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Ismael Serrano y Nacho Vegas: "La élite progre se siente desplazada por Podemos"
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Ismael Serrano y Nacho Vegas: "La élite progre se siente desplazada por Podemos"

Los dos músicos charlan sobre el estigma de la canción política, el posicionamiento de sus compañeros y el humor como recurso combativo

Foto: Nacho Vegas e Ismael Serrano (Enrique Villarino)
Nacho Vegas e Ismael Serrano (Enrique Villarino)

Ismael Serrano (Madrid, 1974) es el cantautor con más éxito de la generación de los noventa, que también comprendía superventas como Pedro Guerra o Javier Álvarez. Consiguió seducir a decenas de miles de oyentes, a ambos lados del Atlántico, a pesar del desprecio de la mayoría de los medios de comunicación. Este año ha publicado el contagioso 'La llamada', su álbum más explícitamente político, donde habla del precariado, el saqueo de los servicios públicos y la necesidad de un cambio hacia valores igualitarios. También ha publicado el poemario 'Ahora que la vida' (Frida ediciones), que ha despachado diez mil copias.

Nacho Vegas (Gijón, 1974) es un cantautor folk-rock que empieza a trascender el estatus de culto. Sus dos últimos trabajos, 'Resituación' (2014) y el recién publicado 'Canciones populistas' (2015), suponen un paso adelante en su militancia, con letras contra los recortes, el consumismo y los desahucios. Entre el público más cool, tanto de izquierda como de derecha, Serrano y Vegas se perciben como figuras antagónicas, pero esta conversación confirma que tienen más en común de lo que parece.

PREGUNTA. Vayamos al grano: ¿qué sentido tienen la figura del cantautor en el siglo XXI?

El desprestigio de la canción de autor es una victoria del discurso neoliberal


ISMAEL SERRANO. Las etiquetas suelen ser innecesarias. El objetivo de todo músico es trascenderlas, aunque también es bonito el ejercicio del purismo, convertirte en parte de una tradición, como se ve en el flamenco. La figura del cantautor ha sido denostada, pero tiene una tradición bonita, que se hace moderna con Woody Guthrie, que es un músico que camina solo con una guitarra con el lema "Esta máquina mata fascistas", en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y de la efervescencia política de esa época.

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Ismael Serrano y Nacho Vegas (Enrique Villarino)

Hay un prejuicio que dice que los cantautores se preocupan mucho por el contenido, pero que desatienden las formas. A mí eso me molesta porque no es verdad: las melodías y armonías del género son tan complejas como las de cualquier otro. O más. Víctor Jara o Violeta Parra eran folcloristas. El propio Woody Gutrie renovó el folclore estadounidense. Todos ellos conservaron la hondura política de canciones que se han mantenido vivas durante años, de generación ene generación. La llegada del pop se lleva por delante todo eso. Hablo de folclore en sentido amplio: flamenco, bachata candombe, la samba, el folk argentino...El empeño del pop actual por todo lo comercial y masivo lo vacía de contenido humano.

La derrota es no haber sabido combinar la energía del rock con las letras sociales


NACHO VEGAS. Las canciones de Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui son la de mi madre, con esos ritmos intrincados, que tienen que ver con el folclore. El desprestigio de la canción de autor es una victoria del discurso neoliberal. En los años noventa, hablar de política en una canción estaba mal visto. Se consideraba un coñazo, algo que no tenía que ver con nuestras vidas. Los años noventa y los dosmil, que son los del tsunami neoliberal, también son los del máximo desprestigio de la canción de autor. A mí no me parece una casualidad.

Mi último trabajo está dedicado a Phil Ochs, que es un cantautor de culto, que vino después de la generación de Pete Seeger y que fue ignorado en su momento porque la canción social estaba muy mal vista. El auge del rock eléctrico hizo que quedaran un poco fuera de juego sus canciones de amor y revolución. Se suicidó a comienzos de los años setenta porque no le hacían mucho caso. A mí los discos de Dylan de los sesenta y setenta me parecen incontestables, pero el rock también tienen algunos valores que me encuentro perniciosos, como el individualismo y el consumismo. La derrota quizá es no haber sabido combinar la energía del rock con las letras sociales.

