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La corrupción compulsiva del clan Franco
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los trapos sucios

La corrupción compulsiva del clan Franco

Mariano Sánchez Soler, experto en los negocios de la familia de Francisco Franco, analiza las tramas corruptas del franquismo y desmonta los mitos sobre la austeridad del militar

Foto: Franco junto a Carmen Polo y Carmen Martínez-Bordiú (Gtres)
Franco junto a Carmen Polo y Carmen Martínez-Bordiú (Gtres)

Austeridad, honradez, trabajo... Cuenta la leyenda que durante 36 años hubo una lucecita en el Pardo que nunca se apagaba. Francisco Franco, decían, trabajaba sin descanso, no tenía grandes vicios, no le importaba el dinero y era incorruptible. O el mito revisionista de la baja corrupción del franquismo comparada con la alta corrupción de la democracia. ¿Es así? Una pregunta pertinente tras cumplirse cuatro décadas de la muerte del dictador [y tras morir ayer su única hija, Carmen Franco].

Las investigaciones centradas en la corrupción franquista escaseaban hasta hace pocos años, cuando llegaron los artículos del periodista Javier Otero y los libros del historiador Ángel Viñas ('La otra cara del Caudillo', 2015). La excepción que confirma la regla sobre la falta de investigadores tiene un nombre, Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954), escritor, periodista y autor de ensayos de referencia como ''Villaverde, fortuna y caída de la casa Franco' (1990), 'Ricos por la patria' (2002), 'Los Franco S.A.' (2003) y 'Los banqueros de Franco' (2005).

La doble confusión

“El mito de la austeridad de Franco se sostiene en una doble confusión. Por un lado, confundir las costumbres alimenticias de Franco con sus prácticas políticas concretas: el modo en que su familia se enriqueció. El otro error es creer que la falta de estudios sobre la corrupción franquista significa que no hubo corrupción franquista”, cuenta Sánchez Soler a El Confidencial.

[Lea aquí: 'Herederos de Franco controlaron dos firmas en las Islas Vírgenes Británicas']

“Los Franco estaban convencidos de que su actividad era lícita e incontestable en un país sumiso como España”, escribió Sánchez Soler en 'Los Franco S.A'. Un convencimiento en su propia impunidad que no tenía nada de subjetivo: estaba amparado por la ley. “Durante el franquismo, las conductas de tráfico de influencias estaban totalmente aceptadas, e incluso institucionalizadas, en la actuación de las Administraciones Públicas”, asegura en un estudio José Muñoz Lorente, profesor de Derecho Penal de la Universidad Carlos III. En otras palabras: si el tráfico de influencias no era delito, ¿por qué iba a ser algo malo la corrupción? De ese nivel de impunidad hablamos.

No es que la corrupción fuera importante durante el franquismo es que la corrupción salvó al franquismo en muchos momentos

En 'Los Franco S.A', Sánchez Soler cifró en medio centenar las empresas y sociedades anónimas "relacionadas, apadrinadas o presididas" por los miembros de la familia Franco. Según sus cálculos, el capital social escriturado del holding de la corte de El Pardo superaba los 100.000 millones de pesetas a la muerte del dictador. Al cambio actual y teniendo en cuenta la inflación estaríamos hablando de 6.815 millones de euros.

Buena parte de ese dinero fue conseguido gracias a la corrupción; es decir, con esa mezcla de tráfico de influencias, amiguismo y mordidas que acaba en malversación de caudales públicos. ¿Diferencias con la corrupción actual? Lo que ahora se hace en secreto para que no te pille un juez, antes se hacía a pecho descubierto. No es poca diferencia.

Puertas giratorias, ayer y hoy

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'Los Franco S.A.'

Se ha escrito mucho en los últimos tiempos sobre las puertas giratorias de la democracia. O cómo los ex ministros se apoltronan en los consejos de administración de las grandes empresas del IBEX35. Una práctica tan cuestionable como poco novedosa: las puertas giratorias giraban a tal velocidad durante el franquismo que era casi imposible diferenciar servicio público de intereses privados.

El mito del tardofranquismo habla de un régimen regenerado a golpe de tecnocracia en los años sesenta, imagen idílica que casa mal con los demoledores datos sobre puertas giratorias aportados por Amando de Miguel en 'Sociología del franquismo' (1975). Entre 1961 y 1974, el 77% de los ministros y antiguos ministros del franquismo ocuparon cargos en los consejos de administración de las grandes empresas públicas y privadas: de los 83 ministros vivos, 64 habían pasado por la puerta giratoria; algunos de ellos, ¡tachán!, siendo todavía ministros (¿Quién dijo Ley de Incompatibilidades?).

