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Keith Richards: el icono rockero más cutre del mundo
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'Crosseyed heart'

Keith Richards: el icono rockero más cutre del mundo

Su nuevo disco, 'Crosseyed heart', es otro de esos pasatiempos molones para matar el tiempo entre gira y gira de The Rolling Stones que confirma que el personaje se ha comido a la persona

Foto: Keith Richards (REUTERS/Fred Thornhill)
Keith Richards (REUTERS/Fred Thornhill)

Tampoco es que nadie esperase mucho. Ya sabemos que los discos de Keith Richards son pasatiempos molones para matar el tedio entre gira y gira de esa caja registradora llamada The Rolling Stones. Leyendo las reseñas de los principales medios anglosajones, diría que quien que lo clava es Phil Mongredien, del suplemento británico The Observer: "Richards mezcla blues animado ('Blues In The Morning') con material más introspectivo, donde su estilo rocoso le acerca al terreno de Mark Lanegan (rockero de culto, ex Screaming Trees). Además ofrece un destemplado y desangelado acercamiento al reggae ('Love Overdue'). Por suerte, 'Heartstopper' y 'Trouble' demuestran que todavía es capaz de entregar riffs poderosos", apunta. Resumiendo: ni frío, ni calor, sesenta puntos sobre cien como podrían ser cuarenta y ocho.

Quizá se olvida de mencionar el talento natural de Richards para las baladas agridulces, especialmente en esta etapa crepuscular, donde ha escrito maravillas como 'This place is empty' o aquí la modesta-pero-bonita 'Suspicious'. Otro comentario obligatorio es que suena demasiado Abuelo Cebolleta en 'Nothing On Me', tardío ajuste de cuentas por un arresto por posesión de drogas en Toronto en 1977, cuando el grupo era percibido como un peligro público y un desafío a la moral imperante .

Resumiendo: 'Crossedeyed heart' es un disco que da poco juego para una reseña, así que mejor usar otro enfoque: ¿por qué Richards es el icono rockero más cutre de la historia? Aquí van cinco razones:

1. Proclamó que Jagger tenía el pene pequeño

Imaginen que su mejor amigo, o su más cercano colega de trabajo, escribe unas memorias donde se dedica a ridiculizarle sin compasión. "Marianne Faithfull no se lo pasaba bien con la 'cosita' de Jagger. Sé que tiene unos testículos enormes, pero una cosa no compensa la otra", reveló Richards en las páginas de 'Vida', su exitosa autobiografía de 2010. ¿Se puede ser más cutre? Parece que sí.

Jagger exigió una disculpa como condición para que hubiera otra gira de los Stones, un requisito que Richards cumplió, para luego desdecirse de la manera más lamentable: "Resolvimos el asunto, a nuestra manera, ya sabes. Le dije que sentía cualquier inconveniente o daño que hubiera podido causarle el comentario. Pero, bueno, hubiera dicho cualquier cosa con tal de no renunciar al grupo. Hubiera mentido a mi madre", declaró a 'Rolling Stone' en una entrevista de 2012. Traducido: pidió perdón con los dedos cruzados, solo por obtener lo que quería, dejando a Jagger públicamente en evidencia en la primera oportunidad que se le presentaba. Un tipo con clase.

2. No respeta a su público

Las cartas sobre la mesa: entre los veintimuchos y los treinta y pocos, yo también pensaba que Keith Richards era la cima del cool rockero. Y de cualquier otro tipo de cool. He visto cuatro veces a los Stones en directo y siempre intentaba ponerme en el lado del estadio donde le iba a tenerle delante. He disfrutado de momentos deslumbrantes, por ejemplo en 2003 en la gira Forty Licks en el Vicente Calderón, donde su guitarra en 'Gimme Shelter' sonaba como una tormenta tropical (cálida, amenazante, poderosa…).

Cuatro años después, en el tour A Bigger Bang, saltó a escena disperso, desganado y debilucho. Muchos espectadores tuvimos la sensación que, sencillamente, había bebido y/o fumado más de la cuenta. Una entrada para los Stones es un lujo caro, que suele rondar los cien euros para verlos sin prismáticos, por eso el grupo tiene la obligación de darlo todo cada noche. Esa es la actitud que siempre ha tenido Jagger: simpático, entregado y profesional cada vez que sube a un escenario. Keith pasa de compromisos, incluso con quienes le idolatran.

