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Pasión por la ignorancia: ¿qué ha hecho la clase política por nuestros creadores?
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la dieta cultural del español

Pasión por la ignorancia: ¿qué ha hecho la clase política por nuestros creadores?

Un país que abordó la ‘transición’ con entusiasmo se ha trasformado en una masa bruta y amorfa con nulas inquietudes, anestesiada por los vapores de la ignorancia

Foto: Pedro Sánchez, Méndez de Vigo y Rajoy durante la pasada ceremonia de entrega del Premio Cervantes
Pedro Sánchez, Méndez de Vigo y Rajoy durante la pasada ceremonia de entrega del Premio Cervantes

Si hace veinte años alguien hubiera dicho que la cultura española y en particular el cine estarían hoy en el abismo le habríamos tomado por un pájaro de mal agüero; pero lo cierto es que aquella profecía impensable se ha convertido en nuestra realidad. Las causas de este hundimiento son muchas; pero responden a una sociedad que celebra lo hortera y además a una clase política que lo fomenta como un instrumento de control sobre la persona. Solo así podemos comprender que un país que abordó la ‘transición’con entusiasmo y con grandes deseos de mejora colectiva se haya trasformado en una masa bruta y amorfa con nulas inquietudes, anestesiada por los vapores de la ignorancia.

Una ojeada a vista de pájaro revela que la dieta cultural del español se basa principalmente en alimentos tan bajos en calorías como los programas de telebasura. Son el nuevo opio del pueblo. Cabe preguntarse por el papel de nuestra clase política, que ha desatendido temerariamente el trabajo cultural por el que los pueblos quedan en la memoria. ¿Qué han hecho por proteger y fomentar la libertad de nuestros creadores? Poco o nada. En este sentido el único gesto de nuestros políticos se reduce a presenciar eventos o a celebrar públicamente los éxitos de nuestros artistas. Es la forma más rápida de vampirizar la gloria y de aparecer bajo los focos con un halo de glamour. Precisamente en busca de ese glamour que otros ganan con esfuerzo, y no ellos. Pero siempre bajo los focos, nunca a través del trabajo callado y eficaz de cada día.

El cinismo de los políticos

Esta perversión se viste de cinismo en hitos como la gala de los Premios Goya y del Cervantes. Muchos de nuestros políticos que no apoyan al cine o la literatura, quieren ser vistos junto a las estrellas y brillar en la misma constelación. Hasta hace poco la jugada les salía redonda; pero ahora alguno de los premiados no duda en aprovechar la cita para denunciar públicamente una política nefasta hacia el sector, así como la falta de iniciativas culturales. ¿Cómo se atreven? La respuesta es muy simple y revela el grado de maldad de quien se lo pregunta. Se atreven porque son artistas, se atreven porque defienden la libertad creativa y de palabra, se atreven porque están hartos de un “statu quo” marcado por el desdén y el agravio comparativo. Y sobre todo porque el amor al Séptimo Arte o la Literatura, no es el romance de una noche sino una pasión que dura toda la vida.

Muchos de nuestros políticos que no apoyan al cine o la literatura, quieren ser vistos junto a las estrellas y brillar en la misma constelación

¿Cuánto tiempo hace que la “marca España” no pasa por nuestra industria sino por hazañas deportivas individuales? ¿Cuánto tiempo hace que no colocamos a varias películas españolas en la “final four” de los principales certámenes internacionales? Entretanto se ha dilapidado un capital fabuloso en obras faraónicas: aeropuertos de provincia vacíos, “ciudades” de la Justicia inacabadas o museos que son todo un canto a la megalomanía en su continente, pero vacíos de contenido.

Con la llegada de la crisis nuestros políticos lanzaron el gran argumento: no hay dinero. Se olvidaron de decir que la mayoría de ese dinero había ido a parar a sus bolsillos. La alucinante epidemia de corrupción que afecta a nuestro país demuestra sin margen de error a qué ha dedicado nuestra clase política sus mejores esfuerzos. No todos robaron, pero todos consintieron o guardaron silencio. En este carnaval de ladrones era imprescindible el compadreo y la impunidad. Pero antes hubo que distraer al ciudadano con cortinas de humo. La pasión por la ignorancia que hoy preside nuestras vidas es fruto de una conjura a gran escala destinada a cerrar el paso a miradas indiscretas, y por ende a toda voz crítica o de creación independiente. De ahí que sólo prosperen aquellos individuos que repiten en los platós las consignas del poder.

Tele-predicadores

¿Cuántos verdaderos críticos de arte y cultura quedan en los medios de comunicación? Todo ha sido reemplazado por tele-predicadores y protagonistas de la basura. Mientras tanto el Gobierno sigue concediendo y renovando licencias a empresas de telecomunicación que utilizan para embobar al pueblo español. Un Gobierno incapaz de implementar sus propias leyes. Al comienzo de la legislatura, anunció una modificación en la normativa de las ayudas al cine. El Decreto resultante lo aprobó al final de los cuatro años, tras largas y poco fructíferas reuniones con el sector para intentar un fallido consenso.

El Gobierno sigue concediendo y renovando licencias a empresas de telecomunicación que emboban al pueblo español

De hecho, UTECA (Asociación de Empresas Privadas de Televisión) ha anunciado un recurso contencioso sobre el mismo, que de prosperar dejaría sin reglamentación de ningún tipo las ayudas al cine al haber sido derogado el régimen anterior. Todo un ejemplo de falta de visión por parte de una Administración que regula a golpe de capricho, y podría dejar inerme al sector del cine en su conjunto.

Vivimos una época nefasta que será recordada por su desprecio a la cultura. En poco tiempo se han arrojado por la borda los logros de la España moderna, esos que nos habían puesto en el panorama internacional. Nuestra cultura, nuestro cine, habían hecho posible que el español se sintiera orgulloso de serlo. Tras una larga travesía del desierto, habíamos logrado estar allí, en la tierra de la gran promesa y de las realidades. Pero la pésima gestión de nuestros gobiernos, sin excepción, nos ha conducido a un callejón sin salida. Y sin cultura, claro, tampoco hay un camino libre para la renovación ni para la esperanza.

Si hace veinte años alguien hubiera dicho que la cultura española y en particular el cine estarían hoy en el abismo le habríamos tomado por un pájaro de mal agüero; pero lo cierto es que aquella profecía impensable se ha convertido en nuestra realidad. Las causas de este hundimiento son muchas; pero responden a una sociedad que celebra lo hortera y además a una clase política que lo fomenta como un instrumento de control sobre la persona. Solo así podemos comprender que un país que abordó la ‘transición’con entusiasmo y con grandes deseos de mejora colectiva se haya trasformado en una masa bruta y amorfa con nulas inquietudes, anestesiada por los vapores de la ignorancia.

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