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Las mujeres de Renoir que enamoraron a Picasso
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Las mujeres de Renoir que enamoraron a Picasso

Desde el 17 de septiembre se podrá contemplar en la Fundación Mapfre el regreso del 'Bal au Moulin de la Galette' y otras grandes pinturas del maestro galo

Foto: Renoir - 'Femme nue dans un paysage' ['Mujer desnuda en un paisaje'], 1883
Renoir - 'Femme nue dans un paysage' ['Mujer desnuda en un paisaje'], 1883

La neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial situó a Barcelona en la pasarela de la modernidad. De repente sus calles se llenaron de espías de todas las nacionalidades, la cocaína y el jazz poblaron el Paralelo y una nutrida comunidad de artistas internacionales estableció su base de operaciones en la colina de Vallcarca.

El colofón de este giro copernicano llegó el 23 de abril de 1917. Ese día se inauguró en el desaparecido Palacio de Bellas Artes la Exposición de Arte Francés. La promovieron, entre otros, Ramon Casas y Santiago Rusiñol, dos figuras clave que para crecer abandonaron en su juventud la ciudad condal para vivir en la capital francesa. Se instalaron en el Moulin de la Galette, donde alquilaron un estudio con vistas al merendero que Auguste Renoir inmortalizó en 1876. El lienzo, una de las obras cumbres del Impresionismo, fue la estrella del certamen.

Ha pasado un siglo. Barcelona rebosa un cosmopolitismo bien distinto, con más fachada que contenido. Si se habla de arte es normal que los asiduos lamenten la actual preponderancia madrileña, pero quizá los tiempos estén cambiando. Desde el 17 de septiembre quien así lo desee podrá contemplar en la Fundación Mapfre el regreso del 'Bal au Moulin de la Galette' y otras piezas más que meritorias del maestro galo en 'Renoir entre mujeres. Del ideal moderno al ideal clásico. Colecciones de los museos de Orsay y de l’Orangerie'. La exposición incluye más de 70 obras que presentan la evolución del pintor basándose en su visión de la imagen femenina desde un punto de vista rupturista hasta su aposentamiento en los cánones de la tradición. Para completar el recorrido y jugar con influencias y relaciones se han incluido obras de otras figuras relevantes del período como los ya mencionados Casas y Rusiñol, además de lienzos de Edgar Degas, Vincent Van Gogh, Maurice Denis o Pablo Picasso.

La huella del maestro en Picasso

Hará cosa de un año saltó a los periódicos una noticia más bien estrambótica. Unos estudiantes norteamericanos con mucho tiempo libre y más ganas de ser noticia por nada habían creado la asociación #RenoirSucksAtPainting. Sus argumentos no brillaban precisamente por su originalidad. Entre muchos entendidos Renoir simboliza el gusto pequeño pequeño burgués, algo que confirmaría su apelativo de 'peintre du bonheur'. La representación en los últimos decenios de escenas cotidianas con un cariz más bien complaciente y el gusto por representar la figura femenina parecen justificar esa afirmación, pero si observamos la persistencia de su legado a partir de las obras expuestas en la Fundación Mapfre resulta muy fácil desmentir esta sarta de tópicos.

Uno de sus grandes admiradores fue Pablo Picasso, quien en ese año prodigioso de 1917 completó el ingreso barcelonés en la modernidad con el estreno en el Liceo de Parade, ballet donde participó con la escenografía y el vestuario que complementaba el texto de Jean Cocteau y la música de Erik Satie.

Picasso fue un gran enamorado de Renoir, hasta el punto que podemos seguir las etapas de su trayectoria a partir de las cumbres del francés

El malagueño fue un gran enamorado del talento de Renoir, hasta el punto que resulta fácil seguir algunas etapas de su trayectoria a partir de ciertas cumbres del francés. En 1900 pintó su propia versión del 'Bal au Moulin de la Galette', donde refleja los cambios sociales acaecidos en el transcurso de un cuarto de siglo. Renoir realizó una pieza vespertina donde se intuye una ingenuidad en el ocio de las clases populares. La naciente tercera República empezaba a comprender la importancia del ocio para frenar los impulsos revolucionarios y un merendero en la colina de Montmartre simbolizaba a la perfección esas intenciones. Los jóvenes bailan, la luz se filtra por todos lados y la escena exhibe una distracción alegre, sin preocupaciones ni atisbos de perversión en un lienzo que encierra en su interior una novela polifónica.

