Es noticia
El problema de ser virgen (y suicida) en la Turquía de Bernarda Alba
  1. Cultura
crítica de 'mustang'

El problema de ser virgen (y suicida) en la Turquía de Bernarda Alba

Las cinco chicas protagonistas de esta película chocan con los meapilas de sus mayores, empeñados en domarlas a garrotazos de fundamentalismo

Foto:  'Mustang'
'Mustang'

El Mustang siempre fue un coche muy cinematográfico. El chulo de Steve McQueen conducía uno de sus modelos en 'Bullitt' (Peter Yates, 1968), y Nicolas Cage intentaba robar un ejemplar, al que apodaba Eleanor, en esos '60 segundos' interminables que dispararon los niveles de testosterona mundial hasta índices nunca sospechados. Las cinco adolescentes turcas que protagonizan la película 'Mustang', sin embargo, a lo máximo que aspiran es a un viaje liberador en una camioneta de reparto. ¿Por qué entonces ese título? Agárrense que vienen metáforas: los mustangos son caballos salvajes por naturaleza, capaces de salvar casi cualquier intento de cautiverio. Esas cinco chicas protagonistas se comportan efectivamente como mustangos ante los meapilas de sus mayores, empeñados en domarlas a garrotazos de fundamentalismo. Y sí, no se preocupen, el texto de esta cinta está bastante más elaborado, por suerte, que ese símil poco sutil que deviene en título.

Para empezar, y aquí vamos ganando puntos, lo verdaderamente indomable para la realizadora novel Deniz Gamze Ergüven, a la que sin duda habrá que seguir en el futuro, es el concepto de belleza adolescente, así que dedica la primera parte de su película, sin duda la más solvente, a consolidar ese intangible. Al menos ese es el cometido que se puede atribuir a los numerosos planos mundanos de esas chicas condenadas al encierro por una abuela y un tío algo estereotipados en su faceta de castradores.

Tráiler de 'Mustang'

Mientras los obreros alzan los muros de la vivienda o ponen barrotes a las ventanas, el montaje, la acertada fotografía y la banda sonora nos llevan de paseo por una especie de lirismo en permanente estado líquido capaz de evocar algo muy parecido a lo que entendemos por libertad. En el contexto de su habitación, en ropa interior, semidesnudas, rozando sus cuerpos, en pleno despertar sexual, los planos de esas jóvenes son las fotografías en movimiento de Sally Mann, aquella artista que escandalizó a la América puritana al retratar la sexualidad inocente de sus hijos.

En efecto, el problema está en los ojos que miran con lascivia un escaparate tan cándido. Eso es lo que popularmente se conoce como 'la mirada sucia', gran aportación para los restos de la serie 'Los Serrano'. Y esa reflexión está también en 'Mustang', porque son los hombres represores de la Turquía más rural los más obsesionados finalmente con el sexo. Aunque, claro está, se muere siempre antes por exceso de sensibilidad que por defecto, así que las niñas tienen en esta historia todas las de perder.

'Mustang' es más efectiva en el cielo de la belleza que en el infierno de la represión

Sensualidad y mitin

Durante la primera parte de 'Mustang', narrada de manera coral, explorando algo tan difícil como el punto de vista que nace en la tercera persona femenina del plural, la película se acerca por momentos, más allá de los evidentes paralelismos argumentales, al esplendor formal de 'Las vírgenes suicidas' de Sofia Coppola. Pero Deniz Gamze Ergüven abandona pronto el concepto de lolitismo de Nabokov, donde la hija de Francis encontró petróleo, y se abraza por momentos a 'La casa de Bernarda Alba', para terminar, no sin tacto, eso sí, mudando finalmente de la poesía al mitin. La película se mete en harina reivindicativa y la cosa, como no podía ser de otra manera, se espesa. La cinta pierde cuando se vuelca definitivamente en el punto de vista de la hermana menor, que viene a ser una especie de 'alter ego' de la propia realizadora de la cinta, quien ha confesado que en el metraje están presentes parte de sus recuerdos de niñez en Turquía. La película pierde encanto a medida que gana intensidad dramática, aunque nunca cae en la sensiblería a la hora de retratar un material tan inflamable como el que tiene entre manos, trufado de bodas apalabradas, fábricas de buenas esposas y pruebas de virginidad.

'Mustang' es, en ese sentido, más efectiva en el cielo de la belleza que en el infierno de la represión, y encuentra más respuestas cuando intenta construir estrofas que cuando apuesta por reformular artículos de una carta maltrecha de los Derechos Humanos. Sus ángeles desvalidos son más sugerentes cuando más abstractos, porque es precisamente en su quimera donde encuentran sus mayores resortes de clarividencia. El final de esta cinta es un grito a favor de la educación, sutil, efectivo, circular, perfecto desde el punto de vista narrativo; pero la película grita sin duda más fuerte cuando sus mustangos se imponen a los carceleros que les rodean sin luchar, simplemente existiendo, poniendo de manifiesto su indubitada naturaleza salvaje, la que es intrínseca a toda acepción posible de la belleza.

El Mustang siempre fue un coche muy cinematográfico. El chulo de Steve McQueen conducía uno de sus modelos en 'Bullitt' (Peter Yates, 1968), y Nicolas Cage intentaba robar un ejemplar, al que apodaba Eleanor, en esos '60 segundos' interminables que dispararon los niveles de testosterona mundial hasta índices nunca sospechados. Las cinco adolescentes turcas que protagonizan la película 'Mustang', sin embargo, a lo máximo que aspiran es a un viaje liberador en una camioneta de reparto. ¿Por qué entonces ese título? Agárrense que vienen metáforas: los mustangos son caballos salvajes por naturaleza, capaces de salvar casi cualquier intento de cautiverio. Esas cinco chicas protagonistas se comportan efectivamente como mustangos ante los meapilas de sus mayores, empeñados en domarlas a garrotazos de fundamentalismo. Y sí, no se preocupen, el texto de esta cinta está bastante más elaborado, por suerte, que ese símil poco sutil que deviene en título.

Críticas de cine
El redactor recomienda