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Bruce Springsteen, para servirle a usted y a su familia
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el boss abre en barcelona su gira europea

Bruce Springsteen, para servirle a usted y a su familia

El rockero de Nueva Jersey se cascó un concierto de más de tres horas y media con escenas ya vividas y una recta final inolvidable

Foto: Concierto de Springsteen en el Camp Nou. Foto: Marta Pérez/Efe
Concierto de Springsteen en el Camp Nou. Foto: Marta Pérez/Efe

Los operarios no han cumplido bien su misión de cubrir todo el césped del Nou Camp para el concierto. Hay una franja de palmo y medio en la que tropiezan varios espectadores y ante la que otros se detienen, se arrodillan, acarician el césped empapado y se mojan la cara. Es un masaje hidratante con Eau de Césped Blaugrana para celebrar la liga que el Barça ha ganado hace solo dos horas.

De repente, con veinte minutos de retraso, sin aviso previo y con los focos aún prendidos, Bruce Springsteen y la E Street Band salen al escenario. Primera anécdota intergeneracional: un chaval con acné berrea al oído de su padre el estribillo de 'Badlands'. Empieza el concierto...

Bruce Springsteen en Barcelona - 2016

Pantallas verticales y luces abiertas

Hubo una época en que para retratar a Bruce Springsteen y la E Street Band era imprescindible el formato horizontal. Eran muchos. De un tiempo a esta parte, el escenario de sus giras está flanqueado por dos pantallas que optan casi siempre por el formato vertical. Solo Bruce. En la pantalla del fondo del escenario, aparece algún músico de la banda pero, sobre todo, se ve al público. A veces se proyecta también a Springsteen con el público detrás. El mensaje parece claro: esto va a ser un asunto entre nosotros y el Boss.

El mensaje de las pantallas en las que solo se ve a Bruce y al público parece claro: esto va a ser un asunto entre nosotros y el Boss

La euforia de 'Badlands' y esos coros que todo el estadio profiere aún con la luz artificial dan paso a 'No surrender'. Se apagan los focos y también los coros de la gente. Parece que la euforia y la magia desaparezcan, que esto vaya a ser un concierto normal. Y, durante un rato, lo será. Es lo que pasa si intentas colar 'My love will not let you down' como clásico. Además, el sonido es bastante chicharrero, lo cual no ayuda a entrar en sintonía.

Caen del tirón las cuatro primeras de 'The river': 'The ties that bind', 'Sherry darling', 'Jackson cage' y 'Two hearts'. Springsteen es un maestro en esa clase de rock exultante y fraternal, ese rock que hincha los pulmones y transmite la vibración hasta el último rincón del estadio. O la transmitía. El público de las gradas sigue el concierto en pie, pero no se advierte ardor ni excitación. Es entretenimiento del bueno. Nada más, por ahora. El sonido no mejora. El órgano de Roy Bittan en 'Two hearts' es una tortura. Y Steve van Zandt grazna de lo lindo. Siendo el soul la gran escuela de Springsteen, llamativo la atención que sus músicos (Patti Scialffa, Nils Lofgren, Van Zandt y demás) le secunden con unas voces tan deterioradas.

El comodín del público

Ya hace rato que el público ondea cartones, papeles y pancartas con las que solicita títulos al cantante. Y la primera aceptada es 'I'm going down'. Cuesta explicar el subidón que provoca ver a 65.000 personas cantando 'I'm going down'. Cuesta incluso razonarlo, pero así funciona la música. No siempre transmite lo que parece explicar.

Cuesta explicar el subidón que provoca ver a 65.000 personas cantando 'I'm going down'. Cuesta incluso razonarlo, pero así funciona la música

Llega 'Hungry heart', otro de los ases de 'The river', y Springsteen baja del escenario. El lateral izquierdo de la pista era una zona bastante tranquila desde la que ver el concierto, pese a estar a tan poca distancia de la banda, pero hordas de hombres y mujeres echan a correr a gritos en esa dirección cuando sospechan que podrán tocarlo. Se abalanzan como posesos, pero Bruce pasa de largo. Ellas vuelven a su puesto con cara de 'creo que he perdido los papeles un poquitín'. Ellos vuelven como si no acabasen de perder los papeles. Suena 'Out in the streets', otro título de 'The river'. Porque si alguien en este país aún no lo sabe, Barcelona acoge el estreno de la gira europea que celebra el 35 aniversario de 'The river', su doble disco de 1980.

