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'Snowden', la leyenda del enemigo público
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'Snowden', la leyenda del enemigo público

Oliver Stone se adentra en la persona bajo el personaje del ex espía estadounidense de la mano de Joseph Gordon-Levitt y Shailene Woodley

Foto: 'Snowden'
'Snowden'

Ni héroe ni villano. Una persona. Un tipo de 30 años, con gafas, de aspecto más bien blandengue, un tálpido con un cerebro prodigioso y litros de barras y estrellas corriendo por sus venas. Un tipo que se enamoró de un espíritu libre que le hizo superarse como ser humano y le enseñó que además de cerebro existe el corazón. El mismo republicano convencido, ex militar de los Estados Unidos, que ahora vive en Moscú, protegido bajo el manto de Vladimir Putin y perseguido por su país. Ironías de la vida.

Edward Snowden, para unos luchador por las libertades de los ciudadanos de todo el mundo. Para otros -muchos estadounidenses- un antipatriota con las manos manchadas de sangre, que ha puesto en jaque la seguridad nacional. El enemigo. Un indeseable. Cadena perpetua. Y, por si algunos fuese, ejecución.

Tráiler de 'Snowden'

Pero queda claro en 'Snowden' que Oliver Stone encaja mejor en el primer grupo que en el de los últimos. Por si alguien tenía alguna duda. Y aunque el director neoyorquino intente disfrazar su película de drama sentimental, es imposible obviar -y es lo normal, una película sin punto de vista no es más que un teletipo- la ideología que empapa ya no el film, sino su filmografía y su discurso. Ya es tarde para andarse con remilgos.

Y probablemente en ese intento pasar por el caso Snowden de puntillas y pidiendo perdón, Stone ha intentado darle la vuelta a la historia de espías -el registro obvio- para, quizás, llegar a los detractores del informático de la CIA -el apestado- a través del corazón. Detrás del titular de un periódico o de una orden de arresto hay una persona que va a trabajar, que tiene compañeros, padres, amigos, que llega a casa y tiene una novia y se acuesta con ella y a veces no se le levanta y a veces sí o qué más da. Una persona como cualquier otra. Como usted. Como yo.

El director de 'Wall Street' ha decidido cambiar la frialdad de los datos de las filtraciones de Snowden por la calidez del drama romántico, de la típica historia de 'chico conoce a chica' pero con un gobierno pidiendo cabezas detrás. Oliver Stone prefiere centrarse en los primeros besos, en las cenas en pareja, en las fiestas, los celos, las inseguridades y en el conflicto interno de un Snowden interpretado por Joseph Gordon-Levitt, posiblemente el actor más adorable de Hollywood.

Cuando conoce a Lindsay (Shailene Woodley), Edward acaba de abandonar el ejército tras un grave accidente y romperse las dos piernas. Tras ver frustrado su sueño de combatir por Estados Unidos, Edward empieza a trabajar en el campo de la seguridad informática, al principio para la NSA y más tarde para la CIA. Lindsay, la artista alocada y sensible. Edward, el informático reflexivo y analítico. Demócrata contra republicano. Detractora de las intervenciones militares en Oriente Medio contra defensor de la invasión de Irak. La pareja perfecta.

Poco a poco Edward, el informático más brillante de su promoción, va adentrándose en las tripas de la inteligencia del país más poderoso del mundo. Y cuanto más en profundidad conoce el sistema, más dudas se le plantean respecto la legitimidad y la transparencia del mismo. ¿Dónde acaba el límite de la seguridad y dónde comienza el de la privacidad? ¿Hasta qué punto los fines del Estado sinceros? ¿Y lícitos?

Lo que Stone deja claro desde el comienzo es que Snowden es una persona íntegra que se adhiere plenamente a sus ideales y que nunca ha dejado de amar su país. Y también que Edward Snowden no es un héroe ni un villano, sino un mártir. Un hombre con una vida cómoda y una carrera exitosa -unos 200.000 euros anuales de salario- que se sacrifica para concienciar a la ciudadanía de que la privacidad que el Estado les ofrece no es más que un espejismo, dinamitado por el propio Estado. Que cambia un trabajo estimulante, una casa en Hawai y la felicidad junto a Lindsay por una vida errante de asilo político, consciente de que tendrá que pasar el resto de su existencia pendiente de cambios políticos y permisos de extradición.

Con una narrativa clásica -con sus famosos cambios del blanco y negro al color- repleta de saltos en el tiempo, Stone sumerge al espectador en el día a día de la persona, no del personaje público, una existencia medianamente convencional que estalla por los aires en mayo de 2013, cuando el informático decide sacar de los ordenadores de la NSA miles de archivos relacionados con las intromisiones irregulares de la inteligencia de Estados Unidos en las comunicaciones de cualquier ciudadano del mundo, y muy especialmente, de las de los ciudadanos de su propio país. El mensaje: Estados Unidos le puede haber escuchado su última llamada de teléfono. Aunque haya sido a Telepizza.

placeholder Cartel de 'Snowden'
Cartel de 'Snowden'

Stone honra así a Snowden por ese sacrificio que cada vez se disuelve más en medio del ruido mediático, de la actualidad, y acercar a la persona -o al menos el personaje- a los detractores que le señalan como un traidor a la patria. Un 'biopic' construido en forma de drama romántico pero que no puede evitar, sobre todo en el monólogo de la escena final -que, atención, viene con sorpresa-, disparar una salva con pólvora ideológica. Porque al igual que un cine sin un punto de vista no sería cine, un Oliver Stone sin discurso político no sería Oliver Stone.

Foto: 'Después de nosotros'
Foto: 'Fuego en el mar'

Ni héroe ni villano. Una persona. Un tipo de 30 años, con gafas, de aspecto más bien blandengue, un tálpido con un cerebro prodigioso y litros de barras y estrellas corriendo por sus venas. Un tipo que se enamoró de un espíritu libre que le hizo superarse como ser humano y le enseñó que además de cerebro existe el corazón. El mismo republicano convencido, ex militar de los Estados Unidos, que ahora vive en Moscú, protegido bajo el manto de Vladimir Putin y perseguido por su país. Ironías de la vida.

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