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Diez festivales a los que deberíais ir en 2016
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Diez festivales a los que deberíais ir en 2016

El mapa español de festivales está dominado por citas previsibles e intercambiables, pero rebuscando en el calendario encuentras eventos mucho más interesantes, variados y fraternales.

Foto: Festivales
Festivales

De un tiempo a esta parte, las primeras imágenes que te vienen a la cabeza en cuanto alguien pronuncia la palabra festival son: tres días bombardeado de música que apenas puedes recordar una semana después, un outlet de conciertos solapados, una maratón en bucle para ver grupos que ya viste tres años atrás en ese mismo festival o en otro muy parecido, un continuo bombardeo publicitario, comida y bebida muy por encima del precio de mercado, una feria de tendencias, un ir y venir de modernos...

Nadie dijo que un festival de música tuviese que ser obligatoriamente un espacio de reposo, reflexión y cuestionamiento social, pero parece que ya solo triunfan los que se estructuran como una burbuja elitista ajena al mundo real o los que se postulan como un subidón de hiperconsumismo (sonoro y del otro). Un festival, además de una programación de conciertos confeccionada con más o menos habilidad, es un espacio físico que hay que habitar, un lugar de encuentro más o menos exclusivo, una zona franca con valores, normativas y efectos colaterales. Todo ello, además de la música de los grupos, es lo que conforma nuestra experiencia como asistentes.

Nadie dijo que un festival tuviese que ser un espacio de reflexión, pero ya sólo triunfan los que se estructuran como una burbuja elitista ajena al mundo real

Para los que quieran probar otros destinos más allá de los festivales archiconocidos (e incluso descubrir otros artistas y sonidos), aquí va una decena de recomendaciones. Festivales de música jamaicana, de electrónica y de música negra, festivales feministas, anticapitalistas y autogestionados, festivales baratos y gratuitos, festivales grandes y pequeños, festivales experimentales y populares, festivales cómodos y di-fe-ren-tes.

Ladyfest BCN

Barcelona, junio

Desde 2005 se han celebrado ediciones del Ladyfest en Madrid, Andalucía, Asturias, Galicia, Navarra y Cantabria y en 2016 abrirá la primera en Catalunya sumándose así al festival de hip-hop feminista que nació en Barcelona en 2015. Feminista, autogestionado y sin ánimo de lucro, este evento nacido en 2000 en Estados Unidos y con réplicas autónomas en medio planeta, tiene la muy noble y difícil tarea de combatir el machismo desde el mundo de la música. Solo se sabe que se hará el fin de semana de San Juan. Y, claro, que tocarán grupos mayormente integrados por mujeres. Un festival imprescindible: educación para la ciudadanía.

Cruïlla

Barcelona, julio

Se celebra en el Parc del Fòrum, el mismo que acoge el Primavera Sound, pero todos el que va por primera vez exclama: "¡Aquí la gente es normal!". No es un escaparate hipster porque apela a todo tipo de público y lo mismo programa a Goran Bregovic, que Madness, Tego Calderón, Jamie Cullum, Damian Marley o Snoop Dogg. Es la antítesis del festival aburrido, elitista y para enterados: prefiere bandas con muchos músicos, los repertorios festivos y los artistas con sensibilidad social. Y abundan los tenderetes de ONGs y cooperativas. Es un festival de gran tamaño, pero con un ambiente muy cordial. Tanto, que hasta puedes distraerte con grupos horrorosos.

La Mar de Músicas

Cartagena, julio

No es de las citas que recibe más espacio mediático, pero sí una de las más sólidas y completas del calendario. Hablamos claro: los promotores de 'músicas del mundo' pasan por uno de sus peores momentos por los recortes de presupuestos públicos y porque los grupos tradicionales suelen ser más numerosos y, por tanto, más caros. En 2015 brilló la verbena latina de los chilenos Chico Trujillo, la dignidad política del marfileño Tiken Jah Fakoly y los hipnóticos ritmos de los malienses Toumani y Sidiki Diabaté. El festival combina precios razonables y actividades gratuitas y tiene además una parte de la programación diseñada para los más pequeños. El escenario de la Catedral es especialmente vibrante, así como las distintas plazas de la ciudad y el escenario fiestero junto al mar.

Monegros Festival

Fraga, julio

Este año se suspendió por disputas judiciales entre los diversos propietarios de los terrenos del desierto donde se celebra. No todo el mundo ha creído esta versión oficial, pero la mayoría de amantes del techno lamentaron profundamente la anulación de un cartel brillante que incluía al mítico Carl Cox, al prestigioso DVS1, al ravero Ben UFO, a nuestro rallado Óscar Mulero y valores pujantes de la escena berlinesa como Ben Klock. Quien haya estado, sabe que es una mezcla entre el Burning Man californiano, una fiesta de cualquier pueblo aragonés y la Cúpula del Trueno de Mad Max. Solo atravesar los tres kilómetros de aparcamiento con botellón general, coches con puertas abiertas y technazo a todo trapo es una experiencia que merece ser vivida.

