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Cómo hemos llegado a la era del porno pop: de Nicki Minaj a Miley Cyrus
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el gran calentón musical

Cómo hemos llegado a la era del porno pop: de Nicki Minaj a Miley Cyrus

Ted Gioia revisa la historia de las canciones de amor en un libro que pasa por la antigua Roma y llega hasta la generación YouTube. ¿Por qué se ha erotizado tanto la música?

Foto: Nicki Minaj. (Reuters)
Nicki Minaj. (Reuters)

No sabemos cuántos jóvenes estadounidenses se enrolaron en los Marines tras ver 'If I Turn Back Again' (1989) -videoclip en el que Cher se contorneaba en cueros en la cubierta de un buque repleto de marineros rotos por la testosterona-, lo que sí sabemos son otras cosas:

a) La canción fue el regreso triunfal de la diva tras siete años de retiro.

b) Su letra no tenía nada que ver con la marina…

Cher, en su salsa


En otras palabras: Miley Cyrus y Nicki Minaj no han inventado la pólvora sexual, más bien han agudizado una tendencia ochentera. Dentro cita:

“El surgimiento del vídeo musical y el auge de la televisión por cable (MTV) transformaron la canción de amor en un género visual. La canción de amor cambió inevitablemente frente a esta perturbación en la industria de la música. Las discográficas siempre habían favorecido el talento unido a la belleza y a la sensualidad, pero estos atributos ahora se volvían primordiales”.

placeholder 'Canciones de amor'.
'Canciones de amor'.

Y no lo dice un cualquiera, sino Ted Gioia, eminencia mundial en balada romántica y música 'sexy' gracias a 'Canciones de amor', que publica ahora Turner, historia de la música amorosa que viaja desde Mesopotamia y la antigua Roma hasta la generación YouTube.

En efecto, el pop de los ochenta se convirtió en un “espectáculo multimedia” y artistas como Madonna acompañaron sus melodías de aparatosas coreografías erótico-festivas. Gioia lo explica así:

“Las canciones creaban un ambiente de romance y erotismo, pero este papel era bastante modesto en las costosas producciones que maximizaban el atractivo sexual de la estrella . Algunos se quejaban de que la música se estaba convirtiendo en un espectáculo de choques y restregones (en honor a la verdad, muchos de los movimientos de baile de los vídeos de éxito se originaron en los clubs de 'striptease' y espectáculos de 'burlesque'). Sin embargo, la propia naturaleza del medio exigía que la canción de amor se transformara en una demostración física, y la naturaleza compacta del vídeo musical, por lo general de tres o cuatro minutos, hacía casi imposible comunicar los matices de una historia de amor… El vídeo requería que los artistas fueran al grano y, en materia de amor, esto significaba menos cortejo, menos sensualidad y más embestidas de cadera y pelvis en plano”. Y luego que si el reggaeton tiene la culpa de la 'torridización' del pop…

El vídeo requería que los artistas fueran al grano y, en materia de amor, esto significaba menos cortejo y más embestidas de cadera

Decíamos que la canción de Cher del 89 no tenía nada que ver con enrolarse en la marina; de igual modo, cuando uno va a la guerra es más fácil que se encuentre con la muerte que con una diva pop semidesnuda. No obstante, pese a que el atuendo de Cher en 'If I Turn Back Again' “era más adecuado para hacer un 'lap dance' que para cualquier actividad náutica”, el vídeo tenía una lógica aplastante en el contexto ochentero: el erotismo había lanzado tal opa al pop que empezó a importar menos qué decían las canciones y más de qué iban vestidas.

“No todas las canciones en los vídeos de la MTV trataban de amor y sexo, pero una vez terminados el 'casting', la coreografía y el vestuario, hasta las canciones menos románticas, como 'Walk Like an Egyptian' (Bangles) o 'Express Yourself' (Madonna) quedaban notablemente erotizadas. Un recurso cada vez más común era reunir a hombres completamente vestidos, a menudo en atuendo formal o uniforme militar, con mujeres en ropa interior o bikini”, se cuenta en el libro.

Hombres en uniforme y mujeres en bikini… Sí, más básico imposible, aunque la música pop nunca fue el culmen de la sofisticación intelectual...

