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Rod Stewart, un macarra en el Teatro Real
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Rod Stewart, un macarra en el Teatro Real

El cantante británico despliega su voz rasgada y contagia la alegría de su rock entrañable y hortera

Foto: Rod Stewart, anoche, en su concierto madrileño (EFE)
Rod Stewart, anoche, en su concierto madrileño (EFE)

El comienzo del concierto fue tan deliciosamente hortera como era previsible: Rod Stewart asaltando el escenario con chaqueta y zapatos plateados, mientras le arropa una megabanda de doce músicos, al ritmo de la fanfarria de 'Having a Party', del inmortal Sam Cooke. Cualquier blanco que pueda cantar esto sin dar vergüenza ajena merece vivir de esto. Stewart es uno de los pocos capaces.

“Hoy vamos a tener una noche caliente, en algún momento iré al camerino a cambiarme las bragas”, suelta la estrella británica, una frase improbable entre los divos y divas que normalmente pueblan el escenario del Teatro Real. Le sigue, igualmente digna, 'Some Guys Have All The Luck', de The Persuaders, con una letra que se ajusta a la autobiografía de Stewart. El público, claramente de clase media y mediana edad, empieza a entrar en calor y recordar el poder de esa cosa llamada rock and roll, un invento del capitalismo que te calienta los huesos y te hace sentir veinticinco años más joven. 'Tonight is The Night (Gonna Be Allright)' provoca el primer karaoke colectivo.

Rubias y drogas

Hoy vamos a tener una noche caliente, en algún momento iré al camerino a cambiarme las bragas

Unos rápidos flashbacks para situarnos. Se calcula que Rod Stewart (Londres, 1945) ha venido más cien millones de álbumes a lo largo de su carrera. Su patrimonio ronda los 150 millones de libras, lo que le coloca en el top veinte de los más ricos de la industria musical británica. Se ha casado tres veces y tiene ocho hijos, de entre cuatro y cincuenta y dos años (la mayor fue criada por padres adoptados y se reunió con Stewart como adulta).

Su autobiografía está llena de líos de faldas, desde la noche en que Mick Jagger le propuso un intercambio de parejas (que fue rechazado) hasta el día que decidió proponer matrimonio a una chica contratando una avión para que escribiese la pregunta en el cielo y luego salió a tomar unas copas con Sylvester Stallone y se enamoró de otra. Ambas tenían, más o menos, la mitad de edad que él. A sus 71 años, casado con una mujer de 45, más joven que su hija mayor, afirma haber sentado la cabeza.

Perder la virginidad

Rod Stewart pide a los músicos que se quiten la chaqueta para cantar 'Maggie May', el primer éxito de su carrera en solitario, que trata de como perdió la virginidad con una mujer mayor que él. Originalmente fue la cara b de un single, pero a los discjockeys de radio de la época les gustó tanto que lo convirtieron en un pepinazo a ambos lados del Atlántico. Sigue 'I`m Losing You', de The Temptations, que sube dos o tres grados la temperatura del recinto. Cuando acaba pide un aplauso para la banda.

'Maggie May'

Luego hasta él necesita un descanso, así que canta la suave 'Downtown train' (Tom Waits) sentado al borde del escenario.El set acústico comienza con un arpa, para introducir una de las mejores canciones de la historia del pop, 'The First Cut Is The Deepest', del genial Cat Stevens, sobre el enorme poder de las primeras experiencias. Aquí la voz de Stewart cumple, pero no acaba de llevar de llevar la canción a lo más alto. El publico le ayuda con el estribillo y aquí no ha pasado nada. Con 'Ooh La La' cumple con el homenaje a The Faces, la banda que le dio a conocer.

Recta final caliente

El photocall de la noche fue de centro reformista, con Toni Cantó, Cayetano de Alba, Álex Ubago, Terelu Campos y Cari Lapique, entre otros famosos del colorín. Está claro que Stewart fue la banda sonora perfecta de los buenos tiempos de Puerto Banús y similares. Pasada la fase acústica, situada a mitad del concierto para que la estrella recupere el aliento, la cosa vuelve a animarse.

El photocall de la noche fue de centro reformista, con Toni Cantó, Cayetano de Alba, Álex Ubago, Terelu Campos y Cari Lapique

Para la recta final, Stewart se toma un descanso mientras sus coristas cantan 'Young Hearts', de manera tan correcta como insípida. Regresa vestido de negro, con energía renovada, para darlo todo en 'Baby Jane', uno de esos medios tiempos tórridos que alimentan su leyenda. Acaba agachándose en una esquina para que las chicas de las entradas caras se hagan unos selfies. Para 'Hot Legs', lanza uso cuantos de balones de fútbol desde escenario, sin perder el exigente tempo de la canción, donde luce especialmente su voz cavernosa. Una de sus patadas llega al cuarto anfiteatro. El repertorio oficial se cierra con 'Sailin’, su gran baladón, pero vuelve a aparecer para el broche inevitable, 'Do You Think I’m Sexy?', la pieza más calentorra y famosa de su extenso repertorio, que canta con un sombrero vaquero. Rod Stewart no sorprende , pero tampoco decepciona, que no es poca cosa. Gran parte del público protesto que tocara hora y media cuando había anunciado una hora y cincuenta.

Pelazo eterno

Un récord raramente comentado es que es la única estrella del rock que no ha cambiado de corte de pelo en toda su carrera. “Solo quedamos la Reina de Inglaterra y yo apostando por el mismo estilo durante 45 años”, suele bromear. Se salvo de la drogadicción por los caminos más extraños. En cierto momento, por tacañería, decidió dejar de comprar cocaína, consumiendo solo a la que le invitaban. La muerte de un amigo que había ingerido LSD le apartó de los alucinógenos. El alcohol siempre corrió en abundancia, pero su costumbre de jugar al fútbol los domingos acortaba las noches de sábado.

A pesar de su historial de macho alfa, mantuvo durante mucho tiempo una imagen sexualmente ambigua, alimentada de mallas y maquillaje. Por supuesto, tiene todos los premios posibles, desde una inducción al Rock and Roll Hall of Fame hasta el título de Caballero del Imperio Británico. Tras su paso por el Real, Stewart prosigue su gira ibérica mañana en Lisboa (MEO Arena) y el 9 en Girona (Auditorio de Cap Roig). A tope.

El comienzo del concierto fue tan deliciosamente hortera como era previsible: Rod Stewart asaltando el escenario con chaqueta y zapatos plateados, mientras le arropa una megabanda de doce músicos, al ritmo de la fanfarria de 'Having a Party', del inmortal Sam Cooke. Cualquier blanco que pueda cantar esto sin dar vergüenza ajena merece vivir de esto. Stewart es uno de los pocos capaces.

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