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Pillar jaco, punks que exigen Moët y otros hitos de la vida de un promotor
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memorias de un promotor 'underground'

Pillar jaco, punks que exigen Moët y otros hitos de la vida de un promotor

Alfred Crespo, codirector de la biblia rockera 'Ruta 66', explica sus aventuras como organizador de conciertos en el libro ‘No hay entradas’

Foto: La banda australiana Beast of Bourbon
La banda australiana Beast of Bourbon

El libro empieza fuerte, ya desde la dedicatoria: “A May, por decirme mientras estaba en la sala de partos dando a luz a nuestro hijo Ricky: ‘tranquilo, que llegas al concierto de Mick Farris de esta noche’. A Ricky por no llorar esa noche mientras me escapaba un rato a ver a Mick Farris. Y a Laura, nuestra hija, por esperarme vigilando desde la ventana donde estaban los dos mientras yo escuchaba a Mick Farris”.

placeholder 'No hay entradas'
'No hay entradas'

Bienvenidos al mundo de los musiqueros terminales, dondeun concierto de cultoes tan importante como la llegada de un nuevo miembro a la familia.

En poco más de cien páginas, ‘No hay entradas’ (66 RPM Edicions)confirma que la lógica de de los mortales no rige en territorio 'underground' rockero. ¿Ejemplo práctico? Dos miembros del grupo sueco Diamond Dogs, algo chuzos y hastiados de no encontrar un taxi en Barcelona, deciden tumbarse en el carril bus para obligar a detenerse al primero que pase, aunque vaya ocupado. “Así paran seguro, decían los muy merluzos. Por metros logramos evitar que pasaran a convertirse en calcomanías sobre el asfalto”, recuerda Alfred Crespo, autor del libro.

'Knocking On Heaven`s Doors', Mick Harris

Descuido ruinoso

¿El momento más absurdo? Una marca de licores llama a la promotora de Crespo para gestionar la contratación de dos bandas de tributo. Se trata de animar una estación de esquí fuera de temporada. Consiguen a Smoking Stones (homenaje a los Rolling) y a Bon Scott Band (homenaje a AC/DC). Un pequeño detalle afecta a la recaudación. “Alguien se había preocupado de vallar todo el perímetro, pero no había considerado necesario usar rafia. Me refiero a ese material negro que precisamente se coloca para que no puedas ver desde el exterior lo que está ocurriendo dentro sin haber pasado por taquilla. Resumiendo: desde la cuneta, la carretera y los descampados de los alrededores no perdías detalle de lo que sucedía en el recinto. Entrada cara de narices, zona de barbacoa, espacio para que los motoristas pudieran lucir sus habilidades sobre ruedas…”

Todo un espectáculo para los numerosos mirones que disfrutaron si necesidad de pagar un euro. Sin rafia, no hay beneficios. O recaudas mucho menos.

Caliente y en vaso de plástico

Sorpresas previsibles: un grupo punk de clase obrera como Los Buzzcocks exige cuatro botellas de Moët & Chandon por concierto (120 euros la broma). Además, sibaritas, indican que debe estar caliente y servido en vaso de plástico, nunca de cristal (por lo visto gana en sabor). Si no se cumple la petición, o si falta una modesta samosa vegetal en el camerino, el promotor corre el riesgo de que no suban al escenario. Por lo menos, no son tan vulgares como Mago de Oz, a quien Crespo retrata de manera memorable: “Un gracioso conjunto músico-vocal que, inexplicablemente, obtuvo un éxito espectacular a base de mezclar sin ton ni son lo peor de Iron Maiden con lo más pachanguero de Celtas Cortos. Sus shows eran delirantes, con barcos y cañones de porexpán, striptease de bar de carretera comarcal y unos tipos tirando a maduritos disfrazados de extras de ‘Piratas del Caribe’. ¿Sus debilidades? Aceitunas marca Hero y gazpacho Alvalle en tetra-brick”.

Ya saben: 'glamour' rockero.

'Ever fallen in love', The Buzzcocks

Abusar de una estrella

¿Una situación singular? Las noches que, entre el público, asisten celebridades que eclipsan a las que están sobre el escenario. Fue el caso de una gira colectiva (John Doe & The Sadies, Magnolia Electric Co, The Handsome Family) donde se plantó Viggo Mortensen, en plena cresta de la ola gracias a la saga ‘El señor de los anillos’. Su comportamiento, modesto y accesible, dejó boquiabiertos a todos los que se le acercaron. Hasta tal punto era majo el actor de Hollywood que Crespo se atrevió con una broma abusiva, pidiéndole que ayudara a cargar los amplificadores en la furgoneta. “Le solté que nos echara una mano para ir más rápidos, que qué era cargar unos cuantos ‘amplis’ cuando te has encargado de finiquitar a miles de orcos. Ni corto ni perezoso, colgó su cazadora en el perchero y se plantó en el escenario. Ayudó, como un campeón, a llenar el montacargas con amplificadores, instrumentos y piezas de batería. Bajó a la calle, colocó todo en la furgo, nos dio la mano y se fue con su compinche. Encantador con todas las letras”, recuerda.