En cambio nuestro creador más célebre ubicó su homenaje en una negra noche donde tan sólo las luces confieren un mínimo de iluminación. El resto es pura gestualidad que rebosa sexualidad en todos sus ángulos. Unos señores con sombrero de copa observan el baile mientras las parejas bailan agarradas, dos chicas cuchichean habladurías y otra en un primer plano muy descarado parece darnos la bienvenida al abanico de posibilidades de esa nocturnidad sin pudor ni recato.

Pocos años después Picasso pintó 'Las señoritas de la calle Avignon'. El mito no hubiera sido posible sin una larga estela que empieza en 'Las mujeres de Argel' de Delacroix, sigue con 'El Baño turco' de Ingres, se acentúa con 'Las bañistas' y la 'Fuente' de Gustave Courbet y se concreta con Renoir mediante la 'Mujer desnuda en un paisaje', obra de 1883 que en cierto sentido es el estado maduro de 'Estudio, torso, efecto de sol' (1876), también presente en la exposición barcelonesa.

La ruina de Renoir

En 1880 Renoir estaba arruinado. No vendía bien sus piezas y necesitaba dar un nuevo viraje a su carrera para sobrevivir. Viajó por Italia, se empapó de Rafael y en su país natal fijó su atención en Ingres. De esta combinación surgió una etapa en que mezclaba un trazo firme en lo corpóreo y otro más difuminado en el paisaje. Sus temáticas heredadas de otros maestros repercutieron en Paul Cézanne y de ahí alcanzaron la inagotable hambre de conocimiento de Picasso desde una perspectiva completamente distinta.

Renoir volvería a las bañistas al final de su vida. Su homónimo óleo de 1918 cierra la muestra. Al final de su singladura las mujeres son contundentes, como siempre, pero con un deje más rubensiano con aires de Tiziano. La naturaleza sigue siendo una excusa porque predominan las figuras, las modelos tumbadas y las tres bañistas que juegan al fondo de la composición, oda al placer de pintar en los estertores de su existencia

Antes de este epílogo Renoir dedicó más de veinte años de su carrera a la intimidad del hogar. Su relación amorosa con Aline Charigot, modelo y esposa, le proporcionará una estabilidad conyugal que reflejará en los motivos de su pintura, más enfocada a escenas cotidianas donde la mujer goza de un protagonismo casi absoluto. En la exposición de la Fundación Mapfre sobresalen 'Maternidad', 'Julie Manet o la niña del gato' y 'Gabrielle y Jean', esta última con la niñera de la familia en el papel principal, algo que se repite en otras piezas, entre ellas un desnudo que confirman el gusto del artista por una feminidad curvilínea y rotunda.

Picasso amó este núcleo central de Renoir. Lo demuestran sus retratos femeninos en un ámbito doméstico. Quizá sería demasiado osado englobar el mítico de Gertrude Stein en este grupo, pero otros a Olga Khokhlova, su primera esposa, y en especial una larga serie de los años treinta dedicada a Marie Thèrese Walter lo corroborarían tanto por las poses como por el marco elegido para la representación.

Barcelona quiso ser París. El Paralelo quería ser Montmartre y el Eixample fue una consecuencia de la reforma del Barón Haussmann

Durante un largo trecho de su Historia Barcelona quiso ser París. El Paralelo quería ser Montmartre y el Eixample fue una consecuencia, racional y científica en sus orígenes, de la reforma del Barón Haussmann. Ahora esta hermandad nunca ratificada se concentra en el espléndido edificio modernista que es la casa Garriga i Nogués bajo un indudable signo femenino que tendrá su contrapartida a mediados de octubre en el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza. España no odia a Renoir.

La exposición 'Renoir entre mujeres. Del ideal moderno al ideal clásico. Colecciones de los museos d’Orsay y de l’Orangerie' podrá verse en la Fundación Mapfre desde el 17 de septiembre hasta el 8 de enero de 2017.

La neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial situó a Barcelona en la pasarela de la modernidad. De repente sus calles se llenaron de espías de todas las nacionalidades, la cocaína y el jazz poblaron el Paralelo y una nutrida comunidad de artistas internacionales estableció su base de operaciones en la colina de Vallcarca.

Pablo Picasso
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