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"Si defiendes que tras el 11-M no se mató nadie en Leganés, ¿qué pretendes?"
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Manuel Jabois publica 'nos vemos en esta vida'

"Si defiendes que tras el 11-M no se mató nadie en Leganés, ¿qué pretendes?"

El periodista relata por primera vez una historia sórdida y vulgar: ¿cómo Gabriel Montoya, 'el Gitanillo', acabó participando, a los 16 años, en los atentados de Madrid en 2004?

Foto: Manuel Jabois. Foto: EFE
Manuel Jabois. Foto: EFE

La noche del viernes 13 de febrero de 2004, Emilio Suárez Trashorras y Gabriel Montoya, alias 'Baby', se fueron de juerga a Luanco, un pueblecito de mar a quince kilómetros de Avilés, donde residían. La cosa se les fue de las manos. Bebieron y se metieron tiros de coca sin parar, le rompieron un diente a un tipo de un puñetazo y regresaron de madrugada a Avilés: querían más. Buscaron un after, el Miniteide, y continuaron bebiendo y drogándose hasta las cuatro de la tarde. Después de más de veinte horas de fiesta Emilio, que a sus 26 años arrastraba un cuadro de esquizofrenia y trastorno bipolar y mostraba una cara desencajada y pálida con la mirada completamente ida, marchó a su casa. Dos horas después se iba a casar con Carmen Toro. Su amigo 'Baby', de 16 años, no había sido invitado a la boda y se fue a descansar. Acababa de regresar hacía unos días de Madrid tras entregar una mochila cargada de dinamita por encargo de Emilio que menos de un mes después explotaría en unos trenes en Madrid matando a 192 personas.

La historia de Gabriel Montoya Vidal, el menor que resultó ser el primer condenado por los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, es toda así, una peripecia vulgar de delincuente de poca monta que concluye en final catastrófico. Y así ha querido contarla el periodista Manuel Jabois (Sangenjo, 1978) en 'Nos vemos en esta vida o en la otra' (Planeta, 2016). "Me he limitado a puntuar, es lo que hago siempre que tengo una buena fuente de acceso a los hechos en lugar de alambicar mi estilo para que se note al autor. Cuando no tienes información es cuando abusas del arabesco y de la subordinada".

Después de varios encuentros e innumerables llamadas a aquel chico al que los medios bautizaron como 'el Gitanillo' y en las que Jabois le preguntaba hasta por el color de las zapatillas que llevaba el día en que bajó a Madrid en un autobús ALSA cargado de explosivos sin saberlo para entregárselos a la banda de El Chino, el libro se completó. Un libro aséptico y frío, casi tan frío como su protagonista. "Me gustan mucho los detalles, saber que todo es verdad y trasladárselo al lector para meterle dentro de la historia. Es un producto de mi formación en el periodismo local. Como teníamos que escribir tanto, debíamos hacer acopio de detalles y eso me ha servido mucho luego para reportajear".

PREGUNTA. En primavera de 2015 se encuentra con Gabriel Montoya Vidal, 'Baby', y al principio,su historia no le interesa porque era "una historia cualquiera”. Pero poco a poco la misma banalidad de los hechos le empieza a atrapar… ¿Qué ocurrió?

RESPUESTA. Al principio pensé que quizás con un reportaje, con una buena pieza periodística, bastaría. Ya trabajaba entonces en El País pero, como el contacto lo había establecido en El Mundo gracias a Joaquín Manso, no quería publicarlo en El País sino en alguna revista. Aquella era una historia bastante vulgar pero, a medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que existía una secuencia lógica de hechos vulgares que llevaron a Gabriel de forma natural a colaborar en el 11-M, el peor atentado de nuestra historia.

P. ¿Qué significa "de forma natural"?

R. Me explico. Estás en un portal de Avilés, conoces a un tío, le miras, te cae bien y empezáis a pasar tiempo juntos. El tipo en cuestión se llama Emilio Suárez Trashorras y es un traficante. Un día te propone pasar hachís y tú, bueno, pues dices que sí, que no te importa. Otro día hace falta más hachís y aparecen unos moros nuevos en Madrid que os lo ofrecen. A cambio buscan dinamita y, ¡qué casualidad!, tu amigo Trashorras tiene acceso a bastante dinamita que anda descontrolada en Mina Conchita. Tú te encargas de llevársela a los moros a Madrid en una mochila. ¿Para qué la quieren? Dicen que para robar en joyerías... En fin, hay un transcurso normal de los hechos dentro del mundo de los bajos fondos que se aleja completamente de lo que es el yihadismo, el islamismo radical o el fanatismo religioso. Y así, un delincuente de poca monta de forma muy natural termina sentado en el banquillo de los acusados del atentado terrorista más importante de la historia de España. Aquí no hay nada traumático, no, tú estás fumando porros en un portal y cuatro meses después estás colaborando con los terroristas del 11-M. De forma involuntaria, pero colaborando. Y nunca piensas en las consecuencias.