P. Entonces, no es una cuestión de que la figura del cantautor haya perdido sentido, sino de contextos sociales donde la potencia política de lo popular es apreciada o derrotada.

I.S. En España, además, tenemos un problema añadido: somos capaces de reivindicar la figura de Pete Seeger y Woody Guthrie, pero ninguneamos a gente que se ha jugado la vida porque nuestro país sea un lugar mejor. Pienso por ejemplo en Paco Ibáñez o en Elisa Serna, una mujer que ha estado en la cárcel por sus posiciones políticas. Siempre me ha llamado la atención que estuviera bien visto reivindicar a cantautores de la tradición anglosajona, pero que hacer eso mismo con los de aquí se considerase un anacronismo. Me parece una cuestión de paletismo puro y duro.

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Ismael Serrano (Enrique Villarino)

Hace poco leía un artículo contra los cantautores en la revista Jot Down que era de una dureza y una crudeza que carecen de sentido. Arremetían contra Serrat, diciendo que el único disco que merecía la pena era el primero, que está cantado en catalán. De Serrat puedes decir lo que quieras, pero es una persona que en mitad de la dictadura de Pinochet se presentó en Chile para cantar y no le dejaron ni bajar del avión. Eso hay que respetarlo. Son gente que estuvo ahí y que dio la cara, mientras otros hacían otras cosas. Ahora tenemos en la tele un especial de Raphael, que tenía otro tipo de actitudes.

En España está bien visto reivindicar a cantautores anglosajones, pero no a los de aquí. Es una cuestión de paletismo puro y duro


N.V. ¿Y tú crees que hay una generación que luchó, pero que se acomoda en cuanto el PSOE llega al poder en 1982? Pienso en trayectorias como la de Víctor Manuel, Sabina y hasta cierto punto Serrat. ¿Ellos han tenido alguna culpa del desprestigio de los cantautores? Me da que estaban muy cómodos con un discurso que en gran parte era el suyo, pero que no creaba ninguna molestia a quienes mandaban.

I.S. Estoy de acuerdo, es algo que ha ocurrido. Es un proceso que ha terminado de desenmascarar la irrupción de Podemos. Se habían creado unas élites dentro de la izquierda, que vivían de puta madre, cosa que me parece legítima, pero que se habían erigido en faros morales, subidos a un pedestal, ajenos a lo que ocurría a su alrededor. Básicamente, no se enteran. Esa generación no comprende el fenómeno Podemos. Sufren una desconexión, pero no solo eso, es que además se cabrean: se sienten desplazados como representantes de esa élite progresista que tiene que ver con lo que se ha llamado Cultura de la Transición. Ven que se acaba su tiempo y son incapaces de dar un paso atrás para acompañar las cosas nuevas que pasan, en vez de poner ellos su cara. Están perdidos. Serrat se ha desapasionado de la política: puedes hablar con él de su desencanto respecto al PSOE, pero de poco más.

Calamaro habla del 15M desde el desconocimiento del que no quiere bajar de su pedestal para informarse


N.V. Esto se entiende muy bien escuchando hablar a Calamaro sobre el 15M. Coges una entrevista y enseguida te dabas cuenta de que no ha comprendido nada. Pero, encima, quiere opinar, juzgar y cabrearse. Venía a decir que el 15M estaba muy bien al principio, pero que luego se aburguesaron. Lo decía desde un desconocimiento que viene de no querer bajar de su pedestal para informarse.

I.R. Asumir que ya no te enteras de las cosas es jodido. A mí el 15M me pilló fuera, pero no pude dejar de alegrarme de todo lo que estaba pasando. Reconozco que a mí me cuesta juzgar con severidad a esa generación que ahora tiene setenta años y que han hecho grandes contribuciones a la música y a la política.

P. Hace poco estuve viendo a Serrat en el Palacio de los Deportes. Me sorprendió con canciones escritas en los años noventa que eran muy duras contra las élites, con letras donde cita a Karl Marx y adopta la mirada de los más pobres. En cambio, desde 2008, que es cuando empieza la debacle financiera, no ha hecho una sola canción contra los desahucios, los recortes ni contra los despidos masivos. En ese periodo se dedica a las letras canallitas con Sabina.

