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El reto Kandinsky: guía básica para enfrentarse al rey del arte abstracto
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EXPOSICIÓN EN MADRID

El reto Kandinsky: guía básica para enfrentarse al rey del arte abstracto

Colores que se escuchan, figuras que sienten y círculos “zen”. Desciframos la pintura del artista más complejo de la historia del arte con motivo de su retrospectiva en Madrid

Foto: Kandinsky - 'Improvisación III' (1909)
Kandinsky - 'Improvisación III' (1909)

Cuando tenía 30 años y estaba a punto de conseguir un puesto soñado como profesor de derecho en la Universidad de Moscú, Kandinsky escuchó una música que le cambió la vida. Durante una representación de la ópera Lohengrin, de Wagner, sintió cómo las notas que tocaba la orquesta iban transformándose en colores dentro de su cabeza. En ese momento decidió que debía dedicar su vida a recrear en imágenes esa experiencia sensorial, así que lo dejó todo y se hizo pintor.

Kandinsky estaba convencido de que los colores pueden oírse e identificó cada uno con un instrumento musical concreto: el azul claro suena como una flauta, el verde como el violín, los tonos violetas recuerdan a una gaita y el amarillo atruena como una trompeta a todo volumen. Todos juntos sobre el lienzo son como una gran orquesta en pleno concierto.

Pero que nadie espere en Kandinsky una melodía armoniosa. Para él la pintura se basaba en la lucha entre los diferentes colores por dominar el lienzo, así que sus cuadros “suenan” desafinados, como las obras de uno de sus músicos favoritos, Arnold Schönberg, el maestro de la música disonante.

Sin embargo, quien se conforme con escuchar un cuadro de Kandinsky se está perdiendo lo mejor. El artista ruso se da cuenta enseguida de que los colores no sólo pueden oírse, sino también olerse, saborearse y tocarse. Para demostrarlo crea una clasificación de todas las sensaciones que produce cada tonalidad.

placeholder Llega a Madrid el Kandinsky 'más íntimo'.
Llega a Madrid el Kandinsky 'más íntimo'.

Oler y saborear los colores

El amarillo es el color más cálido: si lo tocas quema, su olor y sabor son picantes, suena agudo e inspira al espectador comportamientos espontáneos y cariñosos. En el lado contrario está el azul: frío al tacto, con un sabor dulce, sonido profundo pero suave y que provoca un estado de calma y meditación. Combinando toda la gama de colores y sus respectivas particularidades el artista puede transmitir emociones hasta entonces imposibles.

La exposición que puede verse desde hoy en el espacio CentroCentro de Cibeles, en Madrid, plantea un recorrido estrictamente cronológico por la obra de Kandinsky para ir comprendiendo paso a paso cómo su arte se va complicando. Según la comisaria, Ángela Lampe, “aquí no hay una nueva tesis o una lectura diferente del pintor. Unicamente hemos querido mostrar su trayectoria de forma ordenada para que se entienda lo más claramente posible”.

¿Cómo pintar emociones?

El recorrido, compuesto por casi 100 piezas traídas desde el Centro Pompidou de París, se inicia con sus primeros pasos como pintor de paisajes figurativos tradicionales. Está empeñado en usar el color para retratar sentimientos, así que empieza imitando a los fauvistas, maestros en provocar con sus tonos brillantes y exagerados. Sin embargo, se da cuenta de que, si lo que quiere es pintar emociones, no tiene sentido seguir dibujando paisajes y objetos reales. Pero, ¿cómo pintar algo que no se ve? Necesita crear un lenguaje nuevo: nace el arte abstracto.

El cuadro que marca ese momento clave en la historia del arte es ‘Improvisación III’ (1909), presente en la exposición. En él Kandinsky empieza a incluir formas no reconocibles para que nada distrajera al verdadero protagonista: el color y sus sonidos evocadores.

Kandinsky se cansa pronto de hacer arte político y los bolcheviques le acusan de traicionar los ideales revolucionarios. Tiene que escapar a Alemania

Con ese “invento” bajo el brazo, Kandinsky se va a Moscú, donde vive la Revolución Rusa de 1917. Allí trabaja para el Gobierno de Lenin, usando su nuevo lenguaje para poner imágenes a los ideales bolcheviques. Pero Kandinsky se cansa pronto de hacer arte político y sus compañeros le acusan de traicionar los ideales revolucionarios con pinturas demasiado espirituales. Antes de que la cosa empeore, escapa a Alemania y empieza a trabajar como profesor en la escuela de arquitectura y arte Bauhaus.

Los triángulos también tienen sentimientos

Aquí Kandinsky complica un poco más su estilo e introduce un nuevo elemento clave: las formas geométricas. Igual que hizo con los colores, elabora ahora una correspondencia entre esas figuras y las emociones que transmiten. Así los triángulos se identifican con el amarillo (son agresivos, cortantes y ágiles) y los círculos con el frío azul (símbolo de estabilidad, serenidad y perfección).

La exposición permite comprobar estas extravagantes teorías ante dos de las obras maestras del artista: ‘Amarillo-rojo-azul’ (1925), donde colores y formas luchan por dominar nuestra mirada, y ‘Acento en rosa’ (1926), en la que los círculos consiguen transportar al espectador a un mundo “zen” de calma total.

placeholder Exposición 'Kandinsky. Una retrospectiva'
Exposición 'Kandinsky. Una retrospectiva'

En 1933, los nazis cierran la Bauhaus y empiezan a perseguir a Kandinsky por considerarle uno de los artistas degenerados. Empieza entonces su declive, aunque aún tendrá tiempo de instalarse en París y dejarse influir por el surrealismo de su amigo Joan Miró.

La muestra, heredada del anterior gobierno de Ana Botella, tiene un punto débil. No están las grandes composiciones que hicieron célebre a Kandinsky y, en general, se cubren esos huecos con dibujos y obras menores. Sin embargo, lo compensan con un afán didáctico poco habitual en el mundo del arte moderno.

Cuando tenía 30 años y estaba a punto de conseguir un puesto soñado como profesor de derecho en la Universidad de Moscú, Kandinsky escuchó una música que le cambió la vida. Durante una representación de la ópera Lohengrin, de Wagner, sintió cómo las notas que tocaba la orquesta iban transformándose en colores dentro de su cabeza. En ese momento decidió que debía dedicar su vida a recrear en imágenes esa experiencia sensorial, así que lo dejó todo y se hizo pintor.

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