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Vida, canonización y suicidio de un escritor de culto
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estreno de 'the end of the tour'

Vida, canonización y suicidio de un escritor de culto

Una película revisa las peripecias del novelista estadounidense David Foster Wallace

Foto: David Foster Wallace
David Foster Wallace

“Nunca he visto otra mente como la de David [Foster Wallace]. Funcionaba a un nivel sorprendentemente elevado, evidentemente vivía en un estado hiperalerta. Pero por otro lado, yo percibía que la vida emocional de David iba bastante rezagada respecto de su vida mental. Y creo que quizá se perdiera en el hueco entre las dos”.

Se lo contó un amigo de David Foster Wallace (DFW) al periodista David Lipsky tras el suicidio del escritor en el año 2008. Lipsky había pasado unos días con DFW doce años antes, en 1996, cuando acababa de publicar la novela que le convirtió en el gran escritor de culto de su generación: 'La broma infinita'.

Yo percibía que la vida emocional de David iba bastante rezagada respecto de su vida mental

Lipsky, que entonces trabajaba para 'Rolling Stone', quedó con DFW para escribir un perfil sobre su rol de estrella emergente de las letras estadounidenses; un rol, por cierto, que le incomodaba hasta rozar lo patológico. El texto no se publicó. Hasta que DFW se suicidó, y Lipsky desempolvó las cintas y publicó un libro sobre su encuentro con DFW; convertido ahora en película hollywoodiense: 'The End of the tour'.

El filme, que se estrena el viernes, sigue los pasos de DFW (Jason Segel, en una caracterización de lo más inspirada) y Lipsky (Jesse Einsenberg) durante cinco días. Suficientes para reflejar a los dos DFW: de su exagerada capacidad analítica para desmenuzar el mundo exterior a sus problemas para relacionarse con los demás; suficientes también para asomarnos, ¡ay!, al abismo mental en el que acabaría cayendo el escritor.

El libro 'Conversaciones con David Foster Wallace', publicado por Pálido Fuego en 2012, incluye el perfil que escribió Lipsky sobre DFW a la muerte del escritor. Su lectura añade contexto a lo expuesto en el filme.

Lipsky nos cuenta, por ejemplo, el ambiente intelectual en el que se crió DFW. Su padre enseñaba filosofía en la Universidad de Ilinois y su madre Lengua Inglesa. “Tengo unos primeros recuerdos extraños” -le contó DFW a Lipsky en 1996-, “recuerdo a mis padres leyéndose el 'Ulises' en voz alta el uno al otro en la cama, cogidos de la mano y ambos disfrutando de ello apasionadamente”.

“David fue una de esas combinaciones sobrecogedoras y perfectas de las habilidades de dos progenitores”, cuenta Lipsky.

“David fue, desde una edad temprana, 'muy frágil', como él mismo escribió. Le encantaba la televisión, y se emocionaba increíblemente viendo programas como 'Batman' (sus padres dosificaban los programas 'escabrosos'. Uno por semana). David era capaz de memorizar diálogos completos de un programa y predecir, como una especie de hombre del tiempo, cuándo iba a dar un giro la historia, cómo acabarían los personajes. Nadie lo consideraba o trababa como a un genio, aunque a los catorce años, cuando le preguntó a su padre a qué se dedicaba, Jim se sentó con David y desarrolló con él un diálogo socrático. 'Me quedé sorprendido por lo sofisticado de su entendimiento', dice Jim. 'En aquel momento, descubrí que él era verdadera y extraordinariamente brillante'”, escribe Lipsky en su perfil.

Luego llegaría el interés de DFW por los deportes; pero también los ataques de ansiedad en el instituto, y una depresión que le hizo aparcar temporalmente la universidad... y que ya no le abandonaría (con diversos picos de intensidad) hasta el fin de sus días.

Con todo, DFW logró encontrar su camino: el de escritor que llevaría hasta el límite (y más allá) la novela posmoderna y la fragmentación del relato. Libros cuya marca de la casa eran unos kilométricos pies de página que llevaban el texto a lugares insospechados. O el irse por los cerros de Úbeda como una de las bellas artes.

Lipsky escribe lo siguiente sobre la ardua elaboración de 'La broma infinita': “La había terminado y reunido las versiones y borradores de tres años, y por fin se sentó y la mecanografió entera. En realidad, Wallace no mecanografiaba; escribió a máquina el mamotreto dos veces con un solo dedo. 'Aunque un dedo realmente rápido'. Llegó casi a 1.700 páginas. 'Me aterrorizaba lo largo que acabaría siendo', dijo. Wallace le dijo a su editor que sería un buen libro para llevarlo a la playa, en el sentido de que la gente podría utilizarlo como sombra”.

¿Que de qué iba un libro al que el tiempo convertiría en biblia de la literatura posmoderna? He aquí la opinión de Lipsky:

“Había metido toda su vida en él: el tenis, la depresión, la tardes petrificado, el precipicio de la rehabilitación y todas las horas pasadas con Amy viendo la televisión. El motor de la trama es una película llamada 'La broma infinita', tan relajante y perfecta que es imposible dejar de mirarla: la ves hasta que te hundes en el sillón, tu vejiga se desborda, pasas hambre y mueres”.

Descansa en paz, David Foster Wallace.

“Nunca he visto otra mente como la de David [Foster Wallace]. Funcionaba a un nivel sorprendentemente elevado, evidentemente vivía en un estado hiperalerta. Pero por otro lado, yo percibía que la vida emocional de David iba bastante rezagada respecto de su vida mental. Y creo que quizá se perdiera en el hueco entre las dos”.

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