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El concierto que nunca pudimos ver de los Beatles
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El concierto que nunca pudimos ver de los Beatles

Tras 12 años de ausencia y 51 desde la única vez que los cuatro de Liverpool pisaron España, Paul McCartney recorrió sus casi 60 años de trayectoria con los Beatles como protagonistas

Foto: Paul McCartney en madrid (Efe/J.P.Gandul)
Paul McCartney en madrid (Efe/J.P.Gandul)

Hace unos 30 años, cuando aún llevaba dos coletas y muñecos bajo el brazo, alguna tarde mi madre sacaba de un cajón unas cintas de casete blancas con etiquetas amarillas y verdes y las ponía a todo volumen para disfrutar con su hija pequeña de esa música que la hacía moverse como yo no solía ver. Me contaba que eran de los Beatles -algo que a mí me sonaba a chino- y que fue una fan enloquecida de esos señores que sonaban a todo trapo mientras regaba sus recuerdos con alguna batallita de juventud. A mí todo eso me parecía tan extraño como divertido, básicamente porque podíamos ponernos a bailar juntas. Años después descubrí quiénes eran esos Beatles de mi madre, que también se habían convertido en míos. Y hace poco, cuando supe que Paul McCartney venía a España rebusqué en esos cajones de antaño y descubrí que esas cintas de los recuerdos de mi infancia eran del 'Revolver' y ‘Help!’.

El concierto que el incombustible exbeatle dio anoche en Madrid ha sido algo así como el pago de una deuda generacional. Con la de mi madre y todos aquellos que nunca pudieron verles en directo en 1965. Y con una generación como la mía, que les descubrimos cuando ya no estaban, crecimos viendo imágenes bicolores de otros tiempos y alucinábamos con unos tipos que en discos como ‘Abbey Road’ nos sonaban absolutamente modernos. Así que Paul McCartney nos regaló anoche a todos el concierto de los Beatles al que nunca pudimos asistir.

'El abuelo Macca'

Eso fue precisamente lo que pasó anoche. Un concierto en el que el abuelo ‘Macca’ se reconcilió con su etapa 'beatlera', porque en ninguna otra gira había tocado tantos temas de los Beatles (más de 20) como en este One to One Tour, y una fiesta intergeneracional. Esa en la que antes de entrar al Vicente Calderón unos padres se reúnen en torno a una bolsa verde de los chinos acompañados de sus hijos y unos litros de cerveza mientras, al lado, unos chicos entonan ‘A hard day’s night’ a tres voces y terminan cantando todos juntos. La misma en la que por delante de ellos, en el paseo de los Melancólicos, un adolescente les sonríe tímidamente y mira a su padre con cara de 'esto-no-me-lo-hagas-a-mí' y dos niñas, a hombros de su padre y su abuelo, (nunca aplaudiremos lo suficiente la campaña #queremosentrar) están histéricas por lo que les han contando que van a vivir esta noche.

'A Hard Day's Night'

Porque lo que se vivió anoche fueron casi tres horas de historia de la música. Primero solventemos las críticas más recurrentes: Paul McCartney está mayor, no es lo mismo que los Beatles y no tiene una voz para clavarnos en el asiento. De acuerdo, pero él estuvo allí en los sesenta y anoche unió a tres generaciones entonando temas que son parte de la banda sonora de cualquiera sin que lo sepa. Él hizo eso y lo volvió a repetir ayer ante más de 40.000 'beatlesmaniacos'. Con 'A Hard Day's Night' (canción que no tocaba desde hacía cinco décadas) arrancó una noche para la nostalgia y la emoción pero también para el rock en la que McCartney estuvo entregado, animado y parlanchín. Intentando caer bien y tirando de español. Ayudado por varias chuletas que andaban por el suelo, comenzó con un 'buenas noches Madrid, buenas noches España', que remató con un '¿qué pasa troncos?' para dar paso a 'Can't buy me love'.

