Es noticia
Una religión llamada Muse
  1. Cultura
gira 'drones world tour'

Una religión llamada Muse

La banda británica tiró de maquinaria y alta tecnología para ofrecer un apabullante show ante un abarrotado Barclaycard Center

Foto: Muse en concierto (Efe)
Muse en concierto (Efe)

'Drones', séptimo disco de Muse, no terminó de convencer a la crítica ni a los seguidores del trío británico. Pero da igual. Ver a Muse es dejarte sorprender por un despliegue de rock y tecnología al alcance de muy pocas bandas actuales. Te gusten más o menos, hay que ver un concierto de Muse alguna vez en la vida. Son unos de los grandes reyes del rock mundial. Una religión que conquista almas con su directo, porque ese es su hábitat natural más allá de su arenga de resistencia y supervivencia en un mundo deshumanizado y sometido por una tecnología rendida al servicio de gobernantes, guerras y lavados mentales espurios.

Anoche Muse lo volvió a hacer en el primer de los dos conciertos, ambos con las entradas agotadas en horas, que ofrecen en el Barclaycard Center de Madrid dentro de la gira 'Drones World Tour'. Sorprendieron y nos hicieron (más) creyentes de su épica con algo que fue mucho más que un concierto: fue un show grandilocuente puesto al servicio de la música. La banda no actuaba en Madrid desde 2012 y ya había desplegado en la capital en forma de pirámide algunos de los espectáculos más llamativos de cuantos han pasado por la ciudad, tanto en el concierto del Vicente Calderón de 2010 como en la última gira de 'The 2nd law', pero lo de ayer fue una auténtica apisonadora con una puesta en escena abrumadora y un sonido impecable.

La distopía orwelliana que trae Muse en esta gira se libra en un escenario giratorio 360 grados, como el que se pudo ver en la gira U2 360º pero ubicado en el epicentro de la pista, con dos brazos laterales y un despliegue de pantallas, luces y efectos especiales brutal. La ceremonia comienza con acordes místicos y 'Kill by drones' impreso en las pantallas mientras, sobre las cabezas de 16.000 devotos, sobrevuelan drones reales con forma de esfera. Suenan los primeros acordes de 'Physco' y estalla la comunión. 'Reapers' y la coreadísima 'Plug in baby' completan la terna inicial que deja clara una idea: si esto comienza así, cómo va acabar.

Muse ha vuelto con este disco a su esencia rockera, dejando atrás los sintetizadores y rebajando la épica queeniana de anteriores trabajos. Eso se traduce sobre el escenario en un despliegue sonoro, arropado en todo momento por una máquina engrasada de proyecciones, luces y efectos evocadores, con una fuerza atronadora. Hasta Matt Bellamy ha aparcado su llamativo outfit y su contoneo de pavo real -el dedo del pie que se rompió hace apenas una semana le obligó a saltar menos aunque no paró de moverse de arriba a abajo en todo el concierto sin dejar de parar en ninguno de los ochos pies de micro dispuestos por todo el escenario- en pos de una sobriedad donde sobresale lo que debe: su virtuosismo vocal y a la guitarra.

La teatralidad que han preparado en esta gira no da tregua a los fieles. Alcanza uno de sus primeros éxtasis en 'The Handler', cuando sobre unas telas que se despliegan sobre las lenguas del escenario unas manos mueven los hilos de sus tres marionetas: Bellamy, Dominic Howard (batería) y Chris Wolstenholme (bajista). Les acompaña, mimetizado en el foso el teclista Morgan Nicholls, dejando clara esa distancia que han querido marcar en 'Drones' con la parte más tecnológica de otros discos.

'Supermassive Black Hole' afila el tiro en esta guerra de conquista y no da descanso con 'Starlight' y 'Madness', tres de los grandes himnos ineludibles de la banda. Ya no hay vuelta atrás. El antiguo Palacio de los Deportes de Madrid se ha convertido totalmente a esa religión llamada Muse, que sigue profesando su fe con toda la artillería pesada en forma de hits: 'Map of problematique', 'Hysteria' y la locura de 'Time is running out'.

'Uprising' con su "You will be victorious" abre el discurso antibelicista final. La soflama llega directa a las conciencias en este último tramo del concierto. Es el más sinfónico e íntimo y está marcado por 'The Globalist'. O el creacionismo: la destrucción, la guerra, las catástrofes y los misiles dan paso desde las pantallas a la nueva vida cuya banda sonora son los incesantes punteos de Bellamy y su entrega al piano. Aunque ayer Muse no sacó, como sí lo ha hecho en todos los conciertos incluido el último de Lisboa, un espectacular drone en forma de avión durante la canción más narrativa de la noche.

Los bises no fueron tales porque el concierto no paró en ningún momento. Llegaron con 'Take a bow', 'Mercy' y fueron rematados por otro de los clásicos más coreados de Muse: 'Knights of Cydonia'.

"You and I must fight for our rights. You and I must fight to survive" fue la arenga que despidió al público desde el púlpito circular de esta consagración con forma de concierto de casi dos horas. Un espectáculo apoteósico, que se suma a los 24 que ya han dado en nuestro país, medido al milímetro, sin concesiones y con la más alta tecnología que, una vez más, consigue avasallar y arrasar las conciencias de sus incondicionales.

'Drones', séptimo disco de Muse, no terminó de convencer a la crítica ni a los seguidores del trío británico. Pero da igual. Ver a Muse es dejarte sorprender por un despliegue de rock y tecnología al alcance de muy pocas bandas actuales. Te gusten más o menos, hay que ver un concierto de Muse alguna vez en la vida. Son unos de los grandes reyes del rock mundial. Una religión que conquista almas con su directo, porque ese es su hábitat natural más allá de su arenga de resistencia y supervivencia en un mundo deshumanizado y sometido por una tecnología rendida al servicio de gobernantes, guerras y lavados mentales espurios.

Música
El redactor recomienda