I.S. Lo mismo suena condescendiente cuando digo que me cuesta meterme con gente de setenta años que podría estar jubilada, con la bata cuadros y viendo la tele. A mí lo que me sorprende es el resentimiento de parte de esa generación con los movimientos políticos de ahora.

Igual Serrat no se siente capaz de pronunciarse. Me parece más respetable que escuchar a Loquillo opinando sobre algo que no conoce


N.V Igual Serrat no se siente capaz de pronunciarse sobre lo que pasa. Me parece más respetable que escuchar a Loquillo y Calamaro intentado opinar sobre algo que no conocen. Loquillo decía algo así como que estos movimientos estaban muy bien, pero que cuando alguien le viene hablando de marxismo se pone a vigilar que no lo quiten la cartera.

I.S: Los cantautores de los que hablamos tienen cierta responsabilidad, pero también la tiene la prensa que durante la Transición impone un discurso donde pagan justos por pecadores. Es tan rupturista el momento político, el dominio de la posmodernidad, que cuando llega La Movida no hay un debate, sino que se decide que los cantautores ya no sirven y se les relega a todos en bloque. La Movida fue puro escapismo y se les eleva a los altares, cuando musicalmente incluso me parece un movimiento muy sobrevalorado. Esa visión ha sobrevivido y a Fernando León le han llovido hostias por hacer cine social y los seguidores de Ken Loach parece que tengamos que disculparnos por ver sus películas.

Vivimos en un país muy sectario donde la cultura ha dependido siempre de la política


Creo que fue Iván Ferreiro quien dijo que en España puedes cantar sobre intimidades emocionales o sexuales todo lo que quieras, pero como hables de política aflora un pudor que crea mucha incomodidad. Un pudor de la hostia. Vivimos en un país muy sectario donde la cultura ha dependido siempre de la política. Por ejemplo, en los ochenta, se vivía de los ayuntamientos. Eso puede haber contribuido al pudor o al miedo a perder contratos. No sé, no lo tengo claro...

N.V. En la generación del indie ya no había ayuntamientos y fueron especialmente reacios a hablar de política. Nadie quería posicionarse. Es verdad que en los ochenta mandaban los ayuntamientos, y que eso pudo alejar de estos asuntos, pero no creo que fuera una operación consciente. Ahora veo que, desde el 15M, es muy normal que cualquier grupo nuevo hable de política en sus canciones, aunque sea de manera lejana. Son comentarios tipo "los banqueros son unos cabrones", que es algo que tampoco crea mucho conflicto porque la mayoría de quien escucha va a estar de acuerdo. Pero, luego, a la hora de posicionarse de manera más concreta es cuando aflora el pudor político. Esta mañana he tenido dos entrevistas y me han preguntado si no me da miedo participar en actos de Podemos. Para mí no es un problema.

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Nacho Vegas e Ismael Serrano (Enrique Villarino)

I.S. España era un país muy sectario, de dos tipos dándose garrotazos. Ahora el debate empieza a normalizarse, se acepta mejor el disenso, gracias en gran parte a la gente más joven. Todo debate exige autocrítica y ahora empezamos a tenerlo. Yo reconozco que, en mi discurso político, uno a veces se reviste de cierta solemnidad y de cierta soberbia que te aleja de la realidad y el público.

A veces siento que el sermón y echar la bronca fueran algo inherente a la canción política. Esa es una de las cosas que ahora me distancian de Izquierda Unida: no tiene sentido que un partido esté abroncando permanentemente al electorado. Algo habrás hecho mal tú cuando no has conseguido conectar con los votantes. Ellos se ponen a hablar de principios, pero no es una cuestión de principios, sino de disputar espacios de poder. Es muy arrogante creer que son los votantes quienes tienen que venir a tu lenguaje y a tu discurso. Vivimos en una economía de mercado y hay que aceptar contradicciones, que todos tenemos, por ejemplo yo hago canción política y tengo contrato con una multinacional. No he sido capaz de autogestionarme.

