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Mi padre se negó a comer el pastelito del Sha
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Estreno de 'O los tres o ninguno'

Mi padre se negó a comer el pastelito del Sha

Todos los presos de una cárcel de Teherán comen el pastelito del Sha el día de su cumpleaños. Menos uno, que se niega. Y ese, claro, va a ser el héroe de nuestra película

Foto: 'O los tres o ninguno'
'O los tres o ninguno'

Hay películas con inicios desconcertantes. Y esta, sin duda, es una de ellas. Porque si uno lee la sinopsis de 'O los tres o ninguno' se espera otro tipo de prosa. Una que se parezca más a la que han empleado esa prole de films franceses de última hornada centrados en retratar los problemas de la inmigración. Cine social, al fin y al cabo. Y el cine social suele ser serio. No cabe esperar cinco gags en los primeros tres minutos de metraje. Mucho menos si estamos en el Irán de los años setenta, con el Sha sentado en un trono que ya cojeaba y regalando pastelitos a sus detractores, haciendo acopio de la insolencia que se le atribuía a María Antonieta.

Todos los presos de una cárcel de Teherán comen el pastelito del Sha el día de su cumpleaños. Todos menos uno, que se niega. Y ese, claro, va a ser el héroe de nuestra película. Se llama Hibat Tabib y es un héroe de carne y hueso, porque esta historia también lo es. Más de hueso que de carne, eso sí. Su gesto de valentía, y su posterior cautiverio, que vio la luz en la prensa, provocó que, ante la presión de la comunidad internacional, Mohammad Reza Pahleví liberase a los presos políticos poco tiempo antes de su sonata y fuga. Ese héroe real (Tabit) tuvo un hijo (Kheiron) con el que emigró a Francia. Y ese hijo es hoy director de cine y nos cuenta la historia de su familia, que es también la historia de su país de origen.

Las peripecias de un grupo de disidentes en tiempos de dictadores son narradas con esos toques de humor absurdo antes comentados. Hay quien ha comparado en Francia la prosa de este joven con la del Roberto Benigni de 'La vida es bella', quizá por una cuestión relacionada con el contexto: lo jocoso como contrapunto al terror. Pero donde el realizador italiano buscaba la lágrima fácil, Kheiron solo busca un aliado para desmitificar a sus personajes y sus actos heroicos.

Cabría entender esto como una virtud, pero lo cierto es que los chistes de 'O los tres o ninguno' funcionan solo a ratos. Pongamos que los primeros treinta minutos, hasta el triunfo de la revolución del ayatolá Jomeini.

He aquí un filme optimista y cargado de buenas intenciones, pero sin ninguna virtud en la construcción de los cimientos emocionales del relato

Desde ese preciso instante, la película se va desmoronado y se convierte en un tributo almibarado de un hijo a su padre. Sin más. Los pormenores de su huida hacia Occidente se relatan de manera extraña desde el punto de vista del discurso fílmico. Kheiron es un director novel con muchas referencias y la mezcla de estilos en su metraje es sinceramente insólita, con homenaje incluido al montaje en paralelo (con 'McGuffin') de 'El silencio de los corderos'.

En 2009, el director palestino Elia Suleiman firmó una buena película bajo bandera francesa que compitió en Cannes, 'The Time That Remains', en la que narraba varias décadas del conflicto árabe-israelí partiendo de los diarios de su padre. Suleiman escribió un guion trufado de humor negro e incluso interpretaba uno de los personajes principales. Kheiron ha tomado prestado ese juego de espejos. Él dirige, guioniza y protagoniza una película en la que da vida a su progenitor. Sin embargo, los resultados en este caso son bien distintos. 'O los tres o ninguno' es un film optimista y cargado de buenas intenciones, pero sin ninguna virtud en la construcción de los cimientos emocionales del relato. Idealismo vacuo. Tanto en la representación del horror en Irán, como sobre todo en el viaje posterior a la próspera Europa. A los que queramos rememorar la 'olvidable' revolución islámica, siempre nos quedará 'Persépolis' (Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, 2007).

Hay películas con inicios desconcertantes. Y esta, sin duda, es una de ellas. Porque si uno lee la sinopsis de 'O los tres o ninguno' se espera otro tipo de prosa. Una que se parezca más a la que han empleado esa prole de films franceses de última hornada centrados en retratar los problemas de la inmigración. Cine social, al fin y al cabo. Y el cine social suele ser serio. No cabe esperar cinco gags en los primeros tres minutos de metraje. Mucho menos si estamos en el Irán de los años setenta, con el Sha sentado en un trono que ya cojeaba y regalando pastelitos a sus detractores, haciendo acopio de la insolencia que se le atribuía a María Antonieta.

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