3. No respeta a sus compañeros de profesión

El pasado mes de abril, Richards concedía una entrevista a Jim Farber para 'The Daily News'. Allí se dedicó a arremeter con máximo grosor contra diversos estilos musicales. ¿El rock actual? "Me suena como un batacazo sin gracia. La mayoría de las bandas no son capaces de mantener un ritmo sincopado. Por eso hacen ruido sin pulso, sin pegada ni sutileza". ¿Metallica y Black Sabbath? "Millones de personas los escuchan, pero yo los considero grandes chistes". ¿El hip-hop? "Muchas palabras, pero poco que decir. El logro más impresionante del género es haber descubierto la cantidad de oyentes sordos que circulan por ahí. Les basta con una caja de ritmos y alguien gritando encima. Parece que existe un mercado enorme para gente incapaz de distinguir una canción de la otra". En agosto, seguía en la misma línea, diciendo en 'Esquire' que el 'Sgt Pepper's' de los Beatles era un "batiburrillo de basura".

Tampoco es grave: sus declaraciones son sinceras, típicas de estrella viejuna, incluso hace algún cuestionamiento interesante. El problema es la autocrítica: si vas a usar palabras tan duras sobre el trabajo de tus compañeros lo mínimo es reconocer que los Rolling Stones no publican un disco relevante desde hace tres décadas. Unos fans afirman que fue 'Some Girls' (78), otros que 'Undercover' (83) y los más empáticos que 'Tattoo You' (81), pero desde los ochenta los Stones son un grupo de autohomenaje, rockeros prejubilados intentando capturar algo de la intensidad que desprendían cuando eran unos chavales. Por eso suena ridículo el discurso de Richards de "todo nos parece una mierda, menos lo nuestro".

4. Es un derechista con problemas de narcisismo

No es una interpretación personal, sino una confesión propia al diario 'The Independent' en 2010: "Escribí una nota personal a Tony Blair diciendo que era demasiado tarde para volverse atrás, que debía mantenerse firme en su alianza Estados Unidos. Me devolvió otro mensaje dándome las gracias". Traducido: animó al premier británico no rajarse de la segunda guerra del Golfo, la de la foto de las Azores. El guitarra de los Stones, banda sonora de los años de la contracultura y manifestaciones contra la invasión de Vietnam, se ha convertido en un anciano militarista. No es ninguna sorpresa: los Rolling llevan años siendo una empresa más, capaces de todo por un poco de pasta extra.

La mayor metida de pata del grupo fue aceptar en 2005 el patrocinio de Ameriquest, emporio de hipotecas basura que resultó central en la burbuja de las subprime, uno de los orígenes del batacazo financiero global de 2008. Los manejos de Ameriquest eran conocidos antes de que aceptaran el patrocinio, pues los directivos de la empresa se habían visto obligados a firmar un acuerdo extrajudicial por 325 millones de dólares para evitar un juicio múltiple por cobrar "intereses predatorios" en treinta estados. La empresa también cargaba comisiones abusivas, que llegaban hasta el 12% del valor de la casa. A Keith Richards nunca le ha interesado la política hasta que el terrorismo islamista ha empezado a bombardear lugares donde el podría haber estado, desde las Torres Gemelas al centro de Londres. Cualquier día acabará como tertuliano en 'El gato al agua'.

5. Desprecia a los negros y a las mujeres

¿En qué momento dejé de leer su autobiografía? En la página dieciséis, cuando encontré está frase elocuente, digna de un señorito franquista jerezano hablando de los gitanos de su pueblo: "Si querías aprender algo de verdad bastaba con atravesar las vías del tren: los músicos negros nos cuidaban muy bien cuando tocábamos con ellos. '¿Quieres echar un polvo esta noche? Ésa estaría encantada. Seguro que no ha visto en su vida un tipo como tú'. Te ofrecían su hospitalidad, su comida y su jodienda”. Las mujeres y negros vistos no como iguales, sino como figurantes de tus días de jarana. A pesar de presumir de su respeto por el blues, los Stones han escrito canciones tan racistas como 'Brown Sugar', que retrata en tono celebratorio la costumbre de los dueños de plantaciones de violar a sus esclavas negras. Recordemos también aquel verso de 'Some Girls' (1978) que dice "Las chicas blancas son bastante graciosas a veces, me vuelven loco / las chicas negras solo quieren follar toda la noche / pero no tengo tanto aguante". El activista Jesse Jackson se quejó en público del uso de este estereotipo racista. Jagger contestó balbuciente que era "una broma", para luego precisar que se trataba de "una parodia de actitudes racistas", pero no convenció a casi nadie.

