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Altamira contra la Iglesia y Darwin. La polémica que dio paso a la historia
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estreno de 'altamira'

Altamira contra la Iglesia y Darwin. La polémica que dio paso a la historia

José Calvo Poyato desmenuza en un ensayo las trifulcas generadas por el descubrimiento de la cueva a finales del siglo XIX. Antonio Banderas las recrea en un filme

Foto: Antonio Banderas en el filme
Antonio Banderas en el filme

La cueva de Altamira, "la Capilla Sixtina del arte rupestre" conmemoró hace unos meses los 30 años de su declaración como Patrimonio Mundial por la UNESCO con diversas actividades culturales para todos los visitantes. Un libro de José Calvo Poyato recién publicado relata su apasionante y polémico descubrimiento.

Poyato escribe en las primeras líneas de su ensayo que el descubrimiento de la cueva de Altamira fue "una aventura digna de una novela". Hoy a nadie se le ocurre dudar de su trascendencia pero a finales del siglo XIX el hallazgo de Marcelino Sanz de Sautuola cayó como una bomba no sólo dentro de las fronteras de la conservadora sociedad española. La Iglesia y los darwinistas se toparon con una realidad que afeaba sus tesis y, claro está, había que desmontarla para que sus postulados siguieran teniendo validez.

Tráiler del filme de Banderas

'Altamira. Historia de una polémica' (Stella Maris) desmenuza las acusaciones vertidas por creacionistas y evolucionistas a las que tuvieron que enfrentarse Sautuola y Juan Vilanova y Piera, el catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad Central que fue el primero en ponerse al lado de Sautuola para reivindicar la autenticidad e importancia de las pinturas encontradas en la bóveda de la cueva de Santilla del Mar. Este libro, además, precede al estreno de 'Altamira', una película dirigida por Hugh Hudson ('Carros de fuego') y protagonizada por Antonio Banderas (en el papel de Marcelino Sanz de Sautuola). La cinta, que recrea los choques de Sanz de Sautuola con la Iglesia católica y con la comunidad científica de la época, se estrena este viernes.

El escarnio, por tanto, al que se enfrentaron ambos fue feroz y el debate suscitado les convirtió en la diana a la que tirar todos los dardos. "El descubrimiento de Altamira fue una sorpresa extraordinaria porque la Prehistoria en 1878 estaba en mantillas. No se había configurado como una disciplina académica, estaba continuada casi por aficionados y, de repente, aparece un descubrimiento de esta magnitud en un campo en el que todavía no se había asentado el mundo científico y sin elementos previos para hacer comparaciones. Había material lítico y óseo pero unas pinturas así sorprendieron a los dos grandes bandos: los creacionistas y los evolucionistas", explica a El Confidencial el autor del libro y doctor en Historia.

La de fraude fue la primera acusación a la que se tuvieron que enfrentar. Desde todos las posiciones críticas, la primera actitud era dudar de la veracidad de las pinturas rupestres encontradas en la hoy llamada Capilla Sixtina del arte cuaternario. Paul Ratier, pintor sordomudo más conocido por su obra 'Santa Lucía con los ciegos', fue el encargado de hacer la primera reproducción (en la foto superior) de la bóveda de Altamira por encargo de Sautuola. Un hecho que los detractores utilizaron para asegurar que fueron creadas por él.

En una reunión de la Sociedad de Historia Natural de 1886 -a cuyas actas ha tenido acceso Calvo Poyato-, Eugenio Lemus y Olmo, director entonces de Calcografía Nacional, aseguró:"reflexionando quien pudiera ser el autor de aquel engaño, me acordé que en Santander había dos artistas dedicados a retratos que fueron capaces de hacerlo" y, más tarde, se preguntaba por cómo "en la época del descubrimiento de la cueva estuviera por allí cerca su amigo el mudo, que es pintor" en referencia a la estancia del pintor en casa de Sautuola.

No fue la única vez. La Institución Libre de Enseñanza, defensora de la tesis evolucionista, apuntó a que las pinturas fueron hechas por soldados romanos ya que, tras explorar la cueva por encargo de Francisco Giner de los Ríos, dataron las pinturas entre el siglo I a.C y mediados del siglo I d.C. En el informe firmado por Torres Campos y Quiroga Rodríguez ahondaron en esta tesis: "Cuando después de la segunda guerra cantábrica las legiones romanas ocuparon el territorio de los vencidos, y los expulsaron de los sitios altos... pudo estar habitada la cueva de Altamira por soldados romanos que entretuvieran sus ocios pintado ciervos, caballos y bisontes".

