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Jesús Carrasco: "La matanza de Badajoz fue tan salvaje que hasta los nazis protestaron"
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Jesús Carrasco: "La matanza de Badajoz fue tan salvaje que hasta los nazis protestaron"

Hace dos años, un desconocido irrumpía en las letras españolas con la sorprendente 'Intemperie'. Ahora, Carrasco busca la confirmación con su segunda y muy esperada novela

Foto: Jesús Carrasco. (Foto: Elena Blanco)
Jesús Carrasco. (Foto: Elena Blanco)

Una noche de hará un par de años coincidí con Jesús Carrasco (Olivenza, 1972) en un sarao de Sant Jordi. Le pregunté si la siguiente novela tras el éxito de 'Intemperie' sería urbana con polifonía de personajes y me respondió afirmativamente. Ahora, con el difícil reto de consolidarse tras tan espectacular debut, publica 'La tierra que pisamos' (Seix Barral, 2016) y su lectura demuestra que me engañó para bien. Con economía de recursos y capacidad para retratar escenarios, consigue atraparnos a partir de la llegada de un extraño a una finca ocupada por una matrimonio del bando de los vencedores de un conflicto capaz de generar nuevas estructuras políticas de dominio y exclusión. El tajo de la Guerra Civil atraviesa, por cierto, la historia familiar de Carrasco, como él mismo relata.

"Está muy presente. Mi abuelo paterno murió durante esos días del ecuador de agosto de 1936. Mataron de 2.500 a 8.000 personas. La toma de Badajoz coincidió con la presencia de mucho corresponsal extranjero en la ciudad y eso determinó cómo Franco actuó el resto de la guerra, debían vigilar con sus acciones para no perjudicar su imagen en el extranjero. Un agregado militar de Hitler contempló los hechos de Badajoz y mandó una carta a Hitler diciéndole que nunca había visto salvajadas como las de esos días".

El citado recién llegado es un absoluto enigma que la trama, surcada de voces y saltos temporales que enriquecen el relato, desvelará con meticulosa parsimonia, siempre con mucho mimo al lenguaje y una ambición positiva de crecer desde unas premisas particulares que corroboran a Carrasco como un narrador con un estilo muy personal, único en el actual panorama de nuestras letras.

placeholder 'La tierra que pisamos', de Jesús Carrasco. (Seix Barral, 2016)
'La tierra que pisamos', de Jesús Carrasco. (Seix Barral, 2016)

Pregunta. En 'La tierra que pisamos', cambia el enfoque de 'Intemperie' pero mantiene la perspectiva sobre el tema del campo.

Respuesta. Del campo a través al campo de concentración. 'Intemperie' era un escenario ineludible, mientras en 'La tierra que pisamos' sí hay una intencionalidad para calibrar qué importancia tiene la tierra para los personajes.

P. Cuando irrumpe el extraño en la casa, pensé en el inicio del 'Gatopardo' y el encuentro del cadáver del soldado en la mansión, un fragmento que rompe una normalidad totalmente idílica.

R. En mi caso no solo rompe con la normalidad cotidiana: lo hace con una vida entera, con los principios básicos que a uno le han sustentado, llega alguien y te pone la vida del revés, como supongo que nos sucede a todos cuando recibimos un golpe bestia, como pueden ser la muerte de un hijo o un desahucio. La aparición de un extraño cumple una función similar, pues obliga a revisar todas las categorías de Eva.

Nos sucede a todos cuando recibimos un golpe bestia, como pueden ser la muerte de un hijo o un desahucio, nos pone la vida del revés

P. El extraño genera incomunicación, rechazo y extrañeza. Eva tantea, pero no termina de entender el motivo de esa presencia.

R. Surge una fascinación. Al principio, el rechazo y la atracción oscilan sin decantar la balanza, pero a medida que avance la novela la atracción irá comiéndose al rechazo, que al inicio comporta plantearse su relación con su misma clase social y con las demás. Pero llegado a un punto, me interesaba que la novela evolucionara hacia una especie de amalgama narrativa donde no importara tanto lo que se cuenta, sino más bien lo que te cuentan. Quiero que el lector entre en ese juego que le propongo en el que al final ya no sabe quién habla y lo que dice. Mi idea era que las voces de los personajes se fundieran hasta hacerse indistinguibles.