Piensa en sus días esnifando, pinchándose, bebiendo y follando. ¿No se enteró de que dos groupies, follando delante de él, se prendían fuego al pelo?

Richards nunca ha expresado remordimiento por el contenido racista y/o sexista de las letras del grupo. Cuando intenté seguir leyendo 'Vida', me crucé con este párrafo de la periodista Caitlin Moran, una de las mejores retratistas de Richards. Aquí cuatro pinceladas incluidas en su libro "Cómo ser mujer" (2013): "Piensa en sus días esnifando, fumando, pinchándose, bebiendo y follando cualquier cosa que se moviera. ¡Todo el mundo le ama! ¿A Keef? ¿Tan pasado que no se enteró de que dos groupies, follando delante de él, se prendían accidentalmente fuego al pelo? ¡Rock and roll! Para muchos esto es lo mejor de los Stones. A pesar de que, se mire por donde se mire, debió de ser una verdadera pesadilla estar cerca de él: paranóico, débil, poco fiable, propenso al malhumor, obsesivo y casi siempre en un estado tal de inconsciencia que la única forma de llevarle de un sitio a otro era agarrado por los tobillos. Aún sentimos un ligero estremecimiento cultural -¡Guau, genial!- cuando la gente recuerda esta mierda". ¿De verdad queremos adorar y prestigiar a alguien así? ¿O estamos ante el icono más cutre de la historia del rock and roll?

PD: "Los españoles sois una panda de fascistas"

Nadie está negando el inmenso talento y aportación de Richards como guitarrista, sobre todo en los años sesenta y setenta. Su incapacidad para copiar el rhythm & blues de los negros desembocó en un estilo potente, perverso y personal, reconocible al instante y que ha creado escuela. Lo que se discute aquí es la sacralización de su carácter y su modo de vida. Personalmente prefiero a Jagger, un profesional como la copa de un pino, que da todo en los conciertos, se esfuerza por contestar a los cuestionamientos y reconoce sin tapujos que su máxima motivación es el dinero (para algo estudió en la London School of Economics). Dejando de un lado toda mística bohemia, se limita a cumplir con su trabajo, respetando a seguidores, periodistas y compañeros de profesión. Además baila veinte veces mejor.

Dicho esto, el stone más respetable siempre será Charlie Watts, el tranquilo y trajeado batería del grupo. Solo pierde la compostura en contadas ocasiones. Por ejemplo, el 11 de junio de 1976, cuando los Stones debutaron en directo en Barcelona, pocos meses después de la muerte de Franco. En la rueda de prensa previa, cuando les preguntaron el motivo de la tardanza en actuar en nuestro país, a Watts se le calentó la boca hasta el punto de contestar que "no queríamos tocar para una panda de fascistas". El batería también fue el stone que más se opuso a tocar en la Sudáfrica del apartheid. Mientras tanto, Richards vivía colgado entre la nieve y el jaco.

Tampoco es que nadie esperase mucho. Ya sabemos que los discos de Keith Richards son pasatiempos molones para matar el tedio entre gira y gira de esa caja registradora llamada The Rolling Stones. Leyendo las reseñas de los principales medios anglosajones, diría que quien que lo clava es Phil Mongredien, del suplemento británico The Observer: "Richards mezcla blues animado ('Blues In The Morning') con material más introspectivo, donde su estilo rocoso le acerca al terreno de Mark Lanegan (rockero de culto, ex Screaming Trees). Además ofrece un destemplado y desangelado acercamiento al reggae ('Love Overdue'). Por suerte, 'Heartstopper' y 'Trouble' demuestran que todavía es capaz de entregar riffs poderosos", apunta. Resumiendo: ni frío, ni calor, sesenta puntos sobre cien como podrían ser cuarenta y ocho.

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