Y así, un delincuente de poca monta de forma muy natural termina acusado del atentado terrorista más importante de la historia de España

P. De hecho, en su libro 'Baby' se comporta como alguien sin personalidad, como una especie de zombi que actúa al dictado de los otros, de Trashorras especialmente, encogiéndose siempre de hombros porque no tiene nada mejor que hacer… ¿Es así como le pareció en sus conversaciones?

R. Sí, se trata del nihilismo de la indiferencia de un adolescente, un blindaje casi sentimental que simboliza ese "encogerse de hombros" que reflejo varias veces en el libro también con la frase que 'Baby' repite tantas veces: "lo hecho, hecho está". Nosotros, normalmente, después de cometer un mal acto nos invade un sentimiento de culpa, pasamos por un proceso de expiación. Pero con Baby eso no ocurre, si no se tratara de un adolescente sin lecturas casi diría que es un existencialista.

P. Y según leemos en el libro, tampoco ha llegado nunca a arrepentirse de los atentados.

R. No me gusta dar impresiones y en el libro no doy ninguna pero creo que él no le ha dado muchas vueltas a los atentados, que ni siquiera los tiene presentes. Nunca se ha sentido vinculado emocionalmente a aquello, no es cosa suya. Es verdad que algo cambia en su cabeza desde que entra con 16 años en el centro de menores y sale con 22. Los dos primeros años transcurren entre contestaciones y peleas hasta el punto de que un día se celebra un minuto de silencio por los atentados y él es el único que no acude. Y otro día, en un forcejeo con un guarda, le dice que le da igual 191 muertos o 192 en un curioso momento de orgullo criminal apropiándose unas víctimas que en realidad tampoco le pertenecían. Pero después acaba por madurar y asentarse.

P. ¿Usted cree que ha rehecho su vida?

R. Sinceramente yo me he desvinculado de él y, aunque hablamos en alguna ocasión, tampoco sé muy bien cómo está.

P. ¿Qué opina él del libro?

R. No lo ha leído.

P. ¿No lo ha leído? Pero, ¿qué le parece que su vida aparezca reflejada en un libro?

R. No sé responder, no estoy en su cabeza. Por supuesto, me gustaría que le fueran las cosas bien y, la última vez que le vi tenía un empleo, jodido y precario, pero un empleo... Diría que una de las razones por las que accede a participar en esto es porque le convenzo de que voy a escribir un relato aséptico, sin adjetivos o juicios propios, sin incidir en lo malo, aunque, claro, tampoco voy a ocultar que se trata de alguien que ha participado en un acto malvado. Yo no quería hacer periodismo de sentimientos pero él tampoco, lo que me transmitió desde el primer momento fue frialdad e indiferencia.

Yo no quería hacer periodismo de sentimientos pero él tampoco, lo que me transmitió desde el primer momento fue frialdad e indiferencia

P. El otro miembro del tándem protagonista de la historia, Trashorras, parece todo lo contrario, es el que manda, toma iniciativas, hace esto y aquello. También es un peligroso pirado y al contrario que 'el Gitanillo', de católica y discreta familia…

R. Hay que tener en cuenta que Emilio Suárez Trashorras es en primer lugar un enfermo mental. Y sí, en ese sentido Emilio y 'el Gitanillo' son la cara y la cruz. El primero tiene una familia acomodada que le ha consentido todos sus caprichos, le han comprado una moto, un piso, tierras... Y Gabriel es todo lo contrario. Por eso, cada vez que me hablan del "ecosistema" a la hora de generar colaboradores de terrorismo, e incluso terroristas, yo lo pongo bastante en duda. Evidentemente, si naces en un mal entorno vas a tener peores condiciones que si eres el hijo de un notario de Serrano, pero también este último puede convertirse en un terrorista. La vida da muchas vueltas. No se puede trasladar la culpa al entorno. Oiga, desgraciadamente en las casas de muchos chicos de España los padres pegan a las madres y esos chicos no van por ahí con mochilas cargadas de explosivos. Cada uno es dueño de sus decisiones.

P. La trama de los atentados del 11-M en Madrid es alucinante: delincuentes de poca monta, confidentes policiales y yihadistas sobrevenidos se conjuraron para cometer el mayor atentado de nuestra historia… ¿Aquello fue un enorme fiasco que salió bien por pura casualidad?

R. Es cierto. Aquellos macroatentados exigieron que se involucrara tanta gente que, con que uno solo se fuera de la lengua, la operación no habría prosperado. Pero es que de hecho había allí confidentes yéndose de la lengua y, sin embargo, los atentados salieron adelante gracias a una larga cadena de errores. Porque los terroristas no eran la banda del siglo, eran bastante chapuceros. Puteros, chulos, matones de discoteca... tantos que llama la atención que, al final, los atentados pudieran llevarse a cabo. Y sí, ocurrió por una especie de azar.