“En el capital financiero español del franquismo, el aparato del Estado, la empresa privada y la pública constituían los vértices del mismo poder, sin fisuras, tan unidos como la Iglesia y el Estado… Como una mancha de aceite, la familia Franco llevó su poder intervencionista a todas las estancias del mundo financiero español. Las 'doscientas familias' que dominaron la economía española supieron sentar en sus consejos de administración a ministros, altos cargos del Movimiento, falangistas de la primera hora y adeptos al caudillaje personal del general Franco”, concluía Sánchez Soler en 'Los Franco S.A.'.

El hermanísimo

Otro de los grandes mitos de la época es que los verdaderos corruptos del régimen no fueron los Franco, sino los Martínez-Bordiú, o cómo la familia política del Caudillo mangoneó todo lo que pudo ante la impotencia del dictador. “No es que Franco hiciera la vista gorda a los negocios de sus familiares, que la hacía, es que maniobró para impedir que algunos de ellos fueran investigados y juzgados, lo que da idea de su conocimiento de los negocios del clan”, razona Sánchez Soler.

Son tantos los trapicheos de los Franco durante la dictadura que no es fácil resumirlos en un artículo, pero ahí van unos cuantos que basculan entre lo fino y lo grueso. La corte de los milagros.

Acabada la Guerra Civil, Pilar Franco, hermana del dictador, era una simple pensionista que ganaba 38 duros mensuales en concepto de viudedad, lo que no fue óbice para que en dos décadas lograra comprar una “residencia valorada en doce millones de pesetas; un piso para cada uno de sus diez hijos, una 'finquita' en Coruña y 'algunos títulos' en acciones bursátiles”, según enumera Sánchez Soler en 'Los Franco S.A'. ¿Ejemplo de la buena suerte en los negocios de doña Pilar? En 1957, su apoderado y ahijado le habló de la existencia de una fantasmagórica y enorme finca madrileña que podía ser inscrita a su nombre. Y lo hicieron. La finca, situada en la calle Antonio Casero y con 200.000 metros cuadrados, era en realidad propiedad del Banco Central, de Dragados y Construcciones y de varios particulares, detalle sin importancia, por lo visto, para los familiares del Caudillo. El escándalo fue tan gordo que acabó en los tribunales. ¿El resultado? Pilar Franco acabó siendo indemnizada millonariamente por el Estado franquista por la expropiación del terreno. Superen eso.

Franco permitió los negocios de sus familiares y maniobró para que no fueran investigados

El hermano del dictador, Nicolás Franco, estaba en varios consejos de administración; incluido el de Refinerías de Aceites y Grasas (REACE), que en los últimos años del franquismo se vio envuelto en “uno de los principales hitos criminales de la historia judicial española”, el caso REACE, o la misteriosa desaparición de 4 millones de litros de aceite de oliva de la oficialista Comisaría de Abastecimientos y Transportes depositados en los tanques de REACE.

Aunque el caso fue juzgado en 1974, el 'hermanísimo' se libró de pisar los tribunales, no así sus socios en REACE, algunos de los cuales murieron en circunstancias sospechosas durante el proceso. “Nicolás Franco apenas fue molestado durante las cuatro jornadas de juicio. Los intentos del abogado José María Gil-Robles, antiguo dirigente del derechista CEDA y viejo conocido del Caudillo, resultaron inútiles. Cada vez que trataba de llevar a declarar al hermano de Franco, el presidente del Tribunal cortaba de cuajo cualquier alusión a su nombre, cualquier referencia a tan ilustre apellido”, escribe Sánchez Soler.

Nicolás Franco recurrió a una “treta” tan “grotesca” como clásica para no comparecer en los juzgados: hacerse el enfermo/amnésico. Gil-Roblés llegó a mostrar al tribunal una foto del 'Hola' de esa semana en la que aparecía el amnésico... de parranda y en aparente plenitud de facultades. “Afortunadamente -dijo el letrado-, según prueba documental que adjuntamos, la recuperación de don Nicolás Franco ha sido rápida y ya hace vida ordinaria en el orden social. Si, por nuestra condición de cristianos, la noticia nos llena de gozo, nuestra condición de juristas nos obliga a insistir en su presencia aquí”, alegó un sarcástico Gil-Robles... en vano.

Nicolás Franco era tan innombrable como intocable, como comprobó en sus propias carnes el banquero Ramón de Rato, padre de Rodrigo Rato. El fundador del Banco de Siero era un hombre muy bien relacionado con el Régimen, aunque no tanto como para lograr que la familia del Caudillo pagara sus deudas: en 1967 ejecutó un crédito de 4,8 millones de pesetas a Nicolás Franco, cuyos bienes fueron embargados. Poco después fue el Banco de Siero el que fue embargado, con Ramón de Rato detenido por evasión fiscal.

