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Bobby Fischer, cuando el héroe nacional de ajedrez se convirtió en un apestado
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estreno de 'el caso fischer', 12 de agosto

Bobby Fischer, cuando el héroe nacional de ajedrez se convirtió en un apestado

Fischer ganó en 1972 el Campeonato del Mundo de Ajedrez de Reikiavik y acabó con una hegemonía soviética que duraba desde la Segunda Guerra Mundial

Foto: Bobby Fischer (17 años) y contra el ruso Tal (23) en Leipzig en 1960
Bobby Fischer (17 años) y contra el ruso Tal (23) en Leipzig en 1960

Bobby escupió un trozo de diente y se lo guardó en un bolsillo. Tenía la boca ensangrentada. Quizás ocurrió con el primer puñetazo. O cuando los agentes tokiotas le estamparon la cara contra el suelo. O cuando le pusieron una capucha negra en la cabeza y lo arrastraron engrilletado. Con alguno de los golpes había sentido que se ahogaba, como si le estuviesen estrujando los pulmones. También pensó que quizás le habían roto un brazo en el forcejeo. Al menos le dolía como si tal. Pensó que iba a morir. ¿Conocerá alguien la verdad sobre cómo fui asesinado?, probablemente se preguntó a sí mismo.

Unos momentos antes, ese 13 de julio de 2004, el oficial de inmigración japonés, se dirigía a él amablemente:

- Por favor, siéntese, señor Fischer, hasta que podamos solucionar el problema con su pasaporte. Sólo queremos hablar con usted. Sólo hablar.

Bobby Fischer, antiguo campeón de ajedrez, una de las grandes figuras del patriotismo americano durante la Guerra Fría, acababa en el frío suelo de cemento de una cárcel japonesa

Unos minutos después, Bobby Fischer, antiguo campeón del mundo de ajedrez, una de las grandes figuras del patriotismo americano durante la Guerra Fría, acababa en el frío suelo de cemento de una cárcel japonesa a la espera de una demanda de extradición emitida por la justicia de la nación que lo había idolatrado. La excusa: haber violado las sanciones económicas del Departamento de Estado contra Yugoslavia al haber jugado, 12 años antes, un campeonato de ajedrez contra el gran contrincante de su vida, Boris Spassky, en Sveti Stefan (Montenegro).

Este viernes 12 de agosto se estrena 'El caso Fischer', la última adaptación a la gran pantalla de la vida del gran ajedrecista estadounidense, que conoció las mieles y los fangos del estrellato en una época y un país en los que el ajedrez no era un juego, sino una cuestión de Estado, y la derrota no era un problema de estrategia, sino un acto de traición a la patria. El ajedrez era para la URSS una disciplina de intelectuales, con lo cual sus victorias representaban la superioridad del comunismo sobre el capitalismo. El ajedrez era un vehículo de propaganda: el comunismo posee el mejor sistema social de gobierno por lo que fabrica a los hombres y mujeres más inteligentes del mundo.

Entrevista a Bobby Fischer

Tras convertirse en el gran héroe americano al erigirse como campeón en una disciplina dominada desde 1948 sólo por jugadores soviéticos, una disciplina que conoció en 1888 a su último campeón estadounidense, a Fischer se lo tragó -voluntariamente- la tierra. 20 años más tarde, había reaparecido con la intención de revalidar su victoria frente a Spassky, con el desacuerdo de las autoridades de su país, que le habían mandado una carta advirtiéndole que no podía acudir al país balcánico. La respuesta de Fischer fue rápida, concreta y húmeda: un escupitajo en público sobre el documento oficial.

La respuesta de Fischer fue rápida, concreta y húmeda: un escupitajo en público sobre el documento oficial

Y es que en los últimos años Fischer se convertiría en un apestado por sus desapariciones y reapariciones, sus declaraciones antisemitas, las sospechas de simpatizante del comunismo que despertaba en el FBI y la espiral de enajenación a la que se había entregado. Había rumores de que se había quitado todos los empastes -que se habían quedado completamente huecos- porque temía que los soviéticos le transmitiesen rayos dañinos al cerebro a través del metal de sus dientes. Pero la gota que colmó el vaso para la sociedad estadounidense fueron sus declaraciones celebrando el ataque contra las Torres Gemelas: "Esto son noticias maravillosas. Es hora de que a los putos Estados Unidos les den una patada en la cabeza. Es hora de acabar con los Estados Unidos de una vez por todas. Esto sólo significa que donde las dan las toman, incluso en Estados Unidos", el gran héroe americano dixit.

Palabras y actuaciones que fueron el típex del gran logro que lo encumbró en el Campeonato Mundial de Ajedrez de Reikiavik de 1972. Con 14 años se había convertido en el campeón de Estados Unidos. Con 15 era el gran maestro internacional más joven de la historia. Podía ganar hasta 25 partidas simultáneas. Se había convertido en una estrella recurrente en los programas de televisión de la época, cuando esta todavía conservaba el estatus de deidad catódica. Y además, la comunidad ajedrecística ya se había dado cuenta de que se encontraba frente a un genio. Y con 27 años, acabaría con el reinado soviético de casi un cuarto de siglo.

