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Silvio Rodríguez en Vallecas: el experimento Che Guevara no funcionó
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Silvio Rodríguez en Vallecas: el experimento Che Guevara no funcionó

Concierto histórico, gratuito y lleno a rebosar en un anfiteatro de Vallecas

Foto: Concierto de Silvio Rodríguez en Vallecas
Concierto de Silvio Rodríguez en Vallecas

Poner un pie a las ocho anoche en el anfiteatro de la calle de Montjuic, en Vallecas, era viajar a otra dimensión estética. Una que ha desaparecido de la radio, la televisión y los periódicos. Me refiero al “planeta cantautor”, que vivió su auge en la segunda mitad de los setenta y fue violentamente rechazado por La movida, aquel tsunami posmoderno que identificaba cualquier inquietud igualitaria con algo plomizo, cutre y casposo. Hay un artículo memorable de Michel Houellebecq sobre una convención de la industria del cine X donde casi se le saltan las lágrimas cuando unos activistas antiporno le paran para darle un folleto. El escritor se emociona porque es la primera vez en su vida que un desconocido le interpela en la calle para otra cosa que no sea pedirle dinero.

En el ambiente de anoche pasaron cosas parecidas, con jóvenes repartiendo típticos contra el bloqueo económico a Cuba, folletos proponiendo alternativas al modo en que se ha enfocado la remodelación de la línea uno de metro o flyers informando de las actividades (gratuitas o a precios razonables) de La Morada, centro cultural de Podemos en el barrio de Delicias.

Silvio Rodríguez canta 'Ojalá' en Vallecas

La cultura: ¿producto o derecho?

Abrió la noche Ismael Serrano, que esta vez no ejercía solo de artista, sino también de organizador. Recordó la primera vez que tocó junto a Silvio Rodríguez, en Santiago de Chile en 1997. Se trataba de un homenaje a Ernesto “Che” Guevara, guerrillero argentino que varios asistentes lucían en su camiseta. Más allá de la opinión que nos merezca el personaje, la vigencia de su figura demuestra que sus demandas de fraternidad universal están lejos de ser satisfechas. Y que sigue teniendo unos cuantos partidarios. Dicho esto, el concierto tenía una inspiración más modesta y reciente: la gira gratuita de Silvio Rodríguez por los barrios más pobres de La Habana, basada en la idea de que la cultura no es un producto, sino un derecho al que todos deberíamos tener acceso.

El concierto tenía una inspiración más modesta y reciente: la gira gratuita de Silvio Rodríguez por los barrios más pobres de La Habana

Serrano se mostró feliz de haber podido traducir la idea a Vallecas, su barrio, gracias a la presencia desinteresada de los artistas y a la colaboración de “un ayuntamiento al servicio de la gente”. Abrió con la canción 'Vine del norte', donde se cita a Silvio Rodríguez, cerró con su himno “Papá, cuéntame otra vez” y demostró su gran momento creativo con 'La llamada', probablemente la canción que mejor refleja el momento político que atraviesa España desde 2008 (además de ser la primera en la que se utiliza la palabra “precariado”).

'La llamada', de Ismael Serrano

Falta de infraestructura

¿Funcionó el experimento del concierto gratuito en barrio humilde? Mi opinión es que no. De hecho, no podía funcionar. Una iniciativa así requiere una infraestructura y organización mayor. Debe ser un esfuerzo institucional a largo plazo, no una iniciativa de tres superventas. Para que todo hubiera transcurrido como la precisión de un reloj hubieran hecho falta muchas cosas. Por ejemplo, aseos mejor repartidos, que permitieran a la gente usarlos y poder volver al sitio desde donde veía el concierto, hazaña que resultó imposible en la noche de miércoles. También era necesario poner barras en el recinto para que los bares y “tiendas de chinos” de la zona no se vieran totalmente desbordados por la demanda.