Tan coñazo es un sermón comunista como un grupo de música de lo tristes que están porque les ha dejado su novia


N.V. En general, hay una falta de sentido del humor al hablar de política. Mi amigos en Asturias son un buen ejemplo: a finales de los noventa hubo una huida general de la militancia porque todo eran discusiones supersesudas, en un tono tan grave que te echaba para atrás. El sentido del humor se ha utilizado muchas veces para desviar la vista y escapar de la realidad, pero también puede usarse para mirar las cosas más directamente a la cara, de otra manera, con más perspectiva. Eso es algo que le ha faltado a la militancia y también a la canción política. Hay que encontrar un equilibrio. El humor no puede convertirse en desactivador político, pero tampoco podemos renunciar a él. Tan coñazo es un sermón comunista como un grupo de música hablándote de que están porque les ha dejado su novia.

I.S. Claro, en la época indie recursos como la ironía, la parodia y la autoparodia sirvieron para descojonarse de todo y tener permiso para no implicarse en nada. Nacho lo explicaba muy bien cuando recordaba que cada vez que hablaba de problemas sociales los indies le acusaban de ser un panfletario. A mí eso me hace reaccionar y ponerme solemne porque también tenemos que afrontar los problemas serios que nos rodean.

P. Para mí, vuestros últimos discos son lo más políticos que habéis grabado. Las letras de 'La Llamada' son muy explícitas, también las de 'Resituación' o las del epé 'Canciones populistas'. ¿Es un reflejo de la emergencia social actual?

I.S. No lo sé, porque no lo hago de forma consciente. En un momento como el que nos toca vivir, mires donde mires , hay conflictos políticos. ¿Cómo vas a permanecer ajeno a eso? Lo que me llama la atención es que otros no lo hagan. Somos animales sociales, políticos, así que esta realidad nos tiene que afectar. Lo que requiere un esfuerzo, un esfuerzo consciente, es ignorar todo lo que está pasando. Dicho esto, no creo que toda expresión artística tenga que ser política: a mí me gusta Julio Verne, las comedias ligeras y la ciencia ficción escapista. Una canción no es peor ni mejor por ser política.

N.V. Como decía el sociólogo César Rendueles, si algo bueno ha traído el 15M es llevar la política a sitios donde antes no estaba. Ahora vas al supermercado, al autobús , al bar y la gente está hablando de conflictos sociales. Antes solo podías sacar estos asuntos con tus amigos militantes. Cuando pasa esto, cuando la política te apela en la vida cotidiana, es normal que se cuele en tus canciones.

P. Vale, estoy de acuerdo, pero también creo que estáis abriendo camino: la primera vez que se usa la palabra "precariado" en el pop español es en el disco de Ismael, que también cita a Berlusconi en su libro de poemas. En los últimos trabajos, Nacho Vegas menciona a Botín y a la CEOE, que son cosas que muy pocos músicos incluirían en una letra. ¿Ha llegado el punto en que hay que señalar a los culpables de la crisis?

N.V. La urgencia, muchas veces, implica la necesidad de usar referentes concretos. No sé por qué, utilizo muchos nombres de supermercados en mis letras. Eso es porque paso demasiado tiempo de mi vida en ellos, tardo mucho en decidirme por los productos, es un sitio donde tienes encuentros extraños y contradictorios con gente del barrio. Siempre que meto un referente, lo hago por una razón poderosa. Por ejemplo, me da mucha rabia haber mencionado a Alimerka, que es un supermercado que trata fatal a sus trabajadores, no les deja hacer huelga ni ejercer otros derechos. Sin embargo, el dueño siempre sale escogido mejor empresario del año en Asturias. Algún día se hará justicia con Alimerka y está bien que se recuerde en una canción que eso era parte de la vida cotidiana en nuestra época.

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Nacho Vegas (Enrique Villarino)

I.S. Es normal que personajes tan influyentes como Berlusconi acaben formando parte de los poemas y las canciones. Son demasiado poderosos para no convertirse en símbolos. Se habla de la crisis y de los ajustes como si fueran desastres naturales, pero en realidad responden a decisiones de personas con nombres y apellidos. Hay que ir más allá de "todo es muy jodido" y "qué malos son los bancos".

