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El neoespañol. Cómo destruir la propia lengua desde dentro
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LLEGA LA PRIMERA GUÍA DEL NUEVO CASTELLANO

El neoespañol. Cómo destruir la propia lengua desde dentro

Está naciendo un nuevo castellano plagado de verbos mal conjugados, circunloquios involuntarios y neologismos absurdos. El fenómeno acaba de merecer la primera 'Guía del neoespañol'

Foto: Don Quijote llora el advenimiento del neoespañol
Don Quijote llora el advenimiento del neoespañol

Recibir a un exiliado “con las manos abiertas”, cabrear a tu jefe hasta que se ponga “hecho un obelisco”, “inferir” malos tratos, “fraccionarse” la mano, “propiciar” besos en la frente; “enguagar” las penas, “abnegarse” en lágrimas, erizar “los bellos”... Y aprovechando que “el río pasa por el Pisuerga”, tengo que decirte que me has “roto literalmente el corazón".

¿Literalmente? ¡Ya será menos!

La gran conspiración para destruir el español desde dentro está en marcha. La descubrió el superagente de la lengua Fernando Lázaro Carreter en 'El dardo en la palabra' (1997). En aquella feliz reunión de artículos, el fallecido filólogo y antiguo director de la Real Academia censuraba con su característico y despiadado buen humor a los periodistas que tropezaban con la sintaxis y perdían el norte con la semántica. Un neoespañol amanecía. La neolengua imaginada por Orwell en ‘1984’ manipulaba el idioma al servicio del Gran Hermano. Los españoles, más modestos, nos inventamos una lengua escribiendo cada vez peor. Sin más.

La “neolengua” imaginada por Orwell en ‘1984’ manipulaba el idioma al servicio del Gran Hermano. Los españoles, más modestos, nos inventamos una lengua escribiendo cada vez peor. Sin más.

Lázaro Carreter detectaba entonces los primeros balbuceos de la criatura. Hoy, el engendro ha crecido tanto que acaba de merecer la primera ‘Guía práctica del neoespañol. Enigmas y curiosidades del nuevo idioma’ (Debate, 2015). La firma Ana Durante, seudónimo de una editora española que, tras cuatro años de investigación, no ha querido dañar, citando sus nombres, a los precarios compañeros de unos medios de comunicación en llamas. Recoge centenares de ejemplos de la prensa -en papel o en digital-, la radio y la televisión sin dar fuente alguna. “Son todos reales”, asegura, “pero no quiero perjudicar a ningún trabajador que pudiera ser identificado por sus pifias verbales”.

Nunca hemos escrito muy bien, pero hoy los errores se amontonan unos sobre otros en semejantes cantidades y a velocidades tan increíbles que no admiten propósito de enmienda. Y esos errores se copian, claro. Se copian palabras y expresiones erróneas pero también formas verbales nefastas y empobrecedoras, conjunciones disparatadas y preposiciones mutantes. Verbos mal conjugados, circunloquios involuntarios, neologismos absurdos fruto de malas traducciones...

“El neoespañol es una forma de comunicación que está sustituyendo al español a marchas forzadas y que produce fenómenos lingüisticos paranormales”, afirma Durante. “Los referentes culturales del país, en prensa escrita o audiovisual, no dominan la base ni los recursos de su propia lengua y son por tanto víctimas y propagadores de este nuevo lenguaje hecho de sustituciones y trueques, reelaboración de frases con retazos de otras, alargamientos hilarantes e innecesarios, construcciones incomprensibles, etc. Todo vale”.

“El neoespañol está sustituyendo al español a marchas forzadas y produce fenómenos lingüisticos paranormales”, afirma Ana Durante“

“Ha caído una trompa de agua”. “Estoy hecho un saco de nervios”. “¿Se me escucha?”... Los neoespañoles ya nunca “estamos de acuerdo”, “decimos”, contamos” o “explicamos": siempre “compartimos”. Ya no “echamos las campanas al vuelo” sino que “las tiramos”. “Graso error”. “Estoy atónico”. Aquí van a “saltar cabezas”.

“El neoespañol no es simplemente un español más pobre o deteriorado”, prosigue Ana Durante, “una alegre y necesaria evolución del idioma, sino el síntoma de algo más profundo. La manifestación de una desestructuración básica del pensamiento, así como de la asimilación e interpretación del mundo que nos rodea”.

¿Y qué? ¿No murió el latín? ¿No se extinguió el griego? ¿Alguien echa de menos el indoeuropeo? La diferencia, repite la autora, es la extrema rapidez de las transformaciones actuales. “El español no está perdiendo una conjugación aquí mientras le brota un vocablo allá, no está muriendo lenta y estéticamente como una dama de las camelias filológica, abonando poco a poco con sus restos nuevas floraciones -como lo fueron por ejemplo las lenguas romances-, sino que lo hace de un infarto masivo y fulminante, dejando en su lugar un mejunje desconcertante: un fenómeno de implosión del lenguaje nunca antes documentado en nuestra historia”.

Y todo está ocurriendo al amparo, denuncia Durante, de los académicos de la lengua, tan educados que ya no se atreven a señalar qué está bien y qué está mal

Para la editora oculta no hay marcha atrás. El castellano seguirá deshilachándose cada vez más rápido, perdiendo elementos, fusionando otros, sustituyendo las palabras justas por otras absurdas. Y todo ello al amparo, denuncia Durante, de los señores académicos de la lengua, tan educados y respetuosos que ya no se atreven a señalar lo que está bien y lo que está mal.

"Si han hecho dejación de algo, es de su función normativa. Son tal vez demasiados delicados y repetuosos, procuran no inmiscuirse y que no parezca que quieren mandar, con lo que su papel parece siempre como titubeante y tibio. Lo quieran o no, son a quienes se dirigen las miradas en última instancia en caso de dudas, y, a mi modo de ver, deberían dar un paso al frente y asumir su responsabilidad. Creo que a menudo confunden norma -u orientación- con imposición".

Recibir a un exiliado “con las manos abiertas”, cabrear a tu jefe hasta que se ponga “hecho un obelisco”, “inferir” malos tratos, “fraccionarse” la mano, “propiciar” besos en la frente; “enguagar” las penas, “abnegarse” en lágrimas, erizar “los bellos”... Y aprovechando que “el río pasa por el Pisuerga”, tengo que decirte que me has “roto literalmente el corazón".

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