P. ¿Los seres humanos somos incapaces de entender el azar? ¿Siempre vemos en él conjuras y conspiraciones?

R. Pero claro, ¿cuántos atentados se evitan por azar?, ¿cuántas veces alguien ve a un tipo sospechoso y llama a la policía? El azar funciona tanto para bien como para mal. Y el azar llevó a los terroristas del 11-M a refugiarse en un piso de Leganés al lado de un policía. Eso sirvió luego para localizarlos. Pero claro, los policías viven en pisos, no viven en toperas. ¿ETA bajó con explosivos a Madrid al mismo tiempo que lo hacían los terroristas del 11-M? ¡Pues claro! ¡En aquella época ETA bajaba habitualmente con explosivos a Madrid! El azar funciona, el azar crea casualidades que, a veces alimentan teorías de la conspiración.

¿ETA bajó con explosivos a Madrid al mismo tiempo que los terroristas del 11-M? ¡Pues claro! ¡En aquella época ETA hacía eso habitualmente!

P. El 11-M envenenó la política española durante años… ¿Por qué cree que, a diferencia de ingleses, franceses, o belgas, los españoles nos dedicamos a tirarnos los muertos a la cabeza durante años?

R. España es un país en permanente conflicto, muy cainita y nunca aprende nada. No hay siquiera un límite de muertos a partir del cual puedas arrinconar sospechas, odios, rencillas y diferencias. Siempre que tenemos la oportunidad de expresar nuestras diferencias lo aprovechamos al máximo, sin límite, buscamos cualquier excusa para enfadarnos, para enfrentarnos. Ni con 192 muertos sobre la mesa pudimos poner a este país de acuerdo. Para mí eso esa es la prueba de que esto no tiene solución. Montamos guerras civiles por cualquier cosa.

P. Por cierto que he leído que confía en quienes juzgaron los hechos y, en líneas generales en la sentencia. ¿Es anómalo que decir eso en público le convierta en un enemigo inmediato para alguna gente?

R. Este no es un libro de investigación sino un reportaje periodístico acerca de una historia humana y personal. Yo no sé si enseña o no enseña pero no me preocupa en absoluto. Tal vez enseñe al lector cómo un chaval de 16 acaba colaborando en un atentado terrorista pero nada más. Yo no he investigado y cuando he tenido que volver al juicio ha sido para ver lo que decían y cómo se comportaban mis protagonistas. Mi libro no debería reabrir heridas porque no aporta nada nuevo a la investigación. Y, efectivamente, yo me fío de los tribunales de justicia españoles que han dedicado mucho tiempo a investigar este caso, como también han hecho muchos periodistas. Respeto su trabajo pero, de momento en España las sentencias las dicta la justicia y no los periodistas. Yo he leído la sentencia y tiene sentido. Como no quiero profundizar en ningún agujero negro del 11-M ni en ninguna teoría similar, tomo como base lo que me parece la verdad, y la verdad está en la sentencia. No voy a tomar como hechos probados lo primero que me encuentre por Internet o en un periódico sino lo que dice la justicia española.

P. ¿Hay cabos sueltos en el 11-M?

R. Por supuesto que hay cabos sueltos en el 11-M pero no son cabos tan largos como para pensar que los atentados no los cometieron aquellos terroristas. Esa es mi opinión y coincide con la de la justicia y también con la opinión unánime de la sociedad española que sabe que el 11-M tiene una autoría islamista clara y que muchos de los terroristas que pusieron bombas en aquellos trenes se inmolaron en Leganés. Porque, si defiendes que no se mató nadie en Leganés, ¿qué pretendes, que meta eso en mi libro? Yo soy una persona racional y la sentencia no es la verdad absoluta, cosa muy difícil de encontrar, pero sí lo que más se le parece.

La noche del viernes 13 de febrero de 2004, Emilio Suárez Trashorras y Gabriel Montoya, alias 'Baby', se fueron de juerga a Luanco, un pueblecito de mar a quince kilómetros de Avilés, donde residían. La cosa se les fue de las manos. Bebieron y se metieron tiros de coca sin parar, le rompieron un diente a un tipo de un puñetazo y regresaron de madrugada a Avilés: querían más. Buscaron un after, el Miniteide, y continuaron bebiendo y drogándose hasta las cuatro de la tarde. Después de más de veinte horas de fiesta Emilio, que a sus 26 años arrastraba un cuadro de esquizofrenia y trastorno bipolar y mostraba una cara desencajada y pálida con la mirada completamente ida, marchó a su casa. Dos horas después se iba a casar con Carmen Toro. Su amigo 'Baby', de 16 años, no había sido invitado a la boda y se fue a descansar. Acababa de regresar hacía unos días de Madrid tras entregar una mochila cargada de dinamita por encargo de Emilio que menos de un mes después explotaría en unos trenes en Madrid matando a 192 personas.

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