38 canciones y 6 décadas

A partir de ahí, 38 canciones y casi seis décadas de trayectoria repasó ayer McCartney en un espectáculo con mucho de los Beatles, pero donde tampoco faltaron temas de Wings (el grupo que fundó con su mujer Linda tras el fin de los 'fab four') y de su etapa en solitario. Un equilibrio entre la emoción y la intimidad de temas como 'Here, there and everywhere', 'Blackbird', 'Here today' o 'Fool on the Hill' y la espectacularidad de unas brutales 'We can work it out', 'Ob-la-di, Ob-la-da', 'Back in USSR', 'Hey Jude' o 'Yesterdey'. Hubo tiempo para regalos como 'In spite of all the danger', canción que, explicó, fue la primera que grabaron los cuatro de Liverpool cuando aún se hacían llamar The Quarrymen, y para los temas más nuevos como 'FourFiveSeconds', que grabó con Rihanna y Kanye West, y 'Queenie eye' y 'New', de su último disco 'New' (2013), porque no todo en McCartney es una pieza de museo.

'Live and let die'

A punto de cumplir 74 años (el 18 de junio) y arropado por una excelente banda (Rusty Anderson y Brian Ray, en guitarras y coros; Abe Laboriel Jr, batería y percusión; y Paul Wix Wickens, con teclados y armónica), McCartney tocó la guitarra, el bajo, el piano y hasta el ukelele. Tocó a lo grande, en acústico e incluso hizo un guiño a la electrónica (menos mal que nos avisó para enterarnos) con 'Temporary secretary'. Dedicó canciones a su fallecida mujer Linda ('Maybe I'm amazed'), a su mujer Nancy, entre el público ('My Valentine'), a John Lennon ('Here today') y a George Harrison ('Something').

Mientras tanto, el público iba comentando que si 'qué bonito', que si 'esta noche es para el recuerdo' o que si este era 'una-de-esos-conciertos-que-hay-que-ver-en-la-vida' conforme el sentimentalismo iba in crescendo. Por eso, con 'Love me do' el personal se vino muy arriba y ya no paró con 'Lady Madona', una emocionante 'Eleanor Rigby', la potencia de 'Back in USSR', 'Let it be' y la apoteosis de 'Live and let die' que, con un espectacular despliegue de fuego y fuegos artificiales, dio paso a otro de los grandes momentos de la noche en el que las gradas del Calderón se llenaron de luces titilantes de móviles: 'Hey Jude'. 'Macca' ya lo sabía y lo había dicho unos minutos antes y en español: "buen bolo".

La ineludible 'Yesterdey' abrió los bises. Después, como acostumbra hacer en esta gira, dos espectadores de las primeras filas subieron al escenario para seguir haciendo de los Beatles su banda sonora. En esta ocasión, el protagonista fue el sí, quiero que dio Karina a Rubén entre abrazos del espontáneo padrino. La noche terminó con 'Carry That Weight' y, claro está, 'The end'. McCartney llevaba 12 años sin pisar España y 51 los Beatles desde aquel 2 de julio del 65 cuando tocaron ante 5.000 personas en Las Ventas. Entonces las entradas costaron 400 pesetas en silla y 75 en andanada. Ayer fuimos 40.000, las entradas iban de los 70 a los 230 euros y, de paso, nos quitamos dos espinitas: la de ver el concierto de los Beatles que siempre soñamos y, aunque no del todo, la del Atleti.

Hace unos 30 años, cuando aún llevaba dos coletas y muñecos bajo el brazo, alguna tarde mi madre sacaba de un cajón unas cintas de casete blancas con etiquetas amarillas y verdes y las ponía a todo volumen para disfrutar con su hija pequeña de esa música que la hacía moverse como yo no solía ver. Me contaba que eran de los Beatles -algo que a mí me sonaba a chino- y que fue una fan enloquecida de esos señores que sonaban a todo trapo mientras regaba sus recuerdos con alguna batallita de juventud. A mí todo eso me parecía tan extraño como divertido, básicamente porque podíamos ponernos a bailar juntas. Años después descubrí quiénes eran esos Beatles de mi madre, que también se habían convertido en míos. Y hace poco, cuando supe que Paul McCartney venía a España rebusqué en esos cajones de antaño y descubrí que esas cintas de los recuerdos de mi infancia eran del 'Revolver' y ‘Help!’.

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