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El único club del mundo del que sólo puedes salir... suicidándote
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los herederos de Queneau se conjuran en madrid

El único club del mundo del que sólo puedes salir... suicidándote

El legendario grupo OuLipo de escritores y matemáticos presenta 'Es un oficio de hombres', un disparatado catálogo de profesiones "para escapar del laberinto"

Foto: Detalle de la portada de 'Es oficio de hombres', del ilustrador Daniel Montero Galán.
Detalle de la portada de 'Es oficio de hombres', del ilustrador Daniel Montero Galán.

Como si el preso antes de intentar la fuga exigiera medidas de seguridad adicionales y contundentes para probar su valía en el escenario más adverso. Tal es la aspiración estética del legendario grupo OuLipo fundado en París en 1960 por el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais con la misión de encadenar el lenguaje a fórmulas rígidas para hacerlo saltar en pedazos desde dentro y luciendo palmito. Por cierto, no intente apuntarse. Según las reglas del selecto club, sólo podrá entrar por cooptación o decisión unánime de sus miembros. ¿Para salir? Tendrá que suicidarse.

Los 'oulipianos' se conjuraron el pasado jueves en Madrid con el fin de celebrar su 55 aniversario en plena forma y presentar 'Es un oficio de hombres' (La Uña Rota, 2015), su último libro. Se trata de una galería de autorretratos de "hombres y mujeres en reposo" que aplica la célebre trampa literaria del 'cointrante' (traba o constricción). La cosa funciona así: el escritor Paul Fournel escribe un texto sobre un esquiador en vertiginoso descenso. Su amigo, el también 'oulipiano' Hervé Le Tellier, se apunta al bombardeo y, siguiendo la misma fórmula narrativa, hace lo propio con la figura del seductor. Y luego irrumpen el desollador, el resucitador, el funcionario, el psicoanalista, el filósofo televisivo, el asesino a sueldo, el especulador, el presidente, … y el escritor, por supuesto.

Va un ejemplo:

El funcionario: "Coged a dos hombres en igualdad de experiencia y de jerarquía, en el mismo ministerio, ponedlos en dos despachos idénticos, y siempre soy yo el que huevea más. […] Me conozco al dedillo todos los pasillos del ministerio y, a dos por hora, los veo pasar al ralentí".

El presidente: "Coged a dos presidentes en igualdad de popularidad y de PIB, ante la misma cámara, ponedlos uno al lado del otro, y bueno, permitidme que os diga que siempre soy yo el que acaba delante del objetivo. Vaya que sí. […] Me sé al dedillo todos los periodistas de la tele y, a las ocho en punto de mi Rolex, los veo entrevistarme al ralentí".

El escritor: "Coged a dos hombres en igualdad de tinta y de material, frente a la misma hoja en blanco, ponedlos uno al lado del otro, y siempre soy yo el que escribe mejor. […] Me conozco todos los clichés literarios de las novelas de aeropuerto y, mientras las leo, los veo pasar al ralentí".

El extraño oficio de escribir

El lema oulipiano reza: "Somos ratas que construyen el laberinto del que pretenden salir". ¿Ratas como los que encarnan los distintos tipos de trabajadores que protagonizan este libro? El presidente del grupo, Paul Fournel, nos explica una importante salvedad: "El oulipiano también trabaja, la diferencia es que él fabrica sus propias constricciones, mientras que en la vida, en general, nos vienen impuestas". Y Pablo Martín Sánchez, traductor del libro y único oulipiano español en ejercicio, apostilla: "Como decía no hace mucho Javier Cercas (un autor nada susceptible de oulipianismo): 'Escribir es un oficio extraño. En lo esencial, consiste en complicarse la vida'. A mí me parece que la línea recta es la menos interesante de las líneas: lo divertido es ponerse un obstáculo y comprobar que la distancia más corta entre dos puntos es la línea curva".

De OuLipo (siglas por cierto de Ouvroir de Littérature Potentielle, Obrador de Literatura Potencial) han formado parte en este medio siglo largo tipos tan poco respetables como Raymond Queneau, Jacques Roubaud, Marcel Duchamp, Italo Calvino o Georges Perec. Sus alianzas no han sido más civilizadas: el Ilustre Colegio de Patafísica o el Club de los Savatouiers, frecuentado también por Boris Vian. Sus obsesiones -la fusión de semántica y combinatoria- no les abrieron precisamente los salones parisinos. Y aunque se han señalado sus afinidades con Dadá o el surrealismo, ellos siempre negaron tajantemente participar en vanguardia alguna.

¿Cómo trabajan los 'oulipianos'? "Nos reunimos desde hace 55 años una vez al mes, generalmente en París en casa de alguno de los miembros del grupo", explica Pablo Martín. "Y compartimos nuestros trabajos, colectivizando lo individual e individualizando lo colectivo. También, desde hace más de quince años, nos juntamos públicamente una vez al mes (excepto en verano), en la Bibliothèque Nationale de France, para ofrecer a quien quiera venir a escucharnos una muestra de lo que hacemos. Este libro es un buen ejemplo del trabajo colectivo del grupo".

¿Y su contribución a las literatura, a las matemáticas… a la civilización en general? "¡A la civilización, inmensa!", exclama Fournel, "aunque para ser sinceros nuestra contribución a las matemáticas ha sido más bien nula, porque somos nosotros los que nos aprovechamos de las matemáticas. ¿A la literatura? Habría que preguntar a la literatura. Pero la literatura no nos necesita, se las apaña por sí sola porque es una obra colectiva. Pero, en cambio, la humanidad nos los debe todo".

Como si el preso antes de intentar la fuga exigiera medidas de seguridad adicionales y contundentes para probar su valía en el escenario más adverso. Tal es la aspiración estética del legendario grupo OuLipo fundado en París en 1960 por el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais con la misión de encadenar el lenguaje a fórmulas rígidas para hacerlo saltar en pedazos desde dentro y luciendo palmito. Por cierto, no intente apuntarse. Según las reglas del selecto club, sólo podrá entrar por cooptación o decisión unánime de sus miembros. ¿Para salir? Tendrá que suicidarse.

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