P. Hablemos de los errores de la izquierda. Ismael tiene un poema en su último disco que se titula 'El abajofirmante', que denuncia que las formas de funcionamiento de la izquierda han caído en una especie de esclerosis. ¿Cómo se sale de esa inercia?

La liturgia en los actos de izquierda parece diseñada para satisfacernos, nos sentimos tan a gusto que solo falta que nos den la comunión


I.S. Me alegra que se entienda la ironía. En ese poema hago un ejercicio de autocrítica, ya que yo soy el típico abajofirmante. Hay una cierta liturgia en los actos de izquierda que parece diseñada para satisfacernos, nos sentimos tan a gusto que solo hace falta que alguien nos dé la comunión. Ves las mismas caras en acto por el Sáhara que en otro contra las masacres en Gaza. Se genera una dinámica tipo reunión de Alcohólicos Anónimos. Parece que no estemos ahí para cambiar cosas, sino para tranquilizar nuestras conciencias.

Siempre que miro las firmas de un manifiesto espero encontrar a David Bisbal o a David Bustamante. Me llevaría una gran alegría. Eso sí tendría un gran impacto. La izquierda ha vivido en un parque temático con la montaña rusa rusa del Sáhara, el tren de los horrores de Gaza y los caballitos de la crisis global que tocase. Hay o hubo más vocación identitaria que eficacia para el cambio. Damos sensación de secta. Sigo firmando los manifiestos que me pasan, pero hay que encontrar otro tipo de herramientas. Seguramente si firma Bisbal mucha más gente va a preguntarse qué estará pasando en el Sáhara. Podemos es un intento de incluir a gente nueva. Y lo están consiguiendo entre los jóvenes.

P. ¿Se está recuperando cierto orgullo de hacer canción política?

Nuestra generación no ha sabido construir un relato, taponados por nuestros padres y luego descolocados por los jóvenes del 15M


I.S. Creo que los músicos actuales no estamos a la altura de las circunstancias. Por eso Podemos tiene que cerrar sus asambleas con 'L`Estaca' de Lluís Llach. Nuestra generación no ha sabido construir un relato, taponados generacionalmente por nuestros padres y luego descolocados por los jóvenes del 15M. Yo intenté acompañar nuevos relatos, por ejemplo con 'Papá, cuéntame otra vezP, que es una canción que cuestiona la versión almibarada de la Transición. Mucha gente no entendió que era una letra irónica. Por eso digo que, como colectivo, los músicos no estamos a la altura. Vamos a nuestra bola y no nos preocupamos de componer para acompañar.

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Ismael Serrano y Nacho Vegas (Enrique Villarino)

N.V La mayoría de músicos es permeable, pero les sigue dando miedo posicionarse. Quizá hacen falta más de cuatro años, que es el tiempo que ha pasado desde el 15M. En mi último trabajo reivindico el término populismo. La música popular no tiene capacidad transformadora, pero sí que puede construir algo. Ahora mismo no lo estamos haciendo: seguimos dos pasos por detrás de los cambios sociales. Tenemos que aprender mucho y escuchar a la nueva generación. A mí los de Podemos me pusieron en una lista de correo que se llamaba "la banda sonora del cambio" y la verdad la encontré desesperante. Muchos mensajes eran de músicos que mandaban sus canciones y decían que podían ser la banda sonora del cambio. Lo mandé a la carpeta de spam. Parecía una casting para el himno de Podemos.

Ismael Serrano (Madrid, 1974) es el cantautor con más éxito de la generación de los noventa, que también comprendía superventas como Pedro Guerra o Javier Álvarez. Consiguió seducir a decenas de miles de oyentes, a ambos lados del Atlántico, a pesar del desprecio de la mayoría de los medios de comunicación. Este año ha publicado el contagioso 'La llamada', su álbum más explícitamente político, donde habla del precariado, el saqueo de los servicios públicos y la necesidad de un cambio hacia valores igualitarios. También ha publicado el poemario 'Ahora que la vida' (Frida ediciones), que ha despachado diez mil copias.

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