P. En 'La tierra que pisamos' ha jugado mucho más con la forma narrativa y la estructura de la novela.

R. Muchísimo más, es un trabajo mucho más complejo que 'Intemperie', que en este sentido es una novela lineal que sucede en pocos días, con escasos personajes y los hechos son cronológicos. El lector avanza fácil con ella, mientras aquí le pido mayor capacidad de abstracción. He usado las piezas de otro modo en función de lo que me interesaba para la construcción de la novela.

P. Sigue siendo muy preciso con los términos, pero la exigencia del léxico que predominaba en 'Intemperie' se desplaza en 'La tierra que pisamos' hacia el modo de contar las cosas.

R. Exacto. He sido consciente de que a veces en 'Intemperie' se me fue la mano con el léxico. No tengo problemas en decirlo. Aquí he sido más contenido en ese sentido, sin renunciar a la ambición que seguramente se plasma más en la estructura de la novela, lo que me ha hecho sufrir y divertirme a partes iguales.

P. Por otra parte, 'La tierra que pisamos' también confirma su obsesión por el espacio y sus simbolismos.

R. Especies de espacios, que diría Georges Perec. En 'Intemperie' constaté la fuerza del espacio para con la acción, el trasfondo era un auténtico espejo de lo que le pasaba a los personajes. Aquí es más híbrido, no está tan claro, pero es evidente que lo que sucede alrededor está en ellos. Hay una comunicación directa entre lo que les pasa a los personajes, cómo son ellos y lo que hay fuera.

P. Ella en la casa entra y sale, pero su marido Iosif, aquejado de una serie de problemas físicos, es una especie de mueble inmóvil.

R. Y no solo eso. Hay una imagen de la casa que me interesa especialmente. Una casa victoriana en medio del altiplano keniata, como en 'Memorias de África'. Es una contradicción. Debería estar en Surrey, no ahí. Me interesaba porque los conquistadores ocupan el espacio al modo colonial. Este diálogo entre el uso recreativo-estético y el utilitario de la tierra me apasiona, ese contraste.

Los conquistadores ocupan el espacio al modo colonial. Este diálogo entre el uso estético y el utilitario de la tierra me apasiona, ese contraste

P. Al final, el colono es el auténtico extraño.

R. Claro, pero también trata de apropiarse de la tierra de un modo mucho más torpe. El colono ajardina, hace setos, planta césped. En Extremadura no hay césped. Eso habla muy bien de cómo se comporta un Imperio o un colonizador. Es como una pista de hielo en Qatar, una gran anomalía de la civilización.

P. ¿Cómo surgió la idea de Imperio, que además parece indeterminado en el tiempo?

R. Todo se me ocurre a partir del personaje. Quiero investigar la relación del hombre con la tierra desde el punto de vista más esencial. El personaje es alguien que trabaja la tierra. A partir de ese punto le despojé de todo lo que le sostiene para ver si es capaz de recuperarse, dignificarse o reconstituirse como humano. Le quito sus afectos, su propiedad, su tierra patria y lo llevo lejos a hacer algo que no hizo nunca en un lugar frío. Para este plan necesitaba alguien que le quitara la tierra y la ocupara hasta transformarla. Nada mejor políticamente que el Imperio para mi cometido, hay mil ejemplos de lo que digo en la Historia.

P. El Imperio dice que esta ocupación de España ha sido pacífica y sin violencia.

R. Ha sido fulgurante, como una 'blitzkrieg' nazi. Quería dar la sensación de Imperio hegemónico y ultrapoderoso. Al principio de la novela, la primera idea era que nos tragáramos nuestra medicina. ¿Qué sentiría un español si, como un africano del siglo XVIII, es arrancado de su propia aldea para ir a plantar algodón hasta el fin de sus días? De ahí que el ambiente geográfico esté muy limitado, porque quería buscar esa sensación. Desde este esquema, España sería el límite del Imperio, su parte menos poderosa.

¿Qué sentiría un español si, como un africano del siglo XVIII, es arrancado de su propia aldea para ir a plantar algodón hasta el fin de sus días?

P. Un Imperio que va de España a Jartum. Supongo que una extensión tan inmensa le sirve para reforzar la idea que quiere transmitir.

R. Quería que fuera simbólico, sin polos. Hay una superposición de momentos históricos; una parte leve de la Guerra Civil, una trasposición del colonialismo europeo en África del siglo XIX transportado al siglo XX en Europa, algo que nunca vivimos. Quería pacificación para que pudieran tener su propio uso de la tierra.