Con la Iglesia hemos topado

"Los creacionistas defendían el relato biblíco casi al pie de la letra. Eso significa que la creación del mundo tenía fecha, incluso algunos defendían una fecha concreta, y por eso unas pinturas prehistóricas no encajaban. El rechazo fue evidente", asegura Calvo Poyato. El Génesis se contrapuso a la evidencia del descubrimiento de Sautuola y su hija María Justina (8 años), que fue quien alertó a su padre de los dibujos como de "bisontes" que había sobre sus cabezas.

Desde la Iglesia y las tesis más conservadoras, expone en el libro, se sostenía que quienes buscaban el pasado de la Tierra "únicamente tenían como fin atacar, con unos supuestos argumentos de carácter científico, los cimientos en los que se fundamentaba la religión judeo-cristiana. Consideraban como algo detestable y sostenían que hurgar en lugares oscuros y recónditos como eran cuevas, escombreras o viejas minas abandonadas era otra de las manifestaciones del creciente ateísmo".

Pero no se quedaron aquí. A pesar de ello también surgió una tercera vía que pretendía fundir religión y ciencia, las acusaciones llegaron incluso a salpicar a los jesuitas. En una carta de Gabriel de Mortillet a Émile Cartailhac, las máximas autoridades francesas de la Prehistoria y principales detractores de la autenticidad de Altamira, se habla de un complot de la Compañía de Jesús, asentada en Comillas, para desacreditar y dejar en ridículo a los prehistoriadores y acusando a Vilanova y Piera de señuelo.

¿Darwin o Altamira?

"Los evolucionistas rechazaban el hallazgo porque su idea defendía que el hombre primitivo era una salvaje con cualidades y capacidades limitadas y, especialmente, sin ese sentido estético" plasmado en Altamira, resume el autor del libro. Las pinturas, prosigue en el libro, "señalaban la existencia de capacidades muy superiores a las que hasta entonces se habían dado al hombre 'antediluviano" y eso confrontó radicalmente con el auge que vivía la teoría de la evolución de Darwin ('El origen de las especies' se publicó en 1859 y en 1871 'El origen del hombre y la selección de la especie humana').

Dos de sus principales defensores y, por tanto, los opositores más hostiles de Sautuola y Vilanova fueron los franceses Cartailhac y Mortillet. Para ellos era inadmisible que las pinturas de Altamira fueran obra del hombre prehistórico y defendían que, aunque bellas, estaban hechas por la mano de un pintor moderno. Pero el paso del tiempo le daría la razón a los españoles, a pesar de que Sautuola y Vilanova ya habían muerto.

"(...) de estar en Francia se le hubiera concedido, de seguro, la importancia que se merece", espetó Vilanova a ambos en el debate de la Sociedad Española de Historia Natural. La polémica se zanjó definitivamente cuando Carailhac rectificó en el artículo 'Mea culpa de un escéptico', publicado en 1902 en 'L'Anthropologie', precisamente después de que aparecieran en el sur de Francia unas pinturas rupestres similares a las de Altamira. "Hubo que esperar un cuarto de siglo para que, ante la evidencia de las pinturas francesas, se empiece a reconocer el valor prehistórico de Altamira y se acabara con esa actitud desdeñosa de los franceses", afirma Calvo Poyato.​

A vueltas con la conservación

La cueva de Altamira cerró en 2002 tras abrirse la neocueva y desde entonces la idoneidad o no de su apertura ha levantado no pocas polvaredas. En febrero de 2014 se volvió a abrir al público con visitas experimentales. Mientras, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, defendía que prohibir las visitas a Altamira no garantiza su conservación, y desde la Universidad Complutense se alertaba en una carta de que desde el punto de vista científico no debía abrirse la cueva. "Es una polémica que llega hasta nuestros días", resume José Calvo Poyato, quien defiende una entrada controlada y supeditada a la conservación.

Pero este no es un debate nuevo. Ya en 1878 Sautuola planteó la misma pregunta. Tanto fue así que financió una puerta de madera para restringir el acceso a la cueva y evitar el vandalismo. Poco después el propio Ayuntamiento de Santillana del Mar la sustituyó por una verja de hierro para limitar el acceso. También el antropólogo Miguel Rodríguez Ferrer firmó un artículo en 1880 en el que defendía que Altamira era la manifestación "de un arte completamente nuevo, y tan nuevo como desconocido, remoto y digno de protección".

La cueva de Altamira, "la Capilla Sixtina del arte rupestre" conmemoró hace unos meses los 30 años de su declaración como Patrimonio Mundial por la UNESCO con diversas actividades culturales para todos los visitantes. Un libro de José Calvo Poyato recién publicado relata su apasionante y polémico descubrimiento.

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