¿Funcionó el experimento del concierto gratuito en barrio humilde? Mi opinión es que no. De hecho, no podía funcionar

A las dos horas de comenzar el acto, ya no quedaban aguas, cocacolas o cervezas frías en casi ningún sitio. Por no quedar, no quedaba ni espacio para acceder a los bares, también por la mala suerte de que esa noche a la misma hora se televisaba una semifinal de Champions con un equipo madrileño. El tirón de Silvio Rodríguez es tal que echando un vistazo a Facebook descubrías que al concierto había venido gente de sitios tan lejanos como Murcia o el País Vasco. Por supuesto, también de las afueras de Madrid, muchos de los cuales tuvieron que dejar el concierto a medias porque su último cercanías en un día laborable salía a las 23.30. Resumiendo: mucho que mejorar en una idea espléndida que merece apoyo institucional sostenido.

“Esto es Alejandro Sanz”

El concierto, además, tenía carácter solidario, recaudar fondos para los damnificados del terremoto de Ecuador. Resultaba un poco triste abandonar el recinto y ver que las urnas instaladas apenas tenían un dedo de monedas y billetes. No están los tiempos para muchos dispendios, pero hablamos de artistas que cobran entre veinte y cincuenta euros la entrada (algo más nos podríamos haber estirado). A pesar de todo, se registró un éxito absoluto de asistencia. Acudieron unas siete mil personas. ¿El momento más gracioso? Cuando una pareja de sudamericanos llegaron abrazos y convencidos de que quien tocaba era Alejandro Sanz. La verdad es que, en ese momento, estaba sonando 'Sin tu latido', de Luis Eduardo Aute, la canción que más se acerca al estilo del autor de 'Corazón Partío'.

El concierto tenía carácter solidario. Era triste salir del recinto y ver que las urnas instaladas apenas tenían un dedo de monedas y billetes

¿El minuto más surreal? Cada estribillo o comentario político era respondido con gritos de “Sí se puede”, pero la aparición de Silvio Rodriguez hizo que los asistentes los cambiaran por los de “No se ve, no se ve, no se ve”. Rodríguez toca con gorra, gafas y auriculares, sentado en mitad del escenario. Costaba atisbar su figura si no estabas en las primeras filas, ya que no había pantallas. Su respuesta es que aquí no se venía a ver, sino a escuchar. Demostró encontrarse en forma rozando los setenta, pero también quedó claro que un auditorio saturado al aire libre no es el lugar idóneo para paladear su repertorio, repleto de armonías ensoñadoras con arreglos delicados de flauta travesera.

Monedero, Garzón y otros rojos del montón

Si cabe hacerse una idea de un acto cultural por las celebridades que aparecen, aquí podemos decir que Alberto Garzón se hartó de dar besos y hacerse fotos poco antes de que empezara la música. Dos horas más tarde, Juan Carlos Monedero aplaudía entusiasta cuando Luis Eduardo Aute proponía cambiar el significado de PIGS (la zona europea sojuzgada por la deuda) por una federación solidaria bautizada como Países Integrados del Gran Sur. También juraría que me crucé con Javier Corcuera, autor el documental “La espalda del mundo” (2000), donde se cuentan las historias de gente excluida en todo el planeta, desde un niño de los suburbios de Lima hasta un afroamericano en el corredor de la muerte, pasando por el acoso político a la primera parlamentaria kurda de Turquía.

El planeta cantautor puede parecer muerto, pero siempre resurge cuando se anima la disidencia política, ya sea el antifranquismo, el movimiento antiglobalización o los procesos post-15M. Un respeto.

Poner un pie a las ocho anoche en el anfiteatro de la calle de Montjuic, en Vallecas, era viajar a otra dimensión estética. Una que ha desaparecido de la radio, la televisión y los periódicos. Me refiero al “planeta cantautor”, que vivió su auge en la segunda mitad de los setenta y fue violentamente rechazado por La movida, aquel tsunami posmoderno que identificaba cualquier inquietud igualitaria con algo plomizo, cutre y casposo. Hay un artículo memorable de Michel Houellebecq sobre una convención de la industria del cine X donde casi se le saltan las lágrimas cuando unos activistas antiporno le paran para darle un folleto. El escritor se emociona porque es la primera vez en su vida que un desconocido le interpela en la calle para otra cosa que no sea pedirle dinero.

Juan Carlos Monedero Música
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