P. El Imperio no es integrador.

R. ¿Qué Imperio lo es? En su esencia está el someter. Lo otro sería una anexión, en el mejor de los casos. El Imperio en general se produce para expoliar los recursos naturales del ocupado.

P. ¿Podríamos interpretar 'La tierra que pisamos' desde una perspectiva actual?

R. Por supuesto, hay guiños a la actualidad y otros matices de los que quizá no soy consciente. En el esquema de la novela podrían entrar imperios económicos o simbólicos actuales, como el caso de la expansión económica y cultural de ciertos territorios que aplican estas premisas desde lo colonial.

P. Y se claudica sin resistir. Surge la idea del conformismo de los vencidos.

R. Un ejemplo claro de lo que decimos son los judíos bajo el régimen nazi. ¿Se rindieron sin más? La superioridad tecnológica del Imperio en mi novela es abrumadora y eso genera un aturdimiento de los invadidos. En el Franquismo, los vencedores tenían la manija de la Historia.

La superioridad del Imperio en mi novela es abrumadora y los invadidos quedan aturdidos. En el Franquismo, los vencedores manejaban la Historia

P. Antes me hablaba de la Guerra Civil, y creo que en algún momento del libro hay una alusión a la salvajada de la plaza de toros de Badajoz en el verano de 1936.

R. Está muy presente. Mi abuelo paterno murió durante esos días del ecuador de agosto de 1936. Mataron de 2.500 a 8.000 personas. La toma de Badajoz coincidió con la presencia de mucho corresponsal extranjero en la ciudad y eso determinó cómo Franco actuó el resto de la guerra, debían vigilar con sus acciones para no perjudicar su imagen en el extranjero. Un agregado militar de Hitler contempló los hechos de Badajoz y mandó una carta a Hitler diciéndole que nunca había vistosalvajadas como las de esos días.

P. Este salvajismo flota continuamente en el libro. No se puede entender esa supuesta tranquilidad.

R. Nosotros la percibimos a través de los ojos de Eva Holman. Al principio de la novela han pasado 30 años de la invasión. Los hechos se han consolidado. Ella llega algunos años después de la toma para vivir en el paraíso que les habían prometido. España está pacificada y los generales ya habían limpiado el jardín.

P. El poder te convierte en un robot...

R. Esa es la idea de la novela y del poder. Quería desmontar al personaje y tenía miles de maquinarias del Estado para desmontar seres humanos. Primo Levi cuenta cómo existían maquinarias destinadas a desmontar las voluntades, a convertir a las personas en animales para trabajar, algo que ha existido, existe y por desgracia existirá.

P. Cuando hablamos de un Imperio no hay necesidad de contar su historia con grandilocuencia, quizá a partir de estos episodios mínimos puede entenderse mejor el mecanismo de las cosas.

R. Me gusta enfocar el contexto desde lo cotidiano. Esta es una novela de personajes con sus vidas, casi ajenos a su alrededor, simplemente les ha tocado en suerte un momento histórico y lo están resolviendo. De haberme interesado mucho el contexto histórico, hubiera hecho otra novela. Me interesaba esbozar esos condicionantes, lo que puede limitar la vida de los personajes.

P. Al no contar con un contexto concreto, puede jugar a ser más universal.

R. Por supuesto que sí. Una novela engarzada en la Historia te puede limitar. Sabemos demasiado y yo no quiero enseñar nada a nadie. Mi objetivo es emocional. No me importa que no entiendas la novela, me importa que te emocionen ciertas cosas, que te conmueva. Si lo consigo, mi objetivo como escritor está cumplido.

Una noche de hará un par de años coincidí con Jesús Carrasco (Olivenza, 1972) en un sarao de Sant Jordi. Le pregunté si la siguiente novela tras el éxito de 'Intemperie' sería urbana con polifonía de personajes y me respondió afirmativamente. Ahora, con el difícil reto de consolidarse tras tan espectacular debut, publica 'La tierra que pisamos' (Seix Barral, 2016) y su lectura demuestra que me engañó para bien. Con economía de recursos y capacidad para retratar escenarios, consigue atraparnos a partir de la llegada de un extraño a una finca ocupada por una matrimonio del bando de los vencedores de un conflicto capaz de generar nuevas estructuras políticas de dominio y exclusión. El tajo de la Guerra Civil atraviesa, por cierto, la historia familiar de Carrasco, como él mismo relata.

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