50 minutos y primera pausa

Han pasado cincuenta minutos y todos los temas han sonado enlazados bajo el tradicional 'one, two, three, four'. La primera pausa para respirar precede al bloque de baladas. En la primera, una pareja madura baila agarradísima entre la multitud. Ella le acaricia el cogote y le dice algo al oído. Se besan larga y apasionadamente y se recorren el cuerpo con las manos y la mirada. Tres rubias inglesas adolescentes se sienten tan desplazadas ante el ardor pureta que deciden chequear sus whatsapps. 'I'm gonna marry you' suena para ellos y solo para ellos. Eso sí, cuando la armónica marque el inicio de 'The river' las tres rubias se harán las excitadas y filmarán la escena.

Springsteen cierra los ojos ante 65.000 espectadores para cantar 'Point blank'. Es un cantante intentando conmoverse y conmover

Todas las gradas están iluminadas con los flashes de los móviles del público. La estampa es preciosa y Springsteen intenta que la canción justifique su trascendencia, pero es complicado. Está ya muy gastada. Aun así, él prolonga el final con un bonito falsete que le concede una vida más. La salva de ser lo que es, la canción que dio nombre al disco que justifica esta gira de reposición con la que intentar olvidar que sus directos ya no son tan infalibles como antaño.

Estamos en los momentos más sobrios de la noche. Springsteen cierra los ojos ante 65.000 espectadores para cantar 'Point blank'. La introducción al piano es grave y solemne. La interpretación promete ser conmovedora, pero este cronista sólo consigue oír a un cantante intentando conmoverse y conmover. Se está esforzando por mantener los ojos cerrados, pero no logra evadirse del presente y conectar con el sueño que evoca la canción. No siempre salen bien estas cosas. El público parlotea. No parece interesado en la faceta intimista de su ídolo y tampoco muestra especial devoción por Atlantic City. El público espera '. Ya llega.

Shalalás y más cartones

El público quiere cantar y sentirse partícipe y 'Darlington County' es ideal para ello porque contiene esos universales shalalás que cualquiera puede corear. Mientras tanto, Bruce se da un nuevo garbeo por las primeras filas y recoge una decena de cartones con títulos de canciones. Muestra al público uno en el que por un lado está escrito 'Glory days' y por el otro 'Growin' up'. La primera gana por goleada y es esa la que suena.

'Glory days' es una canción que dispara el consumo de cerveza. Un vendedor ambulante, de esos que cargan depósitos de unos 30 litros y las venden entre el público, cruza corriendo todo el fondo de la pista a lo Jordi Alba. Durante 'Ramrod', el fondo de la pista es ideal para practicar bailes absurdos, hacer carreras, sufrir estrepitosas, caídas, emular solos de guitarra de Bruce y jugar al fútbol con vasos vacíos. El mochilaman vuelve con la mochila llena antes de que empiece 'I wanna be with you'. Gana ocho euros por depósito vendido, aunque el litro de cerveza se venda a once euros.

Entre 80 y 115 euros la entrada, entre 35 y 45 euros por camiseta y 11 euros por litro de cerveza. 'Drive all night', en cambio, no tiene precio

Estamos ya en la cuarta cara del doble 'The river'. Suena 'The price you pay': pues entre 80 y 115 euros la entrada (gastos de distribución no incluídos), entre 35 y 45 euros por camiseta de la gira (120 la chaqueta) y, lo dicho, 11 euros por litro de cerveza. 'Drive all night', en cambio, no tiene precio. Es la primera vez que la interpreta en Barcelona después de tantas y tantas visitas a la ciudad. 'Lonesome day' se la podría haber ahorrado, pero cumple su función como lanzadera de la trepidante recta final en la que enlaza 'Prove it all night', 'Promised land', 'Because the nigh't y 'She's the on'e. Es el Springsteen de siempre. El Springsteen infalible de casi siempre.

Pero el término 'recta final' siempre es relativo. Cuando parecía que el concierto ya estaba visto para sentencia, encaja casi fuera de tiempo un 'Brilliant disguise' en la que se percibe un estudiado plano Patti-Bruce para la pantalla vertical, un ''The rising que me hace recordar el escaso interés con que el público acogió su discurso a favor de los indignados en su visita de mayo de 2012, y, cómo no, la ineludible 'Thunder road'. Esa canción, con todo su drama y heroicidad, con esa monumental humanidad, te recuerda, gira tras gira, que siempre vale la pena ver a Bruce Springsteen. Que él es la única razón por la que ir a escuchar rock & roll en un estadio de fútbol.

