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Perreo imperial con Nicky Jam
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Perreo imperial con Nicky Jam

El cantante de reguetón llenó la plaza de toros de Tarragona; este viernes actúa en Zaragoza y el sábado, en Málaga

Foto: El cantante Nicky Jam
El cantante Nicky Jam

En la plaza de la Font de Tarragona, un rockero cuarentón con chupa tejana y melenilla rizada charla animadamente por el móvil con un amigo: "¿Has pasado por la plaza de toros? Y has flipado, ¿no?". No se refiere a la feria medieval que se celebra en la ciudad (mercadillo de productos artesanales, muestra de oficios tradicionales, pasacalles), sino al concierto programado para la noche. "El reguetón había muerto, ¿no?", suelta el rockero en tono burlón. "¡Ya me lo contarás luego cuando no te dejen dormir!".

Nicky Jam anda de gira europea. Este viernes actúa en Zaragoza y el sábado en Málaga. Acaba de actuar en el Zenith de París y a las 22:00 se le espera en el Tarraco Arena Plaça (así se llama la plaza de toros de Tarragona desde que fue rehabilitada y cubierta), pero tres horas antes la cola rodea medio recinto. Está a puntito de transformarse en la discoteca más grande de la provincia. Capacidad: 10.000 personas. Mientras muchos melómanos 'treintañerosparriba' se aferran preocupados al mantra "la gente joven ya no va a conciertos", no caen en la cuenta de que quizá no van a los conciertos a los que van ellos, pero sí van a otros.

Falta media hora para el concierto de Nicky Jam y en las gradas debe haber representación del alumnado de todos los institutos de la ciudad y la comarca. El ambiente se asemeja al de una fiesta de Los 40 Principales del siglo pasado, pero este país ha cambiado muchísimo demográficamente y el reggaeton es hoy una de las músicas más transversales; quizá la que mejor representa a la generación más mestiza que haya crecido jamás en España. Uno de los tropecientos teloneros pide al público que ondee sus banderas. Abundan las colombianas, pero también aparece alguna de Marruecos. Y lo que arrasa es una camiseta con la frase "Dímelo papi". La lucen niñas, chavalines, adolescentes, padres, madres...

Una madre catalanísima lo observa todo con cara de penitencia tropical. Viene de Lleida y ha traído a su hija de 13 años y a dos amigas. "Hace unos meses querían que las llevase a Barcelona a ver a otro cantante parecido y me negué, pero esta vez ya no he podido", confiesa. Las tres niñas bajo su responsabilidad aguantan sentadas mientras actúa Charly Rodríguez, uno de esos cantantes que se conforman rimando estrella con bella. Pero cuando el 'discjockey' pincha la 'Gasolina' las tres brincan del asiento y se ponen a bailar como la madre jamás imaginó que sabían. Un dato: cuando Daddy Yankee publicó la 'Gasolina' estas tres preadolescentes tenían dos años.

Van pasando las horas y se sucede un cantante canario que se declara "ludópata del sexo", otro que hace público su gran problema ("yo no sé qué hacer para que esa mujer sea mía") y 'discjockeys' que lo mismo pinchan a Major Lazer que a Juan Magán, R&B que electrolatino a tres esquinas de los reputados Masters At Work, 'La mordidita' que el 'Seven nation army'.

Llevamos ya tantas horas de calentamiento, que más que calentar al personal, lo están agotando. Una niña colombiana con camiseta de "Dímelo papi" ya se ha dormido y un chaval regordete de 10 años está llorando, harto de todo, mientras su padre baila sobreactuadamente para animarlo. Ese chaval no volverá a un concierto en años. Parte del público hace notar sus quejas por encima del 'Helicopter' de Martin Garrix; y para imponerse a Martin Garrix hay que gritar mucho. Algunos adolescentes ya van cocidos. Las parejas más fogosas ya no saben dónde besarse. Han agotado el ardor.

Nicky Jam sale a medianoche, con dos horas de retraso que nadie de la organización se molesta en justificar. La plaza de toros ya es la sauna más grande que jamás hubiera imaginado el emperador César Augusto. Es la hora del perreo en la imperial Tarraco. El 'show' arranca con 'Travesuras'; 287 millones de escuchas en YouTube. Es un estribillo de seducción: "Dime si conmigo quieres hacer travesuras, que se ha vuelto una locura y tú estás bien dura, no me puedo contener". Sin embargo, justo en ese instante, miles de parejas se dejan de travesuras, alzan su móvil y filman al ídolo. El culto a la estrella no lo inventó el reggaeton, pero aquí corta el rollo cosa fina.

