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La honra vuelve al Teatro de la Comedia
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La honra vuelve al Teatro de la Comedia

'El alcalde de Zalamea', de Calderón de la Barca y dirigido por Helena Pimenta, lleva a la Compañía Nacional de Teatro Clásico de vuelta a su sede tras 14 años de cerrada

Foto: Carmelo Gómez protagoniza 'El alcalde de Zalamea' (Efe/Chema Moya)
Carmelo Gómez protagoniza 'El alcalde de Zalamea' (Efe/Chema Moya)

Ha querido Helena Pimenta convertir el Teatro de la Comedia en su primera puesta de largo en una Zalamea terrosa que huele a trigo, a fuego, a sangre y a venganza. Y que, ojo, recibe visitas hasta de ministros. Ha querido que Calderón de la Barca se convierta de nuevo en estrella y su alcalde en el protagonista de una noticia tan de actualidad que podría ocupar uno de los grandes titulares de este o cualquier otro periódico. Ha querido Helena Pimenta reestrenar la sede de la Compañía Nacional de Teatro con la osadía de recordarnos que los débiles -el pueblo, ese villano- no tienen que dejarse pisotear por los que tienen el poder -el que sea-.

Capitán: ¿Qué opinión tiene un villano?

Juan: Aquella misma que vos, / que no hubiera un capitán / si no hubiera un labrador.

La honra y el honor de Pedro Crespo, más conocido como 'El alcalde de Zalamea', se han encargado de abrir las puertas del nuevo Teatro de la Comedia, tras 14 años de obras. Y, como decimos, con ministro incluido. Íñigo Méndez de Vigo acudió anoche -en una de las raras ocasiones en las que se deja ver algún ministro, aunque sea de Cultura, por los teatros españoles- a la puesta de largo de la remozada sede de la CNTC. Amor, venganza y dignidad para una inauguración con la que Pimenta, directora de la compañía y de este montaje, ha querido desgranar todos los matices del honor. Y lo ha hecho por necesidad.

"Necesitaba reflexionar sobre el abuso que se produce por parte de gente que domina los medios económicos y demás sobre la gente más humilde que, sin embargo, tiene una enorme dignidad. La reivindicación del honor como conciencia personal y como un derecho humano que tenemos en este mundo que a veces no acabas de entender parecía un motor anímico muy adecuado para contar una tragedia que ha atravesado siglos y en la que Calderón cuenta una historia bellísima", aseguraba a El Confidencial.

Es, pues, este alcalde de Zalamea, el cuarto que la CNTC lleva a escena, oportuno y lúcido. No puede sonar más actual este retrato -enviado, sí, desde el Siglo de Oro- de la dignidad frente al abuso, de la lucha entre poderes -el militar y civil, el opresor y el oprimido, el noble y el villano- y del precio que hay que pagar por despertarse.

Eso es 'El alcalde de Zalamea' de Pimenta y Álvaro Tato, encargado de la versión. Una obra en la que el verso fluye (gracias al trabajo de Vicente Fuentes) y gana peso y dramatismo a medida que se cierne la desdicha de los Crespo. Carmelo Gómez da vida a este regidor extremeño deshonrado y vengador, astuto y sabio que está dispuesto a defender su honor hasta las últimas consecuencias, en una interpretación mayúscula y trabajada con la que sabe lucir todas las tesituras por las que transita este villano justiciero. Hacía años que no le veíamos sobre las tablas ('Eling' con Andrés Lima en 2011 y 'Días de vino y rosas', junto a Silvia Abascal en 2009, fueron sus últimos papeles) y, recientemente, el actor ha confesado que dejaba el cine para centrarse en el teatro. Es una gran noticia.

Destacan también la tensión del monólogo de Isabel (Nuria Gallardo) tras ser violada por don Álvaro de Ataide (Jesús Noguero), el concepto de 'honra o nada' que encarna su hermano Juan (Rafa Castejón) y la desesperación que comparte con su padre Pedro Crespo. Los parlamentos con don Lope de Figueroa (Joaquín Notario, quien diese también vida a Crespo en la producción de la CNTC de 2010) y las apariciones de Rebolledo (David Lorente) brillan en una función compensada, aunque en ocasiones un poco sobrada de agudos, que dignifica el honor en una época en la que se le necesita.

Al rey la vida y la hacienda se ha de dar, / pero el honor es patrimonio del alma / y el alma sólo es de Dios.

Ha querido Helena Pimenta convertir el Teatro de la Comedia en su primera puesta de largo en una Zalamea terrosa que huele a trigo, a fuego, a sangre y a venganza. Y que, ojo, recibe visitas hasta de ministros. Ha querido que Calderón de la Barca se convierta de nuevo en estrella y su alcalde en el protagonista de una noticia tan de actualidad que podría ocupar uno de los grandes titulares de este o cualquier otro periódico. Ha querido Helena Pimenta reestrenar la sede de la Compañía Nacional de Teatro con la osadía de recordarnos que los débiles -el pueblo, ese villano- no tienen que dejarse pisotear por los que tienen el poder -el que sea-.

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