Lo inesperado y lo de siempre

Han pasado dos horas y cuarenta minutos y lo mejor está por llegar. Porque lo mejor es siempre lo inesperado. Y aunque se sabía que la había tocado en Nueva York semanas atrás, nada hacía prever que el primer bis de la noche fuese 'Purple rain, de Prince'. Springsteen no comanda una versión especialmente emotiva; la canta demasiado acelerada. Pero cuando cede el protagonismo a Nils Lofgren para el solo todo cambia. Para este cronista, el momento más emocionante de la noche habrán sido esos dos minutos sin palabras, pellizcando las cuerdas de la guitarra, buscando en ellas el sonido inconfundible, salvaje y arrollador del difunto príncipe de Minneapolis.

Cuando se encienden las luces del Nou Camp y ves que todo el mundo está bailando, hasta el último rincón, olvidas lo artificial que hay en el espectáculo

Luego ya, lo de siempre: 'Born in the USA', 'Born to run', se encienden las luces del estadio, 'Dancing in the dark', sube una chica a bailar... Hay que aclarar que en el caso de Springsteen lo de siempre es mucho mejor que lo de siempre en otros artistas. Y que un apoteosis springsteeniano es mucho apoteosis. Cuando se encienden las luces del Nou Camp (o de cualquier estadio en el que actúe) y ves que todo el mundo está bailando, desde primera fila hasta el último rincón, olvidas todo lo artificial que hay en el espectáculo. Lo único real es ese chaval que alza las muletas y baila a la pata coja. Lo único real son los mochilaman que saltan con los litros de cerveza a cuestas. Lo único real es ese otro mochilaman que deja de vender para filmar con el móvil un traveling circular en 'Tenth avenue freeze-out'.

No puedo más, pero no voy a parar

Y es que el asunto aquí es que hay mucha gente que ha llegado al Nou Camp a las cinco de la tarde, que es casi la una de la madrugada y que la inmensa mayoría, niños y adultos de la quinta del jefe, están bailando como si nada. Aquí el del concierto maratoniano no es sólo Bruce, sino todos los presentes. Un matrimonio agotado echa el resto durante la charanguera versión de 'Shout'. Ponen cara de 'no puedo más, pero no voy a parar'. I say you make wanna... Shout! Shout! Shout! Shout!... Aguantan como jabatos.

Ese señor de 66 años hará el payaso y el torero. A mucha honra y con todo el oficio. Porque es el jefe, pero, ante todo, porque es el más currante

Aquí el asunto es que cuando acabe 'Shout' enlaza con 'Bobby Jean' y, una vez más, esa doble pirueta nostálgica que consiste en recordar una canción que recuerda una amistad adolescente, te pilla desprevenido un as gira más y te estremece como siempre. Y cuando la cámara busca por enésima vez a Springsteen y este, con la mirada perdida en el fondo del estadio, parece buscar una respuesta en la última fila de asientos de la última gradería, notas que sonríe con cara de 'uf, lo he vuelto a conseguir'.

El asunto es que cuando ya han pasado tres horas y media desde que se subió al escenario, la última media de las cuales ha actuado con las luces del estadio encendidas, el Springsteen entertainer amagará con irse, mirará el reloj, hará que se cuelga de nuevo la guitarra, que no, que sí, que no... Ese señor de 66 años hará el payaso y el torero. A mucha honra y con todo el oficio. Y rematará la velada con el 'Twist & shout'. Y todos a bailar otra vez. Porque es el jefe, pero, ante todo, porque es el más currante. Porque es el showman rockero definitivo. Porque conserva un sentido muy generoso del espectáculo. Es Bruce Springsteen: para servirle a usted y a su familia.

Los operarios no han cumplido bien su misión de cubrir todo el césped del Nou Camp para el concierto. Hay una franja de palmo y medio en la que tropiezan varios espectadores y ante la que otros se detienen, se arrodillan, acarician el césped empapado y se mojan la cara. Es un masaje hidratante con Eau de Césped Blaugrana para celebrar la liga que el Barça ha ganado hace solo dos horas.

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