Al lado del clan fraternal dos mujeres se distraen y el fondo monocromo refuerza una idea de cotidianidad nada banal. Los segundos transcurren inmersos en un pensamiento y de repente la insustancialidad de la semana cobra otra dimensión, la propia de un de un siglo donde la épica abandonó el desván para penetrar en el día a día con mucha soltura, y en ese sentido el ajedrez es un aderezo que puede parecer inocuo sin serlo, basta caminar por la calle, observar los escaparates y darse cuenta que en un paseo vemos mil réplicas del juego persa, parte de nuestro mundo, metáfora del mismo desde unos límites que los genios trasladan al infinito.

La exposición de la Fundació Miró, siempre original en sus propuestas sin concesiones de ningún tipo, se divide en seis secciones. La primera muestra cómo del ocio familiar pueden surgir ideas que traspasen ese ámbito para implantar temáticas. A veces el caballo tropieza con obstáculos porque no puede avanzar entre el muro de peones y el arte según Duchamp insistió en superar esos obstáculos con el doble reto de no rehuir lo palpable y darle otro significado al captar que en el ajedrez se condensaba la realidad.

Un deporte de élites

La segunda sección constata lo anterior. Hasta 1900 el ajedrez fue un deporte, sí, de élites que despreciaba a la plebe, como si esta fuera incapaz de tanta inteligencia. Quizá por eso la mayor performance de sus casillas estuvo en ese autómata turco que desafió a Napoleón Bonaparte mediante la táctica hasta el punto de desquiciarlo por no poder ganar una batalla en apariencia más sencilla que Austerltz o Marengo. Si algo debemos agradecer a las vanguardias es haber cruzado el limbo que hacía del ajedrez una exclusión que dejó de serlo al integrarse hasta en la decoración. Los campeonatos populares hablan por sí solos y las obras de Sonia Delaunay, con vestidos simultáneos de cuadros, o de nuestro coetáneo Michel Aubry, con mesas y sillas que no se despegan del tablero, versan en la poesía de alfiles y torres, omnipresentes aunque no tengamos talento para exprimir sus dones.

Con el Cubismo y el Surrealismo la dualidad en blanco y negro ingresó en el psicoanálisis y desde ahí pasó a la guerra

El tercer y cuarto punto de la muestra prosiguen la evolución del concepto. Con su introducción en los vericuetos artísticos desde el Cubismo y el Surrealismo la dualidad de blanco y negro ingresó en el psicoanálisis y desde ahí pasó a la guerra, pues no hay nada más combativo que el duelo de mentes separadas por una mesa y un cuadrado matemático. Lo corroboró Ingmar Bergman en 'El séptimo sello' y se ratificó en el uso rutinario. Con Duchamp y sus seguidores el ajedrez abandona su diseño clásico y se modula desde opciones variopintas que vetan la monotonía. Una clave del arte contemporáneo es vislumbrar el lienzo, sus dimensiones y derribarlas, porque si el equilibrio está en respetar sus confines el progreso radica en sobrepasarlos, como Yoko Ono en su 'White Chess Set (Play it by Trust)', una instalación con sillas blancas y un tablero igualmente inmaculado que sugiere el finiquito utópico de la Guerra Fría en la conclusión de este beckettiano fin de partida.

Marcel Duchamp hizo de su vida una obra de arte. Cuando murió en octubre de 1968 Le Figaro publicó su obituario en la sección de ajedrez, un detalle que supuso su máxima victoria, la del arte salpicando la normalidad con pasos de baile medidos, la del arte riéndose en el año de las barricadas parisinas quitándose la careta para gritar bien fuerte que todo puede adquirir belleza si nos lo proponemos.

La exposición 'Fin de partida: Duchamp, el ajedrez y las vanguardias' podrá verse en la Fundació Miró del 29 de octubre de 2016 hasta el 22 de enero de 2017.

Marcel Duchamp y Man Ray están concentradísimos, tanto que la seriedad de su rictus los enajena de la realidad. Si es 1924 esto es París y el par de artistas juegan una partida de ajedrez en la azotea de una casa cualquiera, lo normal, observar las piezas, concentrarse y que un manguerazo elimine a los contendientes mientras el tablero flota y la película 'Entr’acte' de René Clair vira hacia una conclusión donde los asistentes del funeral comen el pan de los carros fúnebres y saltan dichosos para acompañar a un muerto.

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