Medicina gitana

El grupo más extremo, sin duda, fueron los Beasts Of Bourbon. Estos recios australianos, que cantan sobre saltarse reuniones en Alcohólicos Anónimos, ofrecen un cuadro lamentable. Nada más recogerles, se desploman en la furgo, “parece que llevan tres días sin pegar ojo”. Falta el cantante, que finalmente aparece en estado lamentable. “Perjudicado, pero respira y se mueve. Algo es algo”. Al pisar la sala, no se andan con rodeos: “Llegamos al Sidecar y se acerca el batería, me agarra de un brazo y me lleva a una esquina de la Plaza Real. Me comenta su problema: cree que en una de las escaramuzas de la noche previa se ha roto una costilla. O dos. Le pregunto si hemos de cancelar, que podía haber avisado antes para ahorrarnos la excursión, pero se niega a la suspensión vehementemente. Solo necesita “medicinas”, entre comillas. ¿Doctor? Me mira y me suelta, flojito, si conozco algún gitano. ¿Gitano? Y me guiña el ojo. Conozco a gitanos, claro, pero le digo que la medicina que él quiere que le recete un gitano catalán está algo alejada de lo que posiblemente sea más efectivo, algo tipo faja, visita al médico o Voltaren”.

'The Hate Inside', The Beasts of Borbon

Robar a Elvis Costello

El músico no se baja de la burra, la tensión va creciendo y llega la solución. “Finalmente no era gitano, pero un colega con intereses comunes con el herido llamó para pedir invitaciones para el bolo. Pregunta tonta (¿Sigues con lo tuyo?), respuesta obvia (¡Pues claro!), contrapregunta (¿Llevas de sobra?), y contrarespuesta (¡Siempre!). El batería casi llora de emoción al conocer la buena nueva. En realidad, por su agilidad de movimientos, sospechamos que su costilla se había soldado instantáneamente”. Así es el día a día de los Beasts Of Bourbon, un soberbio grupo de rock que en sus entrevistas suele dar respuestas como esta, del cantante Tex Perkins: “Una vez estaba metiéndome 'speedballs' (mezcla de heroína y cocaína) con Elvis Costello y él se pasó un poco y se meó en los calzones. Le miré en los bolsillos y le robé treinta y cuatro dólares y una foto de su mujer desnuda”. Lo contaron en 2006 en la revista ‘Popular Uno’. Su música suena como su forma de vida. Y su última gira española, en 2007, fue de altísimo voltaje.

'Chase The Dragon', The Beasts of Bourbon

Adiós al romanticismo

El prólogo del libro consiste en una charla con Gay Mercader, el promotor más importante de nuestro país. Hablamos de la primera persona que trajo a tocar a España a Lou Reed y Los Rolling Stones, que siempre que acuden a nuestro país le reservan un asiento en su avión privado. Mercader, sobre todo, lamenta la perdida de romanticismo en el oficio. “Ahora alguna personas que trabajan con los Stones no tienen ni idea de música. Me di cuenta hace años de que todo estaba cambiando en el 'backstage' de un concierto de Bowie. Estaba junto a miembros de su discográfica, entró Iggy Pop vestido de militar y no le reconocieron. Las cosas han ido cambiando: antes no había reglas, teníamos que escribirlas entre todos, aprendías a hostias, ahora has de aguantar a ejecutivos con unos humos…Incluso hacer 'masterclass' sobre cómo ser promotor. Me invitaron a impartir una por Skype, creo que al principio fui algo duro, pero el mensaje era este: hay cosas que has de aprender por ti mismo. Las circunstancias no ayudan. Y, en la mayor parte de los casos, si eres fan, procura no mezclar la amistad con los negocios”.

El libro empieza fuerte, ya desde la dedicatoria: “A May, por decirme mientras estaba en la sala de partos dando a luz a nuestro hijo Ricky: ‘tranquilo, que llegas al concierto de Mick Farris de esta noche’. A Ricky por no llorar esa noche mientras me escapaba un rato a ver a Mick Farris. Y a Laura, nuestra hija, por esperarme vigilando desde la ventana donde estaban los dos mientras yo escuchaba a Mick Farris”.

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