Rototom

Benicàssim, agosto

Este año, la polémica acerca del sionista Matisyahu eclipsó el notable nivel del resto del cartel. Hablamos de uno de los pocos festivales donde puedes comprar las entradas antes de que se anuncie el cartel, ya que los escenarios pequeños garantizan la intensidad sonora. Jamaica significa cultura de soundsystem y la potencia y nitidez de los bafles garantiza que todo lo que suena, a poco que esté bien elegido, te retumba en pecho, corazón y cabeza. Cuentan con los mejores colectivos en su arrolladora Dub Station. El escenario grande se reserva para clásicos del reggae y el espacio dancehall, para las nuevas figuras de esta febril escena, el equivalente en potencia y músculo a Usain Bolt. El espíritu igualitario del festival les hace renunciar a tener zona VIP y a servir Coca-Cola debido a sus prácticas antisindicales. Además, dejan entrar gratis a niños y ancianos y reducen a cinco euros la entrada durante una jornada para los parados de la provincia de Castellón.

Esperanzah

El Prat de Llobregat, octubre

Hermanado con el festival belga del mismo nombre y políticamente más incisivo que el Cruïlla, el lema de su última edición era 'Fuck the troika'. Lo fundaron en 2008 unos oenegeros (no unos promotores de conciertos), se celebra en un sombreado parque público, tiene entradas baratísimas, sus beneficios se reinvierten en el barrio y buena parte de sus proveedores son cooperativas. No en vano se autodefine como una 'fiesta de la economía solidaria'. En 2015 actuó Manu Chao (su implicadísimo padrino), Fermin Muguruza, Los Chicos del Maíz, Aspencat y el más pellejo y explosivo de todos: Evaristo Páramos y sus Gatillazo.

Say It Loud

Barcelona, octubre

En muchos festivales de músicas negras la presencia de artistas negros es testimonial, pero este hace justicia a la proclama de James Brown y planea actuaciones inéditas en el país como las de la emergente rapera Akua Naru o la leyenda jamaicana King Kong y los conciertos de afrobeat se alternan con conferencias sobre Malcolm X. Es un festival autogestionado, sin patrocinios y a precios muy populares donde se fomenta el conocimiento, la interacción y el activismo mediante la música. Hasta ahora se celebraba en un centro cívico del barrio de El Clot, pero, llenazo tras llenazo, se está quedando pequeño.

Periferias

Huesca, octubre-noviembre

Es un festival en reinvención constante, pues cada año escoge un concepto alrededor del cual programará conciertos, exposiciones, circo, teatro... Así es imposible encasillarse en un estilo o repetir artistas. Con un presupuesto ridículo, han armado memorables ediciones sobre temas como el cosmos, la fiesta, el fake, los exilios, el futuro... La última edición versó sobre la negritud. Los artistas africanos (Toumani Diabaté & Sidiki, Nakany Kanté y el cuentacuentos Gorsy Edú) triunfaron por goleada, pero también hubo espacio para Lory Money, El Coleta, DJ/Rupture y hasta un sound system artesanal. Es, con diferencia, el festival más imaginativo del país.

Keroxen

Canarias, octubre y noviembre

En una región dominada por la salsa, el reguetón y el mojo picón, destaca este festival experimental con artistas heterodoxos de los cuatro puntos cardinales. En 2015 hubo de Reino Unido, Finlandia, Alemania, Estados Unidos, México, Bélgica, Holanda, Francia, Noruega, Suiza, Croacia, Italia, Colombia, Venezuela, Cuba, Argentina, Egipto y todas las comunidades autónomas españolas. Las actuaciones se celebran en un antiguo tanque de queroseno reconvertido en impresionante centro cultural donde la música se mezcla con una decoración fantasmagórica y recitales de spoken word políticamente incendiarios. Los artistas coinciden en un espíritu que mezcla curiosidad con intensidad, caso de propuestas tan recomendables como Vessel, Maurice Louca, D. Wattsriot y la mezcla de tradición y experimentación del artista local Juan León y su Conjunto.

Vèrtex

Barcelona, diciembre

Haría falta un festival que visibilizase en cada ciudad la creatividad de sus immigrantes y que se postulara como lugar de encuentro de las distintas culturas que coexisten en ella. En su segunda edición, el Vèrtex (Vértice) reunió músicos kurdos, italianos, cubanos, belgas, marroquís, indonesios y armenios, de modo que la diversidad de nacionalidades entre el público fue aún mayor. Y el montaje audiovisual del estadounidense Filastine devino el retrato más incisivo y deslumbrante de nuestro presente como civilización: colapso climático, polución, fronteras, acoso policial... En Vèrtex la música lucha contra el silencio, denuncia injusticias y da voz a todos los vecinos.

De un tiempo a esta parte, las primeras imágenes que te vienen a la cabeza en cuanto alguien pronuncia la palabra festival son: tres días bombardeado de música que apenas puedes recordar una semana después, un outlet de conciertos solapados, una maratón en bucle para ver grupos que ya viste tres años atrás en ese mismo festival o en otro muy parecido, un continuo bombardeo publicitario, comida y bebida muy por encima del precio de mercado, una feria de tendencias, un ir y venir de modernos...

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