Las Bangles, eróticas sin querer

Mueve el cucu

Cuenta Gioia que “la mayoría de las controversias de la época surgieron a raíz de las imágenes visuales, no de las canciones como tal”, y apunta hacia una banalización de las composiciones: “A menudo, la grabación se concebía desde el inicio en conjunto con la realización de un vídeo. Cualquiera que estudie la partitura quedará casi siempre decepcionado por la simplicidad barata de los cimientos musicales de estos éxitos, pero, una vez que el equipo de expertos y manipuladores creaba el producto final, la endeble canción experimentaba una trasmutación mágica, convirtiéndose en un extravagante vehículo para su intérprete estrella”.

Ejemplo 1 de dicha tesis: “Las letras de 'Simply Irresistible' y 'Addicted to Love' de Robert Palmer no podían ser más banales, pero los espectadores quedaban cautivados por las imágenes parpadeantes del artista, vestido de banquero de éxito, escoltado por un séquito de beldades sin sostén y en minifalda, que parecían todas clonadas a partir del mismo ADN”. Apoteosis de la estética ochentera, por tanto.

Robert Palmer y la banalidad sexual


Ejemplo 2: “La canción 'Rhytm Nation' parece una torpe vocalización para un país imaginario que no podía permitirse un verdadero himno nacional, pero Janet Jackson al frente de una sensual tropa paramilitar de bailarines lo convirtió en uno de los vídeos más fascinantes de la época, una especie de 'steampunk sexy' para la audiencia de la MTV”.

La guerra, según Janet Jackson

Resumiendo: “La cultura popular había cambiado y el mismo atuendo que alguna vez hubiera provocado un arresto por subvertir la moral pública ahora contribuía a que las mujeres alcanzasen el estrellato como divas bailarinas”. Y en esas seguimos...

Ocurre que tanto va el cántaro a la fuente... que puede acabar roto en mil pedazos. Así que, tres décadas después de la irrupción de Madonna, la fórmula para seguir vendiendo canciones ha sido la exacerbación de la vía 'sexy', liderada por divas como Miley Cyrus y Micki Minaj, que basculan entre el desnudo frontal y la cuchufleta sexual (por exceso). ¿Ejemplo más característico? El vídeo 'Anaconda', de Micki Minaj, épico canto conceptual al movimiento de nalga.

Micki Minaj, del concepto a la chufla

Pero, ojo: lo crean o no, el escándalo sexual pop ya vivió sus primeras crisis -¿cómo ir más allá cuando uno ya lo ha enseñado casi todo?- en los años ochenta, como explica el libro:

“Dada la infinita repetición de estas fórmulas eróticas, resultaba cada vez más difícil para los artistas alcanzar los niveles de conmoción y escándalo que pedía el público. ¿Cómo podía una megaestrella rebasar los límites de los establecido sin caer en desgracia ante los censores de la MTV? Madonna descubrió que la combinación de erotismo e iconografía cristiana suscitaba algunas protestas, y una saludable dosis de publicidad y ventas”.

Madonna va a la iglesia

En efecto, lo que pasa ahora es parecido a lo que pasó en los ochenta: los escándalos porno pop de Miley Cyrus no son tan diferentes a los de Madonna (sí, las canciones de la primera Madonna son mucho mejores que las de Cyrus, pero esa es otra historia). Las diferencias tienen que ver más bien con el grado: ahora vemos más carne y la vemos todo el rato. Es un poco como la diferencia entre una pistola y una bomba nuclear: los vídeos erótico-festivos llegaban entonces con cuentagotas, ahora llegan sin descanso y en aluvión.

“Un estudioso de este fenómeno podría ver vídeos musicales actuales de éxito durante horas y no encontrar ni uno solo que no incluya contenido erótico, que hace apenas unas décadas no hubiera podido salir por televisión. 'El sexo vende', como he oído decir una y otra vez. Quienquiera que sea el autor de esa cínica divisa comercial debió de trabajar en la industria de la música. Pero incluso el sexo -o al menos la música sexualizada- exige variedad, y las estrellas emergentes han de encontrar el modo de introducir nuevas variaciones sobre el más viejo de los temas... Rihanna lanza vídeos de contenido erótico con todo, desde el sadomaso hasta la ruleta rusa...”, razona Gioia.

