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Chinches y políticos, los peores enemigos de la Filmoteca Española
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el patrimonio cinematográfico está abandonado

Chinches y políticos, los peores enemigos de la Filmoteca Española

No hay dinero para acometer las numerosas y urgentes tareas que requiere la conservación de nuestro patrimonio audiovisual, aunque si lo hubo para gastar 23.6 millones para una nueva sede

Foto: Fachada del Cine Doré, sala de proyección de la Filmoteca
Fachada del Cine Doré, sala de proyección de la Filmoteca

Cientos de roedores se han colado en las instalaciones de la Biblioteca Nacional. En las estanterías aparecen hocicos peludos que se comen todo lo que pillan a su alrededor. Ha habido que cerrar las instalaciones… No seguimos, ¿para qué? Ya se imaginan ustedes lo que hubiera sucedido de producirse una noticia así. Pues el pobre cine español está padeciendo una situación parecida: la sede de la Filmoteca Española, el cine Doré de Madrid, está invadida por chinches, un bichejo pequeño, de nombre científico Cimex lectularius, que ha hecho la vida imposible a los espectadores asistentes a las sesiones de la Filmo. Y han tenido que cerrar.

Pero hay otros insectos mucho más peligrosos que vienen atacando desde hace tiempo a la pobre Biblioteca Nacional, perdón, a la Filmoteca Española. El primero, la falta de presupuesto. O el último, el desinterés de los políticos… o la consecuencia de todo ello. No hay dinero para acometer las numerosas y urgentes tareas que requiere la conservación de nuestro patrimonio audiovisual aunque sí lo hubo para gastar 23.6 millones de euros en construir un magnífico edificio para albergar las 35.000 películas (largos y cortos) depositadas en la Filmoteca. Otra vez -y van unas cuantas- hay dinero público para el continente y falta para el contenido y para quien debe mantenerlo. La Filmoteca lleva tiempo parada como quien ha entrado en jubilación prematura.

Recuperar películas y evitar su destrucción es responsabilidad del Estado. Su conservación no puede estar en manos privadas. Nuestra historia está registrada en imágenes en movimiento y ellas constituyen nuestro patrimonio fílmico, que bien merece ser archivado y custodiado.

Hay un fenómeno antiguo y complejo. Por ejemplo, ¿sabe usted, querido lector, que las publicaciones que aparecen en nuestro país tienen la obligación legal de entregar un ejemplar para su conservación pública, el llamado depósito legal? Gracias a esa disposición legal, en las hemerotecas españolas -numerosas- podemos saber, por ejemplo, qué obras teatrales estaban en cartel el día de la muerte de Franco, o qué productos se anunciaban en la prensa un día cualquiera de 1945…

Hoy, ya entrado el siglo XXI, ninguna televisión, pública ni privada, debe entregar a una de nuestras filmotecas públicas -escasas- un ejemplar de su programación diaria. Un simple USB que nos permitiría conocer, por ejemplo, los 'spots' publicitarios que estaban en antena mientras Antonio Tejero relinchaba en el Congreso de los Diputados… Cómo era la programación infantil o los programas meteorológicos de tal o cual fecha… Datos fundamentales para los historiadores del futuro.

Esta carencia legislativa es una de las muchas que revelan la falta de atención de nuestras autoridades culturales hacia lo que se considera una de las claves de nuestra convivencia: la imagen pública.

Pero no culpemos de todo a los gobernantes. Estos furtivos sabemos que la falta de atención de las autoridades procede de una previa falta de prestigio. No sabemos de dónde parte la actitud de menosprecio hacia el cine español, pero existe. "Las grandes películas españolas son excepciones". "Ya se sabe, una película española, sexo y guerra civil".

Y no queremos extendernos mucho, porque los primeros culpables somos los que nos dedicamos a esta apasionante y arriesgadísima profesión de hacer películas. No hemos sido conscientes del peligro que supondría la desaparición de los cientos de obras maestras y, ¿por qué no?, de los miles de filmes mediocres en los que quedaba no obstante reflejada una sociedad llena de defectos -machismo, analfabetismo, chulerías-, pero que es la nuestra. La sociedad española. Y si queremos mejorarla, primero hay que conocerla. Y para conocerla, es necesario analizarla.

Mientras tanto, existen filmotecas por todo el mundo que son modelo de funcionamiento. En lugar destacado, la Cinémathèque francesa, creada y durante tantos años dirigida por Henri Langlois, que se entregó con pasión a recuperar copias en una época en la que las películas eran todavía poco más que un objeto de usar y tirar y sin cuya labor habrían desaparecido para siempre tantas obras maestras conservadas en copias de material inflamable -y que por tanto debían conservarse en condiciones de alta seguridad- que posteriormente se pasarían a material de seguridad para hacerlas accesibles al público.

En España, por el contrario, en la entonces llamada Filmoteca Nacional -creada mucho más tarde que la francesa y al cargo de simples funcionarios- se destruía la mayor parte de las copias azarosamente llegadas a su poder con la excusa de evitar su posible autoinflamación.

En el momento presente, cuando la mayoría de las filmotecas españolas disponen de presupuestos cada vez más reducidos, son ejemplares en los últimos años las actividades que desarrolla la Filmoteca de Barcelona en lo referente a investigación, conservación y restauración de nuestras películas, para lo que dispone de los equipos técnicos más potentes para digitalizarlas en alta resolución a la vez que ha decidido integrar dentro de sus estructuras al único laboratorio de 35 mm que sigue operativo en España, decisión en la que por el contrario ha renunciado a participar la Filmoteca Española.

Es decir, que si algún lector está interesado en este tema, que sepa que es posible que chinches, o garrapatas, o ratones, se estén comiendo en este momento ‘Bienvenido Mr. Marshall’.

Cientos de roedores se han colado en las instalaciones de la Biblioteca Nacional. En las estanterías aparecen hocicos peludos que se comen todo lo que pillan a su alrededor. Ha habido que cerrar las instalaciones… No seguimos, ¿para qué? Ya se imaginan ustedes lo que hubiera sucedido de producirse una noticia así. Pues el pobre cine español está padeciendo una situación parecida: la sede de la Filmoteca Española, el cine Doré de Madrid, está invadida por chinches, un bichejo pequeño, de nombre científico Cimex lectularius, que ha hecho la vida imposible a los espectadores asistentes a las sesiones de la Filmo. Y han tenido que cerrar.

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