Spassky era el enésimo hijo prodigio de la maquinaria estatal soviética, que fabricaba campeones en cadena. Fischer el hijo único del Tío Tom, que acaparaba todos los aplausos del país. Fischer tenía mucho que ganar. Spassky, todo que perder. Y como una novia presumida que se sabe idolatrada, Fischer se hizo de rogar. Retrasó su aparición -el secretario de Estado Henry Kissinger tuvo que levantar el teléfono para presionarle-, pidió más dinero por jugar, hizo equilibrios al borde de la descalificación y, cuando se personó en el 'hall' donde iba a tener lugar el 'match del siglo', se quejó de que no le gustaba el tablero, de que las sillas chirriaban, de que el público estaba sentado demasiado cerca, de que la luz no era la apropiada. Y durante años se había quejado de la existencia de un complot soviético para monopolizar el ajedrez, prometiendo jamás formar parte de él. Parece que no hay nada que le guste a Fischer, salvo el concepto de ajedrez en sí.

El 11 de julio la organización ya se había plegado a las demandas del estadounidense y en los carteles del Laugardalschöll se podía por fin leer "Thöng! Silence!" bajo su cúpula redondeada y sus suelos recubiertos de alfombrado para aplacar la hípersensibilidad auditiva de Fischer. Su silla, una réplica traída en avión desde Estados Unidos de la que había utilizado contra Petrosian en Buenos Aires.

"Fue el acontecimiento más importante de la historia del ajedrez", llegó a afirmar el gran maestro Isaac Kashdan

Y aunque la batalla había comenzado mucho antes, a las 5 en punto se oficializó el combate con el primer movimiento de Spassky. Fischer llegó tarde, le dio la mano al soviético e incrustó sus pupilas en el tablero de ajedrez durante 95 segundos. Caballo blanco a la tercera fila del rey y Fischer asesta el primer golpe que acabaría derrumbando el hasta entonces impenetrable trono soviético. "Fue el acontecimiento más importante de la historia del ajedrez", llegó a afirmar el gran maestro Isaac Kashdan.

21 juegos después, y con un resultado de 12½ frente a 8½ a favor de Fischer, el ajedrecista toca el cielo de la popularidad: el presidente Nixon le quiere recibir en la Casa Blanca como al salvador de América frente al comunismo, las cámaras le persiguen, Bloomingdale's y Macy's se quedan sin reservas de juegos de ajedrez, los libros de Fischer sobre técnica de ajedrez se agotan y a la Federación Estadounidense de Ajedrez recibe decenas de miles de nuevas solicitudes.

21 partidas después, y con un resultado de 12½ frente a 8½ a favor de Fischer, el ajedrecista toca el cielo de la popularidad

Podría ser el sueño cumplido de un chaval de Brooklyn retraído, superdotado, que comía, se despertaba, se acostaba e incluso se duchaba jugando al ajedrez. Según su hermanastra Joan, de pequeño "Bobby podía discutir conceptos como infinito, o resolver cualquier tipo de problemas matemáticos, pero le preguntabas cuánto es dos más dos y, probablemente, te lo decía mal". El hijo bastardo de Regina Wender -una estudiante judía suiza emigrada a Estados Unidos que en ese momento no tenía hogar y tuvo que acudir a una casa de acogida para madres solteras- y el físico y matemático húngaro Paul Nemenyi, que ayudó económicamente a la familia y siempre se presentó al chico como un amigo de su madre, era un chaval que decidió buscarse la vida ganando partidas de ajedrez a un dólar la partida.

Bobby Fischer en sus últimos años

Pero también el mismo hombre que pasó sus últimos días como un fugitivo, que fue internado en una cárcel en Japón, que sufrió tal degeneración física y mental que fue confundido en más de una ocasión con un vagabundo, al que algunos de sus antiguos compañeros acabaron tildando de "mala persona, podrida por dentro", un genio del ajedrez que al final fue enterrado en un funeral secreto al que acudieron media docena de personas. Una vida que ha inspirado documentales, películas e incluso obras de teatro, como 'Reikiavik', de Juan Mayorga -que estará en el Centro Dramático Nacional el próximo septiembre-. La vida de una estrella que no quiso ser. El rey de la partida de ajedrez.

Bobby escupió un trozo de diente y se lo guardó en un bolsillo. Tenía la boca ensangrentada. Quizás ocurrió con el primer puñetazo. O cuando los agentes tokiotas le estamparon la cara contra el suelo. O cuando le pusieron una capucha negra en la cabeza y lo arrastraron engrilletado. Con alguno de los golpes había sentido que se ahogaba, como si le estuviesen estrujando los pulmones. También pensó que quizás le habían roto un brazo en el forcejeo. Al menos le dolía como si tal. Pensó que iba a morir. ¿Conocerá alguien la verdad sobre cómo fui asesinado?, probablemente se preguntó a sí mismo.

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