Atentos a la resolución del asunto narrada en 'Los Franco S.A': “No tardó en comprender Ramón de Rato que procesar a Nicolás Franco por el impago de una letra había sido el mayor error de su vida. Y se dio por vencido; retiró la denuncia y envió la susodicha letra a Nicolás Franco, junto a una carta de disculpa en la que le indicaba que pagara la letra cuando y como quisiera. La respuesta de Nicolás fue contundente: 'Todos los españoles deben a mi familia gratitud. No pagaré la letra ni ahora ni nunca. Al hermano del Caudillo de España no se le molesta por cuatro millones ochocientas mil miserables pesetas'”. Amén.

placeholder Manifestación del 20-N en 2014 (AP)
Manifestación del 20-N en 2014 (AP)

El yernísimo

Cristóbal Martínez-Bordiú, Marques de Villaverde, se casó con la única hija de Franco (María del Carmen Franco y Polo) en 1950. A Martínez-Bordiú no le fue precisamente mal con su matrimonio. En las siguientes tres décadas, formó parte de los consejos de administración de 17 empresas cuyos capitales sociales, según Sánchez Soler, sumaban más de cuatro mil millones de pesetas. “Todas las sociedades anónimas que contaron con la presencia del marqués vieron crecer sus capitales y ganancias”, escribe el periodista.

Aunque los negocios le iban viento en popa, Cristóbal, popularmente conocido como 'el yernísimo', no descuidó su profesión de médico, hasta el punto de cobrar más de dos millones de pesetas mensuales como galeno durante 25 años, un sueldo superior al que recibía su suegro como jefe del Estado. ¿Cómo era posible? Muy sencillo: Martínez-Bordiú llegó a ocupar ocho altos cargos médicos simultáneamente, en lo que podría pasar por un chiste de 'La escopeta nacional', de no ser porque es cierto.

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'Villaverde'

Para hacernos una idea del nivel de penetración empresarial de la familia Franco bastaría con analizar el caso de Construcciones y Contratas (CC), fundada por el ingeniero alemán Ernesto Koplowitz, que en 1962 murió en un accidente sin testamento y con hijos sin reconocer. La familia Franco jugó un papel clave en la lucha por su fortuna -dos mil millones de pesetas-, con Cristóbal Martínez-Bordiú colocado en el consejo de administración, desde donde ayudó a “cimentar la fortuna de las niñas Esther y Alicia [Koplowitz]”, como cuenta Sánchez Soler en 'Los Franco S.A'., donde califica a CC de “juguete en manos del clan de El Pardo”.

El nivel de impunidad, no obstante, se mide a veces mejor en la micro trama costumbrista que en la macro trama empresarial. Mariola Martínez Bordiú, una de las hijas del matrimonio entre Cristóbal y María del Carmen, se casó en la capilla de El Pardo en 1974. Nueve años después, al salir a la luz las deudas de Viajes Marsans, dependiente del Instituto Nacional de Industria (INI), se supo que fue el Estado y no Mariola quien pagó las 700.000 pesetas que costó su viajes de bodas. Y eso que Mariola ha pasado a la historia como la nieta tímida y discreta del Generalísimo.

La vidorra fácil

“Lo que no cuenta el mito del desarrollismo es que el franquismo sobrevivió esos años gracias a la corrupción, al reparto entre los suyos del dinero generado por el boom económico. No es que la corrupción fuera importante durante el franquismo, es que la corrupción salvó al franquismo en muchos momentos”, cuenta Sánchez Soler a este periódico.

El historiador y periodista Ramón Garriga, autor de 'La saga de los Franco', lo explicó así: “Franco cultivaba la corrupción como norma política, partiendo del principio de que quienes colaboraban con el Régimen serían fieles mientras los asuntos del bolsillo marcharan viento en popa”.

“No queremos la vida fácil y cómoda; queremos la vida dura, la vida difícil, la vida de los pueblos viriles”, exclamó Franco el 17 de julio de 1939. Ahora sustituyan vida dura por vidorra fácil y tendrán una idea más ajustada a la realidad de lo que fue el franquismo para el clan Franco. Austeridad, el musical.

[Este artículo se publicó originalmente en noviembre de 2015 al cumplirse 40 años de la muerte de Francisco Franco]

Austeridad, honradez, trabajo... Cuenta la leyenda que durante 36 años hubo una lucecita en el Pardo que nunca se apagaba. Francisco Franco, decían, trabajaba sin descanso, no tenía grandes vicios, no le importaba el dinero y era incorruptible. O el mito revisionista de la baja corrupción del franquismo comparada con la alta corrupción de la democracia. ¿Es así? Una pregunta pertinente tras cumplirse cuatro décadas de la muerte del dictador [y tras morir ayer su única hija, Carmen Franco].

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