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Egolatría, idas de olla y éxtasis... La decadencia de Andrés Calamaro
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nuevo disco, nuevo fiasco

Egolatría, idas de olla y éxtasis... La decadencia de Andrés Calamaro

Su último trabajo, ‘Romaphonic Sessions’, confirma que el voltaje de su repertorio ha ido a menos en el siglo XXI

Foto: Andrés Calamaro (EFE)
Andrés Calamaro (EFE)

Pregunta cruel, pero necesaria: ¿Cuál fue la última gran canción que firmó Andres Calamaro? No busquen en 'Bohemio' (2013), su disco más reciente de material propio, ya que tocó fondo con este trabajo, el más mediocre y previsible de su carrera. El tono lo marca la canción que da título, que parece más apta para Francisco, el cantante melódico valenciano, que para el mayor kamikaze del rock en español. Se trata de un autohomenaje a su modo de vida, rebosante de tópicos poéticos, con algún verso donde intuye su propia desorientación. “Primero sé que voy camino a nada/ pero a veces nada importa y naufragás/ perdona que te rinda un homenaje, en mi permanente “raje”, libertad”, cantaba en su autorretrato. Y acertaba: últimamente, los discos de Calamaro transmiten más libertad que inspiración.

Su anterior entrega, 'On The Rock' (2010), ofrecía algún momento disfrutable, como el himno 'Los divinos' o la cumbia 'Tres Marías', pero fue catalogado -correctamente- como un disco menor, lo mismo que el recargado 'El palacio de las flores' (2006) o el histriónico 'Tinta Roja' (2006). Si queremos responder a la pregunta inicial, hay que decir que sus dos últimas grandes canciones son 'Mi gin tonic' y 'Carnaval de Brasil', ambas incluidas en el irregular 'La lengua popular' (2007). En estas piezas mayúsculas, Calamaro irradia un espléndida madurez pop que nunca ha vuelto a recuperar. La misma que atesoraba 'Estadio Azteca', la joya de la corona del discreto-pero-cumplidor 'El cantante' (2004). Pero, de todo esto, han pasado ya diez años.

Calamaro, 'Bohemia'


Triste media creativa

Si buscamos su último gran disco, la respuesta ha de ser 'Honestidad brutal' (2000), el doble que marca una cima del rock en castellano. Crítica y público, a ambos lados del Atlántico, se mostraron de acuerdo. Cayó en picado con 'El Salmón' (2003), algo normal al tratarse de un quIntuple grabado hasta arriba de farlopa, pero aquel tsunami creativo dejó canciones clásicas como 'Ok perdón', 'Días distintos', 'Tuyo siempre' o la inmensa 'El salmón'.

¿Dónde encaja su nuevo disco en este puzzle? Básicamente, en ningún lado: 'Romaphonic sessions' es un ensayo hecho en “dos tardes”, junto al pianista Germán Wiedemer, que le acompañó como telonero de Bob Dylan el verano pasado en San Sebastián. Se trata de un álbum elegante y bonito, que contiene versiones de Litto Nebbia, los hermanos Expósito o el propio Carlos Gardel, entre otros, completado con clásicos de 'Honestidad Brutal' y de su etapa con Los Rodríguez ('Siete segundos' y 'Mi enfermedad'). Lo triste no es que Calamaro haya escrito solamente diez o doce canciones buenas desde su gran obra maestra, sino que hay indicios de una decadencia artística que dificulta la confianza en que pueda recuperar el pulso.

Nueva versión de 'Paloma'


Pasar de tu propio público

El problema de Calamaro se llama egolatría, un ingrediente necesario para convertirte en estrella de rock, pero letal si se te va la mano con la dosis. Eso fue lo que pasó, por ejemplo, en su gira de 2010, donde en vez de tocar sus canciones más populares, se empeñó en mostrar la presuntas perlas escondidas de su repertorio, entre ellas naderías como 'Me envenenaste', canción protesta contra los camellos que venden mercancía por debajo de sus expectativas.

El crítico Jordi Bianciotto, que no se cuenta entre los más feroces, calificó el recital de Barcelona como una “calamidad”, sin muchos paliativos: “Fue un show de desarrollo errante, con continuos atascos, monólogos que no se entendían y versiones patilleras. Fueron más de dos horas y media de “espectáculo”, sustantivo que aquí interpretaremos según la tercera acepción del diccionario : 'acción que causa escándalo o gran extrañeza'. Primer despropósito: el bonaerense tuvo a bien iniciar el recital a las nueve de la noche, media hora antes de lo anunciado, y cuando la sala todavía se estaba llenando y la cola en la calle Almogàvers era abultada. Centenares de asistentes entraron en la sala Razzmatazz cuando Calamaro interpretaba su octava o novena canción, detalle que no es divertido cuando te has gastado 38 euros”, denunciaba la crónica.

