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La decadencia de Michael Moore
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La decadencia de Michael Moore

'Where to Invade Next', su nuevo documental, es de los más banales e inofensivos de su carrera

Foto: Michael Moore
Michael Moore

La de ayer miércoles fue una jornada de decepciones relativas en la Berlinale. Decimos relativas porque los cineastas que presentaban película no atraviesan su mejor momento y las obras que les hicieron célebres quedan muy lejos en el tiempo. Michael Moore y Thomas Vinterberg confirmaron su decadencia en Berlín.

Ayer hablábamos del buen nivel del cine americano presentado en el festival, sobre todo por su capacidad para detectar problemáticas urgentes y fijar su mirada en individuos marginalizados. Llegaba el turno de Michael Moore, director cuya filmografía es un recorrido por las diferentes enfermedades endémicas de Norteamérica: del espíritu violento engendrado desde la escuela ('Bowling for Columbine') a las penurias del sistema sanitario ('Sicko'), pasando por la obsesión belicista ('Fahrenheit 9/11'). Se podía esperar más azote para Estados Unidos, y así fue, solo que el nuevo ataque de Moore, 'Where to Invade Next', es de los más banales e inofensivos de su carrera.

Al menos su planteamiento es ingenioso. El documentalista se presenta en el Pentágono para exponer una oferta irrechazable: convertirse en un soldado pacífico que planea invadir en solitario diferentes países del mundo. Se trata de una invasión inocente y loable, sin armas, sin tramas subterráneas para apropiarse de oleoductos ajenos, sin ansias de dominación. Su único objetivo es identificar lo mejor de cada casa para después importarlo a Estados Unidos.

A la conquista del mundo

Así que Moore se lanza a la conquista del mundo, visitando diversos lugares del globo como los descubridores de siglos pasados, pero sin ambición colonialista. Algunos de sus hallazgos son el cuidado de la alimentación en las escuelas francesas, la igualdad de sexos de Islandia, el sistema educativo finlandés, los derechos laborales de Italia. El realizador muestra la saludable situación de los derechos sociales en estos países para después contrastarlos con los de Estados Unidos. Las comparaciones se llevan a cabo mediante gráficos, animaciones, aportando datos superficiales, simplificando al máximo cada aspecto. Como es costumbre en sus películas, el propio Moore aparece en pantalla provocando a sus interlocutores, recurriendo a su arsenal de bromas fáciles cuando el tema alcanza la más mínima seriedad.

Como es costumbre en sus películas, el propio Moore aparece en pantalla provocando a sus interlocutores, recurriendo a su arsenal de bromas fáciles

Si el fin es comprender realmente las virtudes ajenas para después implantarlas en esa América dominada por la ignorancia, el rifle y la hamburguesa, ¿por qué esforzarse tanto en no profundizar en ningún tema? El tono de 'Where to Invade Next' podría equipararse al de los inicios de 'Salvados', cuando Jordi Évole soportaba todavía la sombra de 'El Follonero' (personaje que de hecho estaba influido por los shows televisivos de Moore).

La diferencia reside en que mientras el español ha sabido evolucionar hacia el periodismo de altura, el norteamericano sigue prefiriendo el espectáculo al conocimiento. En realidad todas sus películas han caído en la misma contradicción: Moore se burla de sus políticos, pretende adoctrinar a sus compatriotas, pero el lenguaje que emplea es tan burdo y manipulador como el de los líderes a los que demoniza.

Vinterberg y 'The Commune'

El festival se cubrió las espaldas situando al documental fuera de competición, algo que no hizo con 'The Commune', último trabajo de Thomas Vinterberg, otro especialista en manejar la mente del espectador. En esta ocasión el director danés pone el foco en una familia acomodada de Copenhague que decide convertir su casa en una comuna, pasar del individualismo al colectivismo. Situada en los años 70, la película tiene una impronta inequívocamente autobiográfica: “Quería hablar sobre mi experiencia creciendo en una comuna. Tiene su parte dramática, por supuesto, hay gente que muere, hay divorcios, pero quería recordar que hubo un tiempo en que la gente compartía cosas, y ese tiempo ha pasado.”, declaró Vinterberg ante los medios.

El film muestra los conflictos generados por la vida en una comunidad tan estrecha, sobre todo sus devastadoras repercusiones emocionales. El protagonismo recaer en una pareja que se acerca a los 50 con sus sueños cumplidos. Ella, conocida y deseada por todos, es la presentadora del informativo más popular del país. Él enseña arquitectura en la universidad. Ambos tienen una hija en común, tremendamente madura pese a su juventud, que comienza a abrir los ojos al amor y el sexo. Se trata de una familia modelo que crea una comuna solo por vivir una nueva experiencia. El affaire del profesor con una atractiva estudiante de apenas 23 años resquebrajará la estabilidad del grupo.

¿Cómo coartar la libertad sentimental del otro cuando ese es uno de los valores esenciales de la vida comunal? Y al mismo tiempo, ¿es posible soportar que el ser más querido desee a otra persona? La película comienza como una comedia dinámica, con un punto de nostalgia, que muestra de forma convincente la felicidad de los tiempos pasados. Cuando se adentra en el drama, Vinterberg pierde frescura y opta por los brotes de histeria que han caracterizado su cine desde 'Celebración' (1998), obra inaugural del movimiento Dogma 95 que se mantiene como su mejor película. Si aquella destacaba por la crudeza de su estilo y la denuncia de las tenebrosas realidades que se esconden bajo la aparentemente impoluta moral escandinava, 'The Commune' desemboca en el sensacionalismo.

En el drama Vinterberg pierde frescura y opta por los brotes de histeria que caracterizan su cine desde 'Celebración' (1998), obra inaugural de Dogma

Preguntado sobre si existía algún nexo entre la comuna y el drama de los refugiados, el realizador afirmó: “Nunca haría una película sobre un tema políticamente correcto. Tengo que decir que siento vergüenza de ser danés, por nuestros políticos. Si mi película logra inspirar a compartir y a no humillar a otras personas, me sentiré muy feliz.” Probablemente este sea un deseo demasiado amplio para una película de alcance tan limitado.

Si la preservación de la libertad y la democracia depende de figuras como Moore y Vinterberg, solo queda decir: Dios salve a Estados Unidos y a Dinamarca.

La de ayer miércoles fue una jornada de decepciones relativas en la Berlinale. Decimos relativas porque los cineastas que presentaban película no atraviesan su mejor momento y las obras que les hicieron célebres quedan muy lejos en el tiempo. Michael Moore y Thomas Vinterberg confirmaron su decadencia en Berlín.

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