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Vetusta Morla, los nuevos Beatles del desierto
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Vetusta Morla, los nuevos Beatles del desierto

El grupo madrileño ha protagonizado la clausura este sábado de la decimotercera edición del festival FiSahara con un emotivo concierto frente al público saharaui

Foto: Vetusta Morla durante su actuación en FiSahara
Vetusta Morla durante su actuación en FiSahara

"Les presentamos a 'Me Gusta Morla'", anuncia el traductor árabe. En el grupo se miran los unos a los otros y estallan en carcajadas. Me Gusta Morla. Vetusta Morla se toma a risa este pequeño malentendido; la noche es clara, el cielo estrellado y, después de dos horas de entrega de premios y discursos infinitos, el público -y la banda- tiene ganas de bailar. 'Indio' empieza a marcar el ritmo con su cajón, como un tambor de guerra, al que se le van uniendo las guitarras, el teclado y, por último, la voz de Pucho, el cantante. Música pop, letras de amor y protesta y muchas, muchas gracias al pueblo saharaui.

Vetusta Morla ha clausurado este sábado la decimotercera edición del festival de cine FiSahara que se ha celebrado desde el miércoles en el campo de refugiados de Dajla, a unos 200 kilómetros al sureste de Tinduf (Argelia). La relación del grupo nacido en Tres Cantos y el pueblo saharaui viene de lejos, cuando hace 15 años, antes de llenar el Palacio de los Deportes y de compartir cartel con Blur o The Prodigy, impartieron un taller musical en el campo de Auserd. Y de esta experiencia, de pasar de las cañas con tapa en Malasaña a una tierra donde las cabras se tienen que alimentar de neumáticos viejos, de esa bofetada existencial, nació uno de los himnos más que más a voz en cuello cantan sus seguidores, 'Saharabbey Road' -un guiño a los Beatles- porque "lalalalalalalala / los días están contados / no hay más que temer / tan sólo seremos libres / cuando no haya más que perder".

Desde un escenario sin el juego de luces, ni el despliegue ni la puesta en escena de un Mad Cool, un FIB o un Sonorama, la actriz Clara Lago ha presentado la gala de clausura, en la que se han entregado los premios del FiSahara 2016 y para la que Vestusta Morla ha preparado un concierto íntimo y sencillo, pedestre no por vulgar, sino por el acto de volver a hundir los pies en la tierra. Más bien en la arena seca y áspera del desierto. Comienzan los acordes de 'Boca en la tierra' y el público español se acerca al escenario, mientras los refugiados saharauis los miran y aplauden tímidamente. "Y en mitad del relámpago llego el mal de altura / fuimos sed en el aire pero boca en la tierra", tararean mientras Pucho canta con los ojos cerrados, disfrutando del momento.

Esta declaración de amor al pueblo saharaui es tan sólo la culminación de un vetusto roneo en el que el FiSahara actuó de celestina y que para el grupo "era una cuenta pendiente"; Guille Galván -guitarrista y letrista- trabajó durante varios años en la producción de festival de cine y Pucho ideó el diseño y la maquetación de varias de las ediciones. Esta vez han vuelto como las grandes estrellas invitadas -otros años fueron Manu Chao o Macaco-, y con ellos han conseguido arrastrar a algunos fans que si antes no sabían lo que era el Sáhara, ahora han podido conocer no sólo el conflicto, sino también lo que es hacer las necesidades en un agujero en el suelo. ¡Oh, el poder de la música!

Pucho, de Vetusta Morla: "Cuando le dices a la gente que te vas a tocar al Sáhara piensan que te vas al desierto con los nómadas, como un viaje exótico"

"Hay mucha gente que no conoce nada de este lugar. No sólo gente joven. Cuando le dices a la gente que te vas a tocar al Sáhara piensan que te vas al desierto con los nómadas, como un viaje exótico. Y entonces me he dado cuenta del desconocimiento tan grande que hay sobre los campos del Sáhara Occidental, quizás por culpa de los medios de comunicación, que silencian muchas veces este tipo de cosas. Y por supuesto también por culpa del Gobierno de Marruecos", defendía Pucho en una entrevista previa a 'El Confidencial'.

En estos 15 años, todo ha cambiado para el grupo madrileño. De pegarse de codazos por encontrar un hueco para sacar la cabeza en el panorama musical español a pegarse de codazos por encontrar un hueco en la agenda, una temporada en barbecho que han querido interrumpir para apadrinar e cierta forma al FiSahara. Pero no sólo ellos han cambiado. "Hace 15 años en el campo que estuvimos no había electricidad. Parece algo muy pequeño, pero en un sitio así es mucho avance. Y con lo de la llegada del WiFi he alucinado. Incluso en nuestra 'jaima' hay agua, cuando la otra vez 'nos lavábamos' con toallitas de bebé".