El ego es un ingrediente necesario para convertirte en una estrella de rock, pero puede ser letal si se te va la mano con la dosis

Toros, ketamina y otras idas de pera

El rumor que circuló en Barcelona era que a Calamaro le había dado por consumir éxtasis y el subidón le llegó antes de lo esperado, ordenando a los músicos que comenzarán el recital con antelación. Sea verdadero o falso, la crónica de Bianciotto deja claro que algo pasó aquella noche, salpicada de "monólogos de cinco minutos en los que solo se entendían, aisladamente, palabras como "ketamina" (droga alucinógena), "toros", "Catalunya" y "lengua castellana". Aunque, considerando el abucheo parcial que se oyó en cierto momento, procedente del público más cercano al escenario, y el adhesivo taurino que Calamaro lucía en su guitarra Telecaster (en línea con sus recientes críticas a la abolición del Parlament), no es difícil imaginar por dónde iban los tiros”. Aquella gira, disparatada en Barcelona y regulera en Madrid, podría calificarse como de “las que quitan afición”. Sus conciertos, normalmente fiables, se habían convertido en una ruleta rusa.

'Estadio Azteca', Barcelona, 2010

Desmayos, asesinatos y desmentidos

A estas alturas, quien atienda la actualidad del hispano-argentino, estará curado de espanto. En 2012, confesó en Twitter haber matado a “como a una rata” a un “vagabundo adicto” en un portal de Madrid. Su manáger, Olga Castreno, tuvo el papelón de salir a desmentirlo, aclarando que se trataba de una ficción, inspirada por canciones de Johnny Cash y la novela ‘American Psycho’ de Brett Easton Ellis. Ese mismo año, los medios argentinos publicaron tensiones con su exmujer, la actriz Julieta Cardinali, después de que el rockero se desmayase delante de la hija de ambos. Cardinali sospechaba de abuso de drogas, mientras que Calamaro reconoció el incidente, sin precisar el motivo: "Tengo estudio doméstico e instrumentos en todas partes, incluso hammond y baterías... pero hoy me desmayé comiendo una empanada!!! Tanto wifi, blackberry, abogados...duermo poco, es verdad... me gusta trabajar de noche... la cosa es que estaba comiendo una empanada y me desmayé, perdí la conciencia, tenía a la señora Angelina (niñera de su hija, Charo) preocupada y angustiada... podría ser el insomnio... quién sabe. Quizá la parca vino a visitarme y me dejó en la tierra... una empanada de queso...nunca me había pasado..., me tiene con los huevos al plato con la puta vida real... la realidad…”, escribió en Twitter.

“No estaba hablando con una persona”

A eso vamos: hace tiempo que Andrés Calamaro parece tener problemas con la realidad. Sus fans sabemos que sus discos encuentran máxima potencia cuando flota entre La Tierra y la dimensión desconocida. La impresión de los oyentes más escépticos es que, desde 'La lengua popular', tiene pie y medio fuera de nuestro planeta. Lo confirmó su mánager, Olga Castreno, al periodista Darío Manrique, que le preguntaba por la escalada tóxica entre ‘Honestidad Brutal’ y ‘El Salmón’. Ojo al cuadro: “Yo tenía a la policía a las cuatro de la mañana constantemente en su casa de Pacheco de Melo. ¿Cómo mantenés a alguien que está componiendo las veinticuatro horas, con gente llamando, entrando y saliendo todo el día? Fue todo muy difícil. Para que comiera le tenía que poner el sándwich en el teclado, porque no se iba a levantar a comer. Cuando llevaba tres días sin dormir, le podía decir: ‘Venga, Andrés, ve a dormir’, pero no estaba hablando con una persona, estaba en otro mundo por completo, no tenía las necesidades de una persona normal, como comer, ducharse o dormir. El mundo al que se había trasladado era él y la música. Y llega un momento en que me preocupa su salud, porque está pesando 49 kilos y usa pantalones de mujer, por la talla”.

Hace tiempo que Andrés Calamaro parece tener problemas con la realidad

Desde entonces, su voltaje artístico no ha parado de disminuir, hasta el punto de que produce alegría enterarse de que va a sacar un disco de versiones, en vez de material original. Calamaro sigue siendo un gran cantante y autor de clásicos que ganan con el paso de los años. Otra cosa es que haya dudas razonables de que la fuente se haya secado. Ojalá no sea así.

PD: No habrá que esperar mucho para comprobar su estado de forma en directo. Sus primeras fechas españolas para 2016 ya están anunciadas: la gira arranca en Logroño (7 de mayo en Rioja Forum) y continúa en San Sebastián (8 de mayo en Kursaal), Valladolid (14 de mayo en el Auditorio Miguel Delibes), Pamplona (20 de mayo en Baluarte) y Barcelona (7 de junio en el Palau de la Música).

Pregunta cruel, pero necesaria: ¿Cuál fue la última gran canción que firmó Andres Calamaro? No busquen en 'Bohemio' (2013), su disco más reciente de material propio, ya que tocó fondo con este trabajo, el más mediocre y previsible de su carrera. El tono lo marca la canción que da título, que parece más apta para Francisco, el cantante melódico valenciano, que para el mayor kamikaze del rock en español. Se trata de un autohomenaje a su modo de vida, rebosante de tópicos poéticos, con algún verso donde intuye su propia desorientación. “Primero sé que voy camino a nada/ pero a veces nada importa y naufragás/ perdona que te rinda un homenaje, en mi permanente “raje”, libertad”, cantaba en su autorretrato. Y acertaba: últimamente, los discos de Calamaro transmiten más libertad que inspiración.

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