El reggaeton es hoy una de las músicas más transversales; quizás la que mejor representa a la generación más mestiza que haya crecido jamás en España

La gira se llama Ave Fénix Tour, pero el inicio del espectáculo es un bajón en toda regla. Si durante los 'playbacks' y las sesiones de 'discjockeys' el sonido ha sido perfecto, el del concierto es terrible. Nicky Jam reclama el calor del público con el provocador: "¡¡¡¡no se escucha naaaa!!!!". Y tiene toda la razón. No se escucha naaaa. Ni la guitarra acústica, ni las percusiones. En la grada, una mujer le dice a su novio que ni siquiera entiende la voz de Nicky y los dos bajan a la pista. A ver si ahí abajo mejora la acústica.

Todos los accesos al coso están ya colapsados. No cabe una cadera más y parte del público sigue el concierto desde los pasillos. Es un llenazo histórico, aunque poco parece interesar a los medios de comunicación, tan ajenos a la evolución de los hábitos de consumo musical de la juventud. El reggaeton, como el electrolatino, es visto por las generaciones precedentes como se veía al rock'n'roll en sus inicios: música sucia, sexual, repetitiva, música vulgar para gente vulgar. No importa que encontremos letras muy similares en canciones de Chuck Berry, AC/DC, Prince o Lalo Rodríguez. Lo que escuchan los jóvenes es basura. Lo era el boogaloo en 1963 y lo es el reggaeton en 2013. Ese compás endiablado e irresistible se está llevando a la juventud de calle, pero tú ni te quieres enterar ni lo quieres asumir.

Es hora de jugar a la guerra de los sexos, un clásico de los conciertos. ¿Dónde están las mujereees? ¿Y los hombreees? Es el único momento de la noche en el que se transgrede esa norma no escrita según la cual la mujer nació para satisfacer al hombre. Y tampoco. El ídolo demanda gritos y ellas ganan porque gritan más. Triste escena de empoderamiento femenino en una velada sobrada de machismo posesivo y cosificador. Un machismo con una larga tradición en la música popular, sí, pero que, cómo negarlo, goza de una muy proactiva continuidad en las músicas urbanas latinas.

Suena 'El perdón', una de las canciones más radiadas del verano y las más esperada de la noche. Como no está Enrique Iglesias para cantar con él, Nicky Jam ultrapasa su rol de rimador reggaetonero y se lanza como cantante melódico con lamentables resultados. Qué le vamos a hacer. Nadie es perfecto y cuando engola la voz, la cubierta del Tarraco Arena se agrieta. Para colmo, alarga 'El perdón' lo indecible. Lo que iba para clímax se acerca más a la tortura. Y solo remonta cuando Nicky dedica un 'freestyle' a dos espectadoras de la zona VIP premium: Tatiana y Jennifer. Sí, en los conciertos de reggaeton también hay clases. Si pagas más tienes mesa, sillas y Larios 12 a pie del escenario.

El Nicky Jam 'superstar' da paso, por fin, a aquel joven Nicky que descubrimos en España gracias a 'Vida escante', el disco que editó Vale Music en 2004. Y cuando suenan bombazos como 'Yo no soy tu marido' y 'Me voy pal party', la cosa toma otro color. Con los problemas de sonido más o menos solventados (por lo menos en esa otra zona VIP básica por la que pululan 'swaggers', 'hipsters' de barba y moño, empresarios entonados y personalidades juerguistas de la Costa Dorada), el concierto gana toda la altura, volumen y carácter que le han faltado durante demasiados minutos.

De repente, Nicky Jam dice que nos quiere mucho y desaparece. Una hora de concierto. Pues nada, papi, adiós.

En la plaza de la Font de Tarragona, un rockero cuarentón con chupa tejana y melenilla rizada charla animadamente por el móvil con un amigo: "¿Has pasado por la plaza de toros? Y has flipado, ¿no?". No se refiere a la feria medieval que se celebra en la ciudad (mercadillo de productos artesanales, muestra de oficios tradicionales, pasacalles), sino al concierto programado para la noche. "El reguetón había muerto, ¿no?", suelta el rockero en tono burlón. "¡Ya me lo contarás luego cuando no te dejen dormir!".

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