Sin embargo, el enfrentamiento entre el pueblo saharaui y Marruecos permanece enquistado. "Las autoridades de Marruecos y demás quieren conseguir el olvido, que se vaya diluyendo, que es el más peligroso de todos los olvidos. Los partidos políticos tienen cero propuestas en su agenda sobre este caso. En geneal siempre las tienen antes de las elecciones, pero cuando llegan al gobierno se dan de bruces con la economía", lamenta. "En el momento en el que haya un cambio de actitud de la política española a todos los niveles, no sólo respecto al Sáhara, me imagino que quizás los campos de refugiados podrían entran en la agenda política. Pero también es cierto que muchas veces los medios sólo prestan atención al hecho catártico, al violento, y esperemos que aquí no se llegue a eso. Aunque a veces parece que es la única solución".

Durante el concierto, cuando suena 'Golpe maestro', el grupo no puede evitar mandarle un mensaje a esos mismos políticos. "Sé que la crisis española ha afectado muy directamente a los campos, porque muchos proyectos han quedado paralizados", acuda. Y es que la letra es bien clara: "Cambiaron paz por deudas / ataron nudos, cuerdas / y la patrulla nos detuvo por mirar. / Llevaron los finales / a tierra de neutrales,/ no nos dejaron líneas ni para empezar./ Fue un atraco perfecto, / fue un golpe maestro / dejarnos sin ganas de vencer".

"Yo creo que ellos ven que hay alguien ahí que se acuerda de ellos, que no están completamente olvidados"

Al menos, durante estos cuatro días, el campo de refugiados ha salido de la alienación del ostracismo, de los días de la marmota de amanecer, atardecer y anochecer cercados entre cuatro vallados, y de la sensación perpetua de un enfrentamiento bélico que hace malabares sobre el filo de la navaja. Hoy toca cine y música. "Para esos jóvenes, lo que pasa estos días con el festival tiene que ser como el acontecimiento del año. No somos conscientes ni podemos llegar a ser conscientes de lo que puede suponer para ellos. Tiene que ser liberador. Yo creo que ellos ven que hay alguien ahí que se acuerda de ellos, que no están completamente olvidados".

A pesar de que las condiciones no han sido las óptimas -el equipo de sonido es algo rudimentario- y de que el público no es demasiado efusivo, el grupo ha disfrutado de un concierto más íntimo y más significativo, de los de guardar en la memoria. "Aquí nuestras letras cobran un sentido muy grande, se materializan. Es súper emocionante. Aquí vuelves al origen y te das cuenta que todo esto es por algo y todo adquiere un sentido", se sinceraba Pucho.

El pop se contagia de ritmos árabes, el público estalla en vítores y sobre el escenario aparece el rapero palestino Yussuf Fathi al Hatib, que se acompaña del grupo madrileño en una aparición especial que simboliza la unión de las culturas en la que tanto hincapié han hecho los organizadores del festival durante los cuatro días.

Para una banda de tanta repercusión en el panorama nacional, la vuelta al FiSahara habrá tenido seguro una recompensa positiva, no sólo en el plano personal y emocional y, quién sabe, quizás un eco en sus futuros álbumes de estudio. Pero posicionarse tan abiertamente a favor de una causa también es un movimiento arriesgado cuando la opinión pública tiende a oscilar a volantazos entre las etiquetas irreconciliables de 'los de la Zeja' y 'los de la barba', se hable del tema que se hable. A la propia presentadora de la gala, hablar del conflicto saharaui en una entrevista reciente le ha costado más de un calificativo grosero en la sección de comentarios. Y quien haya seguido la trayectoria de Vetusta Morla y sepa leer entre líneas puede presuponer que se trata de un grupo 'comprometido', consciente del entorno social global y con ganas de implicarse. Sin embargo, Pucho no comparte la figura del artista necesariamente militante. "Cada uno es libre de posicionarse donde quiera. Yo estoy en desacuerdo con la idea de que el artista tiene que ser el ciudadano más comprometido de todos. Claro que tenemos mucha más visibilidad que el resto de la gente pero no creo que tenga que ser una obligación. Creo que es una cuestión del ciudadano".

Y como ciudadanos y como artistas, Vetusta Morla ha intentado traer una chispa de luz en su última noche en el campamento de Dajla, en su último tema, su 'Saharabbey Road' en territorio ocupado, como unos Beatles del desierto. Aunque parezca difícil. Porque "lalalalalalalala / los días están contados / no hay más que temer / tan sólo seremos libres / cuando no haya más que perder".

"Les presentamos a 'Me Gusta Morla'", anuncia el traductor árabe. En el grupo se miran los unos a los otros y estallan en carcajadas. Me Gusta Morla. Vetusta Morla se toma a risa este pequeño malentendido; la noche es clara, el cielo estrellado y, después de dos horas de entrega de premios y discursos infinitos, el público -y la banda- tiene ganas de bailar. 'Indio' empieza a marcar el ritmo con su cajón, como un tambor de guerra, al que se le van uniendo las guitarras, el teclado y, por último, la voz de Pucho, el cantante. Música pop, letras de amor y protesta y muchas, muchas gracias al pueblo saharaui.

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