Podríamos ver vídeos musicales actuales de éxito durante horas y no encontrar ni uno solo que no incluya contenido erótico

El papel jugado por internet y la globalización cultural en la sexualización del pop es evidente: al tener que trascender fronteras, diferencias y gustos para llegar a todo el mundo, se tiende a ir hacia lo que funciona en todas partes sin distinción de credo, raza o clase: la agitación del impulso sexual. “Nada lo logra mejor que la fuerza bruta de la biología”, zanja Gioia.

Como no podía ser de otro modo, 'Canciones de amor' se cierra analizando el ya mítico perreo de Miley Cyrus a Robin Thicke en la gala de la MTV en 2013: “Unos movimientos de baile que sin duda pretendían ser sensuales pero que producían una extraña impresión mecánica y ritualista, más como ceremonias de cortejo de marionetas… Cyrus acompañaba sus movimientos 'de baile' agitando un gran dedo de gomaespuma, emparentado con las exageradas representaciones fálicas del arte antiguo y sacando la lengua”.

Tras describir así la pintoresca 'perfomance', al autor se le enciende la bombillita: el 'twerking' de Cyrus cierra dos círculos, el de su libro y el de la historia de las canciones de amor.

Miley Cyrus quiere más gasolina

“De algún modo, hemos vuelto donde empezamos nuestra historia. Como recordarán cuando analizamos los cantos de los ritos de fertilidad en la antigua Mesopotamia, nos topamos con que muchos estudiosos se formulaban la acertada pregunta de si estos merecían realmente ser llamados canciones de amor. Los elementos sexuales estaban tan exacerbados y su envoltura romántica tan ostensiblemente ausente, que vacilamos en aplicar la palabra amor a estas actividades. Hoy nos enfrentamos a esta misma pregunta en relación con las más exitosas 'canciones de amor' y nos vemos obligados a reflexionar sobre cómo, miles de años después, hemos regresado al punto de partida”.

Gioia ofrece entonces una conclusión con más preguntas que respuestas, pero no por ello menos interesante: “¿Es este, pues, el final del juego para la canción de amor? ¿Estamos viendo la validación última del postulado de Darwin de que es el impulso de procrear quien pone el ritmo y el resto de nosotros no hace sino bailar al son de este latido primario? ¿Es la supervivencia de los más 'sexies' la regla inexorable de este tiempo, y de todos los tiempos por venir, la fórmula de la música popular que siempre tendrá mejores estadísticas?”.

¿Estamos viendo la validación última de Darwin de que el impulso de procrear pone el ritmo y el resto baila al son de este latido primario?

Entonces es cuando el autor tira de romanticismo para intentar ir más allá; al fin y al cabo, hablamos de un libro sobre el amor:

“Yo no estoy listo para renunciar al romance. Los rituales de cortejo y la embriagadora euforia de la entrega emocional son, a su modo, tan fascinantes como las provocativas invitaciones sexuales de nuestros vídeos virales y, acaso, con más potencial para la transformación estética. El discurso del amor, con sus infinitas complicaciones y resoluciones, ofrece más variedad que la que podría inventar la cortesana más experta ni contener el Kamasutra digital… La canción de amor sentida, sí, la debilucha canción de amor, ha salido vencedora en los peores lances hasta ahora y, si ha logrado remontar obstáculos religiosos, políticos y culturales a lo largo de los milenios, encontrará su camino por entre los algoritmos de YouTube y la filosofía convencional de nuestra hormonal industria de la música. El amor ha alentado muchas revoluciones musicales antes de ahora. Y cuando el huracán llega, cuando el amor finalmente invoca a la canción, esta casi siempre viene de donde menos las esperamos: de los bohemios, de los parias, de los excluidos, de las personas más marginadas y menos poderosas y de los sitios más ocultos”.

Lo dicho: un romántico.

No sabemos cuántos jóvenes estadounidenses se enrolaron en los Marines tras ver 'If I Turn Back Again' (1989) -videoclip en el que Cher se contorneaba en cueros en la cubierta de un buque repleto de marineros rotos por la testosterona-, lo que sí sabemos son otras cosas:

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