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De la coca a las hombreras: por qué el pop de los ochenta sigue dominando nuestras vidas
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De la coca a las hombreras: por qué el pop de los ochenta sigue dominando nuestras vidas

Los nuevos superventas continúan anclados en el sonido que hizo furor en la década ochentera

Foto: Miley Cyrus en la gala de los premios MTV (Reuters)
Miley Cyrus en la gala de los premios MTV (Reuters)

El año pasado, cuando Taylor Swift promocionaba su álbum 1989, hizo estas declaraciones a la revista Rollling Stone: "En los ochenta, la música era un reflejo de la cultura. La gente vestía ropa extravagante, colores enloquecidos, porque les apetecía y ya está. La época desprendía una tremenda energía, oportunidades ilimitadas, infinitas maneras para vivir tu vida". Swift no disfrutó de esa década, de hecho bautizó su disco como 1989 por su año de nacimiento.

A pesar de todo, los superventas más jóvenes sienten veneración por los años de los calentadores y las hombreras. Los ochenta se han convertido en una especie de arcadia, un paraíso pop donde reinaron estrellas de larga duración y máxima influencia como Madonna, Michael Jackson, Prince, Whitney Houston y George Michael.

Apología de la cocaína

¿Cuál fue la canción más popular del verano en 2015? Can't Feel My Face, un calco de Michael Jackson que sacudió las discotecas de todo el planeta. Es obra del canadiense Abel Tesfaye, más conocido como The Weeknd, pero podría haber pasado perfectamente como sencillo extraído de Bad(1987) o Thriller(1982).

¿Quién es la máxima estrella del pop actual? Sin duda alguna Madonna, cuyo estilo siguen fielmente jóvenes superventas como Miley Cyrus, Katy Perry y Rihanna. ¿Quién es la única diva capaz de hacer la competencia a la "ambición rubia"? Beyoncé Knowles, lo más parecido que tenemos a una Tina Turner de la era del hiphop.

Miremos donde miremos, dentro de la música masiva, encontramos al pop ochenteno respirando en el cogote. ¿Otro ejemplo? Los británicos Duran Duran, dioses del glamour ochentero, fueron cabezas de cartel del Sónar 2015, festival fetiche de los modernos europeos. Durante su actuación, hicieron una versión de White lines(1984), clásico hip-hop que alerta de los peligros de la cocaína, que ellos interpretan con un tono eufórico y juguetón que la convierte en apología de la droga favorita de la década.


Nostalgia de lo no vivido

Carl Wilson, crítico de la web Slate,ofrecía este mes una teoría interesante: "¿Por qué la mayoría de las estrellas jóvenes adoran los ochenta? Para ellos, estadécada representa lo mismo que para sus mayores la serie Mad men. Es la época en que sus padres se conocieron, que algunos vivieron siendo pequeños, sin enterarse del todo de lo que pasaba. Es un periodo familiar y misterioso al mismo tiempo", explica.

Para las estrellas jóvenes esa década representa lo mismo que para sus mayores la serie 'Mad men'

Durante muchos años, se ha hablado del poder de la nostalgia para vender productos culturales, ahora hay que añadir el de la "nostalgia de no vivido", que puede resultar mucho más potente, al no haber experimentado deprimera mano los aspectos negativos del periodo que idolatras.

La fiebre ochentera no solo tiene que ver con la industria musical, sino también con la de la publicidad: en la última campaña de Mango, Kate Moss y Cara Delevigne bailan al ritmo de una versión narcótica de "Girls Just Wanna Have Fun", temazo de Cindy Lauper que fue uno de los himnos clave de aquella década.


Cadenas de montaje pop

La industria musical adora los ochenta como ningún otro periodo de la música popular. Fueron los años de la explosión de la MTV, de la consolidación de un mercado pop global, donde se hacía caja sin el fastidio de la piratería y con el lucrativo negocio de los consumidores pagando de nuevo por su colección de álbumes gracias a la aparición del formato compact-disc.

La nostalgia de lo no vivido puede ser más potente, al no haber experimentado de primera mano los aspectos negativos del periodo que idolatras

También hablamos de la época donde se perfecciona la fórmula para manufacturar estrellas. En Inglaterra, la factoría de Stock, Aitken y Waterman confirmó que se podía tratar el pop como una cadena de montaje, facturando millones con estrellas prefabricadas como Kylie Minogue, Jason Donovan y Rick Astley. Hablamos también del tiempo en que consolida la receta de las "boy bands", con fenómenos como Bros en Europa o New Kids On The Block en EEUU. Este segmento ha sido uno de los más lucrativos para la industria, con experimentos de éxito creciente como Backstreet Boys, Take That, *NYSNC, Westlife y One Direction. A esa misma escuela podemos adscribir a Justin Bieber, otro artista ochentero por los cuatro costados.

Pero el fenómeno va más allá de nombres propios. También tiene que ver con programas televisivos que rompen audiencias como Operación Triunfo, Factor Xy La Voz, intentos de replicar las condiciones de producción de los años ochenta. Por eso no es de extrañar que la mayoría de las estrellas que salen de allí tengan las características dominantes de aquella época. ¿Conclusión? Si alguien no lo remedia, tenemos sonido ochentero para rato.

El año pasado, cuando Taylor Swift promocionaba su álbum 1989, hizo estas declaraciones a la revista Rollling Stone: "En los ochenta, la música era un reflejo de la cultura. La gente vestía ropa extravagante, colores enloquecidos, porque les apetecía y ya está. La época desprendía una tremenda energía, oportunidades ilimitadas, infinitas maneras para vivir tu vida". Swift no disfrutó de esa década, de hecho bautizó su disco como 1989 por su año de nacimiento.

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